(no subject)

Dec 19, 2007 13:12

Autor: 
cleuchi  
Fandom: Freedom (RPG).
Pareja: Axel/Frieda.
Tema: 8. Susurro.
Palabras: 458.

Bajo el pretexto de ‘los viejos tiempos’, Frieda ha echado a Harley de la habitación sin contemplaciones. Con un guiño, y tras arrancarle la promesa de que se lo va a contar todo con pelos y señales, la rubia se da por vencida y se larga con viento fresco, los auriculares del mp3 escondidos entre mechones de corto pelo rubio y puesta su típica camiseta negra con la mítica motocicleta pintada encima.

Ella se va y Axel viene.

Es quince o dieciséis de junio, Frieda no lo sabe. El verano es anunciado a los cuatro vientos. El sol comienza a ocultarse, barriendo por última vez con sus ya cálidos rayos el dormitorio. Frieda, en la litera de abajo, fuma y se muerde las uñas alternativamente. Axel, en la litera de arriba, se pregunta qué mosca le ha picado para hacerle venir así, tan de repente.

El cigarrillo se consume y Frieda, con la melena recogida en una coleta medio deshecha, saca otro de la cajetilla que hay bajo la almohada, pero no lo enciende. Se queda mirándolo durante un buen rato, y luego se mira el pecho. Y decide que ya es hora de dejar de castigar a sus pulmones con tanta nicotina y tanto alquitrán, y usarlos para cosas más productivas.

Como hablar. Susurrar. Gritar.

Ligera como una pluma, se desliza fuera de su cama y, como un mono, se encarama a la metálica escalera. Untuosa serpiente, se deja resbalar con lentitud sobre la de Axel, cuidadosamente encima de él, un rebelde mechón de largo pelo oscuro rozándole la mejilla y dos pares de pulmones que comienzan a respirar acelerada, entrecortadamente.

- Axel… -hace esa pausa tan teatral que suele introducir, como mínimo, una vez en cada conversación con él.- ¿Tú eres virgen?

Sí, es negro, pero Frieda puede jurar que se ha puesto colorado a la velocidad del rayo. Ríe con su risa tintineante y apoya las manos a ambos lados del rostro del chaval, encajándolo entre ellas. Prisionero.

- Lo tomaré como un sí.

Y está tan cerca que puede oírlo tragar saliva. Porque sabe lo que se le viene encima.

- Tú lo que necesitas es alguien que te desvirgue.

Irguiéndose, con las rodillas todavía pegadas a las caderas de Axel, se suelta el pelo con deliberada lentitud, a lo Rita Hayworth deshaciéndose de su negro guante. La cascada de suave cabello golpea al chico cuando ella se recuesta sobre él, juguetea con su camiseta y dibuja una sonrisa de picardía que promete los siete pecados capitales en su esbozo. Y luego susurra algo, tan bajo que él ni siquiera lo oye, pero puede leerle los labios y

- Y quiero ser yo. -pausa.- Pero no hoy.

Dios, ¿por qué cojones dejaste que Satán crease a Friederike Möersig?

Autor:
cleuchi 
Fandom: Freedom (RPG).
Pareja: Axel/Frieda.
Tema: 29. Grito.
Palabras: 1.142.
Advertencias: ¿un poco porn? ¿Bastante porn? ¿No tan porn? Whatever.

Frieda está sentada, agazapada como un gato en el alféizar interior de la cerrada ventana, y fuma. Últimamente fuma a todas horas, a pesar de su resolución de aquel quince o dieciséis de junio que ya quedó bastante atrás. Fuma nada más levantarse, en el trayecto al comedor, durante el desayuno. Entre clases y a veces en las clases también. En el recreo, antes de la comida, durante la comida, después de la comida. Antes de la ducha y después de la ducha. Antes de la cena, durante la cena, después de la cena, antes de meterse en la cama y, como si tuviera un mecanismo interior que la advirtiese de cuándo exactamente va a caer entre los brazos de Morfeo, segundos antes de quedarse dormida.

- ¿Quieres que te lo cuente o no? -da una calada y mira en dirección a Harley, que está tendida en su cama y la mira a su vez, con la barbilla apoyada sobre el puente que forman las manos.-
- No te hagas de rogar, que sé que lo estás deseando, guarra.

Frieda esboza una sonrisa a través del humo que se filtra por entre sus labios y asiente, mientras las cenizas caen a su lado tras un apático movimiento de la mano.

- Fue el primer día de verano, el veintiuno de junio. Romántico, ¿no? -no espera respuesta y da una nueva calada, más honda que las anteriores, como reuniendo fuerzas.- Él estaba en esa cama, sí, en ésa precisamente -la señala y Harley fuerza una mueca de desagrado-, y se suponía que no debía estar aquí… Y yo entré en la habitación y entonces…

Y entonces, Frieda espeta un ‘¿Qué coño haces aquí?’, que habría hecho desistir a alguien con menos fe en ella que Axel. Pero él se limita a asentir y tragarse un comienzo de sonrisa gatuna y contestar un vago ‘Tenemos que hablar’.

- ¿Ah, sí? ¿Y de qué, si puede saberse?
- De nosotros.

‘No hay nada de qué hablar’, replica ella, pero en su mente se forman imágenes que hacen que mil escalofríos la recorran de la cabeza a los pies, asentándose particularmente en cierto sector que engloba todo lo que hay entre el ombligo y las rodillas, aproximadamente.

Contempla a Axel rodar sobre un costado y observarla durante tanto, tanto tiempo, que Frieda piensa que va a congelarse, que va a volverse estatua de hielo como los que miraban a los ojos de Medusa. Pero no lo hace; es más, descubre de pronto que tiene un sorprendente catálogo de movimientos disponible. Sube con cuidado por los barrotes de metal y se acurruca entre los brazos de Axel, que entre tanto se ha sentado con la espalda apoyada contra la pared.

Entonces, cuando lo mira a los ojos, dulces, profundos, casi negros, para besarlo, anunciando como siempre el Apocalipsis mientras lo hace, ve en esos ojos dulces, profundos y casi negros esa mirada que dice ‘Quiero que mi primera vez sea contigo, Friederike Möersig. Y quiero que sea aquí y ahora’.

De modo que se separa de él, no mucho, lo justo para echarle de menos, y, colocando con suavidad las palmas de las manos en sus hombros, lo tumba sobre el colchón, tan cuidadosamente como si fuera un paquete marcado con la etiqueta ‘Frágil’. Palpitante, exultante, empieza a despojarse de la palestina, de la chaqueta de color chocolate, de la camiseta de the Sex Pistols -muy apropiado- y, por fin, permite que las manos inexpertas de Axel peleen un buen rato con el broche del sujetador hasta conseguir quitárselo.

Ahora es el turno de ella. Axel extiende los brazos y Frieda le saca, tan despacio como una artista del striptease, la camiseta de tirantes blanca. No puede evitar relamerse en un gesto que le parece obsceno incluso a ella. Oh, Dios.

Se encuentran desnudos de cintura para arriba y se besan con frenesí y ese tipo especial de locura que caracteriza a los enamorados. Un breve pensamiento le advierte a Frieda de que Harley puede volver en cualquier momento, pero la voz de la razón es acallada de pronto por los dedos de Axel, que han conseguido desabrocharle los tres botones en hilera de la faldita de tablas y, voilà, se acaba de quedar en ropa interior. Oh, Dios, multiplicado por diez.

Se aparta de los límites delineados por los labios de Axel y desciende, dejando un reguero húmedo de besos por el cuello, pecho, ombligo, del chico, y finalmente llega hasta la frontera del cinturón, que se apresura a borrar con mano habituada. De un tirón, le quita tanto pantalones como calzoncillos, y esto sí que se merece un nuevo relamerse, un morderse hasta sangrar el labio inferior y un Oh, Dios, multiplicado por mil.

Rebusca, como un gorrión que picotea migajas, en los bolsillos de los vaqueros, patéticamente deformados sobre la cama ahora que no hay nada en su interior. Se le iluminan los ojos al encontrar lo que buscaba, y no pierde un instante: rasga el papel del condón y se lo coloca a Axel, como quien repite una operación muchas veces realizada ya anteriormente.

Regresa a la boca del chaval y se deja a la deriva, que la lleve la corriente, porque le tiemblan las piernas y nota ese bum-bum característico viajándole por todo el cuerpo. Casi ni se da cuenta de que él le acaba de bajar las bragas, porque está medio ida, y es porque se acaba de meter un chute de la droga más fuerte de todas: el amor.

Pierde la noción del tiempo mientras, vagamente, siente la presión de las manos de Axel describiendo círculos, dibujando letras griegas sobre sus pezones. Es entonces cuando se desliza hacia él, primero como una lanza que se clava en su objetivo, luego recostándose sobre el otro cuerpo, y lo está sintiendo muy dentro y oh, Dios, multiplicado por un millón.

Frieda se adapta, aunque le cuesta, al ritmo, la cadencia impuesta por las caderas de Axel, que será primerizo pero -‘joder’- y todos los santos en procesión. La voz que le advertía de la posible aparición de Harley ha sido silenciada definitivamente, y todos dudamos sinceramente de que la vuelva a oír. Ahora sólo se concentra en no ponerse a gritar, porque si lo hace, Señor, no va a parar nunca.

Pero no puede evitarlo. Grita, grita, grita como si la estuvieran torturando, como si alguien estuviera desgarrándole el abdomen con un gancho y desparramando sus entrañas por el suelo. Grita como si le estuvieran arrancando todas las uñas de golpe y, a la vez, grita como si cinco personas inclinadas sobre ella estuvieran haciéndole cosquillas por todas partes con plumas salidas del sofá. Grita como todo eso y mucho más, pero, sobre todo, grita como si fuera la primera vez que folla con alguien a quien ama.

Y oh, Dios, multiplicado por un millón. De millones.

#tabla simbólica, rpg: freedom: axel/frieda, autor: cleuchi

Previous post Next post
Up