Autor:
yuviaFandom: Expediente X
Personaje/Pareja/Trío: Mulder/Scully
Tema: #06- Escape; #07-Celos; #08-Religión; #09-Piano; #10-Piano
ESCAPE
Sexo
Ninguno de los dos habla, entre el miedo y el deseo de que empiece el otro. La prudencia es un inmenso biombo para esconder la cobardía ante la idea de plantear el tema.
Desde hace un mes. Perdida la cuenta de las veces que ha ocurrido.
Hace unos minutos, en el coche.
Recolocada ya la ropa, sentados en los asientos de nuevo en posición vertical. El silencio se empapa de tristeza lentamente y la oscuridad parece transformarse en un agujero negro del que no saldrán nunca.
Es esa sensación la que le mueve.
-Quizá deberíamos hablar de lo que está ocurriendo,-dice él despacio.
Scully vuelve la mirada, los ojos llorosos sin saber por qué, hacia fuera.
-A veces pienso que es sólo una vía de escape,-susurra. Y lo dice porque lo cree de verdad, a veces, lo cree de verdad. Que el dolor y las pérdidas y el mundo deshaciéndose y el frío alrededor es lo que les empuja a tocarse, y más allá, más cerca, hasta que no quepa aire, hasta que no haya más que la piel del otro gritando que están vivos.
-No me malinterpretes,-continúa-es sólo que a veces lo pienso.
Entonces Mulder da algo parecido a un salto de trapecista, que le sorprende aún más que a ella, y se aferra a su mano. Le sonríe.
-A veces, Scully, creer está más cerca de la verdad que dudar.
Eso es lo que recordará ella unas horas después, cuando esté sola en casa y un escalofrío la haga sonreír. Cogerá el teléfono para llamarle y dirá tan sólo “A veces”.
-Yo también lo he pensado a veces, -contestará Mulder-pero no me lo creo.
-Ni yo.
Celos
OJOS VERDES
Los celos son un monstruo de ojos verdes, piensa Scully sentada en la cafetería, sin recordar si eran los celos, o la envidia, o la avaricia, o todos. Los celos no están entre los pecados capitales aunque beban de casi todos ellos. Un alivio que no estén.
Retuerce el azucarillo y mira la calle a través de las grandes cristaleras. Mulder se retrasa y la chica es preciosa, vulnerable y lista, parte de la investigación y víctima.
Y no tiene poderes paranormales, se repite imaginando que se lo grita a él a la cara. Se lo gritará en cuanto aparezca.
Intenta distraerse en el escaparate de enfrente, la tienda de ultramarinos típica de pueblo, personas que pasean tras la lluvia, sonrientes, padres con sus hijos y chicos que salen de la escuela. El mundo tranquilo de una tarde de viernes.
Golpearía el suelo con ira, tiraría las tazas, gritaría a la camarera que vertió parte del café en el plato.
Y todo porque los celos son un monstruo anidado en su armario.
Y porque los ojos verdes miran a esa chica con compasión. Esa es la imagen, está segura, en estos mismos momentos Mulder la mira con compasión. No sexo, ni grandes palabras, lo único en su mente es esa mirada.
Mulder aparece por fin, cruzando la calle. Se encoge de hombros y le sonríe a modo de disculpa, acelerando el paso.
El monstruo vuelve a esconderse, pero no desaparece.
Religión
ESCEPTICISMO
En realidad, si estuviesen fuera de la discusión, los dos pensarían que ambas preguntas son buenas.
La de él: ¿Por qué no crees en ningún fenómeno paranormal y sin embargo crees en Dios y en todo lo que implica la religión?
La de ella: ¿Por qué crees absolutamente en todo salvo eso?
Ambas preguntas han retumbado en el despacho hace un instante, seguidas de un silencio cargado de contención.
Mulder mira, casi ausente, el crucifijo sobre el pecho de Scully y retira la vista al poster en la pared donde puede leerse “Quiero creer”.
Casi olvida el supuesto ángel, el supuesto fantasma, quién sabe si el simple cúmulo de casualidades sobre las que están discutiendo.
-Es demasiado bonito, demasiado perfecto, demasiado útil. Quizá ocurre que soy un escéptico en el fondo.
La mira de nuevo para observar su expresión, comprobando que ha conseguido al menos que la tensión de disipe. Scully tiene esa mirada irónica al borde de la sonrisa.
-Escéptico, en el fondo-,repite Scully asintiendo despacio.-Ya, será eso.
Piano
ARABESCO
Scully se despierta a causa del dolor. El cuello, la espalda, la pierna izquierda dormida, los ojos escuecen al abrirlos, está amaneciendo.
El coche está parado en un área de servicio, porque los dos tenían demasiado sueño para seguir.
En algún lugar del estado de Washington el sol se asoma rojizo entre los troncos de un bosque de sequoias haciendo brillar gotas de rocío. Pájaros que cantan, rumor de hojas y Mulder roncando levemente. Es consciente de que está sonriendo antes de recordar el sueño, desdibujado y fugaz, se le escapan las imágenes y trata de retenerlas como si de ello dependiese algo. Algo indeterminado e importante.
Él le tendía la mano sonriendo, “Creer, Scully, creer es difícil. Por eso tú”. Y ella extendía la mano en un resplandor. Asentía al tomar la suya y repetía “Por eso”.
Antes de besarle. Cierra los ojos con fuerza sonriendo entre la extrañeza y cierto apuro.
“Por eso tú”, piensa, sin saber qué.
Un burbujeo de ideas inconexas la dejan varada unos minutos en duermevela. El caso no resuelto del que vuelven, el hombre que miraba a su amigo de la infancia y sabía. Sabía no tan sólo lo que el otro pensaba: cuando estaban juntos podía llegar más allá y saber, saber cosas, saber dónde había desaparecido el niño en el bosque. Casualidad excesiva.
“Semejante porcentaje de aciertos es ciencia, Scully. Dame otra opción.” Y ella sentada en la cama del motel hablaba de caballos que sabían contar, hablaba de fraudes y confusión de causas, hablaba y hablaba sin parar de pensar que no había idea más terrible que la de que se pudiese leer la mente.
Lo dijo al fin. Él sonrío. “Da miedo, pero eso no lo hace terrible”.
Y Scully piensa en las cosas que dan miedo y eso no las hace terribles hasta que tiene que abrir los ojos para hacerlo desaparecer.
Al despedirse, el hombre se acercó a ella, la apartó del grupo un instante con esa sonrisa que le resultaba molesta, como si supiese siempre demasiado. Y dijo aquello tontamente inolvidable:
-Usted no cree y él quiere creer, pero lo que resulta abrumador es ver el modo en que ambos creen en el otro. Y lo que es terrible es el modo en que se empeñan en no verlo.
-¿El qué?-,murmuró ella tratando de disfrazar la curiosidad con desdén.
El hombre rió frunciendo el ceño. Abrió los brazos como si acabase de preguntarle el color del cielo.
-¡Venga ya!
La pierna casi ha despertado aunque a ella aún le falta un poco. Sonríe pensando que en el mundo sobran locos. Observa a Mulder dormir, ajeno y cercano a partes iguales. Y se siente bien, demasiado bien, como si estallase, como luz a través de las pequeñas gotas, como si todo estuviese en su sitio. Pone la radio, baja, pensando en buscar música para despertarle, sin saber bien por qué, quizá sólo para no tocarle y sentirse causa de que despierte. Y ahí está, el Arabesco de Debussy, perfecto.
Le ve sonreír, aún con los ojos cerrados.
-¿Arabesco?,-murmura.
-Sí.
-¿Qué es un arabesco?
-Un...adorno de arquitectura árabe, creo. Un diseño con elementos que se cruzan de forma desordenada pero formando un conjunto perfecto.
Mulder abre los ojos y la mira sonriendo, por un instante, para volverlos a cerrar.
-Es bonito despertar así.
Scully retira la vista, la vuelve al exterior, en un deseo súbito de salir de allí, salir corriendo, lejos. Sin entender siquiera por qué, como si quedarse implicase algo. Como si estuviese a punto de ocurrir una de esas cosas que no tienen camino de vuelta.
-Pero debe ser difícil,-continúa él, con el ceño fruncido, como si dudase entre despertar o no.
-¿El qué?
-Hacerlo perfecto, porque es perfecto. Debió ser difícil elegir...las notas. Controlar la velocidad, hacer que todo encajase porque parece desordenado. Enrevesado, complicado y perfecto.-Abre los ojos y, casi a un tiempo, los brazos formando una especie de círculo en el aire.-Es difícil hacer que todo confluya y las partes formen un todo-mueve las manos dibujando ondas-que aún desordenadas se imbriquen y...Scully, necesito un café.
Ella ríe ante su expresión, mientras un tipo en la radio dice algo sobre que la obra es demasiado bella para entenderla escuchándola sólo una vez, antes de pincharla de nuevo.
Scully arranca y conduce en busca de un café de carretera pensando en cosas que encajan a la perfección, como si se tratase de arte. En cuántos momentos así deja pasar de largo sin pararse a pensar, sin pararse a sonreír. En lo difícil que resulta comprender cómo algunas cosas encajan. Su voz repite en su mente “Por eso tú”.
Mientras, Mulder, medio dormido aún, repite.
-Demasiado bello para entenderlo.
OBLIGACIÓN
Libertad
Las obligaciones de Dana Scully como agente del FBI están definidas en el papel. Son palabras escritas y con sello múltiple, exactas y definitorias, que no dejan lugar a la confusión.
Desde que la retiraron de los expedientes X, las obligaciones de Scully no tienen absolutamente ninguna relación con Fox Mulder. Ninguna. Es consciente de ello.
Es consciente de ello cuando coge el coche de madrugada para reunirse con él y, al pisar el acelerador, siente como si todos esos papeles volasen por los aires, quedasen atrás perdidos en la carretera, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
Y sonríe, como cualquiera que se siente muy por encima de sus obligaciones.