No la vi totalmente, pero el pasado domingo noche durante
la entrega de los premios Goya pude escuchar bastantes comentarios de los premiados que echaban culpa del paro en la profesión a las descargas de Internet, incluso una de las galardonadas que no fue a la entrega de premios por encontrarse en Brasil pidió la actuación de la policía contra los internautas, equiparando robo y uso de los programas de intercambio de archivo.
Es triste y llamativo cómo en un país con más de tres millones de parados, la gran mayoría de ellos en mucho peor situación económica que cualquiera de los presentes en esa fiesta, los premiados criticaran a su público. Es comprensible que los directores, guionistas, productores quieran ganar más por su trabajo, por la misma razón, muchos trabajadores quieren tener acceso a la cultura más allá de lo que le permite su salario.
La crisis afecta a todos y más especialmente a los más necesitados (inmigrantes, mano de obra sin cualificar, mujeres, mayores...). Los trabajadores de la industria del cine deberían sentirse privilegiados por tener unos empleos que le dan prestigio y popularidad. En la mayoría de los casos, también unos ingresos por encima de la media. Estas quejas en boca de personas con alto poder adquisitivo resultan indecentes cuando al mismo tiempo a muchos obreros se les está acabando el subsidio de desempleo o están perdiendo su vivienda (...).
El cine español arrastra muchos problemas, el primero de ellos es que las producciones usamericanas inundan todo tipo de pantallas e incluso la Red. Pocas veces les veo quejarse de este monopolio. Tampoco critican abiertamente a las las distribuidoras y exhibidores que menosprecian su cine. O a los medios de comunicación que se dedican a promocionar las supreproduciones norteamericanas mientras que muchas películas españolas no merecen ni una línea en esos mismos medios. Por último las parrillas de programación de las televisiones dejan poco espacio al cine hecho aquí.
La ausencia de reivindicaciones frente a las corporaciones audiovisuales devalúan de forma notable sus demandas de un mayor control de Internet. Me recuerdan a aquellos trabajadores que culpan de su situación de paro a los inmigrantes sin atreverse a criticar a quien tomó la decisión de despedirle. La talla de una persona se mide por la de su enemigo. Si los enemigos de los miembros de la Academia del Cine son los internautas esa circunstancia dice mucho de ellos y de su obra.
Estos días los ciudadanos piden al gobierno trabajo, ustedes piden que nos encierren en la cárcel por descargar una película o música. Mientras tanto, muchos usuarios de la informática pagamos un canon que ustedes cobran por hacernos una copia de seguridad de nuestros archivos, por grabar un cd con una distribución Linux o por comprar un reproductor de música. Ahora, además, quieren cobrarnos por tener conexión a Internet o por comprar un ordenador.
Las peticiones de los cineastas deberían ser más claras y comprensibles, si quieren penalizar las descargas y copia privada que pidan, también, la retirada del canon. Si quieren canon no pueden pretender prohibir la copia privada. No pueden cobrar un impuesto sobre la comisión de un delito. Igualmente deberían manifestarse claramente sí están por la defensa de la cultura propia o de la industria audiovisual.
Sí lo que queremos es defender la producción cinematográfica hay muchas formas sin necesidad de meter a nadie en las, ya repletas, cárceles españolas. Por ejemplo, una primera medida sería que fuesen transparentes los criterios por los cuales la SGAE y otras entidades de gestión reparten sus ingresos (cada vez mayores). No estaría mal que, además de la proporcionalidad basada en unas encuestas que favorecen a las
superestrellas del pop, se añadiera un criterio de equidad que garantizara unos ingresos mínimos a cada vez más autores. Sería una buena forma de demostrar la solidaridad entre los autores.
También, además de las subvenciones, las administraciones públicas deberían crear institutos cinematográficos que produjeran y financiaran directamente los mejores proyectos de directores nóveles. Desde luego las televisiones, especialmente las públicas, y las salas de exhibición podrían hacer mucho más por ustedes (y por nosotros) programando cine propio. De hecho el espectador que quiera ver una de las películas premiadas no encontrará sala donde la programen. Los medios deberían ayudar informando y promocionando la cultura más próxima al espectador.
Otra medida factible es que se diera a los mejores documentales españoles el mismo trato que al documental de Al Gore “Una verdad incómoda”, del cual
el Gobierno español compró 30.000 copias por 580.000 euros para distribuir en las escuelas. Seguro que los profesores y los alumnos de nuestros institutos y escuelas agradecerían como material didáctico muchos de los documentales que rara vez se pueden ver en nuestros cines o televisiones.
Un mal camino es el de subir precios para compensar ganancias, el cine es especialmente caro, se ha convertido en un lujo para muchas familias, sigan subiendo los precios y acabarán por cerrar las salas que quedan. Los impuestos y los cánones de sociedades de gestión deberían bajar para las salas de exhibición.
Por último, presten atención a la reconversión de la industria musical, que les lleva unos años de adelanto en ello. La venta de películas por Internet es una buena solución siempre que los precios sean razonables. En todo caso, nada justifica unos ingresos muy superiores al de sus espectadores.
(...)
CARLOS MARTÍNEZ
www.rebelion.org/noticia.php