I have no time! so I only what to let you know that my Fanfic
EL PODER DEL DRAGÓN
-Ahora no hay nadie que pueda ayudarte. -sentenció con una sonrisa que indicaba cuanto estaba disfrutando de aquella situación.
-Nunca necesité que nadie lo hiciera -le responde ella entrecortadamente, mientras con la mirada busca una salida. -Creo que te lo dejé bastante claro la primera vez. Por cierto, ¿qué tal tu mejilla? ¿Aún te duele? Creo que te pegué bastante fuerte, ¿no es así?
Y casi inmediatamente de terminar esa frase, se arrepiente de no haberse quedado callada. Esa condenada lengua suya, se lamenta, siempre la está metiendo en líos.
¿Tan difícil es no decir nada?
Al parecer sí.
La niña intenta recordar como demonios ha conseguido llegar hasta allí, pero tras unos segundos desiste y se rinde. La verdad es que las últimas horas para ella no son más que un telón en blanco, sin orden, sin desconcierto y lleno de misterio.
“Al menos solo se tratan de unas horas”, piensa irónica.
-No te acerques o…
-¿O qué? -La sonrisa de Nathrach se amplía -¿Llamarás a tus amiguitos Dra’hi? Vaya, lo siento mucho -dice con un falso sentir - pero eso aquí no te servirá de nada.
Kirsten mira desconcertada a su alrededor a la habitación donde acaba de despertar, si se la puede llamar así claro, porque cuatro paredes tiene o al menos eso quiere pensar ella, ya que lo único que su vista alcanza a reconocer es lo oscuro de la noche. Por extraño que resulte en ella, no tiene miedo, gracias a una extraña y pálida luz es capaz de ver a su captor a pocos metros de ella, aunque la oscuridad que la rodea es algo a lo que deberá temer luego, su orden de prioridades pone al rubio en primer lugar.
-¿Qué lugar es este? -no recuerda cuando exactamente, pero han empezado a andar en círculos, atentos ambos a cada movimiento del contrario.
-¿Acaso importa? -sin lugar a dudas, Nathrach se lo está pasando en grande. -Esto es un Vorhölle. Un lugar olvidado, el lugar del vacío. Nadie podrá encontrarte aquí jamás.
-Por cada entrada siempre hay una salida -responde altiva casi al instante.
-Sí, pero la tengo sobre el pecho.
La mirada de Kirsten recorre rápidamente al primogénito de los Ser’hi. Su atuendo es el que tanta veces ha visto ya en sus constantes luchas con la ligera diferencia del pequeño colgante que le cuelga del cuello junto al de su guardián. Es una pequeña piedra redonda y azulada envuelta por lo que parece la talla de una serpiente dorada.
Casi de inmediato, la cara de la niña se ensombrece al darse cuenta de lo que ello significa…
-Eso es pequeña, no te va a resultar nada fácil salir de aquí.
Los pasos torpes de Kirsty se compensan con la agilidad silenciosa con la que Nathrach se mueve. Ambos forman una improvisada obra teatral en la que el acto final está a punto de llegar, donde la presa va a ser inmediatamente atacada… Lo que ninguno puede asegurar es cual es el papel que le tocará actuar.
-Ha pasado cierto tiempo desde la última vez, Nathrach -dice ella, alto y fuerte intentando aparentar la seguridad de la que carece. -Te sorprenderías de lo rápido que aprendo.
-¿Ah sí? Bien, veámoslo -el chico toma su espada y en un gesto caballeresco inclina la cabeza ante ella dándole tiempo a que haga lo mismo. -¿Quieres bailar? Pues prepárate para bailar la danza de la lucha.
-¡Sal! -gritan al unísono.
En el mismo instante en el que el chico se lanza sobre ella, sus hermosos guardianes salen al encuentro. El dragón y la serpiente. La serpiente y el dragón… animales nobles, animales poderosos y ahora mutuos rivales, cosa que a ellos poco les importa pues para Nathrach solo existe el miedo que se dibuja en los ojos de la niña y para Kirsten solo los movimientos que perfilan su espada.
-Te recordaba más rápido -otra vez esa maldita lengua. -Oye, ¿has engordado?
-¿Tú nunca te callas? -su voz suena tranquila. El sonido de las armas es su melodía preferida y la compañía es la ansiada. Nathrach está sereno, sabe que va a ganar y que esto no es más que el calentamiento que aviva su apetito.
-Si me conocieras sabrías que no.
La chica no ha mentido, ha cambiado, ha mejorado y ahora su arma no son simples palos metálicos, sino prolongaciones de sus propias manos. Éstas a diferencia de sus pies, se mueven con demasiada gracia y facilidad. La espada es rápida, pero en su llegada, siempre está el arma de la niña esperándola.
-Tu resistencia solo hace que te desee más, ¿lo sabías? -le susurra una de esas veces en las que sus ojos quedan a tan solo unos pocos centímetros. -Nada de esto es necesario y lo sabes, ríndete a mí y coge todo lo que te ofrezco.
-¿Qué gracia tendría eso? -le responde a la vez que con un guiño y un pequeño salto hacia atrás se separa del Ser’hi.
-¿Por qué sonríes? -le pregunta éste una vez es capaz de recuperarse de la sorpresa de la actitud de la chica.
-¿Por qué no debería hacerlo?
Kirsten cruza sus manos sobre su pecho y se inclina por su cintura. Nathrach ha bajado su arma. No entiende lo que ocurre, el porqué de la actitud de aquella que será suya, de aquella a la que tomará. Y envueltos en estos pensamientos, ve atónito como la niña tira sus armas hacia los lados, quedando totalmente a merced de él mismo y de su espada. Esa sonrisa suya no hace más que una llamada de alerta se despierte en él.
-Lo que acabas de hacer es una estupidez. Si aún con armas no eres rival para mí, mucho menos lo eres sin ellas.
La chica hizo caso omiso de sus palabras.
-Dime Ser’hi, ¿nunca pensaste que ponías las miras demasiados altas al fijarte en mí?
Nathrach rió.
-Jamás me hubiera fijado en ti de haber sido una chica normal. Mírate y dime en qué puedes destacar. -El joven se deshizo de su espada y se dirigió lentamente hacia ella que lo miraba con la barbilla alzada sin dar ninguna muestra de miedo o inquietud. -No han sido más que tus desplantes, tu lengua envenenada y tu bonita marca en el pecho las únicas que te han condenado a mi interés y mi posesión.
-Puede ser -dice tranquila mientras nota la presión de la fuerza del chico sobre su brazo derecho -pero hay algo en lo que te equivocas.
-¿Ah sí? ¿El qué? -si ella quería jugar, jugarían.
-Una lengua envenenada es característica de las serpientes, al igual que arrastrarse que es exactamente lo que tú harás en cuestión de minutos a mis pies, querido Ser’hi.
La mano derecha de Nathrach empezó a recorrer delicadamente la cara de la niña. Su pelo, aunque sucio y enredado, seguía teniendo ese aroma que había sido incapaz de olvidar desde su encuentro en el castillo de Juraknar. Toda la arrogancia que ella desprendía era como un estimulador. Quiso besarla, pero se dio cuenta de que la niña sonreía con la vista perdida tras él.
-¿Qué demonios estás mirando? -preguntó molesto mientras volvía su cabeza hacia atrás para observar con horror como un pequeño dragón sin alas se levantaba vencedor sobre la poderosa serpiente que debería haberlo derrotado. -¿Cómo lo has hecho?
Los ojos de Kirsten ahora estaban teñidos de un rojo, nada de blanco, solo rojo, al igual que sus manos. Nathrach la soltó lamentándose por su error y por haber sido incapaz de borrar aquella insolente sonrisa en los labios de esa estúpida niña. Su vista rápidamente se dirigió hacia el lugar donde había soltado su espada.
Kirsty levantó una de sus manos mientras que con las otras dejaba al descubierto la marca sobre su pecho: un dragón tan nítido y fiero que incluso el mayor de los Ser’hi, el fuerte, el despiadado, se asustó. Las manos de las niñas estallaron en llamas.
-¡Mira la ferocidad en el rostro del Dragón de mi pecho y quizás seas capaz de imaginar una décima parte de mi poder! -gritó. -Dime Nathrach… ¿aún tienes ganas de seguir danzando?
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