PARA:
neko_uke_chanDE PARTE DE: Amigus anonimus
Título: Tiempo de tormenta.
Fandom: Free!
Personaje/pareja(s): Tachibana Makoto/Nanase Haruka, Matsuoka Rin/Nanase Haruka, Matsuoka Rin/Nitori Aiichiro.
Rating: K+
Resumen: Dame cobijo con toda la ternura que te he prestado.
Disclaimer: Free! No me pertenece, es de KyoAni y esto no lo hago con ánimos de lucro ni mucho menos.
Advertencias: Post-series. Angst. Triángulo amoroso. No correspondido.
Notas:: De verdad lo siento mucho. Sé que no está a la altura de las expectativas, pero prefiero enviarlo así que agregar escenas extra que lo arruinen más. Ya juro no volver a participar en eventos como éste, de verdad apesto.
Llueve y acostado sobre el tatami de la sala de estar, a Haruka el sonido de las gotitas golpeando contra las ventanas, ya protegidas por tablas del inminente huracán, le parece una canción de cuna. Una canción que, sin embargo, no logra hacerlo dormir. Sería imposible aun en el silencio que el huracán ha traído, pues ha ahuyentado a toda la población al refugio más cercano y a las gaviotas a sus nidos, porque es en su cabeza donde hay demasiado ruido, como si una orquesta desafinada se hubiese instalado en algún lugar de su corteza cerebral.
Haruka piensa sobre todo en Makoto, que fue a verlo esa misma mañana para implorarle que fuese a un refugio con él y su familia, todo esto sin que dejasen de temblarle las manos, convertidas en puños a sus costados; una imagen que a Haruka le trajo recuerdos de su infancia. Porque Makoto siempre ha sido así, demasiado temeroso, demasiado amable, hasta el punto de resultar molesto y sobreprotector, especialmente con él.
Desde que empezaron a ir juntos al colegio, a asistir al mismo centro de natación, a estar en el mismo equipo y a vivir en casas cercanas... Desde entonces, siempre le ha molestado. ¿Qué necesidad tiene de inmiscuirse en su vida a tal punto que no lo deja respirar? ¿Qué necesidad, cuando Haru no quiere a nadie a su lado? Y otra vez esta mañana Makoto se lo ha demostrado, pero el sentimiento que le ha dejado es muy diferente de esas otras ocasiones, de cuando eran un par de niños con intereses similares y madres que los alentaron a trabar amistad sin importarles en realidad si querían hacerlo o no.
Antes, predominaba en Haruka el enojo ante su actitud sobreprotectora. Ahora se siente culpable. Pues en su afán de no dejar a nadie acercarse (¿Para qué? ¿Para que lo abandonen como sus padres lo hicieron?), no había visto la genuina preocupación de Makoto por él, su auténtica necesidad de estar a su lado y el afecto en sus ojos, claros como el mar en un día de primavera. Se dio cuenta de la culpa esa noche en que casi lo perdió, algunos meses atrás, cuando Makoto trataba de salvar a Rei de las furiosas garras del océano. Pensó que estaba muerto o que moriría entre sus brazos, en un día de tormenta justo como aquél. Pensó que no habría más nadie que lo esperara todas las mañanas para ir al colegio y después para regresar de él. Nadie que supiera qué quería, qué le gustaba o qué odiaba. En resumen, nadie que lo conociera tan bien como Makoto.
Se dio cuenta de la culpa ese día y del amor otro, en el festival de verano, cuando Makoto le pidió nadar junto a él en el relay, cuando le dijo que no tenía importancia sin él. Pero aunque Haru se había dado cuenta, nunca lo había expresado, pues no se sentía con el derecho a ello después de todo lo que lo había hecho sufrir a causa de Rin. Rin, que durante años y en forma de fantasma lo persiguió como un ideal, como lo que él quería ser, como la persona con la que él quería estar, borrando así al chico de los padres ausentes y el amigo molesto que en realidad Nanase Haruka era. Pero, ¿qué derecho tiene de declarar sus propios sentimientos, apenas descubiertos, cuando unos meses atrás casi le aseguró que prefería a Rin? Y sin embargo, Haruka teme por el día en que Makoto se canse de esperarlo y siga adelante, dejándolo solo de cualquier manera.
Es una situación de perder-perder y el saberlo llena su cabeza de ruido, de gritos de terror y angustia que no puede proferir en voz alta, porque sabe que haga lo que haga terminará solo. Solo y aferrándose a sus recuerdos, como lo hace ahora con la casa, en la que decidió permanecer pese al riesgo que entraña el huracán de categoría dos, que en el mejor de los casos dañará las ventanas, el techo y gran parte del material de construcción, pero sin derribarla. Se quedó porque ahí están los recuerdos de sus padres ausentes, la esencia de ambos, que no puede concebir en otro lugar que no sea ese, con los platos favoritos de su madre en el estante más alto de la cocina, con el altar de su abuela en la sala de estar y el estudio de su padre, siempre cerrado y cuyo contenido, desde pequeño, sólo ha podido imaginar.
Quizá por eso Makoto no quiso darle la lata demasiado tiempo. Pero Haruka sabe que volverá y afina su oído para escuchar sus pasos por el pasillo de madera, pasos que hasta hace muy poco no sabía que conocía tan bien en su ritmo y cadencia. Pasos que aparecen quizá una hora después, aunque no puede estar seguro porque se ha quedado dormido bajo la luz blanca y casi etérea que siempre presagia una tormenta.
-¿Makoto? -pregunta Haru, cuando escucha el suelo crujir en algún lugar del pasillo, sobre esa tabla suelta que tantos años de práctica le han enseñado a esquivar. Y no sólo a él, sino también a Makoto, que quizá en su angustia por alcanzarlo se haya olvidado de ella-. ¿Makoto? Estoy en la...
-Es Rin -dice una voz y unos segundos después, mientras Haru se incorpora del suelo donde estaba acostado en posición fetal, con sólo una manta protegiéndolo del frío, Rin aparece en el umbral de la puerta, envuelto en sombras como un fantasma.
-¿Rin? ¿Qué haces aquí? Pensé que tanto Samezuka como Iwatobi servían como centros de refugio. Deberías de estar allí -dice Haruka, decepcionado de no ver a Makoto, insistente hasta el punto de la molestia en su afán de llevarlo a un lugar seguro. Pero su ausencia es sólo una prueba de que no estará ahí para siempre, de que se está cansando de lidiar con él, de que ya no quiere ni puede esperar...
-Makoto me habló -dice Rin, que no hace ningún ademán de alejarse de la puerta y en su lugar se recarga sobre su marco. Lleva ropa gruesa y unos lentes que protegen sus ojos de la lluvia, que se le ha pegado en los cabellos y en las partes de su ropa que su sombrilla, que lleva entre manos, no ha podido proteger-. Me dijo que estabas siendo estúpido y que no podía convencerte de que fueras a un refugio. De alguna manera pensó que yo podría convencerte, aunque no veo cómo. Siempre has sido un cabeza hueca.
-Igual que tú -dice Haruka.
-No tanto como para dejarme matar por una tormenta fase dos -dice Rin-. Mira, Haru, no tengo tiempo para esto y tú tampoco. La tormenta tocará tierra, según los reportes, en tres horas y si para ese momento no estás fuera de aquí, puede que no sobrevivas. ¿Qué quieres de esta casa? ¿Por qué te empeñas en quedarte? ¿Por los bonitos recuerdos? Pensé que sabías que los bonitos recuerdos son suficientes a veces. ¿No es eso lo que me enseñaste en nuestra competición?
-Es diferente.
-Dime cómo es diferente -dice Rin, ya exasperado. Recorrió media ciudad para alcanzar a Haru y aunque sabía que no sería fácil convencerlo, no pensó que se encontraría con un chiquillo idiota como lo era él en su momento, tratando de vivir de sueños en lugar de apreciar el presente en su totalidad-. Hay personas a las que les importas, personas a las que les duele verte así. ¿Qué dirían tus padres? Y no te rías -dice Rin, cuando Haru hace una mueca de desdén-. ¿Qué diría Makoto? ¿Qué diría Nagisa o el cuatro ojos de tu equipo? Alguna vez me dijiste que nadabas por mí. Si quieres hacerme otro favor, vive por mí, Haru.
-Ese es el problema -dice Haru-. Ya no puedo.
Ya no hay una imagen ideal de Rin dentro de su mente y puede que con Makoto sea demasiado tarde. Sus padres no están y su único recuerdo peligra. ¿Por qué habría de vivir más allá de ese día? ¿Por qué, cuando el mar podría llevárselo, borrando todo rastro de una existencia ya de por sí frágil?
-¡Haru, no seas idiota! -dice Rin, adelantándose dos pasos, que resuenan por toda la casa. Su rostro ya no está en sombras, por lo que Haru puede apreciar sus rasgos crispados, en los que sus ojos destacan con particular fuerza: están anegados de lágrimas-. ¿Cómo quieres que te lo diga? Te quiero y como tú me salvaste, ahora yo quiero salvarte a ti.
Un rayo golpea en la distancia y su luz ilumina por un momento el rostro de ambos, separados apenas por la mesita del café en medio de la habitación. Se miran como dos hombres a punto de lanzarse a una batalla encarnizada, una batalla de vida o muerte en la que Rin ya se sabe el perdedor.
La luz del relámpago recorre el rostro de Rin terminando en su barbilla, Haru la sigue con la vista mientras Rin hace lo mismo con él. Pero mientras Rin se ve angustiado y enojado, tanto por su confesión, que no quería que sucediera así, como por la terquedad de Haruka, lo que él puede ver en el rostro de su amigo es muy diferente de lo que imaginaba. Antes, Haru no lo veía así. Si se le permite hacer una comparación burda, Rin diría sin duda alguna que Haru lo veía como si fuese agua, vital para su supervivencia. Ahora, ese brillo se ha apagado para ser reemplazado por el más puro shock y luego (lo que más le duele), por la más profunda lástima.
-Rin, yo...
Rin alza una mano para detenerlo. Luego niega con la cabeza, en otro movimiento que va acompañado por el resplandor de un rayo, colándose por esos resquicios que Haru no ha podido cubrir, a pesar de su excelente habilidad manual.
-Es Makoto, ¿verdad? -Pregunta, aunque la respuesta es demasiado obvia- Sí, he visto cómo se miran desde hace algún tiempo. Pensé que era sólo mi imaginación. Él siempre te ha visto así, ¿sabes? Eso me aterrorizaba… Hasta que un día comenzaste a verlo así también. Y eso está bien, Haru.
-Lo siento.
-No te disculpes. Al menos por eso -dice Rin, apartándose los cabellos del rostro con un movimiento exasperado de la mano-. Pero bien podrías dejar de intentar suicidarte si en realidad Makoto te importa. De verdad está preocupado por ti, por eso me envío. Ya te dije que creyó que yo podría convencerte, cuando en realidad el que tiene que hacerlo es él.
-Él no...
-¿Haru? -la voz de Makoto llega del pasillo y pronto las luces de la sala de estar se encienden, aunque parpadean debido a las ráfagas de aire que sacuden los cables fuera, en los postes de luz. Ya es un riesgo caminar con vientos tan fuertes, ya es un riesgo salir del refugio cuando la lluvia impide cualquier visibilidad. Haru bien podría no estar ahí, bien podría haberse marchado con Rin y aun así, Makoto ha ido a buscarlo-. ¿Haru, estás ahí?
Rin y Haru se observan mientras escuchan a Makoto acercarse, sorteando con facilidad la tabla que cruje. Todavía queda mucho por decirse entre ellos, pero lo esencial ya se ha dicho. Rin asiente, en un movimiento que quiere decir que entiende. Haru niega con la cabeza, pidiéndole que no se vaya.
Puede leer sus intenciones en su rostro y no se siente capaz de enfrentar la verdad dos veces en el mismo día.
-¡Makoto, aquí! -lo llama Rin, antes de que Haru pueda hacer cualquier intento por detenerlo-. Te sorprenderá saber que Haru sigue aquí también. No puedo convencerlo.
-Oh, lo siento mucho, Rin -dice Makoto, cuando por fin aparece. Parece cauteloso, como si temiera haber interrumpido un momento especial. Cosa que hizo, aunque en realidad no en el contexto que él imagina.
-No te preocupes, Makoto -dice Rin, dándole unas palmaditas en el hombro antes de pasar por su lado-. De cualquier manera quería cerciorarme de cómo está Gou. Hice lo que pude, por lo que sigue siendo tu turno de convencerlo. Y quizá encuentres que la tarea ya no es tan difícil.
Rin se marcha antes de que le pidan explicaciones sobre esa última afirmación. Makoto lo ve alejarse hasta que su espalda se pierde en las sombras de la casa y un poco después, cree también escuchar el sonido de la puerta al cerrarse, sólo entonces se atreve a mirar a Haru, no muy seguro de qué decir, aunque por la atmósfera sabe que algo ha sucedido entre Rin y él.
-Haru, debemos...
Haru lo detiene con un abrazo, que Makoto no corresponde hasta unos segundos después, cuando el shock ya se le ha pasado. Sus brazos se cierran alrededor de la espalda de Haru y éste hace lo mismo, de manera que si Makoto no llevase una gruesa chamarra, sin duda le haría daño con la fuerza de sus uñas y dedos, que aferran la tela como si fuese un salvavidas. Y quizá lo sea en más de un sentido; Makoto, su salvavidas, su faro en la oscuridad.
-Haru, debemos irnos -dice Makoto por fin, en un susurro. Haru está frío, como si la niebla que flota sobre la ciudad se hubiese pegado a su piel, por demás blanca. Haru asiente, Makoto puede sentirlo, ya que la cabeza de Haru descansa sobre su pecho, para así evitar que se vean sus ojos y su semblante, descompuesto por la vergüenza y el alivio a partes iguales.
-Sólo un poco más -pide Haru, con la voz sofocada por la tela de la chamarra de Makoto-. Tenemos mucho de qué hablar.
-Pero no ahora -dice el de ojos verdes-. Tengo que sacarte de aquí si así lo quieres.
-Está bien -dice Haru-. Vamos.
-¿Incluso si la casa se derrumba? -pregunta Makoto, sorprendido del cambio tan radical en su actitud, ya que se esperaba una pelea.
-Sí -dice Haru. Pues se ha dado cuenta de que sus recuerdos los lleva con él. Como a Rin alguna vez, como a sus padres para siempre. Lo material puede perderse, lo importante lo lleva consigo.
Y antes de abandonar la casa, tras haber guardado sus pertenencias más importantes (entre ellas su colección de trajes de baño, sus fotos de la infancia y la del altar de su abuela) piensa: Mi hogar está donde estés tú, Makoto. Incluso si se trata de un refugio atestado en medio de una tormenta y en la oscuridad.
.
Rin aparece en el gimnasio de Samezuka una hora después y tras haberse cerciorado de la seguridad de Gou. Pero tiene el semblante destrozado, se mueve como un autómata y la lluvia no contribuye a mejorar su apariencia de desamparo, que de inmediato logra que más de uno se le acerque a preguntarle si está bien.
Rin los ignora a todos y cada uno de ellos, sorteándolos como si no estuviesen allí en primer lugar. Pero al igual que Makoto con Haruka, no piensan dejarlo solo y pronto la voz de Nitori se abre camino por sobre el bullicio, siguiendo a su dueño por entre la multitud.
Rin observa a Nitori acercársele. Su semblante es la viva imagen de la preocupación. La viva imagen del amor que vio en los ojos de Makoto desde siempre al tratarse de Haruka y el que vio en los de Haruka apenas una hora atrás, un amor que no iba dirigido hacia él. Ya no más.
-¡Senpai! ¿Senpai, estás bien?
Por toda respuesta, Rin lo abraza, emulando la misma escena sucedida en la casa de Haruka una hora antes e incluso hasta el mismo sentimiento. Pero cuando cierra los ojos (cuando siente los brazos de Nitori alrededor de su cintura, pequeños y frágiles, pero llenos de anhelo), a diferencia de Haruka, él no se siente en casa.
Y la persona tras sus párpados cerrados (la persona a la que está abrazando en realidad), tampoco es del todo Nitori. Aunque eso, él no tiene que saberlo.
FIN.