PARA:
AglaiaCalliaDE PARTE DE: Amigus anonimus
Título: La fuerza del corazón.
Fandom: Once Upon A Time.
Personaje/pareja(s): Rumpelstilskin/Señor Gold y Belle (Rumbelle).
Rating: G.
Resumen: Momentos de la vida de Belle y Rumpelstilskin. De cómo el desprecio y la indiferencia se pueden convertir en el odio más grande.
Disclaimer: Ni los personajes ni el universo que en esta historia se describen me pertenecen. No gano ni ganaré dinero ni ninguna remuneración.
Advertencias: Ninguna.
La fuerza del corazón.
La verdad es que pensaba que aquella muchachita se veía muy bien, especialmente en ese vestido amarillo, que le quedaba ceñido justo en las partes correctas; enseñando un recatado pero invitante escote. Por supuesto, Rumpelstilskin nunca convertiría sus pensamientos en palabras.
-No estoy buscando... amor -dijo la última palabra despectivamente.
Y al momento de pronunciar esas palabras, Rumpelstilskin hablaba completamente en serio.
~*~
La verdad es que no se arrepentía de la decisión que tomó de irse con Rumpelstilskin. Pero eso no quería decir que no tuviera miedo; porque sí lo tenía. Y mucho. Pero se enorgullecía de sí misma al darse cuenta de que era lo suficiente valiente para vencerlo y seguir adelante.
Sin embargo, no podía evitar ese escalofrío que le recorría el cuerpo cada vez que se le acercaba a aquel monstruo; cada vez que él la miraba limpiar una ventana o ajustar las alfombras.
Pero en una de esas ocasiones, algo inesperado ocurrió. Belle se encontraba limpiando la chimenea, cuando escuchó los pasos que indicaban que aquella bestia se acercaba. Suspiró de manera imperceptible y centró toda su atención en el hollín, intentando ignorar al hombre que acaba de entrar. Sin embargo, sentía la mirada de Rumpelstilskin y, por un breve segundo, su firmeza flaqueó y le dirigió un rápido vistazo.
Sus ojos se cruzaron por el breve momento que Belle se distrajo, pero fue suficiente para darse cuenta de que algo había cambiado en los ojos de Rumpelstilskin. Algo que en ese momento no se podía explicar, pero que hizo que el miedo que sentía hacia el hombre disminuyera hasta casi desaparecer.
~*~
¿Cuándo cambiaron las cosas? ¿Fue en ese momento que la hizo reír por primera vez? ¿Cuando la salvó de una caída mientras intentaba abrir las cortinas? O pensándolo bien, quizás sucedió cuando sintió que hablaba con un ser humano por primera vez y no con una bestia. Cuando se dio cuenta de la soledad que en verdad embargaba a Rumpelstilskin.
Sea por la razón que sea, Belle había comenzado a ver al hombre de manera completamente distinta. Al principio solo pensaba en él como aquel ser detestable que, por un capricho, la alejó de su padre, de su reino. Pero ahora verdaderamente disfrutaba la compañía de Rumpelstilskin. Adoraba charlar con él. Lo extrañaba cuando se ausentaba.
Belle suspiró, y no pudo evitar que una sonrisa adornara su rostro cuando escuchó a Rumpelstilskin llamarla.
~*~
Nunca se había sentido así. En toda su vida, con la única persona que le gustó pasar su tiempo había sido su querido hijo. Pero aparte de él, ni siquiera la que había sido su esposa lo hacía sonreír con el simple pensamiento de que la vería pronto. Y de alguna manera, Belle lo había logrado.
Aquella muchachita, con su feliz personalidad fue introduciéndose cada vez más en su piel. La ternura de la princesa era como un poderoso hechizo, que lograba contagiarle un buen estado de ánimo sin importar que tan malo hubiera sido su día.
En ese momento, Belle entró a la habitación. Le sonrió, con esa misma sonrisa que Rumpelstilskin no había podido sacarse de la cabeza por más que lo intentara. Y ahí se dio cuenta, con terror, de que sentía cariño por aquella joven. De hecho, hasta podría decirse que la quería.
Oh, en que lío se había metido.
~*~
-Me encanta ver el cielo lleno de estrellas -comentó Belle soñadoramente, una fresca noche en la que se encontraba en el balcón principal del castillo junto con Rumpelstilskin.
A decir verdad, el cielo lucía espectacular. Parecía que las estrellas tenían una competencia por cual brillaba más.
-Me hace pensar en las cosas bellas de la vida -siguió la chica, ignorando que a los ojos del hombre que la acompañaba ella era lo más bello que había visto-. En lo grande que es el mundo. En lo insignificante que somos.
-¿Insignificante? ¡Oh, querida, pero si yo soy muy importante! -contestó Rumpelstilskin, provocando la risa de su acompañante-. Y créeme cuando te digo, cosas más bellas que el cielo estrellado han visto estos ojos. -El hombre omitió mencionar que esa "cosa" se encontraba justo enfrente.
-¡Oh! La verdad es que te creo. Un hombre como tú, que ha recorrido todo el mundo, debe haber visto cosas increíbles -dijo la joven, y sonrió.
Sonrió a pesar de que sabía que ella nunca podría conocer el mundo del que hablaba con tanta alegría. Sonrió sinceramente, sin importarle que se encontrara en compañía del hombre al que le debía echar toda la culpa de que nunca pudiera hacer su sueño de viajar realidad.
Y sin quererlo, Rumpelstilskin sintió una punzada en el pecho, una angustia que pocas veces había sentido.
~*~
Se encontró a ella misma tarareando una canción. No podía evitarlo, se encontraba feliz. Al principio hasta se sintió un poco culpable de sentirse tan contenta, cuando seguramente su padre la extrañaba a más no poder. A ella también le hacía mucha falta, pero es que... ¡nunca se había sentido así!
Amaba a Rumpelstilskin, de verdad lo hacía. Se había enamorado. Ni siquiera la terrible maldición que portaba el hombre la asustaba ya, porque se las había ingeniado para conocer lo que se encontraba debajo de esos ojos de bestia y ese carácter sarcástico. Y le gustaba. Sabía que con su ayuda, Rumpelstilskin podría ser feliz.
-¿Qué estás haciendo, querida?
La voz de hombre que la sacó de sus pensamientos, provocó que sonriera. Dejó a un lado el juego de vajillas que estaba despolvando y dirigió su atención al recién llegado.
-Esas nimiedades no tienen importancia -dijo Rumpelstilskin, y con un movimiento del brazo toda la vajilla quedó reluciente-. Hay cosas más importantes que podríamos estar haciendo.
-¿Ah, sí? -preguntó la joven, alzando las cejas, sin dejar de sonreír.
-¡Por supuesto! -Respondió, con ese tono tan característico suyo; y con otro movimiento de las manos, una suave e invitante melodía se resonó en la habitación.
El hombre se inclinó ante ella y con su mano enfrente, la invitó a bailar. Belle rió y aceptó encantada.
~*~
Recordaba las palabras de Belle con una dolorosa claridad.
"Te vas a arrepentir. Para siempre."
¡Oh, y cuanto lo hacía! Observaba la taza rota mientras lágrimas caían por sus mejillas. ¿Cómo podía Belle estar muerta? Una parte de él no lo aceptaba. No quería creerlo. Bien pudo Regina arrancarle el corazón en vez de decirle lo que había sucedido con Belle, y hubiese tenido el mismo efecto.
Ni siquiera se acordaba de la última vez que había llorado. Pero no importaba, porque se prometió que esa sería la última vez. Ahora necesitaba toda su fuerza y concentración para hacer pagar a ese estúpido viejo lo que le había hecho a su Belle. Su plan tenía que ser perfecto.
Se vengaría.
~*~
No entendía lo que había pasado, ni cómo había llegado a ese lugar tan extraño. Tampoco comprendía por qué estuvo encerrada por tanto tiempo. Pero eso no importaba. Lo que sí sabía con certeza, es que ese vacío que sintió en su pecho durante todo el tiempo que estuvo cautiva, tenía una explicación.
Rumpelstilskin... o señor Gold, como se hacía llamar ahora, estaba a ahí, con ella. Se entregó con pasión al beso que estaba recibiendo del hombre que amaba; y era tanta la felicidad que sentía que pensó que algo en su pecho estallaría.
-Te amo -dijo la joven, que se esforzaba en decirlo cada vez que podía. Tenía mucho tiempo que compensar.
-Yo también te amo -susurró Rumpelstilskin, provocando que la joven sonriera y lo besara de nuevo.
Por supuesto que nada importaba, y es que ¿cómo iba a hacerlo si se encontraba con el amor de su vida? Con esa persona que añoró por tantos años encerrada en esa celda, aún sin recordarla.
Se acurrucó al lado del señor Gold, dispuesta a dormir. Feliz, porque sabía que todo estaría bien.