Especial de Navidad.
fandom-insanoFandom: Prince of Tennis.
Prompt #21.
Personaje/Pairing/Grupo: Ryoma Echizen/Kintaro Tooyama.
Rating: PG-13.
Resumen: Siempre había esperado esa oportunidad.
Advertencias: Shonen Ai. Leve Angst. CLICHÉ.
Disclaimer: Prince of Tennis no me pertenece, pertenece a su respectivo creador, en este caso Konomi Takeshi. Solo uso unos poquitos personajes para dejar volar la imaginación <3
Ryoma se acercó a la cama de hospital, evitando bajo todas las circunstancias demostrar cualquier tipo de sentimiento en su rostro. El chico pelirrojo de aquella cama simplemente le miraba de forma ausente, y Ryoma apretó los puños a sus lados. Eso siempre pasaba, pasaba todos los días que iba a ver al pelirrojo al hospital. Nunca lograba ver otra mirada, siempre parecía de esa forma, como ausente. Y las doctoras le decían que era así como se mantendría por un tiempo en más. En momentos como ese, deseaba encontrar a alguien a quien culpar y sin embargo no encontraba a nadie más que él mismo. Después de todo, había sido su culpa. Era su culpa que Kintaro estuviese ahí.
Luego de haber ganado el campeonato nacional junto a Seigaku, habiendo derrotado a Yukimura, había pedido a Kintaro que se juntasen en otro lugar. Y él no había ido a buscarlo, no se había preocupado por más que pedirle que fuera, y no se imaginó que Kintaro tendría un accidente en el camino. Sus padres murieron en el accidente, y él quedó traumado. No asimilaba las cosas y muy pocas veces le podía ver con otra mirada que no fuese aquella de ausencia. Ryoma siempre se pateaba a sí mismo, mentalmente, por haberle pedido ir.
Había asistido al funeral de los padres de Kintaro, era lo mínimo que le debía al joven pelirrojo, y había visto mucho sufrimiento. No solo por la muerte sino a muchas personas lamentándose porque Kintaro seguía en cuidados intensivos. De eso… ¿Cuántos años habían pasado? ¿Tres, cuatro, o quizás cinco? Y Kintaro no evolucionaba. En lo más mínimo. Sus tíos, los que más lamentaron todo aquello, le estaban pagando el hospital -el mejor de Tokio- en espera de alguna evolución. Pero nunca había noticias buenas para ellos, ni tampoco para Ryoma.
Ese día, era Veinticuatro de Diciembre. Le habían concedido un permiso especial para visitar a Kintaro a las diez de la noche, ¿por qué? Porque ahí, en ese país, era costumbre pasar la Noche Buena con la persona amada. Sí… resulta sorprendente pensar en la palabra Ryoma seguido por “Persona Amada”, pero así era. Ryoma se había dado cuenta, muy tarde, de que se había enamorado de Kintaro. Pero es que, ¿quién podía darse cuenta? Solo tenía doce años cuando le conoció. Era un niño… al igual que Kintaro. Nunca habían pensado en nada más que lo bien que se sentían cuando estaban juntos. El mismo Kintaro se lo había confesado.
Vio los ojos perdidos de quien seguía amando a pesar del tiempo, de los años, y apretó los puños con más fuerza. Hubiese dado todo por ayudarle en ese momento, y sin embargo se encontraba atado de manos en aquel instante. No podía hacer nada. Porque por mucho que intentase pensar en algo que pudiese ayudar a Kintaro, no tenía los medios suficientes como para hacerlo. Había abandonado el tenis luego de lo ocurrido con Kintaro, no tenía razones ni ganas de jugar. Se había enterado por la boca del mismo Kaoru que habían ganado su segundo torneo consecutivo. Luego, el título había vuelto al Rikkaidai y ahí se quedó.
Seguía en contacto con sus ex compañeros de equipo, Fuji le había contado que se había ido a vivir con Kawamura a… ¿dónde le había dicho? Bah, da igual. Oishi y Eiji le habían comentado que Tezuka estaba feliz en Alemania. Momoshiro seguía molestándole, como siempre, y era con quien más contacto tenía. Inui y Kaidoh se habían ido a vivir juntos, y lo sabía por Kaoru. ¿Quién le faltaba? Nadie más… Se había enterado que Inui pensaba pedirle matrimonio a Kaidoh y se había alegrado por el chico serpiente, merecía ser feliz.
Pero nunca lo diría frente a él.
En días como ese, deseaba una segunda oportunidad. Solo una. Simplemente ver la sonrisa de Kintaro nuevamente y ver el brillo en sus ojos. Suspiró. También seguía en contacto con algunos ex rivales del tenis (muchos formaban parte del grupo que había querido cortarle la cabeza cuando dejó el tenis). Ibu Shinji se había casado con Kamio Akira (siempre había tenido prisa por marcar al pelirrojo), Atobe Keigo mantenía una relación con… alguien, que no recordaba el nombre, un tal Jiroh Akutagawa. Luego venía Sanada, que para su total y absoluta sorpresa se encontraba en una relación bastante seria con Kirihara y Yukimura. Se alegraba por él. Había muchos que se habían entrometido en una relación seria o se habían comprometido (y en otro casos casado ya).
También estaba al tanto de todo lo que ocurría con el ex Shitenhouji. Shiraishi se había derrumbado luego de lo que ocurrió con Kintaro, y se había refugiado en los brazos del jugador más serio de su equipo: Zaizen, y éste a su vez había buscado consuelo con Kenya. Los tres se habían apoyado mutuamente, y habían terminado enamorados el uno del otro. Iban cada una semana a ver a Kintaro. Chitose había iniciado una relación con Tachibana Kippei, oficialmente porque Ryoma sabía que ya tenían algo antes. Koharu y Yuuji habían comenzado algo “serio” (para ellos), todo porque Koharu había buscado no derrumbarse buscando a Yuuji de soporte. Todos iban cada una o dos semanas a ver los progresos de Kintaro, y recibían las mismas noticias que el propio Ryoma.
Pasaron dos horas, hasta que una enfermera le dijo que ya era hora de que las visitas se marchasen, dado que muchos debían irse a trabajar. Ryoma asintió, y besó la frente de Kintaro a pesar de que sabía que éste no le iba a sentir. Pero, los milagros ocurren, sobretodo en Navidad.
- Koshimae…- Ryoma se separó rápidamente, como si Kintaro quemase y vio a la enfermera, queriendo confirmar que esa voz había sido la que había creído- Koshimae… ¿qué estás haciendo? Teníamos que vernos… no tenías que venir tú.
- Oh… dios…- Echizen se apoyó en la puerta, sintiéndose mareado y escuchó a la enfermera llamar a alguien. Un doctor apareció y la enfermera se llevó al peliverde, éste todavía no asimilaba del todo lo ocurrido.
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Cuando la doctora le dio un vaso de agua, Echizen le preguntó si era verdad, si lo que había visto era cierto. Y la enfermera asintió. Ryoma no tardó ni dos segundos en volver a la habitación de Kintaro. Encontrándole ahí, con los mismos ojos vivaces que recordaba y la misma sonrisa de la que se había enamorado. Sentía unas profundas ganas de llorar. Pero no lo haría, no aún. El doctor fue el encargado de explicarle todo a Kintaro, y Echizen corrió a abrazarle cuando notó los ojos de Tooyama llenos de lágrimas.
Le tuvieron que dar un calmante, de todas formas, porque se notaba muy alterado y a pesar de los brazos que le rodeaban no lograba parar de llorar. Echizen salió al pasillo, y la enfermera le dijo que se podía quedar esa noche. ¿Cómo lo iba a echar en ese momento? No podía. Ryoma asintió, un poco ausente y una sonrisa apareció en su rostro cuando por fin pudo asimilarlo todo correctamente.
Había reaccionado.
Kintaro había reaccionado.
¡HABÍA REACCIONADO!
Tomó su teléfono celular, llamando a su casa y avisó que se quedaría en el hospital. Nanako le preguntó que ocurría, y él contestó un simple: “Reaccionó”. Solo escuchó la exclamación de sorpresa de su prima, antes de colgar. Luego, marcó el número de Shiraishi y quien contestó fue Zaizen, con una voz adormilada. Le contó que había reaccionado, y escuchó el ruido sordo que se había producido, a Kenya preguntando si estaba bien y luego a Shirashi en el teléfono. Le dijo lo mismo, y solo escuchó como Shiraishi gritaba de emoción. Colgó también, luego de que Shiraishi prometiese que le contaría a todos.
Volvió a la habitación de Kintaro, sentándose en una silla y ahí pasó la noche, solo viendo al pelirrojo de sus sueños dormir. Por fin tenía una segunda oportunidad. Y esa vez, no la iba a desperdiciar.
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Al día siguiente y a pesar de ser Navidad, el hospital se llenó con visitas. Shiraishi, Kenya y Zaizen fueron los primeros que llegaron, y cuando vieron a Kintaro despierto, Zaizen rompió a llorar. Fueron también Momoshiro, Fuji y Kawamura (estos dos últimos juntos) solamente para ver cómo estaba Ryoma. Nunca lo vieron tan feliz. Fueron los tíos, avisados por Shiraishi, y también lloraron cuando Tooyama les obsequió una sonrisa. Incluso Ryoma lloró cuando escuchó al pelirrojo decirle cuando lo quería.
Tenía una segunda oportunidad, en navidad, y daba gracias mil veces a quien sea que le haya concedido aquel milagro.