Oct 30, 2009 22:52
En ese momento, sintió que el tiempo se congelaba. Podia ver los ojos del director preocupado, podía sentir las presencias de Uo-chan y Hana-chan tras ella, pero ya no podía sentir nada más. El aire parecía haber salido de la habitación, veía que a sus pies se extendia un abismo interminable y se sentía arrojada a el.
No supo como llego a verla, de seguro alguna de sus amigas la había llevado. La podía observar, pero no lograba sentir nada. Las lágrimas no aparecían, sus ojos no respondían, aquel dolor parecía anidar para siempre en su corazón, congelándola y quitándole el aire. Convirtiéndola en esa cascara vacía que era en aquel momento. Sin sentir, sin pensar. Transformada en una estatua.
Hasta que llego ese momento, hasta que llegaron al crematorio, hasta que ella salió del templo y pudo verla. Se había transformado en esa columna de humo blanca que se elevaba para encontrarse con el cielo. Y en ese momento, esa estatua que ella era se quebró. Y comprendió cabalmente la insoportable verdad
Ya no estaría con ella, nunca más podría disfrutar de sus abrazos, de su cariño, de sus sonrisas. Había desaparecido y no volvería más.
En ese momento aparecieron las lágrimas, como una redención. La tristeza como un alivio. Si sentía, sentía y lo hacia por ella. Ella no querría que sufriera, pero tampoco querría que dejara de ser quien era. Un humano. Era el último regalo que podía dejarle.
Así, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, con el dolor atravesando su corazón y sin dejar de mirar esa columna de humo, pudo decir esas palabras.
“Adiós, mamá”
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