Fandom: Axis Powers Hetalia
Claim: Dinamarca/Suecia
Advertencias: Shounen ai~
Notas: También es para
30vicios, que ya nos estaba haciendo falta >_> Por cierto, yo supongo que en algún momento de su existencia, Dinamarca y Suecia se llevaron bien (no por nada se mudaron juntos). Tal vez me hayan quedado un poco ooc los personajes, pero es precisamente porque quería mostrarlos a ambos conviviendo en armonía, en su momento ;_; estoy segura de que el motivo por el cual comenzaron a haber guerras entre ambos países fue por líos pasionales a causa de Finlandia(?). En fin, enjoy :'3!
La manera más rápida de encontrar algo es empezar a buscar otra cosa.
Dinamarca salta fuera de la cama con el primer repiqueteo del despertador. El reloj vuela precipitadamente desde su lugar en la mesa de noche hasta el otro extremo de la habitación, y a gatas, el danés se arrastra a los pies del lecho, buscando a tientas por debajo de las mantas algo que no debiera estar ahí.
-Sve~- canturrea, mientras se desliza debajo de la cama, en el espacio oscuro en donde choca con sus zapatillas de noche. Escucha un quejido apagado en la parte superior, y cuando emerge, encuentra algunos mechones de cabello rubio sobresaliendo del bulto de cobertores que es su compañero en aquellos momentos. -Vamos, Sve, ¿en dónde está?- susurra, hundiendo las manos entre las frazadas, y siente cómo el cuerpo caliente del sueco se estremece debajo de ellas.
-¿n'dónde 'stá qué?- dice el otro, con un gruñido de desagrado, y Dinamarca sonríe. Le gusta el sonido ronco de la voz de Suecia al despertar, pero le agrada mucho más porque sabe que nadie más que él la ha escuchado antes.
-No seas tonto, es navidad. ¿Qué otra cosa podría estar buscando?
Y Suecia gruñe una vez más, tirando de las mantas hacia arriba, de manera que su cabello se cubre por completo con la tela.
-Aún no amanece. Vuelve a la cama.- y después refunfuña algo que, si Dinamarca no lo conociera bien, diría que es una palabrota.
-Me encantaría hacerlo, pero lo más probable es que aunque lo haga no te deje volver a dormir.- ronronea, con voz que pretende ser sensual, pero no obtiene por respuesta nada más que la respiración pesada de Berwald, quien aparentemente ha vuelto a la inconsciencia del sueño. Enfadado, se incorpora entonces. Las yemas de sus dedos rozan por última vez la piel desnuda del cuello del sueco, quien apenas si se inmuta, y se aparta de la cama balbuceando injurias.
Afuera aún está oscuro. Lo sabe porque las únicas luces que se cuelan por la ventana son las de las lámparas de aceite de la calle, titilando entre los copos de nieve, y porque además están en diciembre y es probable que no sean capaces de ver la luz del sol hasta dentro de un par de meses más. Las escaleras de madera crujen bajo el peso de sus pies descalzos, y el fuego de la chimenea que nadie apagó aún crepita lánguidamente entre los trozos de leña que se deshacen con lentitud. No parece haber nadie más despierto en casa que él, y de todos modos, Noruega e Islandia no se aparecen nunca por la planta baja hasta bien entrada la mañana, así que camina con cuidado, procurando no hacer ningún ruido mientras hunde los dedos en los calcetines (vacíos), hurga debajo de las ramas del árbol (vacías), y se bebe el vaso con leche fría y se come las galletas de chocolate que seguramente el pequeño Islandia dejó en el salón para cuando Finlandia volviera.
Al cabo de un rato está cansado de buscar. Le duele la cabeza, tiene frío, y afuera ya se escucha el movimiento de los habitantes de Kalmar iniciando su día. El sonido de los motores de los coches le resulta desagradable, y tras echar un último vistazo bajo las escaleras y en la habitación de las escobas, Dinamarca vuelve a su habitación, echando pestes. Adentro, Berwald todavía duerme, y el sonido calmado de su respiración, en un principio molesto, termina por relajarlo mientras camina de regreso a la cama. Todo él está frío para cuando vuelve a introducirse entre las mantas, y cuando cierra sus ojos y se dispone a dormir un poco más (sin dejar de rezongar en ningún momento), siente cómo los brazos cálidos del otro se cierran en torno a su torso.
-'stás frío.- se queja Suecia, y el danés ríe entre dientes mientras hunde el rostro en el arco del cuello del sueco, quien jadea débilmente a su vez.
-Mira quién habla.- le espeta, pero Berwald no dice nada y se limita a abrazarlo aún más estrechamente. Ambos guardan silencio por un instante, y Dinamarca, cuyos ojos se mueven inquietos aún entre la oscuridad, comienza a creer que su esposa se ha vuelto a dormir.
-¿'ncontraste lo q'buscabas?- pregunta finalmente la voz adormilada del más alto. Sus labios suaves le acarician la piel de la frente, y sus manos se cierran cariñosamente en torno a su espalda, que se arquea involuntariamente en consecuencia.
-No.- responde, secamente. -Parece que no.
-Hmm.
Aquello es lo último que Berwald dice en mucho rato. Sus labios se ocupan en aquél momento en los suyos, cuya boca se abre aún más para permitirle el acceso; siente los dedos largos y calientes deslizándose por su cuello, sobre su espalda, y entrando bajo la tela delgada de su pijama de franela. Una de sus manos le suelta los botones, y con la respiración entrecortada, Dinamarca se deja caer boca arriba en la cama cuando Suecia se incorpora lo suficiente como para situarse encima suyo, apoyándose con un codo sobre el colchón mientras que con los dedos termina de abrirle la camisa. El beso se rompe finalmente, pero Berwald no se detiene. Toma una bocanada de aire, y después se sumerge en su mentón, deslizándose hacia su cuello y depositando una serie de besos encabezada por la punta húmeda y tibia del sueco que se dirige hacia su pecho.
Dinamarca jadea. Sus dedos se cierran en las sábanas de algodón, entre jadeos, y flexiona las rodillas. Definitivamente, también le gustan aquellos aspectos del despertar del sueco, quien por las mañanas (y cuando está ebrio) parece mucho más desinhibido que durante todo el resto del día. Lo sujeta por los hombros, sintiendo cómo la boca ahora experta se resbala por sus costillas, hacia su vientre, tirando suavemente de las cintas de sus pantalones.
-Ahn...- suspira, llevándose una mano a la boca. -Sve...
En resumen, debe hacer de levantarse temprano una costumbre, aunque en estos momentos no recuerda por qué fue que se levantó tan pronto este día.
Pero de pronto Suecia se detiene. Ambos levantan el rostro para escuchar el tintineo de los cascabeles sobre su techo, y el sueco se aparta abruptamente de él, arrancándole un gemido de frustración.
-¿¿¿Por qué te detienes???- exige saber, frunciendo pronunciadamente el cejo. Los ojos verdes de Berwald no lo observan, puesto que se ha levantado y busca sus zapatos al pie de la cama.
-Finland' regresó.
-¿Eh?- sus cejas se fruncen. Las luces de la calle le permiten ver a Suecia vistiéndose, y con desgano se deja caer sobre la cama, irritado por primera vez por no vivir solo con Berwald.
Escuchan pasos en el tejado, a Finlandia saltando sobre la nieve, los cascos de los renos y el sonido rasposo del trineo arrastrándose sobre el techo. La risa de Tino resulta contagiosa, y Dinamarca suspira al percatarse de que no podría enojarse con él. Ni con Noruega, que le lanza miradas resentidas cada vez que toma a Berwald de la mano delante de ellos, o con Islandia, cuya mascota se ha colado más de una vez dentro de su habitación, durante las noches en que ha querido intimar con su esposa.
-D'berías abrir la puerta.- murmura Suecia, abotonándose la camisa, y él lo observa, con sus ojos azules cargados de incredulidad.
-Que entre por la chimenea si tanto le gusta.- refunfuña, pero de todos modos se ha incorporado una vez más sobre la cama y ya se está deslizando hacia el piso, donde sus pies desnudos se enfrentan con la madera helada del suelo. Prácticamente se arrastra por la habitación, encaminándose a la puerta de madera, y desliza una mano por encima de la repisa en la que colocan las llaves. Tantea a ciegas por un instante, y momentos después sus dedos chocan contra un objeto duro y que suena a papel metálico al moverse. Levanta la cabeza, se pone de puntas y estira los brazos. No están las llaves, pero sí aquello que estuvo buscando desde el amanecer hasta un rato antes, pero del que se había olvidado por completo:
Su regalo de navidad. El de Berwald, por supuesto, porque los de Papá Noel se los entregará Finlandia apenas entre en la casa.
Se gira abruptamente, sosteniendo el obsequio entre las manos y con una sonrisa infantil dibujada en el rostro, pero choca con el cuerpo de Suecia antes de poder hacer o decir nada más.
-Feliz navidad.- susurra el sueco, cerca de uno de sus oídos, y sus brazos se cierran alrededor de su cintura. Y Dinamarca sonríe, alegremente, sumergiéndose en el abrazo, aunque se promete con firmeza (una vez más) que el próximo año definitivamente lo encontrará por sus propios medios.