-¿Qué estás murmurando? Te ayudé, ¿Cierto? Ser mi cliente es lo menos que puedes hacer.
-¿Cliente? Pero… yo
-No te voy a obligar si no quieres. Pero aun así me debes dinero por el beso.
-¿Qué? -preguntó Shion incrédulo.
Los labios de la mujer se torcieron y su voz se volvió azucarada.
-Ya, no seas desagradecido, -lo estimuló. -Eres un hombre ¿O no? Anda, vamos a tomarlo con calma. Me aseguraré de que pases un buen rato, así que ven a mi casa, dulzura.
Sus brazos blancos se le colgaron de nuevo. Shion estaba paralizado aún más que cuando un arma le apuntaba; no se podía mover.
-¿Te importaría? -dijo una voz. -Ese me pertenece.
Nezumi estaba parado en la entrada del callejón. La mujer enarcó la ceja.
-¿Qué?
-Él es mío. ¿Podrías regresármelo? -Nezumi extendió la mano, como llamando a Shion. La mujer levantó la barbilla y sonrió ligeramente, comprendiendo.
-Ya veo. No me sorprende que obtuviera una reacción tan lenta. Esta dulzura no está interesado en las mujeres.
-¿Qué? De hecho eso no es cierto, yo-
Nezumi presionó la mano sobre la boca de Shion y le sonrió a la mujer.
-Así es. Está completamente loco por mí, ni siquiera la chica más hermosa podría atraer su atención.
La mujer encogió los hombros como diciendo “oh bueno”. Le echó un vistazo a Shion. -Dinero, -dijo.
-No me importa de qué lado batees dulzura, pero aún necesito el pago por ese beso. Una moneda de plata.
Nezumi se rio suavemente.
-¿Una moneda de plata entera, por ese beso? Es demasiado caro.
-Eso es lo que vale. Si esta dulzura no puede pagar por ello, mejor paga tú por él. Eres su amante, ¿No? Pagar la cuenta una vez no hará ningún daño.
-Supongo que tienes razón. Sí, claro. ¿Entonces me puedes dar cambio?
-¿Cambio?
Nezumi se inclinó hacia la mujer. Sujetó su brazo cuando ella intento retroceder y la acercó.
-¿Qué-?
Los labios de la mujer, abiertos a mitad de la frase, se encontraron con los de Nezumi. Sucedió justo enfrente de los ojos de Shion. La mujer se resistió por un momento, luego se quedó quieta; solamente su garganta desnuda y expuesta se contrajo ligeramente como si tragara. Un perro ladraba en algún lugar en la distancia. Una rata de alcantarilla se escurrió entre los pies de Shion y desapareció. Nezumi se apartó de la mujer.
-¿Cómo estuvo? -preguntó.
-Nada mal, -replicó la mujer. -Pero no lo suficientemente bueno para darte cambio.
-Que desgracia, -dijo Nezumi tristemente. -Entonces aquí está, para milady. -Nezumi puso una naranja en la mano de la mujer y le dio la espalda. Empujó a Shion por el brazo. -Bueno, andando.
La mujer habló detrás de ellos, con los brazos cruzados.
-Mejillas-dulces, no te involucres demasiado con ese hombre. Es un desperdicio, sabes. Asegúrate de probar cómo es divertirse con una chica.
Se unieron a la multitud. El bullicio y la mezcla de olores que había agitado a Shion unos momentos antes, ahora eran fuente de alivio.
-¿Por qué?
-¿Por qué qué?
-¿Por qué yo soy “mejillas dulces” y tú eres “ese hombre”?
-Debe ser porque yo tengo más experiencia de vida.
-Y dijo que yo era lento, -se quejó Shion.
-Eres lento, y denso, especialmente en lo que se refiere a las mujeres. Espero no haber arruinado tu primera experiencia yendo por ti, -se rio Nezumi.
-Nezumi.
-¿Mm?
-¿Durante cuánto tiempo estuviste viendo?
-Probablemente más o menos cuando empezaste a atacar al sujeto gordo.
Shion se detuvo. Lo empujaron desde atrás y le gritaron furiosamente.
-¿Por qué no viniste a ayudarme?
-Lo hice, estuviste muy cerca de ser comido vivo por una bruja. Yum-yum, la cabeza primero.
-Pero, antes de eso, estaba siendo encañonado-
-Ese fue tu jodido enredo, -dijo Nezumi mordazmente. Sus ojos grises resplandecieron ásperamente como la hoja de un cuchillo afilado. La sonrisa de Nezumi siempre parecía desvanecerse instantáneamente.
-Déjame decirte algo, Shion. Si vas a continuar siendo ingenuo y pensando que alguien siempre va a salir a rescatarte, nunca sobrevivirás aquí. Depender de otras personas no te va a mantener vivo. Asegúrate de entender bien eso.
Nezumi giró el rostro y empezó a caminar más rápido. Shion pudo sentir el calor ascendiendo a sus mejillas. Nezumi tenía razón, estaba siendo ingenuo; había pensado que era normal que Nezumi viniera a ayudarlo. Shion se había apoyado en él todo ese tiempo, una insolente carga que lo hundía. Ahí estaba, esperando ser tratado con igualdad, mientras que al mismo tiempo esperaba ser defendido como si fuera algo a lo que tenía derecho. Shion se sintió abrumado por la vergüenza.
Se arrastró más cerca de Nezumi, que tenía su tela de superfibra envuelta en los hombros como una capa.
-Pero te las arreglaste para defenderte allá atrás, -dijo Nezumi, reduciendo su paso ligeramente.
-¿Allá atrás?
-Con el sujeto gordo. Esperaste el momento adecuado para huir.
-Oh, eso, -dijo Shion. -No, simplemente para entonces estaba desesperado. Parecía que iba en serio con lo de disparar.
-Probablemente sí. Si hubieras tenido mala suerte, probablemente tendrías la mitad de la cabeza volada, y estarías tirado en la calle.
-Ni siquiera quiero imaginármelo. Me da escalofríos.
De verdad estaba temblando. Tenía las rodillas del pantalón y el dobladillo del suéter manchados de lodo. Intento quitarlo y tropezó con algo.
-¡Wow-!
Cayó hacia adelante, pero se las arregló para mantener el balance a tiempo para dar la vuelta. Había un par de piernas, los pies estaban desnudos y la mitad superior del cuerpo estaba boca abajo, tragado por la oscuridad del callejón. ¿Está durmiendo? ¿Aquí?
-Um- ¿Hola? ¿Puede oírme? -Shion lo llamó. Lo jalaron desde atrás.
-¿Podrías dejar de hacer eso? -dijo Nezumi con molestia. -Si no nos apresuramos, oscurecerá pronto. Caray, ¿Tienes una fijación con hacer rodeos? -Nezumi chasqueó la lengua.
-Pero este hombre- va a coger un resfriado si duerme aquí afuera.
-No va a coger ningún resfriado. Está muerto.
-¿Qué?
Una mujer les habló desde su tienda de ropa.
-Oigan, ¿Son conocidos suyos? Si lo son, ¿Les importaría limpiar? Obstruye el camino, da muchísima lata.
Nezumi sacudió brevemente la cabeza.
-Por supuesto que no. Nunca antes había visto a ese anciano.
-Es una mujer, una anciana mendiga. De todos los lugares posibles, la maldita tuvo que venir a morirse justo enfrente de mi tienda.
-Mis profundas condolencias, -dijo Nezumi solemnemente. -Asegúrese de limpiar.
-Suficiente de tu descarada actitud, ¡Pequeño sodomita! -baló la mujer, agitando una pieza de tela roja. Su brazo era tan grueso como el muslo de Shion. Saldré volando si me golpea con ese brazo, pensó Shion para sí mismo.
Nezumi lo jaló. La vista de esas piernas, como ramas secas, se superpuso con otro par de piernas, envueltas en un fino par de pantalones y unos zapatos de piel; eran las piernas que sobresalían detrás de la banca, en una esquina aislada del Parque Forestal dentro de No. 6. Fue el primer cadáver que Shion había visto, y la primera víctima que eso había reclamado.
-No fue asesinado por eso, -Nezumi sonrió lánguidamente, como si leyera los pensamientos de Shion. -Ese anciano- ¿O era una anciana? No fue devorado por ninguna avispa parásita. No fue más que el hambre, o el frío- tal vez una combinación de ambos- lo que la llevaron al cielo. Hay toda una temporada de eso, y se acerca.
-¿Temporada de qué?
-Donde la gente se congela hasta morir. Ancianos, niños, los enfermizos… los débiles mueren primero. Es la temporada de la Selección Natural.
-Selección natural… -murmuró Shion. Se congelaban, como una paleta congelada. Pero no eran dulces o deliciosos, simplemente congelados; del tipo en que la lengua se entumecía.
-Shion, dijiste que habría muchas víctimas en la Ciudad Sagrada cuando las avispas parásitas estuvieran de nuevo activas durante la primavera, ¿Cierto?
-Sí.
-Bueno, aquí la gente muere todos los días, especialmente en invierno. ¿Qué crees que es más fácil, ser devorado por una avispa, o estar hambriento o congelado hasta la muerte?
Shion puso una mano en su cuello sin pensar. Había una cicatriz en su nuca, donde le habían hecho la incisión, debajo estaba la cosa; Había fallado en la incubación, y estaba medio derretido cuando lo encontraron, pero había estado luchando por abrirse camino desde la mancha. El vicioso dolor, el sufrimiento y desesperación de ese momento aún estaban frescos en su memoria, no quería pasar por lo mismo nunca más; pero no había forma de compararlo con la muerte de la anciana. No tenía idea de cómo era morir de hambre o congelarse.
-Nezumi, ¿Qué va a pasar con ella?
-¿Ella?
-Ese- cadáver. No van a dejarlo simplemente ahí, ¿O sí?
-Por supuesto que no. Puede que haga mucho frío, pero los cuerpos aún se descomponen si se dejan al aire libre; entonces los perros salvajes y los cuervos vendrán a comérselo, hasta que es imposible hacer algo, así que normalmente lo limpian antes de eso.
-¿Entonces debe haber un cementerio comunitario, o algo?
-¿Cementerio? Aquí no hay terreno que podamos dejarles a los muertos. Vienen los Limpiadores. Mira, por allá, los sujetos que están sentados comiendo carne. ¿Los ves?
En la dirección que Nezumi apuntaba, había una tienda rasgada bajo la cual había sentados varios hombres corpulentos, hablando ruidosamente y devorando carne reluciente de grasa. Un perro sucio y lastimosamente flaco lamía desesperadamente los jugos que goteaban al suelo.
Había un extraño vehículo estacionado junto a la tienda. Era una bicicleta, atada a una cama plana de carga con ruedas; encima había una canasta grande.
-Son los limpiadores. A cambio de dinero, se deshacen de los cadáveres. Gente como esa vieja bruja de allá atrás, que eventualmente sueltan dinero para que lo hagan. No quieren un cuerpo tirado cerca de su tienda, pero les disgusta demasiado como para recogerlo y tirarlo a la propiedad de algún otro, o se sienten culpables si lo hacen. Así que lo toman como su día de mala suerte y llaman a los limpiadores para que se deshagan de él. Escuché que es un negocio bastante lucrativo. Supongo que sí, ya que siempre hay personas que mueren en las calles, sin tener amigos o parientes.
-¿Entierran apropiadamente los cadáveres?
-Los queman. Los amontonan en un sitio y les prenden fuego. Supongo que si quieres, podrías llamarlo algún tipo de cremación. Aunque te aseguro que no hacen nada lujoso como un réquiem u oración de reposo.
Los ojos de Shion se encontraron con un hombre que estaba arrancando con los dientes la carne del hueso. Sonrió ampliamente, y la grasa escurrió de su rala barba; luego se levantó y empezó a caminar hacia ellos. Arrojó descuidadamente el hueso al suelo y el perro flacucho se abalanzó sobre él.
-Oigan compas, ¿Les gustaría unírsenos?
Extendió el brazo y antes que Shion pudiera esquivarlo, lo sujetó rudamente por el cabello.
-Es real, eh. Creí que era una peluca. Vaya cabello interesante el que tienes.
-Detente, -gritó Shion. -Suéltame.
-Mmm, no está mal. Nunca había visto este tipo de pelo. De hecho, es bastante bonito; casi pareces como una especie de muñeca, chiquillo.
Una risa vulgar saltó de su grupo de compañeros sentados detrás de él. Shion volteó hacia un lado; no había señales de Nezumi, que había estado allí unos momentos antes.
-Suéltame, -repitió en voz alta.
-No necesitas hacer un alboroto. ¿Por qué no te tomas unas bebidas con nosotros? También tenemos carne.
-Dije que me sueltes, -dijo Shion con los dientes apretados.
El corpulento hombre no mostraba signos de aflojar su agarre. Shion sentía el aliento del hombre en la mejilla, pútrido con el olor de alcohol y carne. Apartó el rostro.
Nezumi. Mordió fuerte su labio, y resistió la urgencia de gritar su nombre. Primero tendría que intentar defenderse por si mismo, o nadie vendría a ayudarlo. Shion relajó el cuerpo.
-Bueno.
-¿Mm?
-Acepto. Me uniré a ustedes sólo por una bebida.
-¿Sí? Eres un buen chico. Por aquí.
El brazo del hombre se relajó ligeramente. Shion levantó la pierna, la dirigió a la ingle del hombre y lo pateó con todas sus fuerzas.
Ngn. El hombre dejó escapar un gemido ahogado, y se dobló mientras caía al suelo. Shion saltó por encima de su enroscada espalda y salió huyendo.
Todo lo que he estado haciendo hoy es huir. La fugaz observación cruzó su mente, pero desapareció de inmediato. Atravesó la calle tan rápido como se lo permitían sus piernas; había menos gente, lo que le hacía más fácil seguir su camino. No más callejones, pensó, y se concentró en seguir derecho en el camino. Si se detenía, sentía que le sujetarían el cuello por detrás.
-¡-Agh-!
Su pie se resbaló, y su cuerpo flotó durante un momento. Entonces se azotó contra el suelo y el dolor sacudió su cuerpo desde la cabeza hasta los dedos de los pies.
-Wow- -Ahora se deslizaba cuesta abajo. Estaba en una pendiente de concreto gris, aunque más bien se sentía como una pendiente escarpada; se precipitó cuesta abajo. Shion cerró los ojos y plegó los brazos para protegerse la cabeza, la acción hizo que perdiera equilibrio y se tambaleara hacia delante en un salto mortal.
Su visión se volvió negra. Justo cuando iba a gritar, el olor de tierra húmeda alcanzó su nariz. Cayó en la tierra, algunos terrones inundaron su boca. Shion se quedó tendido tosiendo durante un rato, luego se estiró boca arriba. Su corazón latía frenéticamente y era difícil respirar; dolores sordos y agudos se alternaban para atravesar todo su cuerpo.
El sabor y la sensación de la tierra permanecieron en su boca; nunca había imaginado que la tierra pudiera saber así de dulce y fragante.
Pudo ver las estrellas; titilaban en el anochecer reinante. El cielo no era negro o azul, sino casi índigo, con un toque de morado- era sensacionalmente hermoso. Sintió como su alma era absorbida ante su belleza. Nunca se había recostado en el suelo de esa forma para mirar el cielo ¿Siempre había existido algo tan hermoso encima de él?
Escuchó pisadas amortiguadas dirigiéndose a él. Un gemido melancólico y luego una lengua tibia lamió lentamente su frente y cabello.
-Tú-
Era el perro, el perro esquelético que acechaba al grupo de hombres. Lamía persistentemente su cabeza.
-¿Estabas preocupado por mí? -Tan pronto las palabas abandonaron sus labios, Shion notó algo más. Cuando el hombre lo sujetó, su cabello se había manchado de grasa y jugo de la carne. El perro estaba lamiendo ese punto con enorme concentración.
-Ok, es suficiente, es suficiente, -dijo Shion. -No quiero que me babees todo el cabello. -Shionse apoyó en el suelo y se levantó cuidadosamente. No sentía pinchazos graves de dolor, parecía que se las había arreglado para no torcerse nada o quebrarse algún hueso. Su mirada vagó a su alrededor. Inhaló bruscamente.