Donatien oyó un ruido extraño en las cercanías, donde el fuego no llegaba a alumbrar. Por un momento se olvidó de la pelea recién concluida y de la ira del profesor, temeroso de que se hubiese cumplido el mal augurio y las criaturas carnívoras ya los estuviesen acechando.
Pero le pareció que nadie había prestado atención a ese sonido, pues se encontraban distraídos reprendiéndose o echándose culpas. Fue por eso que decidió tomar una de las antorchas e ir a inspeccionar. Antes de que pudiera dar demasiados pasos, alguien lo detuvo...
-No creo que sea una buena elección alejarse tanto, monsieur.-Dijo Maximilem tras la espalda del joven que portaba la antorcha.-Si nuestro profesor de caza se entera de que vaga por los limites del campamento usted solo montará de nuevo en cólera. Por lo visto piensa que corremos un terible peligro durante estas jornadas de paseo por el bosque.
Entrecerró los ojos con suspicacia. -Claro que no corremos peligro alguno, llevamos todo el día cabalgando y no hemos encontardo una triste liebre. Pero no me apetece que monsieur Ritchster vuelva a gritar de esa forma al crerle en riesgo. Ya me ha retumbado la cabeza suficiente por hoy.
Aún así, sin tener miedo de la muerte intentaría algo. Se acercó inestable a Donatien, en quién apoyó su robusta cabeza en su espalda y lo empujó un poco, haciendo que el chico diera algunos pasos. Puso su barbilla sobre el hombro del rubio, exalando lenta y tranquilamente el aire de sus narices
Donatien sintió el aliento cálido del animal en su cuello y le pareció que la sangre dejaba de correr dentro de su cuerpo. Pero intentó que el miedo no empañara sus pensamientos: se preguntaba si acaso aquel se trataba de una amenaza como la enorme bestia negra que colmaba sus pesadillas, o de un simple poni...
"Que exista uno solo ya es demasiado terrorífico. El profesor debe de estar loco...".
Siguiendo con sus escenas de animal bueno, Dial volvió a empujar levemente al muchacho, pasando por debajo de su hombro su cuello, bajando la cabeza hasta más o menos cerca de su entrepierna.
Le costó abrirse paso en la oscuridad hasta encontrarse con sus compañeros. Al llegar y ver a Donatien defendiendo a un pony herido y el profesor apuntandoles pensó que algo extraño debía haber en el bosque para inspirar tanta locura en un solo día. Se acercó a Maximilien quien observaba la escena tan azorado como él mismo.
Desde las profundidades de la caverna donde reposaba soñando, bajo una negrura eterna y fría, el estallido seco y extraño del arma antes disparada lo despabila por completo de su hibernación, la cual probablemente había durado siglos a decir por el empequeñecido espacio que le quedaba. Emite un sonido de baja frecuencia, un susurro, y las rocas sobre su cabeza empiezan a caer estrepitosamente.
Sobre la superficie animales empiezan a correr de aquí a allá, completamente aterrados por la vibración sísmica provocada por sus movimientos.
Jim sintió levemente el estruendo de piedras cayendo, un pequeño temblor. Suspiró. Estaba completamente aburrido. Primero un niñito noble le decía equinófilo, luego un pequeño ponie era una pequeña bestia, y ahora... quién sabía.
-Tengo sueño, Messiurs - dice bajando la visto, un tanto molesto.
((ni idea si esta bien escrito aquella palabra... igual queda con que el idiota no habla bien el frances : D )
El movimiento le provocó instantaneamente una sensación de nauseas, el sentir el movimiento de la tierra retorciéndose bajo sus pies lo había dejado empalidecido, como a un enfermo, acompañado de una ligera sensación de espanto. -¡Aléjense de los arboles!- No entendía qué estaba pasando, los terremotos no eran comunes en esa parte del mundo, y por su puesto, todo aquello era demasiado extraño "Este maldito lugar...!" pensó llevando una mano a su boca para evitar el vómito.
El bamboleo del animal al caminar le producia somnolencia, todabía tenia el miedo en el cuerpo y eso era lo que le mantenia despierto. Bueno eso y el hecho de que sujetaba a Donatien con la mano derecha mientras se intentaba sostener pateticamente a la silla de montar. Jim iba en primer lugar sujetando las riendas, aunque el animal avanzaba solo entre la oscuridad. Se removio inquieto, apartando una rama que estaba apunto de goleparle, relativamente atento a los sonidos del bosque. Pero no se habia vuelto a escuchar de nuevo algo tan estremecedor como lo anterior.
-No debimos dejar que se quedase el profesor solo.-Comentó en un susurro.-¿Qué vamos a decirles al resto?
-No hable de esa forma, que parece que a muerto…-Comentó con un airado susurro. Se volvió a revolver en el límite de la silla de montar incomodo, ya que medio trasero quedaba apoyado en el lomo del animal.-Merde, ¿no habia una silla peor para ponerle a este caballo?
-No me refiero a eso - contestó seco en el mismo tono - Es... que sería inútil si él mismo nos ha hecho volver, volver a él con el caballo y todos encima ¿No cree? . Y sobre la silla - sonrió - nunca han habido sillas comodas, que digamos...
En completa oscuridad restregó las yemas de los dedos sobre la corteza de un árbol. Antes de que se fueran, había visto la dirección, pero ahora sus sentidos no hacían más que aturdirlo. -El norte...- masculló para saber que aún sus oídos no lo engañaban y controlar aquel miedo nocturno que comenzaba a recorrerlo al no poder ver ni su aguileña nariz... "El musgo crece del lado norte" dio unos cuantos pasos vacilantes adentrándose en la oscuridad.
Cuando quiso dar un nuevo sorbo a su petaca, notó cuántos minutos había pasado en ese estado. Definitivamente el camino se le estaba haciendo infernalmente largo... Gracias el alcohol había olvidado (o ignorado) casi completamente aquellos sucesos extraños, pero todo el horror volvió en un segundo al escuchar el chasquido de ramas quebrándose por los pasos de algo detrás de él.
No lograba estimar qué tan tarde era, pero en lo que menos pensaba Vincent era en regresar al campamento. Todo ese tema de la cacería lo aburría, y más aún si lo hacían trabajar. Él no había nacido para servir o para realizar trabajos pesados, sino para los lujos que se daban los grandes señores. Lamentablemente para Vincent, él había nacido pobre. Sin embargo, eso no le impedía escaparse asiduamente de sus deberes para emborracharse hasta el amanecer o para refugiarse en la cama de alguna doncella ingenua (o ambas cosas). Después de todo, consideraba que su gran atractivo físico compensaba en parte sus carencias económicas y de clase. Él estaba convencido de que era irresistible para las damas
( ... )
Estuvo a punto de disparar a la oscuridad de puro espanto, sintió sus piernas temblar justo antes de escuchar la maldición de aquel hombre, y por cómo lo decía era obvio que se trataba de un hombre... en estado de ebriedad o completamente loco.
-¡¿Eres alguien del internado Baptiste VII... ?!- gritó sin siquiera moverse de su lugar. Al no obtener una rápida respuesta como deseaba empezó a caminar, tanteando con el largo del rifle el suelo hasta dar con la forma blanda del cuerpo del hombre, se arrodilló ante él y tanteó con la mano esta vez
"¡Pero si es un hombre desnudo!" no iba a darse el lujo de tocar más allá de su cabeza y torso para darse cuenta que en realidad no estaba completamente desnudo, volvió a lanzarse hacia atrás -¡Está usted empapado y desnudo! ¿Qué clase de persona andaría así en el medio del bosque?!- cuestionó apuntando con el arma a donde supuestamente estaba (ya que no veía nada)
-¿Empapado y desnudo? -se tocó los pectorales para comprobarlo-. ¡Ahh! Sí, es así como me gusta pasar las noches... Espero que no le moleste. Por cierto -dijo de pronto frunciendo el ceño, aunque en la oscuridad era imposible apreciar tal gesto-, ¿quién es usted?
Víctor estiró la mano, apoyando completamente la palma en el rostro del hombre.
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Pero le pareció que nadie había prestado atención a ese sonido, pues se encontraban distraídos reprendiéndose o echándose culpas. Fue por eso que decidió tomar una de las antorchas e ir a inspeccionar. Antes de que pudiera dar demasiados pasos, alguien lo detuvo...
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-No creo que sea una buena elección alejarse tanto, monsieur.-Dijo Maximilem tras la espalda del joven que portaba la antorcha.-Si nuestro profesor de caza se entera de que vaga por los limites del campamento usted solo montará de nuevo en cólera. Por lo visto piensa que corremos un terible peligro durante estas jornadas de paseo por el bosque.
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Hasta el más idiota podría adivinar que a Donatien no se le daba bien mentir.
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Entrecerró los ojos con suspicacia.
-Claro que no corremos peligro alguno, llevamos todo el día cabalgando y no hemos encontardo una triste liebre. Pero no me apetece que monsieur Ritchster vuelva a gritar de esa forma al crerle en riesgo. Ya me ha retumbado la cabeza suficiente por hoy.
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Se acercó inestable a Donatien, en quién apoyó su robusta cabeza en su espalda y lo empujó un poco, haciendo que el chico diera algunos pasos. Puso su barbilla sobre el hombro del rubio, exalando lenta y tranquilamente el aire de sus narices
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"Que exista uno solo ya es demasiado terrorífico. El profesor debe de estar loco...".
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Se acercó a Maximilien quien observaba la escena tan azorado como él mismo.
- ¿Qué sucede?
Balbuceó sin saber que más decir...
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Sobre la superficie animales empiezan a correr de aquí a allá, completamente aterrados por la vibración sísmica provocada por sus movimientos.
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Suspiró. Estaba completamente aburrido. Primero un niñito noble le decía equinófilo, luego un pequeño ponie era una pequeña bestia, y ahora... quién sabía.
-Tengo sueño, Messiurs - dice bajando la visto, un tanto molesto.
((ni idea si esta bien escrito aquella palabra... igual queda con que el idiota no habla bien el frances : D )
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Contrario a lo que dijo el profesor, se acercó a un árbol para aferrarse a este. Lo hizo sin pensar, pues estaba a punto de perder el equilibrio.
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El bamboleo del animal al caminar le producia somnolencia, todabía tenia el miedo en el cuerpo y eso era lo que le mantenia despierto. Bueno eso y el hecho de que sujetaba a Donatien con la mano derecha mientras se intentaba sostener pateticamente a la silla de montar. Jim iba en primer lugar sujetando las riendas, aunque el animal avanzaba solo entre la oscuridad.
Se removio inquieto, apartando una rama que estaba apunto de goleparle, relativamente atento a los sonidos del bosque. Pero no se habia vuelto a escuchar de nuevo algo tan estremecedor como lo anterior.
-No debimos dejar que se quedase el profesor solo.-Comentó en un susurro.-¿Qué vamos a decirles al resto?
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Le respondio con un gesto ceñudo.
-No hable de esa forma, que parece que a muerto…-Comentó con un airado susurro. Se volvió a revolver en el límite de la silla de montar incomodo, ya que medio trasero quedaba apoyado en el lomo del animal.-Merde, ¿no habia una silla peor para ponerle a este caballo?
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-El norte...- masculló para saber que aún sus oídos no lo engañaban y controlar aquel miedo nocturno que comenzaba a recorrerlo al no poder ver ni su aguileña nariz...
"El musgo crece del lado norte" dio unos cuantos pasos vacilantes adentrándose en la oscuridad.
Cuando quiso dar un nuevo sorbo a su petaca, notó cuántos minutos había pasado en ese estado. Definitivamente el camino se le estaba haciendo infernalmente largo... Gracias el alcohol había olvidado (o ignorado) casi completamente aquellos sucesos extraños, pero todo el horror volvió en un segundo al escuchar el chasquido de ramas quebrándose por los pasos de algo detrás de él.
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-¡¿Eres alguien del internado Baptiste VII... ?!- gritó sin siquiera moverse de su lugar. Al no obtener una rápida respuesta como deseaba empezó a caminar, tanteando con el largo del rifle el suelo hasta dar con la forma blanda del cuerpo del hombre, se arrodilló ante él y tanteó con la mano esta vez
"¡Pero si es un hombre desnudo!" no iba a darse el lujo de tocar más allá de su cabeza y torso para darse cuenta que en realidad no estaba completamente desnudo, volvió a lanzarse hacia atrás -¡Está usted empapado y desnudo! ¿Qué clase de persona andaría así en el medio del bosque?!- cuestionó apuntando con el arma a donde supuestamente estaba (ya que no veía nada)
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Víctor estiró la mano, apoyando completamente la palma en el rostro del hombre.
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