No soportaba los ruidos de la caceria, que, aunque distantes, se oian muy fuerte desde su habitacion. Le daba rabia haberse perdido esa oportunidad. Pero tenia un asunto mas importante que necesitaba solucionar antes. Tomo los papeles que habia dejado junto a su cama y se dirigio hacia la oficina de la directora. Miro una ultima vez hacia el dibujo
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Arrastraba el bajo del vestido, deshilacado y mustio. Las flores resecas en sus blancos cabellos y los enrojecidos ojos que portaba dejaron de importarle hace mucho tiempo. Ahora solo vagaba… Le hubiese gustado sentir el frio de las mármol bajo sus pies, pero hacia muchos años que carecía de ellos. Balanceaba sus incorporeos brazos a un ritmo en su cabeza. Aquella mañana, igual que la anterior y que la de mañana, igual que toda la eternidad. Pocos la veían y muchos la sentían.
Dobló la esquina y se encontró a un hombre frente a una puerta, daba igual el hombre, no importaba la puerta. Simplemente se quedó observando, porque para ella habia dejado de existir el tiempo, atrapada en su cuerpo de infante se podia permitir perderlo.
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"Debe ser el sueño" pensó "no he dormido bien estos dias"
Pero la sensacion seguia alli, como si hubiera algo alli, la transpiracion en su mano hizo que se le resbalara y perdiera el equilibrio y mientras caia le parecio ver una silueta alli, aun no se acostumbraba a la falta de su pierna.
-cazzo!- dijo -debo dejar de probar hierbas raras, me estan haciendo ver mal -
Siquiera se incorporo, no tenia caso, de cualquier manera parecia que iba a tener que esperar un buen rato alli. Se acomodo de manera que sus piernas quedaron cruzadas y su espalda contra la puerta.
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Cécilie soltó una aguda risa, aunque en ella no había nada dulce, ni armónico. Parecía el chirrido que hace un cubierto al ser apretado con demasiada fuerza sobre un plato de porcelana. Había olvidado reír, había olvidado muchas cosas, pero no le importaban.
Se deslizó hacia el hombre tendido en el suelo, no se detuvo cuando estaba a unos simples pasos sino que lo atravesó. Pasando a través del algodón de las ropas, el metal de los botones y la carne y la sangre vivas, de la maciza puerta de roble.
La estancia estaba vacía, las pesadas cortinas corridas. Dirigiéndose de nuevo hacia la entrada, pero no salió.
-Hombre que espera al vacio, ¿Esperará también la muerte durante este estío?-No era una voz, era el crujido que hacen los muebles viejos, la brisa que traspasa por los quicios de las puertas.
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