Malditos los días grises, pues la niebla nubla el alma de los ignorantes. Quizás no sean los días, ni las horas, ni los minutos o segundos. Puede que sólo sepa compadecerme de mi misma. Secar las lágrimas con el pañuelo de espinas y hacer como si tirara adelante. Llamar por teléfono, decir un "lo siento" que ni siquiera siento que digo y volver a
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