Track 88- Del cielo a la burbuja y vamos otra vez~

Jul 27, 2009 21:23

 

Su cuerpo tiembla ante el frío que el ambiente le entrega, el mes de julio a penas va por la mitad y el no hace más que continuar aquel impulso que le balancea en un vacilante ritmo.

Sabe que no está bien, sabe que debería abofetearse por llevar una sudadera y un boxer a las once de la noche en el jardín, sabe que su casa está justo en las faldas de la cordillera que encierra su país y, por supuesto, tiene perfectamente claro, en parte gracias a Otello y su desesperación por leer cartas sinápticas, de que seguramente esa noche si no nevaba, sería de milagro.

Suspira intentando olvidar que es un inconciente, que si su padre le viese lo mínimo que le daría sería una buena patada en el culo y de vuelta a la casa, que su madre haría un escándalo, llamaría al doctor y luego habría un gran caos que acabaría con su progenitora en la consulta del profesional, sin la presencia del adolescente, por cierto.

No había nada de terrible en mecerse en el columpio que le había pedido a su padre a los seis años, sin importar la edad, el clima o la hora, para Rodrigo no había nada que pudiese quitarle el placer de sentir la brisa fría chocando a toda velocidad con su rostro.

Cuando flectaba las rodillas y arqueaba la espalda podía ver Santiago escondido tras una enorme nube de mugre y cuanto gas tóxico se pudiese contener, y piensa que es patético.

Es a penas un pendejo que ve a sus compatriotas desde su burbuja lejos del smog, lejos de la pobreza, lejos de la realidad. Que poco y nada sabe de la vida y que piensa a tiempo completo en cosas que para nada le sirven.

Se siente terriblemente separado de un mundo, que piensa, es parte; inhala una vez más, esperando conseguir alguna partícula de aire que le salve del patetismo de ser un niño rico y mimado.

Hay una barrera que no puede derribar por selección natural, y que nada podrá traspasar. Ya lo había dicho papá una vez “Naciste en cuna de plata y morirás en féretro de oro”, ¿Cómo combatir tan cierta aseveración?

Otra calada de aire y siente su cuerpo pesado, ya no siente las manos y hace más de media hora que sus pies no responden, mas no es capaz de regresar al calor de su hogar, simplemente se queda ahí, como idiota mirando la capital brillar un sábado por la noche.

Porque, quiera o no, Rodrigo es así de patético, ya que con todo el dinero que tiene no es capaz de retener a su compañero de habitación los fines de semana y ante la falta de este, tampoco está capacitado para salir como cualquier chico. Suspira cansado, ya no le parece interesante salir de la burbuja que le separa de la realidad ¿Quién querría estar con tal pedazo de inútil?

-No es una buena noche para estar aquí-

Una voz profunda le sorprende y aunque lo hace por acto-reflejo no quiere mirarle, sabe perfectamente quien es y no le parece bien la situación.

-Ah…-

Sus respuestas cada día más inteligentes le hacen reír

-¿No me saludarás? Te vengo a ver y todo…

Y le duele, cada palabra que de la boca del mayor sale le duele aún más que reconocer su patética existencia. Porque sabe que de cinco oraciones que dice, cuatro son mentiras y él se las cree, las acepta y asimila, porque le hacen feliz y nuevamente la garganta se llena de algo que no puede explicar y su visión se pone borrosa.

-Hola…-

Detiene el movimiento pero no se voltea, no quiere que su patético estado, la nariz roja y los ojos acuosos, piel de gallina y un insipiente tartamudeo.

El silencio domina el lugar y tan solo el rumor de la escandalosa ciudad se hace notar, Rodrigo tan solo espera la voz de su madre desde la puerta diciendo “Ya conseguí los tragos, vámonos de aquí”, pero no llega rápido. Se siente más tonto de lo normal y quiere correr hasta su habitación, esconderse tras las mantas de su cama y abrazar la pecera de calamar hasta olvidar que es un niño con la vida comprada sin opciones de conocer la unión con la realidad.

Mese la cabeza intentando ahogar los sollozos, ¿tan triste quieres parecer? Y por mucho que su mente le recrimine estar haciendo tal espectáculo, no puede evitarlo.

Listo y dispuesto está para salir del lugar y olvidar que las personas que ama no están para preguntarle si quiere un vaso de leche tibia con galletas, pero todo movimiento es cancelado al sentir una vez más la sensación de estar volando, mas esta vez no está haciendo esfuerzo alguno. Las manos de Ernesto se posan suavemente en su espalda y le empujan hacia el vicioso péndulo  que le aleja y acerca de su ansiada realidad.

-Has crecido- Le habla despacio cuando sus cuerpos se acercan, la velocidad no cambia, no hay aceleración alguna- Tu cabello también lo ha hecho

-Es obvio, el cabello y las uñas nunca acaban de crecer- A diferencia del mayor, Rodrigo sólo se atreve a abrir la boca cuando están lejos.

-Claro claro, genio- Ríe irónico y Rodrigo baja la cabeza, no importa cuanto lo intente, sigue estando en la palma de Ernesto- Pero es así, largo…- El empujón perdió velocidad y al regresar el movimiento sucumbe ante un abrazo desesperado- Es así como me gusta.

Un susurro en el oído y Rodríguez pierde la capacidad para pensar, simplemente se deja llevar, como siempre, porque no hay nada que pueda hacer ante Ernesto, porque inevitablemente lo ama y no hay vuelta atrás. Gira el rostro y este roza el del mayor, esta vez inhala su aroma y siente que ya perdió nuevamente; escucha un suave “ven” y se deja manejar como un muñeco, y está en lo correcto, porque si es en las manos de quien con tan solo una mirada le robó el aire, está dispuesto a sufrir mil años de frío y soledad en la burbuja.

-Estás helado…- Ambos sentados en el mismo columpio, Rodrigo sentado en las piernas del mayor, escondiendo su rostro en el cuello de este, pegados en un desesperado abrazo mientras el péndulo continúa su movimiento.

-Aha…

Iba a contestar, de verdad pensaba decir algo coherente pero la voz de su progenitora desde la puerta diciendo la oración que ya había pensado le hace regresar a la tierra.

Ernesto es su vida, pero el sólo era una miguita en la tortilla de este y sólo puede sonreír derrotado. Afloja el abrazo pero no lo rompe, levanta el cuerpo y mira a los ojos al rubio como si de un pecado se tratase posa sus manos frías en el rostro blanco que desea ver antes de morir para irse al infierno con una sonrisa y una erección.

-Te tienes que ir, se pondrá histérica si la haces esperar…

-No quiero - El espacio entre sus rostros se minimizó y Rodrigo bajó la vista avergonzado-  Eres un tonto…- El menor asiente, no tiene ganas de discutir, simplemente quiere estar así por siempre, sintiendo el calor de Ernesto y escuchando sus insultos y promesas falsas…

Al menor no le importa, porque está acostumbrado, siempre ha sido así y no tiene por qué cambiar. Aquello le gusta, en realidad sabe que no puede ser de otra manera, porque su relación, lo poco y nada que de ello había, se basaba en eso, en una unión de necesidad sofocante, de alguien que necesita ser humillado y otro que necesita humillar.

Quizás no hay amor recíproco ni sensaciones compartidas, seguramente todo era un juego donde su papel estaba bien definido y tenía todas las de perder, pero aún así le hacía feliz.

-Ya lo sé…

No sigue porque sus labios son cubiertos por otros más calientes, no es la primera vez y tampoco será la última, por ello lo disfruta, se entrega y corresponde, hasta que un segundo grito femenino es escuchado y el momento Kodak es quebrado.

-Pero eres mi pendejo tonto.

Horas luego, ya en su ventana armado con una chaleco y calcetines gruesos, Rodrigo mira la ciudad que le está prohibida con sorna, porque sin importar su patetismo y soledad, sabe cómo sobrellevarla y está dispuesto a vivir toda la vida en esa burbuja separado de la realidad si Ernesto regresa de vez en cuando con sus palabras crueles y gestos cariñosos.

End~

La wuea caca D:

rodry, nau, ernesto, love

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