Título: Desde atras
Autor: Me
Pareja: Yuuya / Aki / Mao
Género: An... eso
Notas: Te voy a amar para siempre y ese es el problema... ¿verdad?
Un quinto sorbo a la quinta lata, el sabor comenzaba a parecerle nulo al llegar a la boca y qué decir de la sensación refrescante que tenían los primeros tragos en la garganta, ahora sólo parecían soldados suicidas dispuestos a llegar lo antes posible al hígado, sin dar la batalla, sin dejar su marca, sin ser notados.... Es que incluso lo que tomaba se tenía que parecer a él, pues el líquido alcohólico que tanto amaba ahora parecía lánguido e insustancial, patético e invisible.
¿Qué hacía bebiendo en su apartamento a solas luego de un concierto? ¿Por qué no estaba con la banda, comiendo y riendo, gastándole bromas a Shinji, prometiendo mil y un canciones al manager para la próxima semana? ¿Podía a caso ser más patético?
“Mírate idiota, solo en la cocina a punto de vomitar…”
Al menos era más divertido cuando era Mao quien sostenía sus cabellos frente al retrete mientras los desperdicios que su estómago no podía contener salían como ovejas libres en la pradera por su boca, siempre reían al final y acababan sentados en el frío suelo de baldosa hablando de cosas que no recordaba, pero sabía eran profundas, bueno, todo lo profunda que una conversación entre dos hombres ebrios podía ser.
Aha… cada vez que así terminaban llegaba un tambaleante Akihito, con los ojos entrecerrados y el cabello deshecho. Les regañaba con palabras que no lograba descifrar, pero su ceño fruncido entendían que había que parar de reír y comenzar a caminar. Mao le pedía ayuda, alzando su mano en el aire con los ojos brillantes, quizás por el alcohol, quizás por el esfuerzo; mas nada quitaba el que Aki le tendiera ayuda, sosteniéndole a pesar de su propio estado de inestabilidad y luego de risas que compartían sin razón comenzaban a caminar hasta el taxi que siempre les esperaba.
Poco a poco comprendió que había algo particular entre ambos... Comprendió que estaban enamorados...
Y eso amigos, dolía.
Siempre ocurría lo mismo, siempre era él quien quedaba con el brazo alzado en el aire, pues el idiota nunca se volteaba a verle, porque Yuuya era invisible… él no era el guitarrista siempre necesario, o vocalista de grandes ojos… Yuuya era la batería, curioso, rimaba con utilería. Porque para los ojos del bajista, no había un creador de ritmos alto y de afilada nariz, para él simplemente existía un hombre que le daba la espalda y sólo tenía ojos para el micrófono y el público.
Y ahí está Yuuya, ya sea viéndoles desde atrás, acorazado por tambores y platillos o en su apartamento, viendo un programa sobre la guerra en el Medio Oriente mientras bebe a más no poder, sin dejar de ser inadvertido, sin dejar de ser invisible, sin poder hablar, porque sabe que sus palabras no se van a escuchar.
Un último sorbo y la canción que prometió la última vez será escrita, porque cuando las palabras no existen, buenos son los sonidos.