"El muralismo mexicano, movimiento al que perteneció Diego Rivera, aporta los primeros elementos de sentido de su obra a saber: una tendencia al arte figurativo basado en imágenes reales y no abstractas, con influencia del realismo socialista de la época. Ello, para facilitar precisamente los propósitos del movimiento muralista: ampliar las posibilidades de apreciación y difusión del arte entre la población tradicionalmente apartada de la relación con este. En tal sentido, la obra de Rivera tendría así, un claro carácter pedagógico .
El segundo elemento a considerar es la composición misma y los personajes principales que aparecen en ella. Se trata, por sus orígenes, de una narración alegórica del momento en el que se produce el triunfo de las fuerzas invasoras en 1954, cuyos principales líderes se aprecian en la parte central (ligeramente corridos hacia la derecha del espectador, posiblemente para favorecer la sensación de profundidad del lienzo, hacia la izquierda). Agrupados dentro del conjunto principal, destacan John Foster Dulles, secretario de Estado de Estados Unidos (quien viste ropa de campaña), estrechando la mano de Carlos Castillo Armas, líder del Movimiento de Liberación (quien de civil, y no en uniforme militar, extiende la mano izquierda en la que sostiene una gorra para equilibrar la imagen y aparece inclinado, en actitud reverente, saludando a Foster Dulles). Detrás de este conjunto principal (formado por el secretario de Estado y Castillo Armas) aparecen Allan Dulles, director de la CIA y hermano menor de John, con la cabeza recostada en el hombro de este, el embajador estadounidense en Guatemala, John Peurifoy (igualmente en traje de campaña) y varios oficiales y soldados del Ejército guatemalteco, franqueados al fondo, por el arzobispo Rossell y Arellano, quien bendice la reunión.
El tercer elemento es el encuadre escogido para situar la narración alegórica: una plantación de banano. Ello en alusión a la importancia de la Ufco dentro de la alianza que derrocó el Gobierno de Árbenz, así como a la significación de las repúblicas bananeras.
El cuarto elemento correspondería a las convenciones simbólicas utilizadas por Rivera dentro de la línea figurativa. Aparecen así varios íconos o imágenes con una tendencia priorizada de representación o sentido. La que destaca dentro del conjunto central es la bomba (aparentemente una bomba atómica), con la cabeza del presidente Eisenhower, a lo que se añaden fajos de dólares que unos reparten y otros reciben. El resto son representaciones de cadáveres de niños, niñas y adultos asesinados, cárceles con presos y un grupo de campesinos e indígenas que resisten, en el flanco superior derecho. Dentro del mismo destaca una mujer con blusa roja que empuña un arma (y que corresponde a la pintora guatemalteca Rina Lazo, asistente de Rivera y quien colaboró en la elaboración de la pintura). En el lado izquierdo aparecen las imágenes de la producción bananera: obreros desarrapados y descalzos que cargan, barcos que esperan y soldados amenazantes que vigilan. El título de la pintura lo tomó su autor de una frase del discurso pronunciado por el propio secretario de Estado estadounidense al congratularse de aquella gloriosa victoria. Con ello buscaba acentuar el carácter sarcástico de la composición.
Según Juan Coronel Rivera, pintor, nieto del muralista y curador de la exposición, un grupo de pintores mexicanos encargó a Diego Rivera un mural para apoyar al pueblo guatemalteco. Sin embargo se negaron a recibirlo por la crítica tan directa al presidente Eisenhower. La pintura, que debía exhibirse en Varsovia, por fin viajó, pero a iniciativa de los estudiantes polacos. Diego Rivera la regaló a una delegación de trabajadores soviéticos y terminó en las bodegas del Museo Pushkin, durante casi 50 años.
En opinión de Juan Coronel, el mural no fue expuesto en la Unión Soviética porque Diego Rivera, en aquel momento, aún no era miembro del Partido Comunista (fue aceptado nuevamente hasta 1955, ya que fue militante de 1923 a 1930 y luego de 1955 hasta su muerte) y el rígido orden estalinista lo excluyó. Otra explicación, menos personalista, se encontraría en el escaso interés que la Unión Soviética concedía a Guatemala en aquellos años y que contrasta con la opinión oficial distinta del gobierno de EE. UU., así como del anticomunismo guatemalteco y latinoamericano al respecto. Esto explicaría por qué, a pesar de que Guatemala y la URSS habían suscrito relaciones diplomáticas, nunca intercambiaron embajadores. Una situación muy distinta a la que se produjo con Cuba a partir de 1960, cuando la Unión Soviética cambió su enfoque y sí privilegió sus intereses en América Latina, a pesar de no haber sido esa inicialmente, una de sus zonas de influencia según el reparto tácito que realizaron las dos superpotencias, después de la Segunda Guerra Mundial."