Primeras viñetas de la tabla temas para
fandom_insano. ¡Espero que os gusten! Los comentarios son amor y las críticas constructivas lo son más.
* * *
#001 - Los ojos del dragón
Fandom: Fringe/Ficción original
Personajes: OC.
Ticket: Los personajes de Fringe, así como sus universos y demás no me pertenecen a mí. Sólo me enamoré de ellos.
Tema: Unplugged (PG)
Bonus track: Spoilers de la Season 5.
Carátula: La idea que tengo con esto es ambientarlo en ese universo de la S5 que me ha enamorado tanto. Con personajes propios o usando los de la serie. Según vaya avanzando, lo veremos.
Por todas partes, el rostro de aquel calvo desconocido le perseguía, en los pósters y en los enormes carteles que colgaban de los edificios más altos de la ciudad. Eran como los ojos de una bestia que no dejaban de perseguirle, como si estuviera juzgando cada paso que daba en la oscuridad. Como si estuvieran observando cada movimiento. A veces le daba la sensación de que los ojos de ese invasor realmente la miraban y la perseguían por las calles. Sólo pensarlo le daba escalofríos.
Se adentró en un callejón oscuro, rezando (si es que después de los años seguía creyendo en algo que pudiera ser llamado dios y que fuera digno de escuchar sus plegarias) porque sus temores del invasor con ojos de bestia acechante esperando para cazarla no fueran ciertos. Miró a un lado y a otro del oscuro y maloliente callejón. Nadie. Entonces entró por la puerta de madera frente a ella.
Le recibió el calor, el olor a trabajo de contrabando y a sangre reseca pegada en las paredes. Prefería no saber de quién era la sangre.
Se acercó a la barra y con un gesto pidió una cerveza. Recordó las palabras de su padre, renegando sobre que desde que esos asquerosos calvos habían pisado Manhattan, la cerveza ya no sabía como cuando era joven. Pero ahora era lo único con lo que uno podía emborracharse en una noche en la que sólo deseaba olvidar lo horrible que era el mundo y lo putrefacta que se estaba volviendo la ciudad.
Cuando el camarero le trajo la cerveza, de un amarillo poco sano, bebió un trago largo, dejando que pasara por su garganta sin encontrar resistencia. Después dejó el vaso de un golpe sobre la barra y respiró profundamente.
Asquerosa, desde luego. Pero la única manera de emborracharse.
-Esos calvos van a acabar todos muertos, sangrando por mil orificios distintos... ¡Ya lo verás! Morirán todos y la ciudad volverá a ser lo que era en tiempos de nuestros padres -decía un joven con las mejillas rojas por la cerveza mala-. ¡Morirán! Alguien se encargará de ello.
Su amigo le quitó el vaso de las manos y le ayudó a bajarse de la banqueta sin caerse. Se disculpó con un gesto al camarero y a los pocos clientes que estaban en el local y que, por supuesto, habían escuchado los improperios del chico. No eran momentos para dejar que un amigo borracho dijera cosas como esas en un lugar público que podía estar lleno de oídos indiscretos.
No pudo evitar reírse para sus adentros. ¿Alguien se encargaría de matar a los calvos? Lo dudaba. Si nadie lo había hecho en veinte años... no iba a ser ahora.
* * *
#010 - Solo en la ciudad
Fandom: Fringe/Ficción original
Personajes: September
Ticket: Los personajes de Fringe, así como sus universos y demás no me pertenecen a mí. Sólo me enamoré de ellos.
Tema: Demo (G)
Bonus track: Spoilers de la Season 5.
Carátula: La idea que tengo con esto es ambientarlo en ese universo de la S5 que me ha enamorado tanto. Con personajes propios o usando los de la serie. Según vaya avanzando, lo veremos.
El apartamento estaba en silencio. Un silencio que le daba miedo y que sólo se rompía cuando él andaba de un lado para otro o cuando suspiraba con demasiada fuerza. Ni siquiera se atrevía a hablar solo para comprobar que todavía podía seguir haciéndolo. Además, ¿qué más daba? No había nadie allí para escucharlo ni para responderlo, así que lo único que conseguiría era volverse loco.
Suspiró y se levantó de la cama. Podía sentir el frío sobre la piel desnuda y un escalofrío recorrerle la columna vertebral. Súbitamente, recordó los días en los que era un observador, como ellos les llamaban, y para él el frío o cualquier otra cosa parecida no existía. Una profunda e inexplicable melancolía le nació dentro del pecho y le subió por la garganta. Le hacía tener ganas de llorar.
Se frotó la nuca, allí donde había una cicatriz, testigo de lo que había sido y nunca más volvería a ser, y se vistió. Después, con una taza de té entre las manos, se acercó a la ventana y, de pie, se quedó mirando la calle. Había adquirido ese hábito desde el día en que vio por última vez a Walter. Lo recordaba perfectamente y, sin embargo, habían pasado más años de los que le gustaba admitir. ¿Quince? ¿Veinte? ¿Quizá más? Había perdido la cuenta. Al fin y al cabo, los días eran iguales y a veces se sentía incapaz de distinguir los unos de los otros.
La ciudad se extendía ante él, llena de rascacielos que se perdían en la extraña bruma grisácea que lo cubría todo. Allá, al otro lado del río, los observadores irían de un lado para otro, con sus maletines en la mano y sus sombreros calados perfectamente sobre sus calvas brillantes y los lealistas pasearían entre ellos, con sus tatuajes en las mejillas, sus uniformes militares y sus vestidos por las rodillas. La imagen que tenía en su mente de lo que pasaba al otro lado de la ciudad se parecía tanto al pasado, a sus recuerdos, que le asustaba.
Septiembre había visto a lo largo de toda su vida muchos futuros, la mayoría alterados por sus intervenciones en el flujo natural del tiempo, pero en ninguno de ellos había sido capaz de percibir una cosa como la que tenía en ese momento delante de los ojos. Creía que aquello no era posible. Y que escapaba a cualquiera de las visiones del futuro que cualquiera de los doce que había llegado a la Tierra para observar a los humanos en un primer momento hubiera visto nunca.
De repente, a sus espaldas se oyó un ruido, como un chasquido, que procedía de la puerta del apartamento. Se quedó mirándola durante un rato, pero al cabo de unos minutos se convenció a sí mismo de que no era nada, de que seguramente sólo habría sido el viento.
Volvió a suspirar. Seguía sin explicarse por qué su cerebro quería seguir creyendo que Walter regresaría de un momento a otro. Walter estaría muerto. Debía de llevar años muerto.
* * *
#017 - Ciudad de bajas pasiones
Fandom: Fringe/Ficción original
Personajes: OC
Ticket: Los personajes de Fringe, así como sus universos y demás no me pertenecen a mí. Sólo me enamoré de ellos.
Tema: Unplugged (PG)
Bonus track: Spoilers de la Season 5.
Carátula: La idea que tengo con esto es ambientarlo en ese universo de la S5 que me ha enamorado tanto. Con personajes propios o usando los de la serie. Según vaya avanzando, lo veremos.
Se suponía que ellos no tenían sentimientos. Pero que no tuvieran sentimientos no quería decir que no tuvieran necesidades físicas y sexuales, como el resto de los humanos. Al fin y al cabo, aunque extraños y modificados hasta no parecerlo nunca más, eran humanos como el resto. Gene dudaba que comieran, o que bebieran, o que incluso fueran al baño, pero lo que sí que parecían querer eran un buen par de piernas rodearles la cadera, una piel cálida que acariciar y una cintura a la que agarrarse con fuerza.
Gene se dio la vuelta en la cama y resistió las ganas de vomitar. Se daba asco a sí misma, se había convertido en lo que más odiaba: en una puta lealista. En una mujer que había decidido que lo mejor para sobrevivir en un mundo lleno de calvos espeluznantes y trajeados era venderse a ellos. Tragó saliva y, con ella, se tragó también las lágrimas que luchaban por brotar de sus ojos.
-Te dejo aquí el dinero -dijo el hombre, con voz monótona. No le miraba, pero sabía que en ese momento estaría cogiendo su abrigo y su sombrero del perchero junto a la puerta, colocándoselo perfectamente y agarrando el maletín que siempre llevaba-. Te llamaré.
Sin decir nada más de lo necesario, abrió la puerta y se marchó. Sólo cuando supo que estaba completamente sola, se incorporó y miró la mesita junto a la puerta. Un sobre blanco le esperaba con el dinero por sus servicios. Reprimió la arcada y se levantó.
Se metió a la ducha de cabeza. Se sentía sucia, inmunda. Se frotó con la esponja por todos los rincones de su cuerpo, allí donde él le había besado. Se frotó entre las piernas para quitarse la asquerosa sensación de saber que se había acostado con un observador, pero nada borraba aquella imagen de su cabeza. Lloró. Las lágrimas se las llevó el agua de la ducha. Por suerte.
Cuando salió de la ducha, se envolvió en una toalla y se miró al espejo. Observó el tatuaje de su mejilla y lo frotó, intentando quitarlo. Pero aquello no se quitaría jamás. Por mucho que lo intentara, por mucho que deseara que ese tatuaje desapareciera, siempre sería una lealista, una puta lealista, y jamás volvería a importar lo que hiciera. Siempre sería juzgada por ese tatuaje.
Todavía con las ganas de vomitar en la boca del estómago y con la imagen del observador tendido desnudo en su cama, penetrándola y acariciándola con lo que él debía pensar que era ternura, se secó el pelo, se puso uno de los pocos vestidos que podía permitirse y se peinó, cogió el dinero y se marchó de allí. Una vez fuera de la habitación, en el pasillo de uno de los elegantes hoteles a los que los observadores solían llevar a las chicas que alquilaban, suspiró. La vida seguía, al fin y al cabo, y si hacía aquello era para sobrevivir en un mundo que le daba asco y que estaba segura que algún día se iba a terminar. Cuando fuera vieja, aún con el tatuaje lealista dibujado en la mejilla, miraría al pasado y no le gustaría, pero se sentiría orgullosa de haber podido sobrevivir a un mundo como aquel, a una ciudad de Nueva York plagada de observadores, que iban y venían, sabiéndose los amos de la Tierra.
Aquellos pensamientos hicieron que se sintiera un poco mejor, pero no lo suficiente.