# 29- Algún día.
Siempre se decía que le olvidaría. La irremediable verdad era que, por más que lo hubiese intentando, simplemente no podía hacerlo. Primero porque el euroasiático era su diversión. Segundo, porque todo le hacía acordarse de él (como los guantes coloridos que ahora mismo tenía la gente a su alrededor). Y tercero, a quién deseaba engañar, Rusia le gustaba.
Siempre pensó que, a pesar de que el tiempo transcurría, podría echarlo de su mente y por eso no se preocupaba de que pensara en él de cierta forma. Con las manos trémulas, la cabeza gacha, siempre se decía con ahínco que algún día dejaría de fijarse en él. La realidad era que no podía y no quería.
Algún día… Oh, sí, algún día posiblemente tendría el valor para enfrentarse a sí mismo y admitir que estaba enamorado de Rusia.