#25 -Prohibido
-¿Sabes? Nunca he comprendido las advertencias…
-Uhm…
-Sí, sí. Ya sabes, el que te digan que está “prohibido”, ¿no se te hace tentador? -cuestionó.
Gilbert dejó caer sus brazos en la mesa de forma poco educada mientras veía a Iván cocinar aquellos panqueques que siempre disfrutaban después de haber patinado por algunas horas.
-Posiblemente es porque es malo, ¿no lo crees? -dijo el chico de ojos violetas.
-Pero, ¿no piensas que es tonto? Es decir, ¿a quién carajos se le habrá ocurrido inventar lo prohibido? -contraatacó.
-No lo sé… -Iván siguió entretenido adornando el delicioso pan. Gilbert se quedó en silencio, mirándole, estudiándole, escudriñándole. Iván se veía adorable con aquel delantal rosado (perteneciente a su hermana mayor. Dudaba mucho que el ruso gustara del rosa y los holanes). Callado, pudo ver el contoneo de su cintura mientras volvía a amasar más harina, sus ojos rojos se concentraron en aquellos dedos que lamía con inocencia para dejarlos libres de rastros de masa pegajosa. Gilbert tragó saliva, ¿el ruso siempre había sido tan erótico? Asustado, cabeceó frenético ante sus pensamientos. No es que le gustara el ruso o sintiera alguna necesidad física por él, ¡claro que no! Era simplemente que, a pesar de su renuencia al término “prohibido”, Iván entraba en aquella categoría y era por eso que se le hacía tentador.
Claro, por supuesto, sabía que era aquello… Braginsky le era prohibido, era por eso que le atraía. Eso. Era simplemente eso, a Gilbert le atraía lo prohibido.