Fandom: Hetalia
# 02 -Blanco y Negro.
La poca alegría que Iván tiene va a la zaga del reloj de cuco que tiene enfrente de su escritorio. Comienza a las tres de la tarde y termina como a las cinco.
Es un mundo lleno de comida caliente y botellas de vodka. También hay algún que otro ruido producto de las tormentas de la temporada que caen sin previo aviso, algunas veces temprano, algunas veces en la noche.
Le gusta mucho disfrutar cuando Gilbert se sirve entusiasmado su cuarto vaso de vodka, porque sabía que era algo previo a verle un poco más relajado. Desde que había llegado a su casa se había comportado muy agresivo con él. El único momento en el que ambos podían entablar una conversación común era a esa hora. El momento de la comida. Ambos dejan de ser blanco y negro y se vuelven un gris común.
-Entonces, ¿me dirás que seguirás intentando sembrarlos con este clima? -le dice Gilbert.
Iván sabe que, a pesar de lo altanero y algunas veces pretencioso que es el alemán, es una persona que se preocupa por el gusto de los demás. Siente que el vodka que ha pasado por su garganta es más dulce de lo normal. O tal vez son las ganas de ver a Gilbert en aquel pedazo de tierra que se convierte en su mejor medicina cuando se siente solo, el sembradío de girasoles escondido detrás de su casa. Iván vuelve a sonreír como él suele hacerlo. El sonido del reloj se deja escuchar mucho más acompasado de lo normal, Iván piensa que es porque Gilbert ha bufado.
-Sí, porque me gustan mucho -responde él.
-Ya veo -murmura.
Entonces, el mismo silencio de siempre se vuelve a interponer. Iván se da cuenta de lo hermosamente blanca que puede llegar a ser la sonrisa tan característica de él, logra romper la negra oscuridad del silencio que deja la soledad.
-A mí también me gusta -dice Gilbert.
Iván sabe que el quinto vaso de la bebida ha entrado en la garganta del albino y él simplemente vuelve a sonreír. Porque a pesar de ser tan contrastantes, ambos saben que se ajustan para formar algo nuevo, y eso hace que el tictac de su reloj no se acompase en esas horas con su extraña felicidad que el blanco le da.