Autor: Usagi-Asakura
Fandom: World Series: Hetalia.
Disclaimer: Personajes a Hidekaz Himaruya.
Claim: España/México
Tabla: 30 Besos
Tema: #04 - Nuestra distancia y esa persona.
Resumen: Como si algo así no hubiese pasado en el pasado, ¿no?
Advertencias: Comienzo con otro reto, esta vez de otra pareja no canon de Hetalia. Sí, a mi me gusta el España/México, posiblemente porque es tan real por estos lados del mundo. Bien, en este drable no especifique el nombre de México, aun me debato si aquel que he elegido sea bueno. Así que, tratare de no mencionarlo mucho, o eso espero…-tos-. Gracias a quien lea, y a cocowin que siempre me revisa estas cosas feas que escribo. Por favor, nada histórico al cien por ciento, tal vez una absurda interpretación de los hechos actuales. Así que, se aceptan golpes por eso…
#04- Nuestra distancia y esa persona.
En mi longeva vida, he realizado muchos papeles. En un tiempo fui mesoamericano, el hijo de Quetzalcóatl; fui una gran colonia, perteneciente al más grande imperio europeo. Más adelante, me convertí en un hijo rebelde, con sueños y alocadas ideas de libertad. Cuando menos lo imaginé, me volví un país. No comprendía cómo el destino me había hecho realizar tantos personajes, y aún comprendía menos cómo es que había terminado interpretando este nuevo papel. El ser el amante de a quien abandoné en mi pasado.
De España.
-Es como si… como si no hubiese pasado el tiempo -dijo Antonio.
Por el tono de su voz noté que estaba feliz o nervioso, o un poco de las dos cosas.
-Estoy seguro de que nuestras escoltas se estarán divirtiendo por la playa -le dije.
-No, no creo que estén haciendo precisamente eso.
-¿No? Entonces, según tú, ¿qué podrían estar haciendo?
-Podría mostrártelo de nuevo, ¿no? -dijo-. Me puedo tomar la tarea de volver a repetirlo, ¿cómo no hacerlo con semejante vista?
Jamás en mi vida me había sentido tan avergonzado en su presencia, aunque hubiese estado con él en varias ocasiones. Pero aquello tenía un significado completamente distinto. A pesar de saber que Antonio estaba a punto de casarse con Lovino, estaba decidido a convertirme en su pareja secreta. En aquella que mantendría en las sombras, en la que vería cada vez que él pudiese. Nos habíamos convertido en una complicada relación.
Al principio pensé negarme, decirle que no ante su sobrecogedora mirada verde cuando me lo propuso en el G-20 en Dinamarca, pero me asusté cuando volví a vislumbrar un deje de tristeza, ¿podría dejarle de nuevo como hace doscientos años?
No.
No podría, porque el pasar del tiempo me había hecho comprender que él había sido lo más cercano al amor que había conocido.
-Sí, ya lo sé -respondí.
Que fuese él precisamente quien me lo pidiera me había trastornado, porque siempre había pensando que ya no le importaba del todo. Siempre había tenido ojos para Lovino, vivía para Lovino, así que viví desesperanzado durante muchos años. Sus fuertes brazos apresaron mi cintura de nueva cuenta, su caliente aliento rozó la punta de mi oreja y sentí de nuevo las ganas de poder fundirme con él.
-Lo siento -dije de repente.
-¿Por qué?
¡Oh, Dios!
¿Que acaso no lo comprendía?
El corazón me revoloteó cuando su mano dio círculos en mi ombligo con lentitud. Los dos debíamos saber que aquello que hacíamos estaría penado, seríamos aborrecidos.
Él por jugar con dos pequeños enamorados, y yo por saber que cuando se trataba de él, perdía mi singular orgullo. No me importaba que jugase conmigo.
-Demasiados errores -logré articular.
Nuestra distancia se había convertido en nuestra cadena de separación junto con esa persona que se encontraba a su lado en algunos días. Por un momento me sentí sucio, ruin y desgraciado, pero poco me importaba cuando le tenía junto a mí, en ese momento, aunque fuera por unas cuantas horas.
-No me importa. Nunca me ha importado -respondió encogiéndose de hombros. Su mano buscó colarse por debajo de la sábana para poder tocar una parte de mí que estaba comenzado a cobrar vida.
-Oh… oh, oh… -jadeé.
Ya estaba claro, el único que estaba fantaseando en esos momentos íntimos era yo. Así que traté de olvidarme de lo que era y me dediqué a disfrutar.
La estúpida culpa hacía mucho que se había quedado esparcida en el tiempo, justo como nuestras ropas.