Fandom: Hetalia

Nov 21, 2010 22:23


Autor: Usagi-Asakura
Fandom: World Series: Hetalia.

Disclaimer: Personajes a Hidekaz Himaruya.
Claim: España/México
Tabla: 30 Besos
Tema: #06- El intervalo entre los sueños y la realidad.
Resumen: Cansado, volvió a tirarse en el sofá. Y a pesar de que odiaba sentirse de aquella forma, sentía que se lo merecía.
Advertencias: Tal vez un universo alterno. Que yo recuerde, la anterior G-20 fue en Dinamarca. Si me he equivocado, pido mil perdones. Un poco de USA/Méx, USA/Inglaterra, España/Italia del Sur, Francia/México. Nada fuera de lo común, algo que salió en una noche de aburrición. Ya saben, he usado el nombre de Pedro para México porque es el que más me gusta, y me he acostumbrado a usarlo. Gracias a quien lea, y a mi beta.


#06- El intervalo entre los sueños y la realidad.

México salió del bar muy agitado. Las pretensiones de Francis, sus manoseos y la desvergüenza con la que le había tocado le irritaron tanto que pensó en iniciar de nuevo otra guerra como en el pasado. Pero le daba pena. Por sentirse tan impotente ante él, era joven y lo sabía; era apenas un recién ingresado en el G-20. Tanto le había costado convencer a USA para que le ayudase a entrar, que si no se comportaba a la altura de los países europeos se sentiría mal… ¡Qué diría España ante eso! ¡Maldito francés y sus arranques de casanova!

Al entrar al hotel, uno de los botones le dijo:

-Bienvenido, señor.

Había estado habitando ese cuarto por varios días, estaba en el tercer piso, con unos grandes ventanales que daban a un magnífico jardín. No sabía danés, así que había optado por hacer recorridos cuando Alfred hacía alguno, se sentía expresamente cómodo con él a su lado. Porque sabía que el otro podría manejar mucho mejor la situación que él mismo, por eso es que había aceptado compartir el mismo cuarto. Fatigado, se tumbó en el sofá. Al lado, en el buró derecho, había un sinfín de cajas vacías, alguna que otra lata de soda, envolturas de chocolates, estampillas de lo jugadores de béisbol. Alfred era adicto a coleccionarlas.

Más relajado, empezó a considerar si sería prudente pedir algo de comer. No lo había hecho desde la mañana, ¡primero por vergüenza al ver que nadie lo hacía! ¡Segundo, porque él era un hombre! ¡No faltaba más! Si nadie lo hacía, él no lo haría.

A pesar de que se había trabajado en mantener la calma al saber con quién conviviría, no pensó que explotaría como lo había hecho hacía unos momentos. Había logrado soportar acosos mucho más descarados, inclusive había dejado avanzar a muchos otros, ¿qué había pasado esa noche? Sabía que había sido mala idea haberse alejado del gringo. Pero no podía. No al verle tan feliz molestando a su amado Inglaterra. Estaba sufriendo mucho al no encontrarse junto a su vecino del norte, se sintió inútil.

Sabía que sus asuntos en aquel lugar habían terminado el día anterior y él, grandísimo idiota, se había quedado en Dinamarca. Para poder verle un poco más. Porque deseaba, aunque fuera por unos minutos, dirigirle la palabra, a él. A España. Pero el episodio de ser manoseado por Francis le fastidiaba ya, lo más razonable era, sin duda, regresarse a su casa.

España. España... Antonio.

Oh, sí. Antonio. Todo cuanto se había esforzado por mantenerse en calma, en poder mostrar su buen temple, se había ido al carajo al salir enfurecido del bar donde había ido a celebrar el cumpleaños de Alemania. Quería que España se enorgulleciera de él, que figurara por unos instantes en la mente de su mentor. México sabía que sería imposible, porque siempre ponía a Italia del Sur en primer lugar. Aquellos quemantes celos aparecieron como en el pasado. Era caprichoso, infantil cuando se trataba de su “madre”, y aunque supiera que estaba mal, no podía más que sentirse complacido, todo, era sin duda culpa del propio España, por consentirle y amarle como lo había hecho.

Se puso de pie, abrió las ventanas, la brisa de la noche se estampó contra su rostro con deleite. Se sentía tan confundido. Cada noche se levantaba de la cama, sonámbulo, con aquella sensación quemándole su pecho. Por no haber tenido el valor de hablarle, aunque fuera para preguntarle si algún día podía ir a verle. Idea que siempre se quedaba en sus labios. Porque sentía que una barrera invisible se interponía entre ellos.

Se alejó del ventanal, miró la botella semi vacía de tequila que la noche anterior había servido como su mejor confidente. Siempre que se deprimía, un gran trago de esa bebida le hacía sentir mejor, eso nunca cambiaría. Cansado, volvió a tirarse en el sofá. Y a pesar de que odiaba sentirse de aquella forma, sentía que se lo merecía. Cerró los ojos, el sueño le estaba venciendo. Escuchó cómo alguien tocaba una puerta a lo lejos. Ya no sabía si estaba soñando o era la realidad, no le prestó más atención. Su mente se encontraba recordando la dolorosa indiferencia que había obtenido por parte del español en aquellos días. Y él no hacía más que huirle, aunque su corazón sangrase dolorosamente. La culpa siempre se hacía presente cuando cruzaba su mirada fugazmente. Rebuscó algún vaso vacío que le sirviera para poder beber el tequila.

Nada.

Tal vez si no fuera tan cobarde con el español ya habría hecho las paces con él. Esperó que el dolor de cabeza se alejara… ¡No tenía el humor para soportarlo! ¡No tenía humor para soñar con una reconciliación de ensueño! ¡La dolorosa realidad era otra!

¡Y ahí estaba de nuevo! El sonido de la puerta, rompiendo aquel momento consigo mismo. Irritado, se levantó del sofá y se apresuró a abrirla.

-¿Otra vez olvidaste la llave? Te la voy a tener que atar en el cuello, Alfred -exclamó enfadado.

-¿Eh? -dijo España levantando la mano a modo de saludo.

-¿Qué haces aquí?

-Vine a verte.

-¿Por qué? -musitó incrédulo.

La sonrisa que en ese momento le estaba dando el español le hizo sentir de nuevo incómodo. ¡Ni una miserable vez le había hablado en la sala de juntas! ¿Por qué ahora se encontraba enfrente de su puerta? Se alejó un poco, asustado de que estuviera alucinando.

-¿Te molesto…? -dijo Antonio.

Después de aquellas palabras, Pedro pudo volver a la realidad. Inquieto, miró hacia los lados, esperanzado en que nadie les viese.

-¿Quieres pasar?

-¿No tendrás problemas con Alfred? -preguntó.

-No creo que él venga esta noche -dijo el otro.

Cuando ambos se encontraban ya dentro de la habitación, México miró con cierto escrutinio al español, quien se dedicó a observar los adornos del cuarto, rió ante la basura que se encontraba regada por el piso. Niños, pensó.

-¿Siempre compartes la habitación con Alfred? -preguntó Antonio.

-Uhm, cuando es necesario…

-Oh, ¿Inglaterra no se molesta? Porque mira que es celoso cuando se trata de él, tú sabes… -explicó alzando los hombros, como restándole importancia al asunto.

-Alfred nunca se ha negado a dormir conmigo -musitó.

-Vaya, mira que has crecido.

México entendió que aquella frase llevaba una connotación mucho más profunda de lo que aparentaba. Recordó que a España le había costado mucho tiempo que aceptase que entrara en su lecho. No le gustaba dormir con gente extraña, a menos que fuesen sus hermanos menores.

-Todos lo hacemos -dijo-. ¿Crees que sería siempre pequeño?

Cuando España rió un poco, el latino tuvo el valor de estirar su mano para tomar la suya, se deleitó con el fuerte olor de colonia que desprendía.

-Perdón -dijo al fin.

-Francamente, no tengo nada que perdonarte.

-¡Te dejé! ¡Te dejé por seguir al gringo! -exclamó México.

España le tomó de los hombros, lo sentó en sus piernas y le tocó los cabellos a modo de caricia. Cuando era pequeño y se caía del caballo por andar jugueteando, unas simples palmaditas en su cabeza le ayudaban a callar sus lágrimas, ¿por qué cambiaría aquello? Su pequeño siempre había sido tan fuerte. Esperanzado, volvió a reír con complaciencia.

-No importa. Nada ya importa…

-Pero…

-Shh…

El latino se sorprendió; el otro le estaba besando con fuerza, supuso que sus mejillas le ardían por la vergüenza de aquel acto. Derrotado, entrelazó los brazos por su cuello. Todo razonamiento se perdió. España le recostaba en el sofá mientras él se dedicaba a quitarle el abrigo que llevaba puesto…

-Esta es la primera vez que te apenas por un beso mío -dijo España al terminarlo.

Pedro, sin mirarle, tuvo una sonrisita muda y cohibida.

-Pensé que estarías acostumbrado, ¿no haces nada con Alfred? ¿Nada como esto? -tocó sus labios.

El moreno cogió su melena negra, la revolvió y lo miró por un momento, se sentía intimidado ante tanta pregunta por parte de él.

-Te suplico que no preguntes cosas que es mejor no saber.

-¿Lo haces? -insistió él.

-¿Tú haces esto con Lovino?

Antonio calló y le devolvió una mirada aquejumbrada. ¡Obviamente que lo hacía!, pensó el latino. Eso es lo que comúnmente hacían las parejas normales. Así que era normal besarse, tocarse, deleitarse el uno con el otro. Cuando comprendió sus pensamientos, se levantó del lugar donde se encontraba.

-¡Esto no esta bien!

-¿Por qué?

-¿Cómo que por qué?

-¿Es por Alfred? -preguntó Antonio.

-¡Claro que no!

Lo que más le atormentaba en ese momento al pobre latino no era sentirse infiel con Alfred. Porque para infidelidades, él había sido el primero en hacerlo. No. Era precisamente que el beso que hacía unos segundos había compartido con el español, para él tenía un significado mucho más profundo. Uno que no deseaba nombrar. Para Antonio, simplemente sería alguna que otra caricia. Algo pasajero que podía obtener de él o de sus hermanos, ¿qué intención tenía Antonio para con él? ¿Lovino lo sabría? La rabia le asaltó, por su estupidez, si tan sólo fuese más decidido y valiente, ya le hubiera apartado desde el primer momento en que sintió su aliento rozar sus labios, ¡pero por idiota había caído!

-Eres cruel, Antonio -murmuró-. No importa lo que haga… Siempre pensarás en… en… No puedo competir con eso, lo sabes, ¿no?

-¿Acaso yo te pido que sólo pienses en mí? ¿Acaso no piensas también en Alfred? -contraatacó Antonio, frunciendo el ceño.

-Necesito a Alfred… -dijo con solemnidad.

-Y yo a Lovino -confesó.

España escuchó el sollozo de su pequeño, preocupado se acercó a él. Se quitó el abrigo que hacía unos instantes el otro trataba de arrebatarle.

-Vamos, no estamos haciendo nada malo.

-Lo sé. Lo sé.

-¿Entonces?

Apenas México sintió cómo le besaba de nuevo las mejillas, se sintió morir. Por todo lo cariñoso que estaba siendo España con él y por la firme convicción de que era lo que había estado esperando.

-Te quiero -confesó.

-Yo también.

Cuando aquellas palabras llegaron a oídos del latino algo en él se encendió. Como un vendaval lo arrastró hacia la cama, cerró la puerta y empezó a besarle con ahínco. ¡Ambos debían tener cuidado! ¡Lo sabían! Pero por ahora, dejarían de lado sus temores y se entregarían como la primera vez que se conocieron… Aunque ambos no comprendieran qué era real o qué era un sueño.

tabla 30 besos, claim: españa/mexico, fandom: hetalia

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