Fandom: RPS, Tokio Hotel
Claim: Bill/Tom.
Advertencias: shounen-ai, incesto técnico.
Aburrimiento
Pegado a la ventana de su alcoba, Bill no podía evitar pensar que al cielo se le ocurría llover sólo para frustrar los planes de la gente. Habiendo tantas sequías y desiertos en el mundo, nubes cargadas de agua rebelde habían viajado hasta ahí, inundando las calles hasta dejarlas como una mediocre representación de Viena.
En el cuarto sólo se el continuo golpeteo de las gotas contra el vidrio y los sonidos electrónicos que salían del televisor mientras Tom se agitaba sobre la cama, control de videojuego en mano.
-No entiendo cómo puedes estar jugando ahora -manifestó Bill y despegó el rostro de la ventana para volverse a su hermano, llevando una pesadumbre exagerada en sus facciones-. Se supone que hoy saldríamos a Nueva York.
A Bill le había entusiasmado mucho la perspectiva. Pasear por las calles concurridas, recorrer infinitas y sentir el movimiento, la vida que inundaba las series que sucedían en esa ciudad, había sido casi tan estimulador como la idea de que viajarían para dar un concierto, después de tanto tiempo viviendo en un modesto bajo perfil. Ideas arrojadas a la basura a fuerza de un mal clima.
Asumiendo los hechos con exasperante tranquilidad, desde el punto de vista de Bill, Tom no había hecho más que encogerse de hombros. Luego jugó un poco con el pendiente en sus labios y comentó que las neoyorquinas se lo perdían.
Ahora ni siquiera lo miraba mientras jugaba, con intensa concentración, a combatir las fuerzas malignas del universo.
-Si tú quieres nadar hasta New York nadie te detiene -expresó distraído, mientras se inclinaba a un costado, como si así pudiera mejorar la movilidad de su nave.
-No se puede nadar hasta New York ¿o sí? -Bill preguntaba por ocio y curiosidad. Nunca se le había dado bien la geografía global y no estaba seguro de que eso no fuera imposible.
-Ni idea -contestó Tom y tecleó furiosamente el mando. Sonidos de disparos, luces parpadeantes anunciando los puntos ganados.
A Bill no le atraían los videojuegos, pero la decepción por no poder realizar el viaje, sumado al aburrimiento general, le estaba haciendo pensar que se veía divertido. Se acercó a su hermano como alma en pena, arrastrando los pies, y dejó caer su humanidad al lado de éste. Su cabeza reposó en el hombro de Tom y restregó un poco la mejilla contra él, esperando provocar ternura o al menos emblandecerlo. Esa era su habitación su cama, pero al fin y al cabo el juego, más el único control, pertenecían al otro.
-Quiero jugar.
-Jódete.
Más disparos, luces. Bill frunció el ceño sin moverse de su sitio. Pese a su estado de ánimo, no dejó de apreciar lo agradable que era percibir el calor que desprendía su gemelo, en especial luego de haberse congelado la frente contra la ventana. De repente pensó que también tenía que ver con esa sensación el tiempo, que se había alargado demasiado desde la última vez que estuvieron así, y un suspiro escapó de sus labios.
-Estoy aburrido -dijo mirando la pantalla, moviéndose otro poco, instándole a que hiciera algo al respecto.
-Apártate, me desconcentras -espetó el rubio irritado, echando el brazos para atrás y arriba para sacárselo de encima.
En respuesta Bill se aferró a esa extremidad, apretándola firmemente contra su pecho como a un peluche. Su versión humanizada y agigantada de lo que hacía Tom con su osito después de haber visto una película de terror merecidamente prohibida por su madre. Con los mismos propósitos, de hecho, pero Bill no pensó en eso. No quería soltarlo y que se concentrara sólo en su juego. Ya había perdido demasiado buen humor por ese día.
-Ese juego es muy aburrido. Hagamos algo los dos.
Había una súplica velada en su voz. Una súplica para que juntos se libraran del tedio.
-Suelta.
Por otro lado, sabía que estaba consiguiendo fastidiar a Tom, que se agitó una vez más para librarse, aunque continuaba jugando con la mano. Bill decidió hacerle oídos sordos, si bien no quería llegar al punto de enfadarlo de verdad, pero fastidiarse mutuamente era mejor que ignorarse mutuamente.
-Vamos, Tommy, un juego de cartas. No le diré a mamá cuando hagas trampa.
Esto arrancó un resoplido de su hermano, cosa que le llenó de satisfacción. Supuso que si no fuera porque Tom prefería no abandonar su faceta de gruñón demasiado pronto, habría sido una risa.
-Yo soy el jugador más honesto que podrías encontrar.
-Sí, como digas -aceptó Bill con una sonrisa-. ¿Eso es un sí?
-Es un “espérate hasta que se me acaben las vidas”. Entonces te mostraré mi honestidad
-¡Pero si tienes 18 vidas! -protestó Bill, después de haberlo comprobado en la pantalla.
Como sólo recibió otro encogimiento de hombros, lo pellizcó en el antebrazo, logrando que Tom lanzara una exclamación mientras soltaba el control. Así librado de su dueño, Bill se soltó inmediatamente de su hermano, cogió el mando y se apresuró a sentarse en el suelo ante el televisor presto a reiniciar el juego para él. Sin embargo, apenas había extendido el brazo cuando sintió un par de brazos rodearle el cuello, ahogándolo, para llevárselo hacia atrás. Aprovechando el elemento sorpresa, Tom tomó el aparato arrebatado y lo dejó caer lejos apretando el botón de pausa.
Comenzaron a forcejear uno contra otro en la alfombra del cuarto, lanzándose uno que otro insulto y tirándose de los pelos. A pesar de lo cual, no estaban haciéndose verdadero daño; sólo era Tom vengándose por haber demostrado una vez su egoísmo con él, que era su querido hermano, y Bill que le seguía la corriente porque era divertido. Casi era una rutina de pantomima que repetían para no perder las buenas costumbres.
De alguna manera que Bill no supo cómo, de pronto se encontró sentado a horcadas sobre un Tom luchando desde el suelo. Le había agarrado las muñecas y puesto sobre su cabeza, al mismo tiempo que acercaba sus rostros. No se habría dado cuenta de nada de esto de no ser por el bochorno que ascendió a su rostro como agua hirviendo. No obstante, descubrió asimismo que no podía moverse.
Tom había fruncido un poco el ceño y torcido la boca, cual si estuviera demasiado molesto para dejar aflorar una sonrisa con libertad. Sin embargo, a medida que el silencio continuaba, y Bill parecía que no tenía mayor prioridad que dedicarle esa mirada extraña, el músico sintió inexplicablemente incomodidad por la cercanía. Al poco rato sus manos cayeron fláccidas, rendidas.
-Yo también quería ir a New York y me jode una mierda no hacerlo -Escuchar a Tom usar palabrotas, más si sus sentimientos no le permitían un vocabulario más educado, sean estos de ira, sean de amarga decepción. Bill parpadeó, desorientado-. Era eso lo que querías oír, ¿no? Ahora sal de encima.
Una nota de ansiedad en su orden que le desconcertó. Mil veces habían estado en esa posición, y sin embargo sólo entonces… ¿entonces qué? No hacían más que mirarse. Bill sentía el movimiento del pecho inhalando y expirando entre sus piernas y Tom que la sensación era demasiado familiar para ser oportuna. Chicas del colegio, fanáticas… nadie que le rodeaba con las piernas tenía que ser su hermano.
-Bill, te lo digo en serio, sal de encima.
¿Lo había dicho o lo había pensado? El rubio no se creía capaz de articular palabras y dudó que algo hubiera salido de sus labios, así que debió ser un pensamiento desesperado. Realizó un intento de mover los labios, pero vio que Bill lo imitaba y cerró los suyos, a la espera de que hablara primero. Sin embargo Bill cerró la boca también al notar su movimiento, y pareció desconcertado cuando ninguno pronunció una palabra. Segundos incómodos pasaban.
-Oh, qué mierda -suspiró el gótico, y echando el cabello hacia atrás, lo besó.
Con algo que debía ser sorpresa o consternación, pero no se definía, Tomo sólo logró emitir un balbuceo incoherente mientras percibía su respiración contenida, el puño encerrado en su garganta. La boca de Bill se mantuvo suave sobre la suya, acariciando con su presencia, y apenas una ligera presión fue prueba de que su intención era esa, besarlo.
No sabiendo cómo reaccionar, Tom respondió con la misma presión, más por instinto que por cobrar conciencia, y su mentón probó el frío del pendiente de su hermano bajo el labio. Liberó un poco de aire contenido, y aunque no se atrevió a ver, supo que el cuerpo de su hermano se estremecía.
Esperó sentir asco en ese instante, quizá unas lógicas ganas de vomitar porque eso se suponía debía ser repugnante, pero no vino tal cosa. En cambio, notó extrañado que algo comenzaba a vibrar dentro de él, algo remoto y cercano a su estómago, poniéndole nervioso. Comenzaba a creer que podía ser un revoloteo, cuando Bill se separó de un tirón, tomando una boconada de aire, como si en ningún se recordara respirar.
Los ojos de Tom de abrieron, sorprendidos, y vieron la figura de su hermano sobre él, notablemente agitado, mirando el vacío.
-Bueno -dijo Bill al cabo de un rato, recuperando poco a poco la calma-, eso fue una estupidez.
Un pinchazo de dolor recibió el ego del rubio, sin que éste comprendiera por qué.
-Sin duda.