Fandom: X-Men: First Class.
Parejas: Charles Xavier/Erik Lehnsherr.
Rating: PG-13, PG y Gen.
Palabras: 838, 1773, 450 (3061)
Advertencias: ESTOS DOS TIENEN TODOS LOS SENTIMIENTOS. No estoy bromeando. Ahora quiero escribir un fic donde son bros y ven televisión y beben cerveza o algo. | i: sin spoilers. ii: spoilers, au del final, hints de abandono infantil y Jean Grey. No, en serio. Lo siento. En serio: LO SIENTO. iii. ... es honestamente inexcusable. Sin spoilers. O contenido. En absoluto.
Notas: Esto fue como el NaNoWrimo, la mayor cantidad de palabras en el menor tiempo. No estoy completamente segura de que tengan sentido. Uhm. ¿LO SIENTO?
i. felicidad. miedo de.
Cuando Charles distingue la emoción, se encuentra sin palabras por un momento, extremadamente desconcertado.
En apariencias, Erik está tan tranquilo como cualquier otra noche, como en cualquier otro momento. Está ganando la partida de ajedrez, porque Charles se ha concentrado en variadas otras cosas y no logra poner su atención en las piezas. Ambos lo han notado y el juego dista mucho de ser una competencia.
Erik sonríe, probablemente sin darse cuenta.
Erik Lehnsherr, sobreviviente de cosas que Charles prefiere fingir que ignora que pueden ocurrir; bajo la melancolía, el eco de irritación y la reticente, sorprendida dicha, siente... miedo.
-¿Estás bien, amigo mío? -pregunta sin realmente meditarlo, superado por la preocupación, estirando una mano hacia él.
Erik se endereza bruscamente y su expresión se desarma tan abiertamente como la emoción que empuja a Charles con su intensidad.
-Estás leyendo mi mente.
-No -se apura en corregir-. No realmente. Sólo... una percepción superficial. Estás proyectando con bastante fuerza, debo admitir. Hay algo inquietándote. Quisiera creer que te he demostrado ser digno de confianza...
-Shaw -murmura Erik, pero sin relajar su postura.
-No, es... -se lleva una mano a la frente instintivamente, pero lo único que logra ver es un eco de su propia imagen, sus propios ojos, su expresión preocupada.
Se levantan bruscamente, Erik y Charles tras él.
-Es suficiente por esta noche.
Charles pone una mano sobre su brazo y trata de expresar físicamente su arrepentimiento, confundido, conteniendo su habilidad a riesgo de afectar más a Erik.
-Si he hecho algo...
-No.
-¿Entonces...?
Erik sonríe, no realmente hacia él, pero para él igualmente.
-No puedes arreglarlo todo.
-Puedo intentarlo -insiste, cerrando un poco la mano alrededor de la manga de su suéter. Erik observa las arrugas en su ropa con distante interés-. Podemos, estoy seguro que Hank puede crear algo para bloquear mis habilidades, de seguro. Si eso te preocupa.
-¿Me harías invulnerable a tus habilidades? -Erik inclina un poco la cabeza, estrechando su mirada, un poco como un "oh" no hablado.
-No veo a qué temerle -contesta, muy seguro.
La sorpresa de Erik es imposible de no percibir, envolviéndoles como una niebla. Erik pone una mano sobre su muñeca, entre ellos. Aún distante, alejándose. Charles se rehúsa a soltarle, convencido de que es imperante hacer a Erik comprender la importancia de él en... la casa, cuando menos.
-Tu ingenuidad, amigo mio, será tu ruina.
-Si escoges llamar ingenuidad a mi voto de fe por la nobleza que he visto en ti, Erik, entonces que así sea.
Charles no cree estar influenciando a Erik de cualquier forma, pero cuando se inclina y Charles no se mueve, y están respirando uno sobre el otro, Charles no puede evitar-- es una reacción. Leerlo. No es hasta que las siente una a una, emociones mezcladas sin principio o final --el eterno rencor hundido bajo el deseo y la esperanza y el miedo, sobre todo. Dios, el miedo --que logra admitir su ruego inconsciente: No soy sólo yo, no es sólo mi idea, no estoy imaginando, no es...
-No. No estás solo -Erik ríe, ahogado, y Charles se sonroja como nunca en su vida antes-. Pero no puedo, Charles...
-Puedes -Charles pone una mano en su mejilla con mayor seguridad de la que siente-. Confía en mí.
Erik bufa. Cierra los ojos. Apoya la mejilla contra su palma como un gato.
-Confío en ti -responde, como si fuese obvio.
-Y yo confío en ti. Funciona, ¿no te parece?
Le da un beso. Corto, pero firme.
Erik pone las manos en sus caderas.
-Estás loco.
-Algunos lo llaman locura; otros, genialidad.
Erik por fin abre los ojos. Sonriendo.
-Y humilde, también.
Charles está por contestar --por supuesto --, pero Erik interrumpe con un beso que le abre los labios y, vergonzosamente, también las piernas. Erik besa hambriento y decidido, y más de un poco desesperado. Charles trata de proyectar calma con lo que le queda de compostura y con sus palmas, dibujando círculos en su pecho, su torso, su espalda. Sólo logra que Erik lo empuje de vuelta al sofá sin dejar de perseguir su boca.
Cuando por fin se separan, Charles se ríe, lleno de una dicha indescriptible. Erik, con los muslos abiertos sobre sus rodillas y la frente contra la suya, le da una mirada tan irritada como sonriente. Proyecta, a sabiendas esta vez, sus temores: Esto es una terrible idea, no sabes, yo podría, soy, voy a...
-Si a este tipo de ruina te referías, amigo mío, siéntete libre de arruinarme cuanto quieras -interrumpe, desechando sus argumentos con una broma y un beso en su quijada.
Erik arruga la cara, conteniendo su risa.
-Eres terrible.
-Soy brillante -contradice, tratando de dibujar una expresión inocente al mismo tiempo que mete las manos bajo su suéter.
Erik no lo detiene, riendo suavemente en su cabello, proyectando más ternura que miedo y Charles comienza a comprender lo que realmente significa.
-Absolutamente -murmura Erik, grave.
Charles tiembla, de pies a cabeza, y lo besa, una y otra vez.
*
ii. hombres y niños.
Es una escena triste. La niña tiene cinco años y se sienta en la mesa, haciendo flotar centavos entre sus dedos, mientras la mujer insiste que su hija murió en un accidente, junto con su esposo. Charles escucha y asiente, apretando la quijada.
-No está bien. Sé compasivo -proyecta hacia Erik, cuando su ira se vuelve una punzada no disimilar a un dolor de cabeza.
Erik bufa y se agacha junto a la niña. La niña, Jean, lo ignora. Erik saca de su bolsillo un puñado de monedas de distintos países y épocas. La niña las suma a su malabarismo inmediatamente y mira un poco más deliberadamente hacia el techo, hacia la pared, a sus manos.
-Venimos a ayudarte -envía Charles, inclinando la cabeza y tratando de proyectar seguridad y calidez-. Somos como tú.
Las monedas tintinean al golpear la mesa una a una. Erik y Charles intercambian una mirada (Charles asiente), y Erik levanta las manos, hace que las monedas se muevan en circulo frente a ella, como un carrusel, subiendo y bajando.
-¿Puedo ofrecerle algo de beber, señor Xavier? -pregunta la mujer, directamente a Charles, con una sonrisa que tiembla.
Jean no abre la boca en todo el camino.
Eso no significa que no se comunique.
-Estás en nivel básico, diría. Escolarmente hablando -explica, un poco a Erik, después de hacerle a la niña algunas preguntas mentalmente y medir sus reacciones-. Dice que antes del accidente, su padre le enseñó a leer.
-Ya veremos -contesta Erik, un poco seco, mirando por la ventana.
Jean cogió su mano al salir de la casa, para devolverle sus monedas. No lo ha soltado aún.
La primera vez que habla en voz alta, semanas después, es para preguntar dónde está su madre.
-Te dejó ir -contesta Erik, antes de que Charles pueda evitarlo-. No era capaz de entender lo especial que eres. Conocerás a mucha gente a lo largo de tu vida que no podrá comprenderlo, Jean.
-¿Especial como ustedes?
Raven la levanta en sus brazos, piel azul brillante y sonríe contra su nariz. Jean los mira alternativamente, con asustados ojos grandes.
-Más especial aún, por lo preciosa que eres -intercede Charles, con un beso en su cabello y una mirada severa hacia Erik.
Erik se agacha junto a Raven, apoya el mentón en su hombro, con una pequeña sonrisa. Es tan fuera de carácter que Raven casi deja caer a la niña, pero Jean se aferra con los brazos alrededor de su cuello.
-Aquí, entre nosotros, puedes ser exactamente como eres, liebling. Especial.
Jean estira los brazos hacia él y Raven la deja ir con una inhalación de sorpresa que Charles comparte.
Erik les hace un gesto obsceno tras la espalda de Jean.
Las habilidades de Jean hacen de Charles el maestro ideal para guiarla, advertirla de los resultados de esforzarse demasiado (la noche de su primer dolor de cabeza auto-inducido es una pesadilla) y reglamentar su intrusión en otras personas. Jean insiste que sólo puede mover cosas, pero Charles ha notado que percibe los sentimientos de otros demasiado claramente para tratarse sólo de instinto.
Por ejemplo, Jean interrumpe el juego de subir y bajar balones en el aire, para girarse hacia él y preguntar, seriamente:
-Raven le dijo a Sean que el señor Lehnsherr está muy dañado por dentro. ¿Es por eso que está tan triste?
Charles no sabe si reírse o fruncir el ceño y probablemente acaba con algo intermedio, porque la niña se deshace en un ataque de risitas.
-¿De qué hablas, Jean?
-¿Podríamos hacerle un regalo? -continua, con la consistencia de una niña común y corriente-. Quizá entonces sería más feliz.
-Erik está perfectamente, Jean -quiere agregar "te lo prometo," pero no le gusta mentir y no tiene más palabras. No para explicarle a una niña de cinco años porqué Erik no puede ser comprometido a algo, especialmente a ella.
Jean bufa, con una insolencia que probablemente imita de Raven y Charles debería corregirla, pero no es realmente capaz. En una u otra.
-Quizá si usted le diera un regalo, sería feliz. Podría regalarle la escopeta que está sobre la chimenea. Le gusta mucho.
Charles escoge reírse, pensando que hay muy poco que no le daría a Erik, si lo pidiese.
Jean le da una mirada corta, divertida, como si pudiese leer su mente (Charles está convencido de que hay algo ahí, definitivamente), antes de volver a sus balones.
Erik coge ambos reyes del tablero y los hace un lado. Charles da un pequeño salto en sorpresa, recordando sólo entonces que es su turno y lo ha sido por, probablemente, varios minutos.
-Dime, Charles, lo que sea que estés pensando.
Charles sonríe, un poco avergonzado.
-No es importante.
-Preferiría juzgarlo personalmente.
-Pensaba en tu relación con Jean Grey -Charles lo apacigua inmediatamente-. No, no, me parece extremadamente beneficiosa para ambos. La niña necesita una figura paterna y eres... muy bueno tratando con ella.
-No es difícil. No es exactamente un trabajo -se excusa. Muy mal.
Charles trata de no sonreír demasiado obviamente, poniendo una mano sobre su boca.
-La quieres, ¿verdad? -se le escapa, de todas formas.
-Charles... -Erik busca sus ojos, muy serio-. Matar a Shaw sigue siendo mi prioridad.
El silencio se extiende entre ellos hasta que Erik se inclina sobre sus rodillas, expresión contenida.
-¿Te he ofendido? Después de todo -gesticula con una mano entre ellos: después de todo esto- no puedes creer que es personal.
-No. No, por supuesto que no, Erik. Es sólo... -otra pausa, pero esta vez impaciente, expectante. Charles suspira profundo, visiblemente resignado a tener que compartir lo que realmente le distrae-. Sólo pensaba en... mi ego -ríe sin humor-. Jean es una niña brillante, inocente y hermosa. Si ella no puede hacer que te quedes, ¿qué podría ofrecerte yo? Es una buena lección.
Charles se levanta, deliberadamente evitando su mirada sorprendida.
-Charles.
-Estoy divagando. Perdóname. Tengo que-- no es importante. Debo retirarme. Buenas noches, Erik.
-... buenas noches. Charles.
-Piensa en Jean -proyecta, desesperado-. Piensa en... tu... piensa en Jean.
Recibe al mismo tiempo el shock de Shaw, su cínica alegría (¿Una niña? ¿Tiene una niña?) y la corta, seca respuesta de Erik.
-No es que no confíe en ti, Charles -y silencio.
La muerte de Shaw, entonces, no lo sorprende, sólo lo estremece. Es rápida y el último pensamiento de Shaw está en su legado. Está orgulloso, distingue Charles, entre el eco que quema círculos dentro de su cabeza. Estaba profundamente orgulloso de Erik.
Dios santo.
No se da cuenta de que está llorando hasta que Raven lo sacude.
-¿Charles?
-Estoy bien -se seca la cara con palmas sucias- ¿Dónde está Erik?
Raven lo ayuda a salir del avión. Erik está sacando el cadáver de Shaw del submarino con una mano en el aire. Cuando lo deja caer, la cabeza rueda un palmo. Charles intenta leer a Erik, pero encuentra sólo un gran, aterrador, espacio vacío. Lee, entonces, su expresión. Erik parece perdido. Absolutamente perdido.
Camina hacia él, lentamente, mientras Erik dice, en un tono frío, despectivo, que van a matarlos. Que todas las armas están dirigidas hacia ellos. Reta a Charles a contradecirlo y Charles quisiera, pero apenas necesita concentrarse para oír monstruos, monstruos, todos ellos...
Erik está de pie junto a él, pero pase lo que pase, está terriblemente lejos. Los hombres disparan los mísiles.
Erik levanta su mano.
-Somos mejores, Erik. Somos mejores que ellos-. Con el corazón en la garganta, dice: -Aún podemos volver a casa, amigo mío. Escúchame, por favor.
Erik está terriblemente lejos.
Charles pone una mano en su brazo.
Erik se quita el casco con una mano, lo tira a un par de metros y Charles cae de rodillas, a su lado, mientras el cielo se ilumina con cientos de explosiones.
-Gracias, Erik -repite y repite, inaudible. Proyecta: Gracias, Erik. Gracias.
Gracias a Dios.
Moira los espera en el jardín frontal de la casa. Jean tiene puesto su vestido blanco. Se echa a correr hacia Erik con un chillido apenas verlo.
-Jean - Erik la saluda con tanta fuerza que llega a Charles como una corriente de sentimiento.
-¿Cómo están? -Moira se acerca a Charles.
-Estaremos bien -Charles trata de sonreír- ¿Cuán pronto necesitas un informe de lo ocurrido?
-Oh, no es necesario. Me has dado suficiente -Moira se toca la cabeza con una sonrisa cómplice, pícara, que Charles imita, si con mucha menos energía- ¿Necesitas ayuda?
Moira pone un brazo bajo el suyo y caminan juntos un par de pasos. Charles disfruta de la calidez y su perfume, y el recuerdo de cuando solía, podía, hacer esto. Una mujer bonita, un paseo por la tarde.
Jean está llorando. Erik murmura suavemente en alemán. Los chicos les dan muchísimo espacio, desapareciendo como si hubiesen descubierto una nueva habilidad.
Charles se suelta de Moira con una disculpa.
-Sólo un momento -promete, para acercarse a Jean y proyectar calma sobre ella, para acariciar su cabeza, besar su frente.
Erik le da una sonrisa agradecida, enlazada con sorpresa y miedo. Y una ridícula cantidad de ternura, que Charles absorbe con los ojos cerrados, agradecido por este momento hasta sentirse ebrio.
Erik lo sostiene con una mano en su pecho.
-¿Estás bien?
-Estoy bien -dice, observando a Moira entrar a la casa, con una mano en la espalda de Jean, que se ha dormido-. Cansado. Ha sido un largo día.
Erik bufa. Jean lo imita, entre sueños, probablemente por instinto y ambos se miran y ríen.
Erik empuja la puerta con su mente y Jean se despierta un poco, la cierra tras ellos.
Charles los observa con una sonrisa pequeña, apoyándose en una pared. Al levantarse, se da cuenta de que Moira y Raven los miran desde la escalera con expresiones similarmente peligrosas.
-No quiero saber lo que están pensando -levanta una mano y agita la cabeza-. Y ciertamente no tengo tiempo.
-Olvida el trabajo por una noche. Descansa con tu familia -Moira entorna los ojos.
Charles parpadea sorpresa. Mira a Erik, sentando a Jean en la cocina y charlando mitad en alemán o francés sólo para hacerla enfadar. Jean se ríe: La siente, pero no la oye. Erik levanta la cabeza y lo mira, expresión por un momento más oscura. Por un momento, la playa.
Charles tiembla.
-Lo dejo en sus hábiles manos -dice, rápido-. Necesito una ducha -lamenta, con humor, dirigiéndose a la cocina para ordenar a Erik que deje a la niña en paz y hacerles chocolate caliente.
Y quizá para preguntarle cuales son sus planes ahora. Charles tiene algunas sugerencias y a Jean Grey y el hecho de que acaban de salvar a la humanidad, más o menos.
Le gustan sus probabilidades.
*
iii. domesticidad: cocinando.
Erik puede comer pasta por meses. Puede: Palabra clave. Después de una semana y cuando Sean se ofrece a cocinar con un "puedo hacer ramen, ningún problema," le parece necesario decir basta.
Charles puede tener fuertes opiniones acerca de su actitud, pero poder alejar a todos de la cocina con sólo una mirada nunca le va a parecer cuando menos un talento. Charles, por supuesto, no es tan fácil de ahuyentar. Ni siquiera cuando Erik se acerca con un cuchillo en mano. Charles dice que le conoce, pero realmente, si supiera, no sonreiría tan alegremente, con una mano estirada.
Erik prefiere no pensar en su propia expresión cuando se limita a levitar el utensilio hasta él, gesticulando hacia las verduras.
-Puedes encargarte de eso.
Una terrible decisión, descubre, treinta segundos después, viendo a Charles en acción. Le da aproximadamente un minuto, porque es toda una imagen: camisa arremangada, ceño fruncido en concentración, medio milímetro de cáscara a la vez.
-Te estás riendo de mí -se queja Charles, demasiado alegre.
Erik agita la cabeza y señala la puerta.
-Puedo hacer esto solo.
-Quiero ayudarte.
-No -cuando la expresión de Charles se va en picada, agrega: -Pero puedes quedarte y observar, si quieres.
-¡Maravilloso!
Erik vuelve a agitar la cabeza, sonriendo a pesar de si mismo. Saca otros dos cuchillos y comienza a limpiar la carne sobre una tabla, alternando habilidades y práctica manual. Charles no arregla su ropa, sólo lo sigue, silenciosa y atentamente.
-¿Qué estás haciendo?
-Estofado.
-Oh.
-Estoy sacando los nervios y la grasa de la carne -continua, cuando es obvio que Charles espera detalles. Por supuesto-. La hace más sana y le da mejor sabor -no tiene idea porqué se siente un poco avergonzado de explicar un proceso que ha hecho tantas veces.
La expresión profundamente admirada de Charles no ayuda. Tampoco el que siga preguntando lo mismo, cada pocos minutos.
Erik finalmente tiene que detenerse y mirarlo, proyectando tanta irritación como le es posible. Charles se detiene, también, ojos muy abiertos, sorprendido y pronto, algo avergonzado.
-Lo siento. No es usual... lo siento, amigo mío. Te dejaré solo.
-No -lo detiene con un jalón mental a su reloj y su cinturón, girándose a echar varios ingredientes en la olla-. No es necesario.
-Está bien -sin verlo, sabe cómo y cuanto Charles sonríe. Puede sentirlo, una alegría contagiosa, empujándose contra su mente.
-En silencio -amonesta, levantando el cuchillo.
Gira la cabeza sobre su hombro para ver a Charles gesticular sellar sus labios y tirar la llave.
Erik bufa y se vuelve hacia el fuego.
Aún puede oír a Charles riendo en su mente, pero no está completamente seguro de que sea influencia externa, así que lo ignora. Mayormente.