BONUS: Mientras editaba esto, la inigualable
Mango dibujaba
A SANDOR CON UN PAJARITO EN EL HOMBRO. Si tienen tumblr vayan a dejarle un corazon, she's the best.
Título: oración de la dama
Pareja: Sandor Clegane/Sansa Stark.
Rating: PG (casi, casi Gen).
Notas: Basado en You Don't Have To Be Afraid de Kaki King.
Advertencias: Post-libros, pero sin reales spoilers fuera de todo lo relacionado a Sandor Clegane. Prácticamente todas las vagas alusiones son ideas mías. JURABA QUE HABÍA POSTEADO ESTO ANTES. Uh.
Palabras: 834.
Lady Sansa Stark lo guía entre pasillos hasta la septa con pasos cortos y rápidos que hacen eco.
Él la observa desde el refugio de su capucha, contemplando su nueva altura, sus ojos, su forma de andar. Sus movimientos conservan esa irritante delicadeza de pájaro herido, pero ahora son eficientes y breves.
El pajarito por fin ha aprendido a no darse contra el suelo, piensa una parte de él que alguna vez se habría reido de ella. ¿Cuántos golpes se dio de cara contra los barrotes de cuantas jaulas? ¿Cuántos huesos se habrá partido? ¿Cuántos pedazos de ella pueden cantar todavia? ¿Cuánto de ella aún querría?
Mira cómo las puntas de sus dedos asoman desde las mangas, pálidos y delgados como huesos, y aprieta los dientes con furía.
Basta. Estás muerto. ¿Qué más te da?
Ya no puede ofrecer más que escoltarla a una maldita septa para orar por sus hermanos en absoluto silencio. Es fría y oscura, y jamás ha encontrado refugio en ella, pero difícilmente puede recriminar a otros sus alivios. Especialmente no a Lady Sansa. ¿Quién se atrevería?
Él les cortaría la cabeza sin pensarlo dos veces. Aún ahora.
Especialmente ahora.
- Siéntate junto a mí -la oye murmurar, gesticulando al espacio junto a ella, pero le cuesta comprender la orden. Luego de una pausa, Sansa agrega, delicadamente - ¿Por favor?
Obedece por instinto, pero no como un perro, sino como un niño en sermón, cabeza al pecho, humillado por su propia estupidez.
Sansa es una aparición. Sus ojos brillan con el reflejo de la luz de las velas y es tan hermosa como la Doncella. Tan hermosa que duele mirarla.
Quizá es la Doncella misma que coge su rostro con dos diminutas manos blancas y lo detiene antes de que pueda levantarse. Su cabeza se vacía de imagenes, sus oidos se llenan de ruido, los latidos le machacan el pecho. Es un milagro, una palma imposiblemente suave sobre su cicatriz.
Abre la boca, pero no logra producir sonido alguno.
- Sandor Clegane - dice Sansa. Y Sandor asiente, incapaz de mentirle o hablar. Sus pequeñas manos están frías -. Pensé que le habían matado. Es lo que dice la gente.
La gente dice muchas cosas, pero por una vez no están equivocados. Sandor vuelve a asentir.
- Yo también he muerto, varias veces - ella busca sus ojos y le sonríe, mitad pajaro y mitad lobo. Una sonrisa que huye, corre, vuela. La manos en su rostro tienen pequeños filos y él tiembla bajo ellas -. Pero los únicos que se han quedado muertos son los Lannister. Ya no tiene bandera o tierras, Sandor Clegane. ¿Lo sabía?
¿Qué le puede negar a ella?
Sansa parece satisfecha con su silencio y le deja ir.
Sandor inhala con el ruido de un caballo viejo y trata de no seguir sus manos como el animal que es.
- Sandor - repite, al cabo de un momento, mucho menos eterea y más irritada - ¿Puede contestarme? ¿Con palabras? - Sandor sostiene su mirada, pero no entiende a qué se refiere. Su sonrisa bonita baila como las llamas a su alrededor, se desvanece un instante y regresa con más fulgor -. Puede tener una casa con los Stark. Puede... No olvido lo que intentó hacer por mí. No lo olvidaré - y ella inclina su preciosa cabeza, la inclina por él.
El frío alcanza su estómago y allí arma un hogar con carbon y hojas secas. Sandor gruñe y su voz se escapa en borbotones y bramidos, entre labios torpes.
- ¿Que hice por ti? ¿Aún te engañas con canciones estúpidas? ¡No vas a encontrar un caballero en todo Westeros, pajarito, y menos en una septa! - Oh, que terrible es el siguiente instante, con sus palabras retumbando en todos los muros y sin poder detenerlas.
Sansa esconde el rostro entre las manos. Sandor podría huir, dejar que le ensarten finalmente una espada, caer por un risco, perderse en un lago, prenderse fuego, maldita sea.
Sansa se ríe.
Sansa se ríe.
- Allí estás - le parece oír.
- El perro está muerto - se levanta, jalando la capucha alrededor de sus mejillas ardientes.
- ¡Pero usted está vivo! - Sansa se levanta tras él -. No quiero un caballero o un... perro - por un momento, suena casi como la niña que llegó a Desembarco del Rey, ciega como un gato nuevo. Petulante -. Necesito un hombre. Un hombre con una deuda.
Oh, por los Siete y sus Siete Infiernos. Sandor se ríe entre dientes, confundido, furioso, alegre. Están frente al Extraño y Lady Sansa aún lo mira de frente, con el fuego reflejándo llamas en sus ojos y en su cabello.
No tiene idea porqué necesitan palabras. Sansa sonríe, está sonriendo, sigue sonriendo y ambos saben exactamente sus partes en este ridículo acto.
El pajaro aún conoce una canción o dos, piensa, y le da la espalda al Extraño.
Mientras Sandor coge una lampara, Sansa se acerca a la madre y tararea una quieta y callada plegaría.
Caminan juntos hacia el portal.
*