nochecía cuando Sanzo salió al jardín. Aspiró el aire fresco y puro que traía la noche y se llenó con él los pulmones. Dentro del encierro de aquella casa, salir al exterior y respirar el mismo aire que fuera de aquellos muros respiraba la gente libre le ponía de buen ánimo. Naturalmente, su encierro era voluntario pero poseer algo del
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Murmuraba y escribía frenéticamente. Bebía sorbos de café mientras el bolígrafo se deslizaba por la cuartilla casi llena de frases ininteligibles. Luego tendría que pasar a limpio aquella anarquía de palabras.
En un momento de descanso echó la cabeza hacia atrás y sus ojos, en vez de atisbar el cielo ya nocturno, descubrieron a Nozomu. Se sobresaltó por causa del espanto.
-Ah, hola, eres tú. Qué susto -aunque él mismo había iniciado el acuerdo de mútua ignorancia, podía decirse que lo había olvidado. Con el transcurrir de las semanas, Nozomu había ascendido peldaños en su escalera de sociedad, prefiriendo así su compañía que la de determinados habitantes de la casa. Al fin y al cabo, cuando entraron podían mantener una convsersación sin sobresaltos- ¿Venías a escribir? -preguntó, señalando la libreta que Nozomu llevaba.
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