Fandom: Crepúsculo
Título: A las muñecas
Palabras: 1384
Claim: Leah Clearwater
Comunidad:
musasenelclaroTabla:
3/5.
Reto: Bolsa de papel.
Advertencias: PG. || Femslash.
Resumen: Rachel toma como reto personal aprontar a Leah para una salida, como si aún fueran pequeñas niñas. Leah/Rachel Menciones Leah/Sam
Notas: Sin betear || Me tomo mis libertades con las edades como siempre al no tener datos concretos. Que Rachel es un poco mayor que Leah. y esto ronda los 12/15 años de Leah. Also, si hay alguna palabra desubicada que no tiene sentido, es porque este teclado donde estoy no funciona bien y word me cambió la palabra y no me di cuenta (aunque creo haber verificado todo, más vale avisar xD!).
-Esto es ridículo. -Sus manos se enredaron en los cabellos de su amiga, y acomodaron las trenzas que comenzaban a soltarse. Dos simple trenzas armando el largo cabello lacio y oscuro de la niña. -No sé que esperas lograr con esto, Rachel.
-Deja de quejarte, Leah. -Una sonrisa se dibujó en sus labios, y dio la última vuelta al cabello. -Confía en mí, funcionará.
Un bufido de parte de la joven bastó para que Rachel soltara una suave y dulce risa. Leah era un caso sin remedio, quizás un poco de aire fuera de la reserva haría bien en ella, pero se preocupaba demasiado por su familia y su lugar como para salir de allí. Leah tenía unas cuantas cosas que aprender antes de estar lista.
-La última vez que confíe en ti, pusiste una bolsa de papel en mi cabeza y me paseaste como perro por toda la reserva. -No necesitaba tenerla de frente para saber su cerraría los ojos y una mueca de asco se curvaría en sus labios. Conocía demasiado a Leah.
-Tenía nueve años, querida, pasearte como un perro parecía entonces una buena idea. -Soportó la risa, y negó con la cabeza, Leah nunca aprendería.
-Y esto parece una buena idea ahora...
-Exacto.
Otro bufido, un tintinear de dientes, luego el silencio, todo lo que Rachel necesitaba para saber que Leah se había rendido. Hizo sonar sus dedos, y giró la silla donde estaba sentada Leah. Las largas trenzas caían a ambos lado de su rostro, enfatizando sus delicadas facciones, esas que normalmente procuraba en ocultar. Tenía lo ojos cerrados, como Rachel había esperado, y respiraba acompasadamente, como si estuvieran apunto de revelarle la verdad de su vida. Rachel sonrío ante la escena, el día que Leah lograra apreciarse así como era, querría estar allí para verlo. (Tarde se enteraría que estaría lejos, aún cuando más la necesitara. Tarde se daría cuenta que ni su regreso, podría hacer nada por ayudarla.)
-Anda, levántate. -Incapaz de controlarse y dejarla seguir allí, sentada, con esa paz que solía caracterizar a su amiga, le dio un tirón de sus brazos, y al levantó de la silla. -Aún no hemos terminado, Leah.
-Nunca se termina contigo, Rachel.
(El futuro se burlaría de ella, nunca digas nunca.)
Vistió su sonrisa más inocente, esa que haría temblar a Leah hasta la punta de sus pies, y tomó su mano, arrastrándola fuera de la pequeña habitación y directo hacia su cuarto. La habitación era un completo desorden en el que Leah jamás prestó atención, aún así, Rachel procedió a disculparse mecánicamente al tiempo que sacaba ropa tras ropa de su armario y la tiraba sobre una perpleja Leah sentada en el borde de su cama.
-Encontraremos la ropa perfecta y ya verás, nadie dejará de verte, -explicó con alegría, sin para a fijarse en las caras largas que haría la niña ante aquella mención.
(Aún entonces, Rachel erala grande, Leah la pequeña, cuanto cambiaría el tiempo las nociones de edad, ninguna podía entonces predecirlo.)
-Sam no podrá quitar los ojos de ti. -Se animó a agregar, y entonces si decidió dedicar unos segundos a contemplar el espectáculo que era Leah frente a ella. La pequeña jamás en su vida se había sonrojado, pero todos los gestos de su rostro indicaban que moría de la vergüenza cada vez que Rachel mencionaba el tema. A Leah le faltaba un poco más de edad y experiencia con los chicos. (Y si por ella fuera, con las chicas.)
Quizás era verdad que a Rachel le parecía una pequeña muñeca Barbie (una de esas que hubiese deseado tener cuando bien niña), era una suerte de juguete a la que adoraba vestir, pintar, llevar de aquí para allá. Pero las muñecas Barbies no brillaban (no por lo que ella sabía) ni eran tan extremadamente reales y tiernas. A Rachel le había tomado solo seis años de su vida, los únicos años que tenía entonces, para entender que Leah era mejor que cualquier Barbie. Posó su mano sobre su rostro y retiró un pequeño mechón rebelde de cabello de su rostro.
-Estaría loco si no lo hiciera. Sam, digo... -Se giró incómoda, y volvió a tirar ropa sobre la cama por varios minutos. Sabía lo quietaba buscando, pero sobre todo, sabía como se vería en Leah.
-A Sam no le interesan las chicas, Rach, y de todas formas, no entiendo porque te empeñas en decir que quiero que lo haga. -Rachel negó con la cabeza y omitió hacer comentario alguno, era demasiado obvio incluso por la forma en la que se quejaba. Lograría que Sam se fijara en Leah aunque fuera lo último que hiciera. No lo hacía ni por Sam ni por ella, lo hacía por la pequeña sonrisa de su amiga, esa que se iluminaba cada vez que pasaba junto al muchacho. (Que no volvería a iluminarse sin él.)
-Lo encontré, -exclamó de felicidad, girando para observarla cara de torturada de Leah. -No me mires así, ya me lo agradecerás.
-Por supuesto, Rachel, por supuesto.
Ignorando la ironía de las palabras de la niña, la levantó de un tirón de manos, y comenzó a quitarle la ropa. Como un juego, como cuando tenían ocho años (no que lleven muchos más años arriba ahora), quitó su remera, con cuidado de no estropear las trenzas que tanto tiempo le llevaron. Leah solo se preocupó de hacer muecas de disgusto y no colaborar en lo más mínimo. Rachel no estaba muy segura de si debería quejarse o alegrarse de que así fuera. Un poco más de piel de la decente, y terminó de quitar los pantalones sin gracia de su amiga.
-No sé por qué te hago caso, Rach.
-Porque me quieres. -Se miraron a los ojos y Rachel evitó fijarse en la figura sin forma de la niña. -Levanta los brazos.
Con reluctancia, Leah levantó las manos y dejó que Rachel pasara la nueva remera por su cabeza, acomodando los botones en la parte superior tras terminar. Leah levantó los pies sin quejarse mientras Rachel colocaba la pollera en su lugar, y le ajustaba encierre. Luego, con delicadeza, procuro acomodar todos los detalles y se alejó para observar su obra de arte.
-Perfecta.
No había otra palabra aplicable al momento, y Rachel se sintió entre satisfecha y celosa, que todos esos arreglos no fueran para ella disfrutar. Sin embargo, se quitó la imagen de arriba rápidamente, y obligó a Leah a girar en su sitio.
-¿Qué se supone que eres? ¿Mi hada madrina? -Leah curvó sus labios en una mueca, y luego le sacó la lengua divertida.
-Algo así...
Se dio vuelta, incapaz de enfrentar a la niña un minuto más, y cuando volvió a verla, tenía una suave y dulce sonrisa en el rostro. Leah parecía algo confundida por su actitud, pero Rachel simplemente pasó una mano por alrededor de los hombros de la muchacha, y sonrió misteriosamente.
-Rachel... -la voz del pequeño Jacob las distrajo a ambas, que dirigieron sus miradas inmediatamente hacia la puerta. Los ojos del niño miraban a Leah de arriba abajo, y sus mejillas parecían levemente sonrojadas.
-Jake, ya nos vamos... -Rachel hizo a un lado al niño, incapaz de pronunciar palabra.
-Las están esperando, -logró decir finalmente, y el rostro de Rachel se iluminó, al tiempo que el de Leah se contrajo en una mueca de dolor.
-Excelente, justo a tiempo... vamos, hoy serás la reina de la noche.
Rachel empujó a Leah fuera de la habitación en dirección ala puerta de entrada. No se equivocaba cuando había dicho que Sam no podría dejar de notarla, no se equivocaba cuando sabía que su amiga moría por el niño, tampoco estaba errada cuando afirmaba que esa sería la noche de Leah. Rachel se equivocaba en pocas cosas... pero a veces cometía errores, como dejar que todo cambiara luego de esa noche. Leah no sería suya, ni sería niña, sería de Sam y adolescente y Rachel comprendería recién entonces, que no habría más piel ni labios torcidos para ella.
(Sólo cuando fuera demasiado tarde, volvería a casa a buscarle, le encontraría rota y mujer. Le encontraría Leah y ajena, no suya como jamás antes. Sólo entonces se olvidaría de fantasías de besos y se conformaría con cuentos y leyendas en los que nunca creyó y que desearía no existieran.)