Amo mis tatuajes.
Ya tengo 5 y según veo seguirán aumentando con el pasar del tiempo, y es que ya no lo puedo evitar. Amo el dolor de las agujas clavándose en mi piel mientras me van impregnando de colores, de historias, de significados intensos y profundos que no me bastan con tener dentro de mi cabeza.
Mi cuerpo grita arte, así que es el momento de convertir mi piel en un lienzo, en un lienzo grande y basto en donde pueda llevar orgullosa mi historia mediante imágenes.
Cabe decir que desde una muy temprana edad tenía claro que quería tinta en mi cuerpo, así que empecé yo misma con aguja y tinta china y me hice primeros borradores de los cuales quedaron apenas líneas pequeñas. A eso de los 20 años me hice dos tatuajes con una máquina casera y después de unos años más me atreví a cubrir esos tatuajes caseros con un profesional, y desde ese entonces ya van 5 veces que lo he hecho.
Es gracioso, pero en todos estos años mis padres no se han dado cuenta que los tengo, y es más, la última locura fue una pata de gato en el antebrazo que mis papás han pasado desapercibida. ¿Tatuajes ninja?
Solamente espero el día de poder tener mis alas de hada en la espalda y seré feliz.