Fanfic
Saint Seiya
Radamanthys x Kanon
One Shot
Este fiki fue un regalo para Sca, fue por ella que me interesé en la pareja y ahora la adoro. Y a mi sis tmb ^0^
::: More to Life :::
-Bien… salud, por esta nueva vida. -Dijo irónico con voz amarga, tomando el vaso de cristal que recién había dejado el cantinero a su alcance. Llevaba ya varios tragos encima y sumado a su alterado estado emocional, no se dio cuanta que alguien tomó asiento a su lado.
-Salud por ello-
Radamanthys giró sorprendido al escuchar eco a su brindis privado; sus ojos ámbar se fijaron penetrantes en dos brillantes esmeraldas que le devolvían juguetonas la mirada. El rubio alzo una ceja al reconocerlo, asintió con la cabeza y contestó el saludo, chocando su vaso con el cristal del otro para luego, ambos beber casi al unísono.
-¿Solo? - cuestionó el de azules cabellos.
-Ahora no.-
Sonrió ante tal respuesta, dando un nuevo sorbo a su trago, sin despegar sus ojos del alto británico a quien no parecía importarle mucho la intensa mirada que recibía sobre sí. Tal vez porque se hallaba concentrado en observar, a través del espejo frente a ellos, a una demasiado cariñosa pareja, que no dejaba de reír y acariciase en un rincón del establecimiento.
Eso parecía enfadar al rubio.
-Estás lejos de Grecia, Kanon.- Inició como apertura de una conversación con la voz pesada.
-Me tomo un descanso de la rutina - contestó el otro despreocupadamente.
-Mmm...
-Vale hombre, tranquilo, déjame hablar… Tú siempre queriendo ser el alma de la fiesta ¿ah?
-Cantinero, otro más…- espetó el rubio sin prestar atención al sarcasmo del otro, volviendo a fijar la vista en el espejo y gruñendo un poco más.
-No es que me importe, pero un trago más y terminarás ebrio. ¿Sabes?-
-Bien.- respondió tomando el vaso que recién le llenaban, bebiéndolo de un jalón.
Kanon alzó una ceja intrigado por el comportamiento del que fuera Juez del inframundo, terminó también su bebida sin perder detalle de cómo Radamanthys volvía a sumir sus ojos en el espejo y en aquella pareja. La curiosidad natural del gemelo le llevó a girar su cuerpo para poder ver mejor al par que estudiaba el rubio.
Sonrió al reconocerlos. Eran los otros dos jueces.
-Vaya, parece que hay reunión de espectros. Aunque ellos parecen más cercanos…- comentó volviendo sus ojos a su acompañante, sólo para encontrarse con un par de pupilas escarlata brillando con furia.
Kanon tragó saliva con dificultad.
El rubio se levantó, tras dejar algunos billetes en la barra, se encaminó a la salida. Ya había tenido suficiente. Antes alcanzar su objetivo se topó con un problema. Para abandonar el bar debía pasar justo al lado de sus compañeros. Apretó los puños con fuerza y continuó, no estaba dispuesto a ser afectado por ese duo nunca más. Un par de pasos más para dejarlos atrás, un par de pasos más y saldría de ahí, pero entonces, escuchó que le llamaban.
-Radamanthys…-
No, no alguien más. Lo escuchó a él, pronunciar su nombre. El Juez se detuvo y giró levemente la cara para mirar al par de hombres sentados uno junto al otro, para clavar sus dolidos ojos en las pupilas del de cabellos negros, que rehuyó la mirada agachando la cabeza.
-Wyvern, ¿Te vas sin despedirte?… ¡Qué descortés de tu parte!
Radamanthys afiló la mirada hacia el hombre que se atrevía a dirigirle la palabra. Cínico y cruel, eso podía describir a Minos, en batalla admiró sus cualidades; ahora, sólo le resultaban molestas. El rubio no contestó, volvió a mirar al otro espectro, quien aún no se atrevía a mirarle de regreso, quien se fue de su lado después de tanto tiempo juntos, quien sin consideración se paseaba de la mano de su nuevo amante frente a él.
-¡Ah, vamos Radamanthys! ¿Aún estás molesto?- interrumpió sus pensamientos la voz de Minos siempre cínica e hipócrita- Así son las cosas; a veces se gana, a veces no… Tómate un trago con nosotros y sé u buen perdedor ¿Cierto, Aiacos?
-Segu…-
-Lo siento, pero no puede ahora…- interrumpió la respuesta del espectro, una voz que venía a espaldas a ellos. Los tres giraron para ver a un joven de alborotada melena índigo, que se acercaba con un caminar lento y sensual, portando una traviesa sonrisa en los labios. Se detuvo al lado de Radamanthys y se abrazó a él.
-Nosotros ya nos retirábamos…- concluyó mientras dirigía una coqueta mirada al de ojos ámbar, que permanecía serio e inmutable, pero que elevó su brazo hacia la cintura de Kanon sujetándolo con firmeza, haciendo con ello que el gemelo sonriera aun más.
-¿Y tú eres…? - trató de indagar Minos. Lo reconoció como uno de los santos, pero no supo identificar cuál. Aiacos permaneció mudo y con un gesto de sorpresa en el rostro.
-Soy quien les privará de la compañía del Juez. Porque estoy deseoso de que me haga gritar de éxtasis cuando me tenga debajo suyo…- contestó Kanon sin despegar sus ojos de Radamanthys.
El rubio enarcó una ceja y dibujó media sonrisa al escuchar los desvaríos del gemelo, pero no los negó. Tampoco se resistió cuando aquel, poniéndose de puntitas, se restregaba contra su cuerpo abrazando su cuello con ambos brazos, y alcanzaba sus labios en un apasionado beso.
Los otros dos hombres, que hasta hacía un minuto también compartían intensas caricias sin importarles que alguien les viera, se sintieron humillantemente desplazados del puesto de “lujuriosos exhibicionistas” al ver la forma en la que ese par se estaba besando.
No, ya no sólo se estaban besando.
Kanon había levantado una de sus piernas para enredarla en el cuerpo del rubio cerrando cualquier distancia entre ellos, moviendo insinuante sus caderas contra el cuerpo de Radamanthys; respondiendo, el rubio no hesitaba en acariciar la espalda de Kanon posesivamente, hurgando por entre sus ropas para rozar su piel, tampoco se detenía para no soltar guturales gemidos de obvio placer.
El par de espectros que estaban a su lado, se miraron un momento incrédulos de lo que presenciaban. En especial el de ojos guinda y largos cabellos azabache, que no pudo evitar sentir un escalofrío recorrerlo al recordar la dulce sensación que los labios del rubio siempre guardaban para él. Labios que sólo él había probado, pero que ahora se le entregaban sin resistencia al descarado ese.
Aiacos frunció el ceño molesto.
Cuando fue estrictamente necesario el aire, Kanon soltó los labios del Juez con un mordisco suave y juguetón. Sonriendo de inmediato para el de ambarinos ojos.
-Vámonos ya Radamanthys…- comentó ronco, con la respiración agitada- No respondo de lo que sea capaz de hacerte aquí… frente a todos.
El rubio torció los labios, sinceramente complacido y sin despegar sus brazos de la figura del gemelo, se giró sin dar explicación alguna o la despedida que le habían previamente reclamado, al par que dejaba atrás.
Se giró sin mirar de nuevo a ninguno de los espectros.
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-¡jajaja…¡ ¡¿Te fijaste en sus caras?!... ¡Dioses, hacia mucho que no me divertía así…! -Kanon comentó entre risas, sujetando su estomago para intentar calmar el dolor que su abdomen ya resentía por el movimiento constante que su carcajada causaba.
Radamanthys sonreía igualmente divertido, pero no había comentado nada desde que salieron del bar y dirigían sus pasos juntos, hacia ningún lugar en específico. Tenía que agradecerle al santo su intervención, definitivamente le había ayudado a devolver el golpe de Aiacos. Entonces se detuvo, y cuando el otro se volvió extrañado de su súbita estaticidad, lo observó curioso.
-¿Por qué lo hiciste?
-¿Ah?... Bueno, parecía que necesitabas una mano con ese par…-respondió pícaro- Además, nunca pierdo oportunidad de ser el centro de atención.
El rubio no contestó nada, ciertamente el peliazul le había salvado y eso le dejaba en deuda. Algo que en definitiva no le agradaba. No por Kanon, si no porque no le gustaba deber favores a nadie, lo hacían sentir vulnerable.
-¿Y bien?... ¿Qué te traes con esos dos?
-Diferencia de opiniones.
-Déjame adivinar, el Grifo y tú difieren sobre quién debería estar con el otro... ¿Aiacos, cierto? - cuestionó con ironía, sonriendo y cruzando los brazos sobre su pecho. El silencio de Radamanthys fue la única contestación que obtuvo. Y fue más que suficiente
-Vaya. Quién diría que los espectros también se enamo…. -Kanon no podo terminar su frase pues de pronto se vio enviado contra la pared por un fuerte empujón que logró sacarle el aire. Por reflejo cerró los ojos y al abrirlos se encontró, sin mucha sorpresa, con los ojos del juez clavados en él.
-Cuida. Tus. Palabras.- sentenció el rubio alejándose un paso del gemelo, que tras toser un poco, volvió a su despreocupada actitud.
-¡Qué carácter!- resopló con fingido resentimiento- ¡Bah!… Él salió perdiendo Radamanthys créeme. Si con un sólo beso me excitaste, el sexo contigo… mmh…- comentó con sensualidad mirando lenta y apreciativamente al otro.
-¡Aah!… Estoy cansado, nos vemos.
Kanon se despidió del rubio con una palma en el hombro, enfilando su andar para volver a su hotel, pero antes de que pudiera dar más pasos, se vio detenido por el brazo del rubio que sujetaba su cintura y lo pegaba a su cuerpo de costado. Kanon avanzaba en sentido contrario de él, así que quedaron frente a frente.
-¿En dónde te estás hospedando?
-E-En una posada… cerca del Puente Rojo - contestó algo nervioso por la extraña mirada que el británico portaba en sus ojos.
-La conozco- pronunció girando el cuerpo del santo y comenzando su andar sin dar mayor explicación.
-Hey…. ¿A dónde vamos?…
-Te quedarás conmigo. Enviaré por tus cosas.
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-¡Ya voy!...¡Pero qué gente, es domingo!... ¡¿Quién puede venir a esta hora de la mañana?!... -
Gruñó el peliazul al dejar la cocina, para atender la puerta tras varios insistentes llamados del insensible ser que se atrevía a visitarlo a las desconsideradas doce del día. Abrió la puerta y no suprimió la sonrisa que le causó ver el rostro del juez observándole curioso, sorprendido y enfadado, todo al mismo tiempo.
Se recargó en la puerta, extendiendo su brazo en el lado contrario del marco, obteniendo una postura relajada pero a la vez defensiva.
-Nos vemos de nuevo, ah -saludó divertido.
-Radamanthys- fue la cortante respuesta de Aiacos para el sonriente santo, quien sentía las singulares pupilas guinda recorrerle de pies a cabeza, probablemente para corroborar lo que veía. Un delgado y bien formado cuerpo que sólo portaba un sencillo short negro y una camisa semi abierta cubriendo -o más bien dejando a la vista- su delineado pecho.
-Pasa, está en la cocina. Te llevo…
-Conozco el camino.
-Apuesto a que sí, pero te acompañaré. Es mi destino de igual manera, estaba… desayunando- respondió guiñando un ojo con picardía y desenfado, caminando hacia el mencionado lugar con un juez bastante molesto a sus espaldas.
-¡Tienes visita, Ra!
-¿Aiacos?... ¿Qué haces aquí?- murmuró extrañado el rubio al ver al hombre que llegaba detrás del escandaloso santo.
-Necesito hablar contigo… Parece que llegué en mal momento - dijo irónico tras dar un vistazo a la cocina que lucía cual batalla campal de comida, observando al rubio que limpiaba restos de crema de su rostro, sin contar el que no portaba camisa alguna.
-Kanon, limpia esto. Hablemos en la sala- ordenó el británico a un quejumbroso dorado, mientras salía del lugar con el pelinegro en tono. Una vez alejados los suficiente se volvió hacia su compañero y no perdió tiempo en soltarle una demanda.
-¿Qué pasa?-
-Estás con él -Aseveró más que cuestionar el de ojos guinda.
-¿A eso viniste? ¿A preguntarme con quién duermo? -respondió el británico a la defensiva cruzando sus brazos sobre el pecho y uniendo sus cejas en molestia.
-Quería saber… -susurró Aiacos, caminando hasta el otro alcanzando uno de sus brazos y acariciándolo suavemente, mirando con ternura las pupilas doradas- Quería asegurarme que estás bien.
Radamanthys alzó una ceja, y vio sus labios cerrados por un dedo que se posaba sobre ellos para evitar que hablara, mientras la otra mano de Aiacos tiraba suavemente de sus brazos para abrir el candado que representaban y poder rodearse con ellos, permitiendo que sus cuerpos se juntaran y le diera la oportunidad de rozar su piel con el cálido aliento del de cabellos negros cuando volvía a hablar.
-Radamanthys…-musitó incitante, estiró el cuello y unió sus labios a los del juez. El rubio tembló al contacto, y respondió volviéndolo un apasionado beso. No tardó más que un segundo en aprisionar la figura que se le apegaba en un fuerte abrazo, acariciando su espalda posesivamente y succionando sus labios hambriento.
-Te he extrañado - murmuró el de ojos cereza cuando se separaron buscando aire -Nadie me ha besado jamás como lo haces tú… y sé, que nadie logrará hacerte vibrar como lo hago yo.
Wyvern abrió los ojos, que había mantenido cerrados para disfrutar de la sensación de tenerlo otra vez entre los brazos; las últimas palabras del espectro y la sonrisa sarcástica que adornaba esos sonrosados labios, lo hicieron fruncir el entrecejo con enfado y separarse con brusquedad del moreno.
-Imbécil… ¿Crees que podrás jugar conmigo de nuevo? ¿Crees que no sé porqué estás aquí?.. Siempre fuiste un infeliz egoísta Aiacos…
-No sé de qué hablas… ¿Qué te estás inventando? ¡Vine porque me importas!
-¡Por favor! Incluso antes de terminar, nunca venías a buscarme, siempre fui yo quien andaba detrás de ti, mendigando atención.
-No, Rada…-
-Yo nunca te importé…- continuó sin dejarle hablar-¿Sabes por qué estás aquí? Porque me viste con él… ¡Porque eres un infeliz ególatra! No podías permitir que tu estúpido enamorado, deje de estarlo… Que encuentre a alguien más y sea capaz de amarlo, pero lo hice Aiacos… ¿Creías que seguiría siempre detrás de ti?...
-¿Amar?...-repitió el otro con voz baja, como si no reconociera la palabra, la pronunciación de la misma, ni entendiera a que se refería con ella; sus ojos se fijaron en las pupilas del alto inglés, buscando en ellas venganza, resentimiento y enojo por lo que había pasado entre ellos, pero las vio frías, satisfechas... sinceras.
Frunció el ceño y desvió los ojos al ver por sobre el hombro del rubio la despeinada y azulada cabellera de aquel hombre, quien se atrevía a caminar hacia Radamanthys y colocándose a su lado pedirle que se retirara de ahí. Sintió encenderse por dentro cuando los brillantes ojos del rubio le advirtieron no atreverse a contradecir a su acompañante.
Aiacos los miró con odio y salió del lugar con un fuerte portazo.
El rubio permaneció de pie, mirando esa puerta por la que el único hombre al que había amado, se iba de nuevo de su vida. Todo lo que le había dicho era cierto, sabía que lo buscaba sólo por orgullo propio, algo que él también tenía y que no dejaría que le pisoteara otra vez; pero dolía demasiado mantenerse firme.
-Whisky…-
Giró al oír la palabra para ver el vaso chaparro que Kanon le extendía con el mencionado licor. Lo tomó y lo bebió de un tirón, sintiendo como bálsamo el ardor que traía a su garganta. Kanon retiró el vacío recipiente de sus dedos, alejándose para volver a llenarlo. Escuchó pasos tras de sí y le sintió a su espalda, se volvió para encontrarlo justo frente suyo con un extraño brillo titilar en sus ojos; le ofreció de nuevo el vaso, pero Radamanthys lo desdeñó con un movimiento de cabeza y sorprender al peliazul con un asfixiante abrazo.
Kanon se quejó un poco por el inesperado aprisionamiento en el que se veía de pronto, como pudo soltó el cristal que traía en la mano y elevó los brazos para corresponder el gesto de quien se aferraba a su espalda con dolorosa potencia; si Radamanthys continuaba apretándolo así, estaba seguro que sus costillas se romperían.
Pero Kanon entendía por experiencia propia al joven de rubios cabellos; así que simplemente le dejó hacer, esperando a que los temblores que ahora sacudían su espalda cesaran paulatinamente.
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-Y los viste juntos...-
Susurró suavemente Kanon, terminando la frase que dejaba pendiente el hombre cuya dorada cabellera descansaba en el regazo del santo. Radamanthys no contestó, no necesitaba hacerlo para que el otro entendiera la afirmación de su silencio; cerró los ojos y trató de no pensar más en los dolorosos recuerdos, trató de dejarse adormilar por las tenues caricias entre sus cabellos, que eran producto de los dedos del peliazul.
Decidió llevar sus pensamientos por otro camino, intentando racionalizar la razón por la que se sentía tan cómodo al lado del gemelo. Jamás imaginó que el alocado hombre resultara ser tan excelente compañía, bien, ni siquiera sabía por qué hablaba con él. Tras la batalla en el inframundo, cuando fueron devueltos a la vida, Radamanthys nunca consideró la posibilidad de ver a ningún santo dorado nuevamente, y mucho menos encontrar en uno de ellos... ¿consuelo?
El rubio giró su rostro para ver a quien ahora mostraba una sutil sonrisa y le devolvía la mirada, Radamanthys se percató de algo en aquel segundo; Kanon nunca le había mirado con lástima ni lo había compadecido. No, Kanon siempre le sonreía y le acompañaba sin emitir juicios.
-¿Qué haces en Inglaterra? -Cuestionó curioso, notando como los verdes ojos del gemelo se desviaban de los suyos y de pronto se ensombrecían.
-Vacaciones…- murmuró el exdorado no muy convencido. El rubio sabía que le mentía, como sabía que preguntar de nuevo no sería corresponder al apoyo que le había estado procurando el peliazul; haciendo nota mental de investigar un poco más después, Radamanthys se acomodó de nuevo sobre las piernas de otro y se decidió a olvidar todo, sumiéndose en un reparador sueño.
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El aroma de comida le hizo despertar, se restregó el rostro con ambas manos para terminar de despertar y se levantó de la cama enfundado sólo en sus pants negros y playera holgada.
Al llegar a la cocina, encontró ya servida y dispuesta la mesa del desayunador. Huevos revueltos con tocino y pan recién tostado, jugo de toronja y café. Bufó resignado, ya se había cansado de repetirle que dejara de actuar como si tuviera que compensar su estadía en la casa, pues era por demás bien recibido; pero el peliazul era bastante más testarudo de lo que pensaba.
Y hablando del gemelo, ¿en dónde estaba? Generalmente lo recibía con una gran sonrisa en los labios y algún descabellado plan para pasar el día. Escuchó su voz algo alterada viniendo de otra habitación, así que se encaminó hacia ella, pero antes de entrar se detuvo al entender que estaba teniendo una conversación con alguien más, y fácilmente podía distinguir su perturbado estado.
-Ya te dije que no sé cuando voy a volver... ¡No estoy huyendo!... - la voz de Kanon estaba quebradiza, ahogada por un nudo que se formaba en su garganta; Radamanthys se sintió intruso al escucharle desde el quicio de la puerta, pero no pudo moverse de ahí, le preocupó demasiado escucharle hablar así; en ese mes juntos, había aprendido a estimarle.
-¿Qué?... - su voz se apagó casi del todo y el rostro se le demacró en un segundo, su s piernas cedieron y terminó sentándose con pesadez sobre el brazo del sofá- No necesitas mi permiso, hazlo si quieres hacerlo… Lo sé… ¿Cuándo?... No te prometo nada, sí... sí... Haré lo posible por asistir…. De acuerdo, tú también…. Adiós…
El gemelo dejó caer el teléfono de entre sus dedos, ignorante de que el rubio entraba al pequeño despacho, recogía el auricular y lo colgaba debidamente. Se inclinó frente al fantasmagórico semblante de Kanon, ahora trasgredido por un par de lágrimas, que sólo acentuaban el dolor de sus facciones.
-Kanon… ¿Quién era?- susurró el rubio, acariciando la mejilla del otro y limpiando el húmedo rastro con su pulgar. El peliazul no levantó el rostro, permanecía escondido tras el flequillo que le caía sobre los ojos, desde donde un par más de nuevas y saladas gotas marcaban su rostro.
-Mi hermano…- murmuró con pesadumbre, rehuyendo de las cálidas caricias que estaba recibiendo del espectro, quien frunció el ceño ante su actitud. Kanon se levantó dándole la espalda y se llevó las manos al rostro tallando sus ojos y suspirando con fuerza.
Unos segundos después se volvió hacia el rubio que ya también se encontraba de pie y le miraba extrañado por la falsa sonrisa que ahora portaban sus labios.
-Vamos a desayunar o se enfriará.
-No hagas eso Kanon, háblame…- respondió el inglés a la repentina y despreocupada actitud del otro, haciendo que detuviera su andar, y agachara levemente la cabeza, pero no pronuncio palabra alguna, fastidiado por la falta de confianza que el peliazul le demostraba, Radamanthys se encaminó hacia la puerta y lo pasó de largo, tomando las llaves salió del departamento.
Kanon no pudo ni quiso detenerlo, no tenía la fuerza suficiente como para intentarlo, la conversación con Saga le había drenado el buen humor con el que se levantó. Sabía que le debía una explicación al rubio, pero por ahora no tenía ganas de recordar.
Regresó a la cocina con paso calmo, observó la mesa y sintió una punzada en el pecho; Radamanthys no había probado alimento y se había marchado molesto de su propia casa. El peliazul movió la cabeza negativamente y tras limpiar el lugar se dirigió a su habitación. Sacó la maleta y comenzó a guardar su ropa en ella, el rubio había sido muy gentil con él, pero ya era tiempo de que emprendiera de nuevo su camino y dejara de importunarlo.
Con cada prenda que metía, Kanon recordaba todo lo que había pasado en este tiempo junto al rubio. Sin duda encontró en el serio espectro un gran amigo, pocas veces intentó saber el porqué de su estancia en el frío país. Siempre le dio su espacio y sabía acompañarlo en silencio; pero sobre todo, sabía soportar y seguir su extraño sentido del humor, algo que en ocasiones, ni siquiera su propio hermano toleraba.
Radamanthys era varios años más joven que él, pero a su lado Kanon siempre se había sentido comprendido, protegido y apreciado. El rubio era atento, era amable y divertido; era además de atractivo muy interesante, habían pasado muchas horas simplemente perdidos en la plática del otro, tomando una copa de vino y riendo de los malos chistes del otro.
Una suave sonrisa se plantó en los labios del peliazul al recordarlo.
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Había anochecido cuando la puerta principal se abrió y la figura alta y bien proporcionada del juez entró al departamento que permanecía en penumbra al contar sólo con una olvidada lámpara encendida en la estancia.
El rubio, fue directo a la habitación del peliazul, necesitaba verlo.
Lo encontró recostado en su cama y sus labios se torcieron en una sonrisa suave, dormía sosteniendo entre los brazos un muñeco de felpa. Le habían dicho que era un mago a pesar de su forma de burbuja; el peliazul se había enamorado de la cosa redonda y él, se lo había regalado tras ganarlo en una feria local a la que habían asistido por insistencia del gemelo. Le observó detenidamente, se le veía tranquilo a diferencia de la temprana hora en que le vio. Había salido de la casa molesto, inicialmente por la negativa del otro a contarle que sucedió, pero tras meditarlo todo el día, lo que en verdad le molestaba era la idea de que Kanon estuviera ahí para alejarse de alguien más. Pensamiento que se reforzó con la conversación del peliazul esa mañana, ahora bien ¿De quién huía?
No lo sabía, y tampoco deseaba saberlo.
Radamanthys se giró para dejarlo descansar, cuando la mochila de viaje del peliazul llamó su atención, la tenía al pie de la cama. Alzó una ceja escudriñando la habitación con lo que le permitía la poca luz que se colaba por la puerta y la que entraba por la ventana; el cuarto estaba completamente ordenado, listo para dejarlo sin su habitante.
Una inesperada rabia se apoderó del rubio que salió de la habitación dando un portazo, ruido que obviamente despertó sorprendido a Kanon.
Escuchó movimientos afuera y salió en busca del inglés, tragó saliva, por los sonidos no parecía estar de muy buen humor.
Lo encontró en el minibar de la sala, tomando un gran y directo trago de la botella de whisky y refunfuñando cosas que no alcanzaba a entender. Le llamó con voz baja para arrepentirse al instante de encontrarse con sus furioso ojos ámbar clavados en él, los que le recordaron que ese hombre era un poderoso juez del inframundo. Al verlo acercarse decidido, retrocedió.
Fue más una reacción inconsciente la que le llevó a replegarse ante el avance del rubio, y sólo al verse acorralado contra la pared las alarmas en su cerebro se encendieron y tuvo que admitirse que le asustó encontrarse frente a él e instintivamente apretó contra su pecho aquel muñeco que aun traía entre los brazos.
-¡¿Te marcharás?!- soltó furioso el británico.
-Bu-bueno… Es que ya he estado mucho tiempo aquí... y…- balbuceó nervioso embarrándose a la pared, pues el rubio se le acercó hasta quedar nulo espacio entre ellos.
-¡MENTIROSO! ¡Te largarás con él!- replicó azotando las manos a cada lado de la cabeza de Kanon para cortar cualquier intento de huir.
-¿Qué? ¿Con quién? ¿Qué te pasa?-preguntó genuinamente confundido y aún algo adormilado.
-¡El estúpido por quien llorabas en la mañana! ¿Crees que soy idiota para no haberme dado cuenta?
-¿De qué hablas? ¡Ese era mi hermano!… ¿Radamanthys qué diablos pasa contigo?
-¡No vas a dejarme, no voy a permitírtelo! ¡Te necesito conmigo!!
-¿Qué…?- Ninguna palabra más salió de la boca de Kanon, pues fueron abruptamente truncadas por los labios del rubio, que desesperados se posaron en los suyos y le demandaban responder a su apasionado beso, mientras cerraba los brazos sobre su figura despegándolo de la pared para atraparlo entre ellos y su pecho.
Sorprendido era decir poco, pero Kanon no se resistió en ser devorado por los labios de Radamanthys, ni oponía resistencia al ser aprisionado con tal potencia aunque su cuerpo lo resintiera; la seguridad y posesión con que lo abrazaba, era algo que Kanon había necesitado por mucho tiempo. Los pequeños quejidos que escapaban de su boca eran más de placer que de dolor físico e incitaban al rubio a profundizar el beso deslizando su lengua por los labios de Kanon, delineándolos antes de entrar a su boca y recorrerla con experticia, con ansiedad y excitación de probar al fin algo que había deseado demasiado.
Desde aquel beso en el bar, no había vuelto a probar los labios del peliazul, y ahora que disfrutaba del dulce y adictivo sabor que tenían, reconocía cuando los había anhelado sentir nuevamente.
Resintiendo ya la falta de aire por el beso y el inquebrantable abrazo en el que estaba, Kanon rompió el contacto jadeando por algo de oxígeno, un delgado hilito de saliva conectando sus bocas. Radamanthys gruñó al verse privado de sus labios, pero decidió contentarse con el delicado cuello del peliazul asaltándolo con besos y mordiscos intensos, relajó la presión con que lo sostenía entre sus brazos, y Kanon lo aprovechó para cambiar al maguito de felpa por el cuello del rubio, colgándose de él, enterrando sus dedos en la dorada melena e inclinando su cabeza hacia atrás para darle más acceso a su piel.
Radamanthys lo alzó lo suficientemente alto para que las largas piernas del peliazul le rodearan la cintura y con su presa en brazos dirigió sus pasos a un mejor lugar, la habitación de Kanon.
Se tumbaron en la cama envueltos entre caricias y besos que lograron aumentar la temperatura corporal de increíble manera, Kanon se sintió nuevamente atrapado, pero el peso del rubio sobre su cuerpo le resultaba necesario. Con hábiles manos le sacó la playera y dejó que sus manos vagaran por la piel de su espalda, atrayéndolo más, mientras él mismo fue despojado de su camisa con torturadora lentitud, era como si el británico quisiera volverlo loco en la espera de sentirse tocado por esas fuertes manos.
Pero Kanon no era un enemigo fácil, enredó de nuevo sus piernas en Radamanthys, y comenzó a mover su cadera contra la pelvis del rubio en incitantes movimientos, haciendo que sus cuerpos se friccionaran en la sensible área entre sus piernas, satisfecho sonrió por robarle varios gemidos de placer al juez. El rubio no tardó en agradecerle, asaltando de nuevo la boca del gemelo con un intenso y húmedo beso que dejó al peliazul sintiendo escalofríos por todo su cuerpo, siendo atacado una y otra vez por esos labios que sabían dominar los suyos con habilidad, que lograban explorarle y convertían una simple caricia de sus lenguas en el juego más sensual al que hubiera sido invitado jamás.
Una última succión en su labio inferior y el rubio abandonaba la boca para recorrer su cuello nuevamente, mientras un jadeante y excitado Kanon lloriqueaba su nombre y enterraba sus dedos en su ancha espalda, levantando nuevamente las caderas para ser liberado por completo de su ropa y sentirse perturbadoramente seducido por las caricias que su aceitunado cuerpo recibía de Radamanthys. Mas desesperado por también sentir el cuerpo de aquel hombre que estaba por hacerlo arder, comenzó a tironear de la pant que usaba el rubio, hasta que sus manos fueron inútiles para esa tarea y usando sus piernas terminó de bajar la engorrosa ropa.
Una risa suave y divertida abandonó la garganta de Radamanthys ante los actos de Kanon, que volvía a retorcerse debajo suyo enviando descargas de placenteros escalofríos en todo su cuerpo, y como respuesta Radamanthys paseo sus manos por el cuerpo del peliazul, examinando cada definido músculo y sutil curva hasta alcanzar las caderas de Kanon y acariciarlas con posesividad, dirigiendo su tacto hacia la firme y robusta redondez de sus bien formados glúteos. El de índigos cabellos se estremeció y dejó escapar varios sugerentes gemidos de sus labios al sentirse masajeado por los firmes y gentiles dedos del británico, los que hábiles se abrieron paso en su entrada, preparándolo para lo que Kanon ya deseaba tener dentro, arqueándose al sentir como comenzaban su vaivén dentro y fuera de su cuerpo.
-¡Rada…aah! ¡Dioses!...- Kanon besaba el cuello del rubio y paseaba sus manos por cada centímetro de su piel dispuesta para él, pero las atenciones de Radamanthys lo enloquecían a tal grado que repartió un par de mordiscos en su cuerpo. Cuando sintió que aquellos torturadores dedos abandonaban definitivamente su cuerpo, gimoteó mezcla de enfado y anhelo. Ambos levantaron la mirada y se encontraron reflejados en los ojos del otro, estaban hipnotizados por el destello caleidoscópico de sus pupilas; y fue en ese instante que ambos se decían sin palabras que no estaban compartiendo sólo un deseo carnal, esta era una total entrega.
Radamanthys se inclinó para besar los labios de Kanon que ya le esperaban ligeramente entreabiertos y ansioso de ser cubiertos por la calidez que emanaba el espectro; y junto con el suave toque de sus bocas se unieron también sus cuerpos. El juez atrapó en su garganta, el extasiado gemido que emitió el peliazul al ser llenado por la hombría del inglés; la sentía palpitar firme, caliente y húmeda en su interior; y sabía que necesitaba más.
Movió tentativamente su cadera un par de veces con suavidad, indicándole al rubio que estaba listo para continuar, con un gutural gruñido Radamanthys comenzó a moverse contra el peliazul, siguiendo el ritmo que aquel marcaba, pero que fue incrementando su intensidad a medida que el placer de sentir la estrechez del gemelo subyugar su miembro estaba haciéndole perder el control.
Kanon gemía y le abrazaba con cada nueva embestida, cuando sus labios no pudieron contenerle se separaron y siguieron recorriendo con ellos la perlada piel del otro; Radamanthys se tomó un momento para ver su sonrojado rostro, plasmaba tan variadas expresiones que no sabia cual de ellas le hacía más hermoso; quizá esa cuando arrugaba su frente por el dolor o la que le seguía, el evidente placer; tal vez esa donde una media sonrisa aparecía en sus labios sonrosados o la de infantil travesura que aparecía junto a un delicioso jadeo. Todas le parecían bellas, todas le embelezaban, tanto como Kanon mismo lo tenía atrapado.
Desde el momento en que se encontraron en aquel bar, la presencia del peliazul fue una ráfaga refrescante en su monótona vida, donde se había sumido para tratar de superar la traición de Aiacos; Kanon y su imparable energía, su eterna plática, sus sonrisas sensuales e interminables coqueteos, las extravagantes ideas que solía tener en su cabeza y sobre todo, la compañía desinteresada que había compartido con él, había sanado el lastimado corazón del rubio. Pero cuando sintió que esa caótica salvación desaparecería de su vida, no pudo evitar que el terror lo recorriera. ¿Qué haría sin Kanon para aturdirle con su sola presencia? ¿Cómo podría conciliar el sueño sabiendo que al despertar no lo encontraría con una deliciosa taza de café? ¿Sería posible respirar sin tenerlo a él a su lado para ayudarle ha hacerlo?
-Kanon…- murmuró haciendo que las pupilas jade del gemelo se fijaran en él, Kanon elevó la cabeza para alcanzar sus labios en un corto beso y susurrar el nombre del rubio con increíble dulzura, mientras se apegaba más a su cuerpo, buscando ser totalmente aplastado por el peso del otro. Elevó más la cadera y Radamanthys olvidó cualquier pensamiento que no fuera el entregado y sudoroso ser bajo él; su aroma llenándole cada poro y los espasmos que estaban por destruir su espina si no terminaba pronto.
Con un férreo agarre a su espalda y un acompañado gemido, Kanon sintió como era totalmente llenado por la esencia de Radamanthys, y sólo segundos después le acompañaba en su orgasmo, viniéndose entre ambos abdómenes, donde su torturado miembro había estado. El rubio se dejó caer sobre el otro para verse inmediatamente apresado por sus brazos en un reconfortante apretón.
Permanecieron en una silenciosa recuperación, esperando que tanto sus respiraciones como sus pulsos desaceleraran su agitación, dando y recibiendo uno que otro beso cansado en la piel.
Radamanthys rodó a un lado, liberando a Kanon de su cuerpo; pero el otro tras un quejido infantil se acomodó en los brazos del rubio, recostándose sobre su pecho y dibujando imaginarias formas en este.
-Ra…- llamó con voz suave y calma, recibiendo como respuesta un suave gruñidito de atención, que le robó una sonrisa divertida y contenta. -¿Por qué estabas tan molesto?
-Pensabas irte. -respondió tras unos momentos de silencio, en un tono que no indicaba discusión al pasado de la afirmación, a pesar de ello, Kanon respondió con una escueta afirmación de voz y un asentimiento de su cabeza.
Radamanthys se incorporó un poco, lo suficiente como para quedar recostado en la cabecera con Kanon acomodado en su pecho.
-No me gusta la idea.
-Lo siento, pensé que sería lo mejor…-
-¿Por qué estas en Inglaterra Kanon? Y quiero la verdad.- sentenció el rubio sintiendo al otro encogerse entre sus brazos.
-Fue sólo un lugar al azar, Ra… Tenía que salir del Santuario y dejar todo eso atrás… Yo… No podía… seguir ahí…- contestó sumisamente, sintiendo que sus ojos se humedecían y era apresado con mayor fuerza por los reconfortantes brazos del espectro.
-¿Por qué? -murmuró con suavidad, presintiendo lo delicado del tema y la vulnerabilidad del gemelo.
-Yo no era uno de ellos Radamanthys, jamás lo sería… Con mi hermano de vuelta, el título de caballero se le fue otorgado nuevamente. No había cabida para mí… Hoy, me dijo que tomaría a un nuevo aprendiz para entrenarlo como su sucesor. Hn, ya ni siquiera me ven como su repuesto… - La voz de Kanon se quebró en ese momento y el inglés sintió un par de gotas frías invadir la piel de su torso, donde descansaba la peliazul cabeza de quien ahora movía su espalda en discretas convulsiones.
Radamanthys no pronunció palabra, sólo abrazó al Kanon con fuerza queriendo fundirlo con él y protegerlo de eso que le lastimaba tanto. Acarició sus cabellos con ternura y paciente esperó a que se calmaran sus lágrimas, mientras dejaba pequeños besos en su cabeza y frente.
El cansancio por fin venció al gemelo que acurrucado entre los brazos del inglés, dormía como hacía mucho tiempo no lograba, protegido y tranquilo. Radamanthys dejó un nuevo beso en sus labios y se dispuso a dormir a su lado.
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La luz que se coló por la ventana. Tras un hondo respiro volvió del mundo de inconciencia en que había estado perdido. Llevó sus manos a la cara y la restregó un poco, entonces el olor a café recién preparado le llegó. Sonrió, tal vez algún día dejarían de discutir sobre quién debía preparar el desayuno. Se levantó para empezar de nuevo su rutina.
Terminaba de colocar las cosas sobre la mesita, cuando sintió un par de manos rodear su cintura y un beso en su nuca.
-¿Qué haces levantado? Pensaba llevarte de comer a la cama…-
-¿Cuántas veces te he dicho que el desayuno es lo mío?
-Las mismas que he gastado mis palabras diciéndote que no tienes que hacerlo…- comentó divertido volviendo el rostro lo suficiente, para besar los labios de hombre a sus espaldas- Ahora regrésate al cuarto y espérame ahí… Ah, ah, ah… sin discutir.
Kanon hizo un puchero ante tales palabras y fingiendo sentirse ofendido, se devolvió al cuarto, seguido casi de inmediato por el rubio que no reprimió una sonrisa al verle sentado en la cama con sus brazos sobre el pecho y arrugando un poco sus cejas.
Dejó la mesita a un lado y fue al encuentro del peliazul, ofreciéndole una rosa antes de robarle un beso. Kanon miró sorprendido la flor y luego al espectro.
-Gracias…-comentó emocionado antes de recibir de nuevo a los labios del rubio, esta vez demandaron más y el contacto les hizo a ambos terminar recostados en la cama jadeando tras separarse. Kanon ancló sus brazos en el cuello de Radamanthys, previniendo así que se levantara y el rubio, sin muchas ganas de hacerlo tampoco, se abrió espacio entre las piernas del gemelo.
-¿Esto significa que ya no estas molesto conmigo?…- murmuró rozando la piel del espectro con la rosa.
-No, significa que deseo disculparme por cómo me comporté ayer- respondió devolviendo las caricias sobre los costados del peliazul.
-Mmh…-jadeo el gemelo suavemente- Me sorprendiste Ra, por un momento pensé que me atacarías…
-Lo hubiera hecho si esa terca cabeza tuya hubiera querido irse de aquí.-
Radamanthys amó la risa que Kanon emitió tras sus palabras, y adoró aun más la forma de buscar abrazarse contra su cuerpo, tumbándolo en la cama y acomodarse junto a él. Permanecieron en silencio, sólo abrazados uno junto al otro, repartiéndose caricias tranquilas.
-Kanon…- le llamó-… Tú eres mucho más que un repuesto. -murmuró el rubio con suavidad.
-Lo sé…-
Radamanthys alcanzó la barbilla del peliazul y elevó su rostro para verse de frente, encontrando las brillantes pupilas de Kanon titilando con preocupante humedad. Se inclinó y le besó, en un contacto intenso y largo, que terminó con un pequeño beso en la punta de su nariz.
-Kanon sé que te duele y sé que te sientes defraudado. Pero tú, eres uno de los caballeros más poderosos que he conocido. Entiéndalo bien, ningún repuesto sería capaz de derrotar a Radamanthys de Wyvern. Ni de domar su corazón, como lo has hecho tú…
El rubio tragó saliva y apretó la mandíbula. Sentía dentro de sí una emoción extraña, aunque familiar y nada desagradable. Muy diferente a lo alguna vez sintió por Garuda; ésta era cálida e intensa, apasionada y sedativa al mismo tiempo; Radamanthys sabía que había surgido poco a poco en el fondo de su alma, cada vez que sus ojos se posaban en el gemelo.
Se inclinó para sellar dejar sus frentes en suave contacto, antes de susurrar una promesa llena de verdad.
-Te amo. -El peliazul abrió los ojos al escuchar la frase y las lágrimas que sondeaban sus ojos dieron paso a una brillante sonrisa, abrazó al rubio con fuerza y susurró a su oído las mismas palabras, seguidas de un profundo beso que de pronto cortó para confusión del británico.
-¿Eso significa que ya puedo hacer el desayuno sin que me regañes?
Radamanthys bufó divertido, girándose para apresar a Kanon contra la cama, dispuesto a discutir el punto.
Fin.