Feliz Cumpleaños TutyCherry, te quiero hermosa.
Perdona por la tardanza
Saint Seiya
Kanon x Camus
OneShot
Rebasando las expectativas
Tomó varios tragos rápidos del líquido para saciar la creciente sensación de sequedad en su garganta, entonces sin la urgencia dictando sus acciones, tomó un sorbo largo del té que seleccionó entre las bebidas dispuestas para los caballeros dorados en el comedor del Templo Principal. No había nada mejor en el mundo, pensaba Camus, que sentir esa hierbal cafeína en sus papilas gustativas disparando tranquilidad a su cuerpo.
Levantó la mirada y la dirigió a su rededor, los demás caballeros dorados se encontraban dispersos bastante lejos de donde él estaba; únicamente Kiki, el aprendiz de Aries y el doceavo dorado pululaban relativamente cerca, entretenidos también en alcanzar un plato con aperitivos o una copa llena de cristalino líquido. La reunión a la que habían sido convocados había terminado una decena de minutos atrás y al ser despedidos, Camus intencionalmente evadió a sus compañeros antes que lo atraparan y obligaran a convivir con ellos durante el almuerzo. No es que le desagradaran, al contrario, luego de enfrentarse en batalla, aclarado intenciones y sacrificarse juntos para salvar a su diosa, la relación entre los caballeros dorados se estrechó; aún así, sus caracteres y personalidades chocaban de vez en cuando. Sobretodo si, como él, habían tenido una semana bastante pesada entre patrullaje, entrenamientos y viajes fuera del Santuario.
A veces sólo necesitaba un poco de espacio para mantenerse tranquilo; por ende, luego de servirse más té, discretamente se alejó hacia una de las columnas del salón desde donde podía observar a sus camaradas y escuchar algunos de sus comentarios gracias a la acústica del lugar sin que se percataran de su atención.
Observó el regreso de Afrodita desde la mesa de bebidas hacia donde se encontraba sentado el caballero de cáncer, la manera casi despistada en la que el sueco chocaba sus brazos al sentarse un poco demasiado cerca del otro, y la nula reacción del cuarto dorado, salvo para mover su brazo y apoyarlo en el respaldo de la silla de Piscis, semi abrazándolo.
En otro extremo del lugar, se encontraban Virgo y Aries enlazados en una conversación que la llegada de Kiki no interrumpió en absoluto; sin perder la noción de su tema agradecieron al chico para continuar debatiendo. A pesar de la naturaleza pacifista y la amistad entre los santos, Camus creía que algún día terminarían envueltos en la batalla de los mil días por sus diferencias respecto a la situación política entre sus dos naciones.
-Hey... ¿Cómo están? -Camus reconoció esa voz de inmediato, era imposible no identificar a su mejor amigo.
-Qué tal Milo. ¿Qué cuenta tu extremo del santuario? -replicó con su afable voz el siempre agradable caballero de Tauro.
-Lo mismo de siempre -replicó con un simpleza en la voz y Camus casi pudo escuchar el movimiento de sus hombros acompañando la respuesta- Sólo asegurándome que ustedes mantengan sus narices limpias.
-Qué amable de tu parte -replicó el inconfundible acento ibérico de Shura de Capricornio. Una tenue curvatura se posó en los labios del francés. -Por cierto, me debes doscientas dracmas, Escorpio.
-¿Por qué esta vez?- Intervino Aldebarán entre jocosas risas antes que el aludido pudiera contestar, por el resoplo frustrado que se escuchó, Camus sabía que su amigo portaba un mohín en los labios.
-Apostó contra la posibilidad de que el discípulo de Camus sobreviviría a la furia del Fénix cuando se enterara de su relación con su hermano -Musitó Shura con total solemnidad, haciendo que la idea de la apuesta en sí misma sonara mucho más seria de lo que era. - Bien, el chico se enteró hace una semana y el Cisne sigue vivo.
Camus no supo si reír, ofenderse o sentir compasión por su amigo. Milo no había sido bendecido con la fortuna en los juegos de azar.
-¡Maldición! No debería apostar contigo nunca más. No importa qué, siempre ganas Shura. Terminarás por desfalcar las arcas de Escorpio. -Por otro lado, su querido mejor amigo tendría que explicarle la poca fe hacia Hyoga.
-No es cuestión de suerte Milo -dijo Shura con una sonrisa en su voz -La sabiduría ganada con la experiencia es mi ventaja. Algún día te llegará, no te preocupes.
-Hablando de sabiduría Shura... -intervino el Tauro- Como miembro de los últimos tres, tu puedes decirme... ¿Es verdad lo que me comentó Afrodita? -preguntó bajando un poco la voz, haciendo que el oído de Camus se esforzara por escuchar sus palabras, por la forma en que habló, el francés sabía que la noticia le concernía, su casa era después de todo la penúltima, y el diablillo sobre su hombro izquierdo le instaba a no perder detalle.
Sin embargo, los segundos silentes que siguieron a la pregunta del santo le indicaron al pelirrojo que su vecino meditaba sobre la posibilidad de contestar o negar la pregunta.
-¿A qué te refieres? ¿Qué comentó Afrodita, algo nuevo? -Fue la ansiosa voz de Milo lo que rompió el silencio. Un escalofrío recorrió la espina del santo asentándose con pesadez en su estómago al asociar a los involucrados.
-Camus y el gemelo están juntos. Por eso Kanon decidió aceptar la oferta de nuestra señora.
-¡Qué! ¡¿Ustedes saben?! -gritó Milo sorprendido, reflejando en su reacción la aprensión y tumulto interno que asaltaron al francés al escucharlos.
-No han sido tan discretos como crees -contribuyó Shura, ante lo que seguro fue la silente demanda por parte de Milo por conocer su fuente de información- Sobretodo con un caballero aficionado a ser celestino.
-¿Entonces es cierto? -musitó Aldebarán- Ya decía yo. Me preguntaba porqué el repentino cambio del gemelo y la creciente camaradería entre ellos.
La voz de Milo, aunque bajó su volumen para continuar hablando, pudo ser escuchada por el francés.
-Han estado juntos desde la última visita oficial de Atena al reino marino. Sólo ellos dos la acompañaron junto al Patriarca, y durante su trayecto algunos de los seres marinos de Poseidón se incomodaron con su presencia. Camus resultó herido y fue gracias a Kanon que volvió en una pieza. Desde entonces no se han separado. Es bastante romántico si me preguntan.
-Mmm... Les doy de seis meses a un año -comentó de pronto Shura, luego de una pausa en la que los tres chismosos parecieron reflexionar el último comentario de Milo. Nunca sabría que su pronóstico traería un gesto estupefacto al rostro del onceavo santo.
-¿Es eso una apuesta? -cuestionó Milo
-Algo cínico ¿no crees hermano? -mencionó Aldebarán con un ligero tono de reproche.
-No lo soy -replicó el pelinegro con un aire de ofensa en su voz.
-¿Entonces cómo puedes decir tal cosa?- demandó saber el griego- Yo creo que es genial que ambos se encontraran.
-Ve la situación objetivamente -se defendió Shura calmo e indiferente- Basaron el inicio de su relación en una situación de extrema. Ambos tienen un carácter fuerte, no tienen experiencia en las relaciones de pareja y no se diga principios éticos opuestos. Estadísticamente las probabilidades están en su contra, es seguro que terminarán separados y con alguien más. Mantengo mi veredicto, de seis meses a un año.
-Acepto la apuesta -Aseveró Milo en respuesta. -No creo que sea buena idea apostar sobre la felicidad de una persona -intervino Tauro.
-¿Menos de seis meses o más de un año? -cuestionó Shura ignorando olímpicamente al robusto caballero que sólo rodó los ojos.
Hubo una pausa en la que Camus se sintió asfixiar mientras esperaba la respuesta de su mejor amigo. Lo escuchó preguntar al Tauro su opinión al respecto, y tras recibir una ligera reprimenda por el nada fructífero juego de azar, Camus sonrió apocado al escuchar que el brasileño apoyaría al amor en cualquiera de sus formas. Los otros dos cínicos rieron sin tapujo ante las palabras del romántico grandote, pero Milo aceptó su consejo y puso su dinero a favor de la pareja.
Sintiéndose abrumado por la inesperada situación, Camus decidió que había escuchado suficiente de esos tres y todo lo que hablaron. Con el estómago apretujado y furtivos pasos, el caballero de los hielos abandonó la estancia del gran salón. Sin saber bien qué hacer, Camus emprendió su camino al Templo de Acuario, meditando a cada paso las palabras de Shura y el veredicto a su -aparentemente no tan secreta- relación con Kanon.
Resopló.
Para ser honesto consigo mismo, Camus no podía refutar del todo las palabras del español. Si se extraía de la situación y consideraba a otros los involucrados, tendría que aceptar que no había compatibilidades entre ellos. Ni siquiera él estaba seguro del porqué estaban juntos.
Que Kanon le gustaba físicamente era obvio y resultaba indiscutible. El gemelo era un hombre envidiablemente atractivo; poseía una magnética personalidad y una seguridad avasalladora, las que se reflejaban en su manera de plantarse ante los demás, sus palabras desafiantes y ese gesto altanero que su mordaz semisonrisa vestía. Aunándole el gran cosmos del que era dueño, Kanon sin duda era un hombre que atraía las miradas.
Debía admitir que nunca consideró que se encontraría en esta situación. Jamás.
Para cuando se enteró de la existencia del gemelo y su participación -directa o indirecta- en los acontecimientos que generaron su muerte, realmente ya no importaba. El hombre regresó a ellos cuando más lo necesitaron y peleó valientemente para redimirse y proporcionarles una oportunidad de salvar a su diosa.
La concesión de Atena al otorgarles una nueva vida, les permitió la posibilidad de lidiar con los remordimientos de sus acciones pasadas, culminar círculos inconclusos y la oportunidad de comenzar de nuevo. Camus admitía que inicialmente se unió al recelo general sobre la lealtad del gemelo entre los dorados, pero el hombre soportó cada gesto de indiferencia o palabra soez que se le dirigió sin replica alguna. Y ese temple fue algo que Camus le admiró.
Tres meses atrás, cuando Atena les encomendó ser sus guardianes en una visita oficial al reino marino Camus tuvo la oportunidad de conocer otro aspecto del gemelo. Kanon resultó una compañía entretenida en esos días de viaje. Siempre tenía un tema de conversación disponible, una emotiva anécdota e incisivas reflexiones sobre las divinidades del Olimpo y sus guerreros. Kanon era un hombre culto, un estratega natural y un guerrero instintivo.
El sorpresivo e inesperado ataque del Leviatán a la comitiva ateniense, cuando abandonaban el reino submarino, le permitieron conocer la faceta que más le sorprendió en el gemelo, lo apasionadamente protector que era de aquellos que acunaba bajo su ala. Una ligera sonrisa se sintió en sus labios al recordar su ingenuidad; tontamente creyó que él solo podría contener a tan imponente criatura. Insistiendo en que Kanon asegurara a la diosa virgen lejos del peligro, se quedó atrás para pelear con el serpentino ser.
El resultado de su idiótica incursión en solitario aún le molestaba cuando extenuaba de más su pierna derecha. Las recurrentes pesadillas sobre verse inmovilizado y a punto de ser tragado en las fauces un gigantesco animal, también contribuían al nuevo respeto que tenía por el dios de los mares y, sobretodo, por el impresionante poder de Kanon. Resopló pesadamente ante la horrible escena volver a proyectarse en su mente por enésima vez. Realmente no quería pensar más es lo que sucedió ni revivir la sensación de impotencia, así que dirigió sus pensamientos por otro rumbo.
Recordaba flashazos de lo que sucedió después; el agudo dolor en su pierna no ayudó a que su mente pudiera grabar con atención lo que pasaba a su alrededor. Las voces de alarma, la urgencia de llegar a Leo para estabilizarlo antes de llevarlo con la diosa, la constante presencia de Kanon a su lado... Lo que sí recordaba sin duda, era la angustiada expresión en el rostro de Kanon, el miedo en sus ojos. El inusual despliegue de emoción, en el generalmente distante gemelo, le hicieron temer por primera vez en mucho tiempo el regresar al reino de Hades. La constante compañía de Kanon en su convalecencia le acercaron al santo de una manera que no podía resumir con palabras.
Shura no podía estar en lo correcto.
-Hey... creí que estarías almorzando con los demás -La voz de Kanon resonó entre las paredes de la tercera casa, sacando efectivamente a Camus de su introspección. Parpadeó confundido un segundo, antes de darse cuenta que sin meditarlo, sus pasos lo llevaron hasta la tercera casa. Hasta Kanon.
El gemelo lo miraba extrañado de su presencia, pero con brillo cálido en sus profundos ojos esmeralda y media sonrisa en los labios. Camus sintió su pecho contraerse con fuerza.
-¿Por qué estamos juntos? -soltó de pronto, con un tono tan amargo que sorprendió de inmediato al gemelo.
-¿Qué? ¿De dónde vino eso? -replicó Kanon algo confundido, fijando sus mirada en el desencajado rostro y sus sentidos en el alterado cosmo del menor. Rasgos imperceptibles para cualquier otro, pero el gemelo conocía cada centímetro de esa faz a la perfección y secretamente se congratulaba de poseer el sabor de su gélida energía tatuada en su piel.
Su pregunta no obtuvo respuesta, el caballero de Acuario caminó de pronto hacia él y lo sujetó del frente de sus ropas de entrenamiento. Antes que pudiera replicar qué sucedía, su boca se encontró atrapada en un apasionado beso; fue claro para Kanon por la urgencia del contacto y los brazos que subían para apresar a su cuello, que el otro parecía sentir que Kanon desaparecería de su alcance. Sintiendo que algo le había sucedido, el gemelo levantó sus brazos y atrajo el cuerpo de Camus al suyo mientras prolongaba y profundizaba el beso que compartían.
Cuando el contacto se volvió un beso lento y de reticente final, Camus dejó caer su cabeza hasta apoyarla contra el hombre de Kanon. Se sentía inusualmente sentimental, probablemente por la conversación sobre ellos que había escuchado. Apretó los párpados para reprobarse mentalmente su conducta, pero no pudo más que sentir que su pecho se contraía temeroso.
-Estás temblando... -susurró Kanon, preocupado- ¿Qué sucede?
-¿Sabías que la incompatibilidad de nuestros carácteres nos condenan a terminar separados?
-¿Quién dijo eso? -preguntó el gemelo con la voz seria y las cejas fruncidas.
-Saben de nosotros. Hicieron una apuesta en la que no nos ven como pareja por más de un año.
Un resoplo salió de Kanon, haciendo que Camus se separara del abrazo del gemelo para mirar con resentimiento al mayor; advirtiéndole con la mirada el no tomar sus sentimientos a la ligera. La mano de Kanon alcanzó la mejilla del francés y acarició su piel con los nudillos en ofrenda de paz y disculpa.
-No te enfades. Es sólo que no veo por qué te ha alterado tanto. Sé lo que quiero y tú también. Estamos juntos porque queremos estarlo, y no veo a ninguno de los dos renunciando.
-Jamás - Camus susurró convencido y se abrazó de nuevo al mayor. Sintiendo dentro de su pecho una nueva emoción suplantando la previa ansiedad que la conversación de los dorados le generó. -Aun así... las probabilidades están en nuestra contra -insistió.
-¿Cuáles eran las probabilidades de que nuestros destinos fueran el ser caballeros?- Camus fijó su mirada en las intensas pupilas jade de Kanon, meditando la respuesta.
-Casi ninguna.
-¿Y el que dada mi situación, ambos nos conociéramos?
-Infima.
-¿Qué tal el sobrevivir a la batalla de Hades?
-Imposible -replicó Camus con una incipiente sonrisa en los labios. Kanon la imitó.
-¿El que yo sobreviviera a la furia de Poseidón, al destierro de Atena o al derecho de Saga de prohibirme permanecer en Géminis? ¿Cuáles eran las probabilidades de que ustedes dorados me aceptaran? ¿Qué sobrevivieras al ataque de Leviatán? ¿De tener esta oportunidad en nuestras manos, o el que un indiferente francés que presume de ser el amo del hielo, pudiera de hecho, enamorarse de un desgraciado y traidor al Santuario?
-¡Tu no eres así!- replicó Camus al instante, abrazando al mayor con fuerza, sin poder evitar que las palabras de Kanon resonaran en su mente y le taladraran con las escasas probabilidades que suponían sus vidas y el que a pesar de ellos se hubieran encontrado al final. Kanon apretó el abrazo, deslizando una de sus manos por la espalda de Camus hasta anclarla en la nuca del francés, en donde acarició sus lacios cabellos grana.
-Sólo intento señalarte que hemos sobrevivido a todo y que estamos juntos aún en contra de toda probabilidad, y yo, planeo demostrar a quien no crea lo equivocado que está. ¿Por qué te importa tanto lo que piensen los otros? ¿Quién apostó?
-Shura... y ambos sabemos que nunca pierde.- Camus cerró los ojos y recargó la frente contra la de Kanon. Se sentía tremendamente infantil e idiota en su comportamiento; pero justo ahora, entre los brazos del gemelo no le importaba el presentarse así de vulnerable ante el otro. Su corazón le decía que confiara a plenitud en el gemelo, que éste no lo dejaría solo jamás.
Kanon resopló divertido y Camus sintió cálidos dedos rozar su barbilla e instarle a levantar el rostro. Observó un brillo de travesura y malicia en los ojos del mayor, seguidos por una sonrisa astuta.
-Le pediré a Saga que apueste contra el español y cuando gane, vamos a celebrar.
-¿Celebrar qué? ¿El ganar la apuesta?
-Qué te parece, celebrar el hecho que seguimos venciendo las probabilidades.
Camus sonrió. Sintiéndose por primera vez en mucho tiempo completamente satisfecho.
-Sí. Demostrémosles lo equivocados que están. Kanon rió maquiavélico, antes de inclinarse y eliminar la distancia entre ellos, besando a Camus con apasionada convicción. Su relación no sería fácil, ambos estaban conscientes de eso, pero a pesar de todo lo que pudiera distanciarlos había entre ellos una emoción honesta que poco a poco crecía segura e inmensa. Por diferentes que fueran, ambos ganarían contra toda probabilidad.