Lalalalala, otra viñetina más :3
-¡Hey, enano! Dime, ¿alguna vez te sentiste tentado de dar un paseo por el Bosque Prohibido?
Un alumno de segundo año de Slytherin miró con incredulidad a una joven de sexto año aparentemente de Slytherin, que era alta y tenía pelo castaño claro. A pesar de que el niño tenía una cara llena de soberbia y de desprecio (Liz pensó que era demasiado joven para ser tan Slytherin), se le iluminaron un poco los ojos al escuchar la propuesta. Aún así, no dejó de sospechar.
-Pues... sí. ¿Qué hay allí? ¿Por qué está prohibido?
-¡Pues porque hay cosas demasiado interesantes y extrañas que no puedes entender hasta que seas más grande! Pero si quieres, yo puedo ir contigo y enseñártelas. ¿A qué no sería interesan-?
-¡Turner! ¿Qué haces con una túnica de Slytherin? -escuchó que le gritaban. Al levantar la cabeza, vio que dos chicos de Slytherin la miraban amenazadoramente. Entonces, el jovencito se dio cuenta de que estaba pasando, y se alejó de la farsante.
-¡Ya me parecía tu rostro familiar! ¡Tú eres esa inepta de Gryffindor! ¡Me querías llevar para el Bosque, quien sabe para qué!
-¡Vaya! ¿Hasta los de segundo año me conocen? -rió Liz, aunque la perspectiva de batirse a duelo con dos Slytherin ella sola no era muy prometedora.
-Estás acabada, Turner. -y ambos Slytherin sacaron la varita, seguidos de Liz. El más pequeño se quedó observando.
-¡Desmaius!
-¡Expelliarmus!
-¡Protego!
Un ruido parecido al de una explosión inundó aquel pasillo. Liz se tambaleó para atrás, pero aún así no perdió el equilibrio. Pero parecía que el destino la odiaba, porque un segundo más tarde se apareció el profesor Snape al final del pasillo, y los Slytherins fueron lo bastante rápidos como para guardar sus varitas.
-¿Amenazando a otros estudiantes, señorita Turner? Creo que ya he perdido la cuenta de cuántas veces la castigo por esto. Quince puntos menos. Ahora, desaparezca de mi vista. Y hágale recordar a la señorita Blair que hoy es su castigo con el señor Malfoy.
Ella, sin mirarlo siquiera, se fue rápidamente del lugar. Ya les daría su merecido a esos dos idiotas a su debido tiempo.
Lo que si no tenía idea, era dónde diablos estaba Carol. Cuando despertó, vio que su cama estaba vacía. No estaba en la Sala Común, ni en la Biblioteca, a pesar de que ese era el lugar donde había dicho que se dirigía a sus compañeros. Era como si hubiera desaparecido. Y aquella era la excusa perfecta para registrar todo el castillo a su gusto, y si le preguntaban, simplemente diría que buscaba a su amiga. No había nada de malo en ello, ¿verdad?
Primero fue a la biblioteca, otra vez. Dentro había varios grupos de Ravenclaws haciendo tareas o estudiando, y algún que otro estudiante de las demás casas. Pero no había ni rastro de su amiga. Siguió buscando, pero nada.
Entonces cayó en cuenta de que estaba ella sola en la biblioteca, sin ninguna Carol que le impidiera hacer destrozos allí.
Y, sólo para ver qué pasaba si lo hacía, se acercó a la puerta (lista por si necesitaba un escape rápido) y murmuró:
-¡Accio pergamino!
De repente, todos los pergaminos con los que estaban trabajando los estudiantes salieron volando directo para ella. Entonces, salió corriendo por la puerta y la cerró a su paso, y escuchó gritos como "¡Esa perra!" o "¡Maldición, me faltaba tan poco!" y otros que era mejor no repetirlos. Corrió para otro pasillo y comenzó a reírse de la desgracia de todos esos chicos. Una vez calmada, Liz se dirigió a otra parte para ver en dónde diablos se había metido su amiga.
Próxima parada: la cocina.
En realidad, sabía que Carol no estaría allí, pero tenía hambre y quería comer. Además, se sentía terriblemente superior ordenándole a los elfos qué hacer. Y tal vez se le presentara la oportunidad de causar más destrozos.
En el camino, se cruzó con algunos Ravenclaws a los que les tiró los libros, Hufflepuff a los que empujó y Slytherin a los que hechizó. Para ella, molestar a la gente de otras casas era ya cosa de todos los días, y tenía que aprovecharlo al máximo porque no tenía a nadie cerca que pudiera quitarle puntos exageradamente.
Cuando llegó al cuadro de las frutas y le hizo cosquillas a las peras, Liz respiró el delicioso aroma a comida que había allí, y empezó a dar órdenes.
-¡Oye tú! ¡Dame algo para comer! ¿Y tú qué miras? ¡Sé útil y traeme algo para beber! ¿Esperan que coma parada? ¡Acérquenme una silla y una mesa, por Merlín y sus calzones!
Los elfos, obedientes, hicieron todo lo que le pedían, siempre terminando la frase con 'ama', lo que le sacaba a Liz una sonrisa. Comió tranquila y sin apuros; no creía que a Carol le pasara algo. No era estúpida, sabía batirse a duelo, era prefecta y tampoco iba a olvidar su castigo con Malfoy. Es más, Liz estaba segura que muy en el fondo, ella lo estaba esperando.
Cuando terminó de comer, se levantó, ordenó que limpiaran todo y que le guardaran un poco de comida para que pueda llevársela. Los elfos no se hicieron esperar y se apresuraron a empaquetarle sanguches y empanadas. Una vez llenados los bolsillos de comidas, se marchó.
Bien, su amiga no estaba en la Sala Común, no estaba en la biblioteca y no estaba en las cocinas. Hogwarts era enorme, podría estar en cualquier parte...
De repente se le aparecieron tres Slytherins frente a ella, con las varitas en alto. Liz no tardó en identificarlas, y reconoció a Parkinson y a las dos Greengrass.
-¡Desmaius!
Como era de esperar, Liz no pudo sacar su varita a tiempo, pero aún así se tiró al suelo para esquivar el haz de luz roja. Aprovechó entonces para sacar la varita, pero la rubia se le adelantó y la desarmó. Ahora sí que estaba jodida.
-¿Cuál es su problema? ¡Son unas malditas, me agarran de sorpresa y encima son más que yo! ¿Qué no les da verguenza? -les gritó.
-¿Verguenza? ¿De qué? Por cierto, me pregunto cómo irán los otros con esa amiga tuya, la sangre sucia.
Entonces Liz palideció. Así que sí había un motivo para que Carol no estuviera en la biblioteca y no la encontrara en ninguna parte. Ella debería estar corriendo su misma suerte, contra quién sabe qué Slytherins más.
-¿Esto lo planearon de antes, verdad?
-Masomenos, sí. Aunque nos tardamos, no te encontrábamos, ¿qué diablos hacías aquí? Fue un Slytherin al que empujaste que nos dijo que estabas aquí. En fin... veamos ahora como te las arreglas sin varita. -siseó Astoria.
Liz no veía como se iba a salvar de esta. La habían desarmado, y aquel pasillo era justo uno de los que estaba siempre desolado. ¿Tal vez los elfos se darían cuenta de lo que pasaba y salieran a su rescate...?
-¡Petrificus Totalus!
-¡Protego!
La Gryffindor se dio vuelta para ver quién era su salvador. Un grupo de Hufflepuff miraba sorprendidos la escena, y un par ya había sacado la varita. Cayó en cuenta de que aquello era razonable, ya que su Sala Común no estaba muy lejos de las cocinas. Suspiró de alivio.
-¿Y aquí qué está pasando? -dijo uno. Mientras, la chica aprovechó para recuperar su varita.
-¿Pues a ti qué te parece? -dijo con desprecio, Parkinson- En fin, ya no tenemos nada qué hacer aquí. Te salvaste, Turner. Nos vemos.
Y las tres se fueron. Antes de que ningún Hufflepuff pudiera preguntar algo, Liz gritó un 'Gracias', salió corriendo, y empezó a buscar a su amiga en serio.