Título: Piano
Serie: D.Gray-Man
Personajes: Kanda Yuu x Lenalee Lee
Género: General/Drama
Advertencias: G, 578 palabras
Tabla:
Aquí 09. Piano
Lenalee lo escucha, a escondidas, como toca el piano. No es algo normal en él, es como si el tocarlo lo devolviera en un tiempo anterior en el que aún no era exorcista, en el que reía de una manera diferente a la que se reía aquí y en la que sufría y sufría mucho. Ella creía que lo hacía para recordar, para saber que nunca se olvidaría de lo vivido, que no se olvidaría de lo malo ni de lo bueno, que su memoria seguiría siendo tan fresca como siempre.
Ella no le dice nada y está segura de que él no sabe que ella está ahí, espiándolo, observando con admiración como los dedos al tocar las teclas producen un sonido magnifico. Piensa, a veces, que quizá debería de hacer saber su presencia, que no estaba bien hacerlo a escondidas y que quizá, si él la veía, tendría la posibilidad de que le tocara una canción para ella, solo para ella, pero tampoco quiere destrozar o cambiar la melodía de esa canción tan preciosa y se muerde el labio para no emitir ningún ruido.
No era la primera noche que iba a escucharlo, ni la segunda, ni la tercera, ya había perdido la cuenta y aunque por las mañanas acababa con sueño por estar hasta tarde escuchándolo, ella sabía que esos momentos de sueño no eran comparables a los momentos de tranquilidad y felicidad que sentía al escucharlo tocar.
“Ven, siéntate.”
Se lo dice un día, sin mirarla, parando de tocar pero manteniendo sus dedos en el teclado y ella se acerca, sin hacer ruido y con una tímida sonrisa se sienta a su lado justo para que él volviera a tocar, otra canción, porque ya no tiene la misma melodía, porque parece más alegre y parece reflejar un mundo de niñas, pero ella se calla porque no puede quejarse, no tiene el derecho después de invadir su privacidad, pero tampoco puede evitar negar con la cabeza.
“¿No te gusta?”
“Me gusta la otra.”
Y él sonríe, una de esas sonrisas que lo hacían ser él, tierna, cariñosa, que te hacía sentir cosquilleos en el estómago pero a la vez, con un poco de tristeza, porque la canción es suya, es su vida, es su historia y no quiere compartirla pero por ella haría cualquier cosa así que la toca una vez, dos veces, tres y unas cuantas más hasta que nota que la chica apoya la cabeza en su hombro porque se ha quedado dormida y ve que es hora de parar.
Uno la observa, a escondidas, pudiendo encontrar hasta gracioso el hecho de que estaba “espiando” a la chica que estaba “espiando” a otra persona, pero cuando piensa en los motivos se da cuenta de que gracioso no tiene nada, de que la historia es más triste de lo que él quiere creer y más dolorosa de lo que él quiere admitir.
Se da cuenta de que la chica se queda dormida cuando su cuerpo se relaja más de lo normal y la cabeza acaba cayendo en el hombro del chico y sabe que tendrá un buen sueño, porque al fin ha podido escuchar la canción que tanto le gustaba sentada del chico al que siempre estaba observando, pero eso a él no le sirve.
A Kanda, no le gustaba que el último recién llegado que encima era capaz de tocar el piano le quitara la chica a la que él siempre había estado observando.