Autor:
BrieceTítulo: “El lado oscuro de la Luna”.
Fandom: Anita Blake: Vampire Hunter.
Reto: Punto de Encuentro.
Prompt: "If you can't get rid of the skeleton in your closet,
you'd best teach it to dance."
(George Bernard Shaw)
Parejas: Sylvie/Jamil, Merle/Zane, Rafael/Louis, Larry/Meng Die.
Extensión: 2209 palabras.
Advertencias: R [M]. Dark!fic. Situaciones sexuales Het-Slash y algo peludas (literalmente). Palabrotas varias. (Es LKH-ish... )
Notas: Con estas parejas crack, al final uno termina encontrando OTPS XD
Resumen: St. Louis ha caído bajo el ataque de Mommy Dearest. El equipo A esta desaparecido en acción, y el equipo B lame sus heridas, lamenta a sus muertos, y se prepara para el contraataque.
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Disclaimer: Personajes y mundo de Anita Blake:Vampire Hunter son © de Laurell K. Hamilton et al. Usados en préstamo en esta historia sólo con fines recreativos, sin fines de lucro.
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(Sylvie)
-Pensaba que ese asunto de tus trofeos era un mito... -dijo Jamil pensativamente, de pie y desnudo en mi sala, mientras usaba una toalla para quitar el exceso de humedad de su largo cabello trenzado. Su voz albergaba, asimismo, una nota de admiración no disimulada.
Sonreí sin mirarlo reclinada sobre mi estómago en la alfombra. Los huesos de mis enemigos muertos dispuestos en el suelo enfrente de mi; poder y miedo entrelazados en sus vetas sinuosas. Mi mejilla buscando la solidez, los lados suaves y afilados, regodeándome en ser quien fuera la que lamiera sus huesos y pudiera cantar mi triunfo una vez más ante la luna. Me incliné hacia adelante disfrutando de la ruda textura de ellos contra mis pechos desnudos. Detrás de mi escuché una inhalación brusca y un cambio en el aire. Jamil.
Me voltee un poco para mirarlo con los parpados caídos. Su excitación era evidente en la forma en que su miembro se alzaba en el aire. Pero Jamil no podía hacer nada al respecto. YO era alpha, Geri, segunda al mando, y estaba por encima de él. Todo el mundo sabia que si lo deseara podría haber quitado de su trono a Richard cuando quisiera. Inclusive a Jamil... por muy Skoll que fuera. Yo nunca hubiera cometido el error de Richard de conservarlo; pero el ser mujer, me hacía más fuerte que el remilgado e hipócrita Ulfric.
Contonee las caderas pasando la lengua por mis labios, y Jamil tragó saliva cambiando ligeramente de posición, claramente estaba un poco confundido con mi actitud, y después de lo de anoche sabía muy bien que no podía infravalorar mi poder y mi fuerza. Me di vuelta lentamente aun sobre mis rodillas, y extendí lentamente mi mano dejando que mi poder cayera sobre él. Jamil gimió un poco en el fondo de su garganta, pero los casi dos metros se dejaron caer sobre sus rodillas y sus manos, bajando la mirada, y muy despacio empezó a avanzar hacia mi, la punta de su pene golpeándose gentilmente sobre la alfombra, músculos cubiertos de café dorado moviéndose sinuosamente como sólo puede hacerlo un licántropo, y la masa de trenzas oscuras desparramándose por su espalda hasta el suelo.
Su nariz pidió permiso rozando mi mano, su piel temblaba. Mi poder y su excitación conjugándose en una brusca subida de entrecruces hormonales. Su lengua se asomó entre sus labios como pidiendo permiso, y como no objeté lamió mis dedos con suavidad en un gesto de sumisión no carente de sensualidad. Una risita subió a mi garganta y mientras apartaba las osamentas que aun sostenía con un brazo, mi mano derecha subió a la cabeza de Jamil. Mi mano apretó su cabello y él se quedó muy quieto. Lo aparté de mi con fuerza, mis dedos extendiéndose hasta hacerse garras. La difunta reina perra, Raina, no era la única que conocía ciertos trucos.
Después de todo hoy me sentía de un humor especial. Hasta para olvidar la última vez que lo había hecho -voluntariamente- con un hombre. Me senté en la alfombra, mi sangre ardiendo por dentro y por fuera ya que estaba cubierta por ella, y me fui echando hacia atrás, sin apartar la vista de él, evaluando al macho que se presentaba ante mi. Un cojín encontró su camino a de mi espalda, extendí nuevamente mi mano inclinándome un poco hacia atrás. Jamil avanzó de nuevo gateando, esta vez se dirigió a mi pie, y me miró una vez pidiendo mi permiso antes de empezar a lamer mi pierna limpiando la sangre de ella. Fui abriendo mis piernas mientras sus lametones se volvían más largos y confiados. Un brazo me mantenía semierguida, mientras mi mano izquierda empezó a juguetear con mis pezones, acariciándolos y apretándolos. Jamil gruñó, un ronquido gutural que ocasionó un gemido en mi, y mis colmillos se alargaron un poco, pero controlé la transformación. Aun no.
Jamil avanzó sobre mi, su cara tensa, sus ojos oscuros tomando un color amarillento, y se detuvo una vez más mirándome. Estoy cierta que mis ojos se veían como los de él. Su cuerpo descendió pausadamente sobre el mío y su boca se acercó a la mía. Oh, sí, Jamil, no estas seguro si te arrancaré la lengua de un mordisco... u otra cosa, apuesto a que no. Raina nos enseñó a todos lados de nosotros que nunca pensamos explorar y por lo cual ni siquiera podíamos pretender culpar a la bestia. A diferencia de Richard. O de Gwen, cuya esencia aun impregnaba todo mi departamento y por lo cual ahora tenía ganas de llorar y aullar, de destrozar todo, de ir por mi consolador más grande y joder a este macho hasta destrozarlo.
Una mano grande y oscura se cerró sobre uno de mis pechos, y la otra fue hacia mi cintura, y dejé que el momento pasara. Lo voltee sobre su espalda de nuevo, ahora más controladamente y me dispuse a montarlo. Después de todo en nuestro mundo el sexo tiene mucho que ver con la muerte y con el dolor. Sobre todo para los otros.
~*~*~
(Merle)
Mi mayor problema toda mi vida es que nunca sé cuando dejar las cosas estar. Inevitablemente hay un punto en una situación en que doy un paso al frente y queda la cagada. Fue así como conseguí que me abrieran en canal. Fui así como conseguí una nueva piel. Fue así como terminé con otro más a mi cargo.
Pero él lucía tan... perdido... sí, creo que esa es la palabra. Oh, joder, me hago viejo para esta mierda. Me hubiese reído en la cara del hijoputa que me hubiera dicho hace cincuenta años atrás que iba a terminar de niñera de un leopardo de pelo azul. Maldición.
Sí, sí, echale la culpa a la senilidad, a Micah que te dejó a cargo, a los vampiros, a la perra grande y a la pequeña -sin saber cuál elegir por más aterradora- y finalmente al niñato idiota de Caleb y su bocota. Y hasta quizás pueda echarle la culpa al color de su pelo, o de sus ojos, o que ese día usaba un pañuelo con unas calavera cruzada y siempre quisiste ser pirata...
En sueños Zane gimotea y su cuerpo caliente se pega más al mio.
No, Merle, mal leopardo. Dime que no es tu jodido pene el que se esta levantando en respuesta a su roce, o mejor dicho que se esta poniendo más duro no nos engañemos. Ni tampoco es mi manaza la que se empieza a pasear por la redondez de su culo y continua viaje sin etapas por su muslo como si no quiere la cosa para empujarla a un lado y hacerte espacio. El muchacho despierta y me mira con sus ojos de cachorro adormilado, y sin decir nada me acomoda contra él, levantando los brazos rindiéndose mientras su piel se va coloreando con manchas y deja escapar un gemido suave entre sus colmillos.
Y por el breve espacio que te queda puedes pretender que siempre han estado uno para el otro abrazados así perteneciendo uno al otro. Y que lo de Quimera se quedará esta vez en el reino de las pesadillas con todo el resto de los débitos en mi conciencia.
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(Louis)
Había una vieja rocola de discos en el sótano de la escuela, y olía siempre a café rancio, a huevos rancheros, y a cables medio fundidos. Y si cierro los ojos aun puedo escuchar las canciones ingenuas, las risitas contenidas, y los besos a escondidas. Aquí, la voz de una cantante de moda se percibe desde los parlantes semiescondidos del salón, y huele a sudor masculino y cuero del verdadero.
-Deberías dormir un rato -dice la voz profunda de mi rey. Rafael recostado en un sillón sólo en calzoncillos es una visión de página central de revista erótica, mis labios están repentinamente demasiado secos así como mi garganta.
Rafael suspira y echa la cabeza hacia atrás, la columna de su cuello tostado digno de una epifanía escultórica, pero yo soy sólo un viejo profesor agotado y no hay nada de poético en resaltar sinfonías epiteliales y ligamentosas que generan semejante visión. Hay diez mil cosas que podría decirle, que quisiera decirle, y todas terminan tropezándose una con la otra, y quedando atoradas sin poder escapar.
Recuerdo a este hombre enorme recogiendo mis pedazos después de cada cagada que ha pasado en mi vida.
Esta tarde pude haberle perdido.
De nuevo.
Mi visión se nubla, y con el más profundo horror un sollozo escapa de mi garganta apretada. Rafael alza la mirada y chasquea la lengua, sólo eso, y para mi vergüenza siento que lágrimas escapan de mis ojos. Y él ya esta de pie, conduciéndome hacia el sillón y abrazándome murmurando sonidos con que calmas a los niños sin que nada de eso sea verdad. Me aferro a los jirones de mi dignidad para no hundirme en su carne sólida y siento que él rebusca algo entre los cojines enormes de cuero donde nos sentamos.
Una moneda.
Lo miro con confusión a sus ojos sosegados.
-¿Cara o sello?
-¿Ah?
Me mira de nuevo, inescrutablemente, y lanza la moneda al aire con presteza recogiéndola en un movimiento fluido sobre el dorso de su mano.
-Cara, tu me la chupas. Cruz, yo te la chupo.
Me quedé mirándolo con la boca abierta mientras me miraba alzando una ceja esperando mi respuesta, y luego una enorme sonrisa se abrió paso en su rostro casi partiéndole la cara en dos. El muy cabrón.
Le di un golpazo en el pecho y lo mandé a la mierda, mientras él se echaba a reír diciendo que desearía tener un espejo para mostrarme mi cara. Y después también me eché a reír.
Apuesto a que la pinche moneda estaba trucada.
No es posible que siempre fuera mi turno.
~*~*~
(Larry)
La luna permanecía escondida detrás de la niebla que ascendía pesadamente desde la ribera del Mississippi afuera del hotel “LaRue” (y luego que no le vinieran después conque los vampiros europeos no tenían sentido del humor); y aun allí después de tantas horas podía sentir el poder fluyendo en mis huesos. Poderes viejos, obscuros, confusos, malvados, odiosos, desentrenados, insidiosos. ¿Quién dijo que la muerte no tenía nada para enseñarnos?
El pequeño Larry Kirkland de Elbert, Wisconsin, nunca fue lo bastante alto ni fuerte para el fútbol, ni para sobresalir en nada en realidad, el de las pecas y los bolsillos raídos, de quien las porristas cuchicheaban burlándose de sus plumas . . . el pequeño Larry a quien la todopoderosa Anita compara con un jodido muñeco de madera. Y con todo ese potencial acumulándose en el fondo de su alma, sabiendo a cenizas y a gloria.
Sonrió torcidamente y a sus pies, su pequeña mascota no-muerta se removió ¿inquieta? ¿ansiosa? ¿con miedo? Todas las anteriores, y a quien mierda le importaba. Estaba seguro que no a él. La china hija de puta -y conste que no era sino una afirmación-- ha cumplido muy bien su trabajo, abriendo las puertas de la ciudad a la gente del Concilio, y que ha sido ella sola quien ha seducido a los lobos y a él. Que ha sido ella quien se ha apoderado de su carne y sus pensamientos después de la patética traición de la bruja.
Ja. Ella sola y él, la pequeña marioneta de Anita y de RPIT, él, que ha sentido las venas burbujeando de muerte desde que tiene memoria, que le ha escuchado susurrarle promesas y pesadillas. Él, que ha compartido campo con el mayor nigromante del siglo, y se ha terminado quedando con parte de ella en su interior. Él para quien la muerte ejecuta una danza en estos momentos bajo un único conductor.
Meng Die alza la cabeza y su cuerpo se mece hacia adelante en un gesto de protección cuando se alza del suelo, se voltea por un instante para verme con una mirada de ¿admiración?
Los otros van llegando silenciosamente a la cita en una torre vacía que se alza enfrente del hotel. Y donde uno ha caído hay otro para reemplazarlo. Suerte que aun cuentan con Rafael, tan calmado como siempre, el buen rey-rata, y su segundo. Y con Sylvie que camina hacia él como comiéndose al mundo a cada paso con una sombra oscura alzándose detrás de ella, y... mierda, es que le ha parecido ver a Zane caminar dándole la mano a Merle, eso si que no se lo esperaba. A Jason eso le hubiera hecho mucha gracia.
Hay saludos tensos entre todos los líderes, especialmente mientras esperan el arribo de las hienas, pero al final es él quien debe decidir dar la partida.
Su pequeño ejército de zombies se estremece esperando sus órdenes, y puede sentir a los vampiros guiados por Primo todos en sus posiciones.
-Es hora -dice mientras siente una risa histérica desbordándose en su garganta. Porque quien mejor que un gladiador para dirigir una carga como esta. 'Los que vamos a morir te saludan...'
'Vamos a cambiar la historia', se dice con decisión. Y si tal vez su mano se detiene un rato demás en el oscuro cabello de la vampiresa es sólo culpa de la adrenalina.