Título: En la radio.
Fandom: Sailor Moon.
Claim: Seiya/Serena.
Extensión: 1.438 palabras.
Notas: Escrito para la tabla ilusoria de la comunidad de LJ
30vicios. Participa en el
dekasem.
Serena sacó un ¿pancho? de una de las zapatillas deportivas de su hija, sorprendiéndose a sí misma del hedor que podía lograrse al combinar el sudor con un pancho rancio. Se apresuró a tirar en la basura eso y poner a lavar las zapatillas, prometiéndose internamente matar a Kohana por aquello. Dios sólo sabía cómo llegó ese pancho a ahí. Continuó recogiendo la ropa sucia de los cuartos de sus hijos, sin sorprenderse del estado de cada uno.
Continuó ordenando un poco el cuarto de Kohana, aunque sinceramente era un caso perdido, ya le obligaría ordenarlo cuando llegase de la práctica de tenis.
Tenía la radio prendida para no aburrirse, aunque no le prestaba demasiada atención, a menos que pasasen alguna canción que le gustase especialmente. Pero paró un instante cuando el presentador avisó que por mensaje dejado por teléfono a la radio, habían pedido un clásico de hacía años. De modo que en unos pocos instantes, en todo hogar comenzó a sonar la letra de “Search for your love”, uno de los primeros éxitos de Three Lights e inevitablemente a ella le agarró un poco de nostalgia de cuando ella estaba en la preparatoria. Se sentía nostálgica y un poco vieja si tenía que ser sincera, pero no lo diría ni muerta.
Y pensar que ahora sus hijos estaban en la edad de cuando ella recién había conocido a Seiya. Claro que su historia había sido mucho más complicada que los amoríos comunes a esa edad; pero eso no desvaloraba los de sus hijos. Aunque su marido no estuviese del todo conforme con uno de ellos.
Tsukiko ahora tenía 20 años y se dedicaba a la música al igual que su padre, francamente no había tenido muchos escándalos desde que había comenzado su carrera en la adolescencia y los pocos habían sabido controlarlos. Era solista y no tenía excesos o aires de fama, que ambos habían temido antes de embarcarle en el mundo del espectáculo. Serena odiaba admitirlo; pero Tsukiko era la debilidad de Seiya. Ella siempre había sido la más cercana a él. Todo había sido perfecto entre padre e hija, hasta que encontró el amor. Llevaba prácticamente un año en pareja con otro cantante, desde la última gira que había tenido, en la que se habían conocido y parecía que “había nacido el amor”. Él tenía algunos años más que ella; pero ese no era realmente el problema. El chico se había ganado fama con una gran cantidad de escándalos y destrozos.
Suspiró cansada al recordar la última discusión. Tsukiko se había ido de casa y Seiya todavía se negaba a oír razones. A ella tampoco le gustaba ese tipo para su hija; pero si ella tenía que tropezar, mejor que lo hiciera para que aprendiese, pero les tuviese como apoyo. Claro que Seiya no quería verlo así.
Por su parte, la mugrienta que tenía por segunda hija, Kohana, estaba a punto de terminar la preparatoria e iba a hacerse profesional de tenis, incluso le habían llamado varias veces representantes para incluirla en sus programas. Pero entre los tres, habían acordado que primero debía terminar el colegio. Aunque en cierto modo se alegraba de eso para su hija, le hubiese costado cualquier otra carrera, considerando cuán vaga y poco interesada en los estudios que era. Siempre había estado más interesada en la comida, los videojuegos y cualquier deporte. Kohana era la más parecida a ella, sólo que mil veces más desordenada y con mucho más amor al deporte, sin duda.
Sakura sin embargo, parecía más hija de Yaten que de Seiya. O quizá el juntarse demasiado con él le había afectado más a la personalidad de lo que le gustaría admitir. Apenas tenía 15 años y era el ser más anti social que hubiese conocido. Serena quería creer que era por la edad, aunque ni Tsukiko ni Kohana había sido tan problemáticas como ella al entrar en la adolescencia. Sin embargo, era la más aplicada de sus hijos y la que había traído mejores notas. Lo que menos había entendido desde el principio de su tercera hija era su apariencia, no se parecía a ninguno de ellos dos. Aunque en una ocasión, Seiya le había dicho que se tenía la apariencia de su madre; pero había puesto una expresión tan nostálgica que no quiso preguntar más.
El último de sus hijos y el único varón, Kiyoshi, había venido por sorpresa y en esos momentos tenía 7 años, cursando el primer grado de primaria. A su corta ya se podían adivinar prácticamente todos los rasgos de su padre, en otras palabras, era un calco de Seiya. Incluso le había aprobado el capricho de llevar el cabello largo, a lo cual ella no terminó no pudiendo negarse. Y si parecerse a su padre era poco, ya había encontrado varias cartas de amor en la mochila de su hijo como para darse una idea de cuán popular era entre las niñas. Claro que Kiyoshi era tan inocente como ella de adolescente como para no entender ni la mitad de las cosas que le escribían, de modo que terminaba prácticamente desechándolas como Yaten.
Ella se había convertido en fotógrafa y Seiya había retomado la banda con sus hermanos y les seguía yendo bien. Incluso dentro de poco iban a sacar un disco de sus mejores temas.
Se dio cuenta de que se había quedado pensando en sus hijos y dejado a un lado el cesto de basura, cuando en la radio se empezó a oír uno de los nuevos éxitos de su hija. Era uno de los temas de moda en esos meses, así que no debería sorprenderle tanto; pero en casa, Tsukiko prácticamente era un tema tabú desde que se había ido hacía unos meses. A Seiya y a ella les entristecía mucho recordarle. Los otros tres continuaban teniendo contacto con ella, de modo que Kohana, Sakura y Kiyoshi no compartían demasiado su sentimiento, aunque el más pequeño le extrañase muchas veces.
Oyó la puerta principal abrirse. Era Seiya. Se dio cuenta al instante de que le oyó tararear, además sólo podía ser él, los otros tres estaban en el colegio. Le bajó el volumen al mínimo a la radio para que el buen humor de su marido no se esfumase. Le oyó caminar hasta donde estaba
- ¡Hola, bombón!- le saludó alegre y con voz cantarina, dándole un beso. Ella le sonrió.
-Llegas temprano.
-Es que terminamos temprano- corroboró, quitándole de las manos el cesto de ropa sucia pero al instante arrugó la nariz con desagrado. - ¡Joder! ¿Qué es ese maldito olor? ¿Kohana?
-No sé para qué me preguntas si ya sabes- dijo ella en broma. -Esa chica cada día me sorprende más cuán sucia puede ser.
-En cuanto llegue, tendremos que obligarle a tirar los deshechos tóxicos que almacena como oro en su cuarto.
-Eso mismo dije.
Continuaron recogiendo la ropa sucia de las habitaciones, mientras Seiya le contaba lo que había hecho ese día en el estudio, junto con sus hermanos. Parecía que las canciones del CD ya estaban escogidas y que iban a hacer una serie de fotos para una marca de trajes. Luego llevaron el cesto al lavadero; pero mientras ella ponía todo lo cargado en el lavarropas, Seiya le subió el volumen a la radio, donde aparentemente habían decidido poner otro de los temas de su hija mayor.
El silencio invadió el cuarto, exceptuando la aguda voz que cantaba en la radio, para luego el presentador elogiaba el trabajo de Tsukiko Kou en su última presentación.
-Parece que le está yendo bien…- comentó tristemente Seiya. Pero más bien sonaba a un “no nos necesita”.
-Seiya…- murmuró con tristeza. Ella también le extrañaba. - ¿No crees que ya es hora de ceder? Ella ya es grande, no puedes protegerla por siempre.
El otro bufó molesto, aunque sabía que se lo estaba pensando.
-Haré un intento- prometió, aunque no muy convencido. -Pero esa chica tiene que aprender un poco más de buena música y dejar de oír esa “cosa”- dijo no aprobando demasiado el tema que acababan de pasar por la radio.
Sabía que más bien se refería al novio de Tsukiko, que casualmente era cantante de ese tipo de música que él desaprobaba (y que además había influenciado un poco en los temas de Tsukiko), aunque casualmente ese “odio” había comenzado hacía poco. A veces Seiya podía ser más infantil que ella.
- Si con esas vas, no me sorprendería que algún día te superase, Seiya.
-Nah…-negó quitándole importancia. -Todavía le queda mucho por aprender a esa niña.
-Mira que si llega a pasar me reír de ti hasta el día en que me muera.