Título: Estrella fugaz.
Fandom: Sailor Moon.
Claim: Seiya/Serena.
Extensión: 723 palabras.
Notas: Escrito para la
tabla Ilusoria de
30vicios y para el
reto_diario.
Seiya se sentó en una de las sillas que estaban en el balcón, dirigiendo su vista inmediatamente al cielo estrellado que hacía algunos días que no se lograba ver con propiedad. Desde que habían llegado, hacía tres días, había estado nublado hasta ese día. Pero no era solo eso, les gustaban mucho las constelaciones que se veían en aquel hemisferio terrestre, siendo claramente diferentes a las que se veían en su planeta. Siempre le habían maravillada el cielo estrellado de ese planeta, ya que en el suyo no había tantas y eran mucho más lejanas a las que la Tierra tenía. De modo que simplemente le era inevitable maravillarse cada vez que veía el cielo nocturno despejada, siendo salpicado por una cantidad incontable de estrellas.
Sintió unos brazos suaves rodearle el cuello desde atrás suyo, mientras que una cabeza rubia se apoyaba en su hombro, goteándole un poco la ropa por no haberse secado del todo después del baño. Pero no le dijo nada, le agradaba tenerle cerca y poder oler su cabello.
- ¿Qué haces?- le preguntó ella, al ver que su ahora marido no decía o hacía nada. Incluso por un momento temió que se hubiese quedado dormido cuando se sentó allí, lo cual podría hacerle pescar algún resfriado.
-Solo miro- le respondió, tomando suavemente uno de sus brazos comenzando a acariciarlo suavemente. Serena suspiró sin entenderle.
-Qué raro eres.
Seiya a veces hacía esas cosas raras que ella no terminaba de entender, suponía que era la sensibilidad del artista para poder escribir canciones; pero a veces le gustaría entenderle al menos un poco más. Sin embargo, a pesar de muchas veces no entenderse demasiado las manías del otro (porque como decían: cada loco con su tema), sabían comprenderse mucho en las demás cosas.
A pesar de lo dicho por Serena, pasaron algunos minutos en los que ambos se quedaron en silencio, mirando el cielo; pero más bien disfrutando la compañía del otro. Yaten les había dicho que volviesen de Roma cuando les empalagase la miel de luna; pero algo les decía pasaría algo de tiempo antes de que aquello pasase. Les había costado llegar a estar juntos, a pesar de todo y todos, de modo que sabían apreciar el tiempo que compartían.
Cuando estaban por volver al interior de la habitación, Serena le llamó:
- ¡Seiya, mira!- le dijo señalando el cielo-. ¡Una estrella fugaz! Rápido, pide un deseo.
- ¿Quién fue exactamente el que inventó ese cuento de que las estrellas fugaces cumplen deseos?- preguntó reticente, era bastante escéptico acerca de las supersticiones terrestres. En su planeta tenían otros tipos de supersticiones que nada tenían que ver con aquellas.
Su pareja le miró mal, lo cual le hizo carcajearse.
-Oh, vamos. No seas así. Pide un deseo.
Ambos estuvieron unos segundos en silencio, antes de que Seiya volviese a hablar.
Seiya se dio cuenta en esos momentos que no desearía nada más, porque tenía todo lo que necesitaba para ser feliz. Estaba con Serena, la persona que más amaba y estaban por tener una hija. No necesitaba nada más, aun cuando no tuviese absolutamente nada; pero les tuviese a sus dos mujeres favoritas, no podría pedir algo más. Como dijo algún sabio terrestre "No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita". De modo que se encontró pidiendo un deseo, que incluso le sorprendió a sí mismo.
"Sólo deseo que Serena siempre sea feliz"
-Pedí que Haruka no se enterase de que estás embarazada hasta que Tsukiko nazca, o al menos hasta que estés como un barril- le dijo carcajeando. La otra bufó con fingida molestia.
-Se supone que no debes decir lo que deseaste. Así no se cumplirá tu deseo.
Seiya fingió angustiarse, golpeándose la cara con una mano, haciendo que ella riese.
-Qué pena.
-Yo pedí un tazón de frutillas con crema; pero como lo dije supongo que me lo tendrás que dar tú.
Seiya se carcajeó al ver uno más de los antojos que Serena había empezado a tener, dándose cuenta nuevamente cuánto le costaba negarle las cosas a ella.
-Hay que demandar a esas estrellas fugaces en algún lado. No sirven de nada, al final.
Ambos fueron a la cafetería de dentro del hotel, entre risas.
Lo que Seiya nunca supo fue que Serena, en ese momento, pidió lo mismo; pero para él.