... un Br/Arg(?) 8) /así de creativa es, mind you
En mi defensa solo puedo decir que--- CULPO TOTALMENTE A ilye_aru POR ESTO ; ;/)
El idiota está riendo. Tiene hasta la nariz cubierta de lodo y el cuerpo inclinado hacia adelante, cruzando ambos brazos por el estómago sin poder detenerse. Martin hace una mueca desde abajo, tratando de desempolvarse la remera, y es que no se puede jugar bien con este mono torpe.
Espera cinco, diez. Treinta segundos más (y mirá que sos exagerado), hasta que por fin la corta, riendo cada vez más suave, más calmado. Luciano restriega sus ojos con el dorso de las manos, camina al frente y le extiende una mano, mostrando la dentadura entera.
- ¡Mandate a mudar, che!
Martín intenta ponerse de pie, con el ceño fruncido y la frente bien en alto; pero hay algo en la sonrisa de Brasil, tan pesado y tan jodidamente cálido (como ese Sol de mediodía picándole en la cabeza), que le impide despegarse del suelo. Y es ese mismo algo reflejado en sus ojos (color café y tierra húmeda) aquello que desaparece el mal humor de repente y quizás, sólo quizás, asolea levemente sus mejillas.
Tsk, tremendo boludo.
Lo cierto es que Argentina nunca ha sido un saco de paciencia, mucho menos para aguantar las idioteces de este gil; pero no puede evitar curvar los labios hacia arriba, de medio lado, al escucharlo parlotear en su español mal hablado. Y lo mira ensanchar esa idiota sonrisa, acercando un poco más su mano.
Martín entorna los ojos y acepta el gesto; Luciano estruja su mano con firmeza y tira hacia arriba con todas sus fuerzas. Se miran, sin hablarse, y por alguna razón todo ese silencio a su alrededor les sabe naturalmente cómodo. Tan cómodo como ese Sol de medio día, entibiando sus cabezas; tan cómodo que Luciano jamás reparó en la mano libre de Martín elevándose y estrellándose en su nuca.
- Vos invitás las birras hoy, pentacampeón
El idiota está riendo. Tiene hasta la nariz cubierta de lodo y el cuerpo inclinado hacia adelante, cruzando ambos brazos por el estómago sin poder detenerse. Martin hace una mueca desde abajo, tratando de desempolvarse la remera, y es que no se puede jugar bien con este mono torpe.
Espera cinco, diez. Treinta segundos más (y mirá que sos exagerado), hasta que por fin la corta, riendo cada vez más suave, más calmado. Luciano restriega sus ojos con el dorso de las manos, camina al frente y le extiende una mano, mostrando la dentadura entera.
- ¡Mandate a mudar, che!
Martín intenta ponerse de pie, con el ceño fruncido y la frente bien en alto; pero hay algo en la sonrisa de Brasil, tan pesado y tan jodidamente cálido (como ese Sol de mediodía picándole en la cabeza), que le impide despegarse del suelo. Y es ese mismo algo reflejado en sus ojos (color café y tierra húmeda) aquello que desaparece el mal humor de repente y quizás, sólo quizás, asolea levemente sus mejillas.
Tsk, tremendo boludo.
Lo cierto es que Argentina nunca ha sido un saco de paciencia, mucho menos para aguantar las idioteces de este gil; pero no puede evitar curvar los labios hacia arriba, de medio lado, al escucharlo parlotear en su español mal hablado. Y lo mira ensanchar esa idiota sonrisa, acercando un poco más su mano.
Martín entorna los ojos y acepta el gesto; Luciano estruja su mano con firmeza y tira hacia arriba con todas sus fuerzas. Se miran, sin hablarse, y por alguna razón todo ese silencio a su alrededor les sabe naturalmente cómodo. Tan cómodo como ese Sol de medio día, entibiando sus cabezas; tan cómodo que Luciano jamás reparó en la mano libre de Martín elevándose y estrellándose en su nuca.
- Vos invitás las birras hoy, pentacampeón