Y el número Once también.

Sep 16, 2007 16:20

Venga, que ya lo tengo escrito, y como no tengo otra cosa que hacer :) Pues aquí dejo la viñeta número once, la de los caramelos, jeje.

Autor: // cris_snape
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pareja/Trío: Percy Weasley
Tema: #11 - Caramelo

Percy Weasley es un niño bueno, pero tiene una gran debilidad... Los caramelos.



Percy es un niño bueno. Su mamá está muy orgullosa de él porque, a los cuatro años, ya sabe leer, escribir y hacer cuentas. Es muy aplicado y se está preparando para ir a Hogwarts, donde se convertirá en el mejor mago de todo el mundo. Además, su mamá está contenta con él porque siempre le ayuda en la casa y casi nunca hace ruido. Percy recoge su plato y su vaso después de todas las comidas, ordena su habitación diariamente y sabe cuando debe quedarse callado y cuando no. Mientras todos sus hermanos arman revuelo, él puede afirmar que es el más bueno de todos. Su mamá casi nunca le regaña y, aunque sus hermanos suelen decirle que es un mimado y un pelota, a él no le importa, porque mamá suele recompensar su buena actitud con enormes platos de tarta de chocolate o, mejor aún, con libros nuevos para su pequeña colección.

Pero Percy no es perfecto, y él lo sabe. Aunque se esfuerza para que su mamá esté satisfecha con su comportamiento, Percy no deja de ser un niño y tiene una debilidad.

Los caramelos.

Le gustan de todos los colores, tamaños, formas, olores y sabores. Puede comérselos por docenas, hasta ponerse enfermo y tener que estar en cama durante días enteros. Suele quitarles el envoltorio muy despacio, relamiéndose de anticipación. Sabe que cuanto más larga es la espera, más grande es el placer, y siempre los saborea con intensidad, cerrando los ojos y mordisqueándolos para que se le queden pegados en los dientes.

A mamá no le gusta que coma tantos caramelos. Percy sabe que la dentadura se le va a estropear por su culpa, pero no puede evitarlo. Aunque, después, le duelan las muelas y la barriga, siente que todo vale la pena con tal de sentir la fresa, el café o el limón explotando en una orgía de sabor dentro de su boca. Incluso puede soportar que su mamá le regañe y castigue, aunque ella no lo haga casi nunca. Todo vale la pena con tal de conseguir uno de esos deliciosos dulces.

Esa noche, Percy no puede dormir. Su mamá había pasado toda la tarde limpiándole los dientes con ayuda de su varita. No es que fuera una profesional, pero la familia Weasley no puede permitirse consultar a un profesional de San Mungo, así que Molly Weasley, además de madre y esposa, es carpintera, jardinera, profesora, sanadora y mil y una cosas más que Percy nunca consigue recordar. Su mamá le ha prohibido que vuelva a comer dulces en varias semanas, demasiadas, pero la ansiedad hace mella en el niño. Quiere resistir la tentación, ser bueno y quedarse dormido, ignorar la insistente petición de su estómago, pero no puede.

Ya es muy tarde. Percy puede oír los ronquidos de su papá desde el dormitorio. Charlie y Bill han dejado de hablar entre ellos mucho rato antes, y los gemelos deben estar durmiendo, puesto que no han organizado ningún desastre en varias horas. Percy cree que su mamá también descansa. Desde que vuelve a estar embarazada, tiene muy mal genio y la cara muy pálida, y le cuesta mucho trabajo dormir, así que el niño espera que su mamá haya conciliado el sueño, porque ya no puede aguantarse más.

Despacio, procurando no hacer ningún ruido, Percy se desliza hasta el suelo y se enfunda sus zapatillas de casa. El suelo de madera cruje bajo sus pies, así que comienza a andar de puntillas, encogido sobre sí mismo. Quiere hacerse muy, muy pequeño para evitar que alguien (especialmente su mamá) lo cacen justo cuando se dispone a desobedecer una orden directa. Desciende la escalera bajando peldaño a peldaño, conteniendo la respiración ante el más mínimo ruido, y al fin llega a la cocina.

¡Oh, hay están! Dentro del bonito bote de cristal anaranjado... Percy se relame los labios y frota sus manos con impaciencia, mientras avanza lentamente hacia ellos. ¡Oh, ya casi puede saborearlos! ¡Y están tan buenos...! Extiende sus pequeñas y pálidas manos y ya casi los tiene...

-Percival Ignatius Weasley. ¿Se puede saber que estás haciendo, jovencito?

El niño da un respingo. Es su mamá, pero. ¿Qué hace ahí? Si él lo ha hecho todo bien. Ha esperado a que se hiciera de noche y todos se quedaran dormidos. Ha bajado la escalera sin hacer ruido. Y casi ni ha respirado en todo ese tiempo. ¿Qué error ha cometido?

Su mamá no parece demasiado enfadada cuando Percy alza la cabeza y la mira. Le ha asustado un poco y ha retrocedido dos pasos, pero cuando se sobrepone, no puede evitar sentirse avergonzado. Él es un niño bueno. Lo único que pasa es que le gustan muchísimo los caramelos.

-Mamá...

-Vuelve a la cama ahora mismo -Su mamá frunce el ceño. Su enorme barrigota parece incomodarla un poco, incluso la hace aparentar ser menos feroz de lo que es en realidad, pero Percy no se fía. Sabe que debe obedecer -Y como vuelva a pillarte intentando hacer algo así otra vez, confiscaré todos los caramelos para siempre.

Percy la mira horrorizado. Eso no puede ser verdad.

-¿Todos los caramelos? -Su mamá afirma con la cabeza -¿Todos los del mundo entero?

-Todos.

Percy parpadea. Eso, definitivamente, sería algo horrible. ¡Todos los caramelos confiscados! Él no podía permitir eso. Quizá, si volviera ahora a su habitación, su mamá se lo pensaría dos veces. Porque Percy tenía una cosa clara: mamá era capaz de conseguir eso y mucho más.

-¡No, mamá! ¡Me voy!

Y, efectivamente, Percy inició una veloz carrera hacia su dormitorio. Molly Weasley sonrió. ¡Pobrecito Percy! Si a él sólo le gustaban los caramelos...

30vicios, percy

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