Autor: // cris_snape
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pareja/Trío: Percy Weasley
Tema: #17 - Pimienta
La tía Muriel venía a cenar. Molly lo había anunciado durante la comida, con una sonrisa contrahecha en su rechoncho rostro, y el resto del clan Weasley había entrado en pánico. Existían pocas cosas en el mundo que consiguieran poner de acuerdo a todos los hermanos, y la tía Muriel era una de ellas. Todos la odiaban. Desde Bill, que debía ser el más responsable de todos, por eso de ser el mayor, hasta Ginny, que a pesar de tener sólo dos años, ya salía huyendo de ella cada vez que escuchaba su desagradable voz.
Por ese motivo, se habían reunido en el jardín de la casa. Fingían jugar al snap explosivo, pero en realidad estaban haciendo planes. Desde allí, tenían bien vigilada a su madre, de tal forma que sabían perfectamente si ella los estaba escuchando, y verían venir a su progenitor en compañía de la tía Muriel. No tenían mucho tiempo, pero con dos mentes maliciosas como las de los gemelos, unidas a la veteranía de Charlie y Bill y el punto de vista de Percy, auguraban un éxito rotundo.
-Podríamos hacer que los gnomos la atacaran nada más llegar -Sugirió Charlie, aunque sabía que no le iban a tomar en serio. A él tampoco le parecía algo muy brillante, pero había que decir algo.
-Claro. Y, entonces, papá hará algún hechizo y adiós al plan -Bill chasqueó la lengua -No es buena idea.
Aquella era la vigésima propuesta. Ron, que no dominaba por completo el arte de hablar, no había aportado nada digno de tener en cuenta. Dibujarle unicornios en la cara no serviría para deshacerse de ella. Los gemelos habían comentado algo sobre pequeños explosivos y hechizos que encogieran la ropa de la mujer o hicieran desaparecer sus aparatosas joyas, pero todo resultaba demasiado complicado para un grupito de niños como aquel. Bill y Charlie sugirieron planes mucho más elaborados, aunque hubieran necesitado varias semanas para llevar a cabo cualquiera de ellos.
De pronto, Bill sonrió y se puso en pie. Tenía algo bueno en mente y, cuando dio una palmadita, contaba con la atención de todos sus hermanos.
-Pimienta.
Dijo, y los demás se miraron, sin entender ni una palabra.
-¿Pimienta? -Repitió Charlie.
-A la tía Muriel siempre toma un té antes de dormir, vete tú a saber por qué -Frunció el ceño y, a continuación, recuperó su sonrisa -Un poco de pimienta en su taza y... ¡Boom!
Evidentemente, el concepto había quedado claro. Era algo bastante burdo, pero había sido lo mejor que se les había ocurrido hasta ese momento. Lo que debían hacer ahora, era idear un plan para evitar ser descubiertos. Si mamá o papá los encontraban poniendo pimienta en la taza de té de tía Muriel, podrían despedirse de la vida para siempre.
A tía Muriel le encantaba hablar de política. Era la bruja más aburrida del mundo, tanto que incluso Arthur Weasley se había visto obligado a contener una docena de bostezos desde que, casi una hora antes, terminaran de cenar. Molly era la única que intentaba mantener el tipo (aunque hiciera rato que no entendía una palabra de lo que decía), mientras los niños permanecían quietos a su alrededor, unos durmiendo (como Ginny y Ron, que no habían podido soportar el discurso de su tía) y otros silenciosos y tensamente agitados, como si estuvieran esperando algo.
-Molly, querida. ¿Puedes servirme un té? -Dijo, y los niños se pusieron tiesos. Molly los observó, sabiendo que estaban tramando algo -Hoy dormiré aquí. Es muy tarde, así que esos mocosos deberán dormir juntos.
Señaló con desdén a Bill, Charlie y Percy. Los tres chiquillos esbozaron sus más dulces sonrisas y se levantaron, excepto Percy. Todos temían que él fuera a estropear el plan, pero la cosa estaba saliendo muy bien. Percy se estaba portando correctamente, y todo ocurría como debía ocurrir.
-Iré a por una taza y la tetera -Molly se levantó, mirando a sus hijos con el ceño fruncido -Será mejor que vayáis a preparar vuestros pijamas. Después, os ayudaré con las camas.
Bill y Charlie desaparecieron escaleras arriba, intercambiando sendas miradas con Percy y los gemelos. Dos sospechosos menos, y sólo quedaban tres. Bien.
-¡Devuélvelo!
El chillido de George se produjo justo cuando Molly depositaba el juego de té sobre la mesa. Tía Muriel miró a los niños con desagrado, y Arthur dio un botecito, como si se hubiera alarmado por algo.
-¡Es mío! -Chilló Fred, más alto aún que su hermano.
-¡No! ¡Dámelo, ladrón!
Y George le echó las manos al cuello de su hermano. Fred gritó con todas sus fuerzas y, evidentemente, despertó a Ginny y Ron. Y los dos pequeños tenían muy mal despertar. Molly y Arthur se quedaron paralizados un momento, mientras tía Muriel se alejaba del foco de tensión moviendo negativamente la cabeza. Y Percy se quedó muy quieto, con las manos a la espalda y la determinación presente en su rostro.
Finalmente, Arthur fue hasta los gemelos y los separó con ambas manos, gritándoles y obligándoles a subir a su cuarto. Molly fue junto a los niños menores, que se abrazaron a su cuello, desorientados y enfadados, y los llevó a su dormitorio. Y Percy se quedó donde estaba. Arthur lo miró. Era tan bueno...
-¡Qué escándalo! -Decía tía Muriel diez minutos después, mientras calentaba el té de nuevo. Arthur sostenía en brazos a Percy, el único de sus hijos que seguía en la planta baja, y Molly ofrecía azúcar a la bruja anciana. Ninguno de ellos era consciente de los cuatro pares de ojos que, escondidos en la escalera, observaban la escena sonriendo con malvada anticipación -Esos salvajes... Menos mal que estás tú, Percival. Tú si serás alguien.
Percy afirmó con la cabeza, sin saber muy bien porqué, y miró fijamente a tía Muriel mientras se llevaba la taza a los labios. ¡Oh, sí!
-¡Aaaaarrrggggg! ¡Aaaaaaarrrggggg!
La vieja bruja empezó a dar vueltas por la habitación, con las manos en la garganta y totalmente roja. Molly se había levantado, sin comprender una vez más lo que pasaba, y Percy sonrió levemente. Pero, cuando su padre lo miró con el ceño fruncido, se quedó serio y fingió estar preocupado.
-¡Aaarrrggg! ¡Sal... Sal... Salvajes! -Gritaba tía Muriel -¡Pimienta!
-¿Qué dice? -Molly consiguió detener la carrera de la pobre mujer, colocando ambas manos sobre sus hombros -¿Qué le pasa?
-Esos... salvajes... Han... han puesto... Pimi... enta en mi... En mi té...
Molly se quedó quieta. Arthur frunció más el ceño y miró a la escalera, captando un reflejo rojo entre las sombras.
-Pero, eso es imposible, tía. Los niños no estaban cerca del té. Debe ser un error.
Tía Muriel se limitó a volver a gritar. Arthur decidió que era el momento de llevar a Percy a la cama, y dejó a Molly intentando tranquilizarla. La acusación de la anciana hubiera podido ser verdad. Sus hijos eran capaces de hacer eso y mucho más, pero Molly tenía razón. Ninguno de ellos había estado cerca de la pimienta ni del té. Ginny y Ron eran pequeños y dormían. Bill y Charlie habían ido a prepararse para cambiar de dormitorio. Fred y George se estaban peleando y despertaron a los dos menores. Todos tenían una coartada perfecta, excepto...
Arthur miró a Percy. El niño había recuperado la sonrisa satisfecha. Percy se había quedado muy quieto en su sitio, tan bueno como siempre. Sin molestar ni causar problemas. Y había tenido la oportunidad perfecta de poner la pimienta en la taza de Muriel. Después de todo. ¿Quién lo iba a creer culpable, precisamente a él? Arthur sonrió. Le alegraba lo que había ocurrido. Él tampoco soportaba a tía Muriel. Con un poco de suerte, no se quedaría a dormir esa noche, y nadie tendría que aguantar sus atronadores ronquidos.
Arthur dejó al niño frente a la puerta de su dormitorio. Todo estaba en silencio, pero Arthur había oído los pasos de sus hijos correteando por el pasillo unos segundos antes. Sin duda, deberían estar esperando a Percy para felicitarle, y él no pensaba quitarle su minuto de gloria. Percy era bueno, pero no era perfecto, y eso le encantaba.
-Eres un buen chico -Le dijo a su hijo antes de regresar abajo -Incluso cuando tienes la pimienta entre manos.
Percy se puso rojo, esperando una bronca monumental, pero su padre se largó haciéndose el tonto, lo que significaba que no habría castigo. Él, por su parte, entró al dormitorio mucho más tranquilo, siendo recibido por las carcajadas de todos sus hermanos. Por una noche, fue el héroe de los Weasley, y fue genial, porque él no acostumbraba a serlo muy a menudo. Y todo gracias a la pimienta.