Número: 1/100.
Título: Atardece, anochece. [1/9].
Fandom: Starry Sky.
Claim: Aozora Hayato.
Rating: K.
Extensión: 638 palabras.
Advertencias: Spoilers si no se ha llegado al volumen de Virgo.
Para: el
quinesoby el multitemático de
histeria_fandom. Oh sí,
reto_diario Uu.
Prompt: Arriba.
Atardece, anochece
Hayato se sentó sobre el banco, enfrente del piano. Levantó las manos y las colocó encima de las teclas, a unos pocos centímetros. Entonces, una melodía invadió sus pensamientos tan repentinamente que, ni siquiera se percató de cuando empezó a tocar.
Atardecía. Aquella habitación en la que se encerraba seguía igual de melancólica, con el piano y el banco como sus únicos ocupantes. Las cortinas eran del mismo color que las paredes; blanco, un color igualmente solitario que hacía juego con lo poco que había ahí.
No se quejaba de ello porque a lo que iba era a desahogarse, a quitarse de encima los buenos y malos sentimientos acumulados en el día; a veces la semana, otras los meses y muy frecuentemente, los años.
Se sentía ciertamente afortunado por todas sus recientes vivencias, no necesitaba de nada más si los tenía a ellos.
Kazuki, Tsubasa, Tsukiko.
Nombres que formaban una fórmula perfecta para la felicidad; sin ella, su monotonía seguiría persiguiéndolo, quizá hasta el día de su muerte.
El cuarto se iluminó en esos momentos, no sólo por los matices del crepúsculo, también por el compás improvisado que lograba realizar sobre el piano. Una composición no intencional; un error que surgía inesperadamente de su corazón hasta el exterior.
¿Por qué no podía tocar así antes?
Se contestó de inmediato. Esa respuesta dolorosa que siempre llegaba a sus recuerdos: sus padres, su familia.
Se vio excluido de cualquier actividad o reunión; una visión mental que lo hirió como si estuviera en el pasado, presenciándolo todo con más intensidad con una conciencia más lúcida.
Presionaba las teclas con pasión, llegando al punto en que sus movimientos se hacían borrosos. Definitivamente quería eliminar esas horrorosas instantes de soledad; las lágrimas derramadas que su ineficiencia le hacía derramar.
Sí, Hayato no conocía la melodía que tocaba porque la estaba creando, su alma era la culpable.
Durante gran parte de su vida había escuchado lo que sus papás y hermanos imitaban en el piano. En un concierto común a los que solían llevarlo, reconoció a Beethoven: “La difícil decisión”. Era quizá demasiado pequeño para entenderlo, sin embargo, quedó prendado desde que llegó a sus oídos por primera vez.
Muss es sein?
Respiró hondo. Tenía que admitirlo, ya no dudaba, se sentía maravilloso estando allí, reencontrándose con su pasado, con el piano mismo.
Es muss sein!
En su mente, agradeció todo lo que tuvo, lo que tenía y lo que tendría.
Una especie de entusiasmo se apoderó de él. Una sonrisa adornó sus labios.
¡Es muss sein!
Ya no tenía por qué volverse a sentir triste, desganado. El presente, el regalo que le tenía la vida era el más hermoso que pudiera recibir nunca.
Entonces, cuando los brazos empezaron a protestarle, se encargó de terminar con acordes efusivos, que dejaran bien en claro su ánimo.
El último énfasis sobre las teclas. La satisfacción de haber elaborado algo tan grande y excitante como eso lo hizo levantarse de inmediato.
Tenía que verse con sus compañeros y ya era tarde. Siendo el vicepresidente no se tenía que dar el lujo de ser impuntual -más por el hecho de que recibiría burlas por parte de Kazuki.
Se quedó unos minutos admirando el piano, creyendo que esa noche no podría separarse de él. Pero lo hizo. Le pasó la diestra por la sucia superficie y le prometió en sus adentros, adornar el panorama en que estaba obligado a permanecer. Luego, fue a la ventana. Arriba, las estrellas titilaban sutilmente.
Salió, no sin antes volver a agradecer por las experiencias que le esperaban con ellos.
Por algún motivo indefinido también recordó a sus hermanos, por los que sufrió de envidia. Sin embargo, le alegró saber que la Academia Suigetsu le estaba enseñando a perdonar y a seguir adelante.
-Es muss sein.
Dijo antes de cerrar la puerta.