Fandom: Crepúsculo.
Claim: Jacob/Leah
Vicio: 24. Ocaso
Dientes de loba
Las cosas han cambiado mucho.
Él ya no es el de siempre, y le gustaría ser capaz de reconocerse cuando se mira en el espejo. La imagen que le devuelve no es la suya, sino de alguien diferente, más fuerte, más alto, más maduro.
Con dificultad puede recordarse a sí mismo jugando en la Push con todos (Sam, Quil, Embry, y hasta la mismísima Leah) tirándola de las trenzas, manchándose de arena mojada y merendando tostadas con mermelada de frambuesa que preparaba la señora Clearwater.
Ahora Leah ya no lleva trenzas. Su melena negra -larga, lisa, y jodidamene suave- baila con el viento, dándola un aspecto salvaje. Los rasgos de mujer hicieron desaparecer la niñez y redondez de su cara, y perdió la dulzura en su mirada el día en que la leyenda de los quieliutes la afectó a ella también; ahora sus ojos son dos pozos de abismo en los que es fácil perderse.
Tiene los labios carnosos y cuando lo besa parece que muerda su boca con colmillos de loba hambrienta. Sus manos pequeñas (en comparación con las suyas) agarran su pelo con fuerza, como si tuviera miedo de que se fuera a escapar.
Esas mismas manos que ahora tiran piedras al agua, mientras éstas rebotan contra la superficie dos y tres veces.
Su piel cobriza parece que brilla cuando los últimos rayos del sol se posan sobre ella. Y Jacob no puede evitar pensar que está preciosa a a la luz del ocaso.
Ella se da la vuelta y le sonríe con picardía, enseñando los dientes. Salta de la piedra en la que estaba sentada y camina hacia él con esos andares gatunos que siempre consiguen que toda su atención se dirija a ella.
Se agacha hasta que los mechones de su pelo rozan la cara de Jacob y el olor a flores silvestres que desprende se cuela por sus pulmones. Lo mira alzando la ceja y se contiene las ganas de revolverle el pelo porque él tiene la cara de un niño al que se le ha quitado un caramelo.
"¿Qué te pasa, lobito?" le susurra contra el oído en tono de burla "¿Otra vez pensando en la chupasangres?"
Y le gustaría decir que si, pero en esa tarde -y aún le parece un milagro- no ha pensado ni una sola vez en Bella. Bella, y ese monstruo que la está matando. Bella, y la mirada derrotada de su marido. Bella, y su sonrisa cansada pidiéndole que se quede.
"No" y lo dice con la voz ronca, casi más para si mismo que para ella "Hoy no"
Entonces la besa. Con furia, con rabia, con la sensación de ahogo en el pecho, y el ceño fruncido para evitar pensar en nada más. Y Leah le responde, casi con júbilo, dejando atrás la amargura porque ahora es libre (libre de Sam, de Emily, y de algo que ya no la pertenece), y la recorren escalofríos allá por donde pasan las manos del lobo.
Sin duda alguna, las cosas han cambiado mucho.