Tercera parte de hoy
Todavía le dura la resaca cuando las primeras estrellas se dejan ver en un cielo que todavía no es negro pero que ha dejado de ser azul y Tony camina con pasos cansados por los pasillos de su casa que parecen eternos y hechos de materiales increíblemente ruidosos.
Camiseta de algodón sin mangas, pantalones de chándal sueltos y descalzo, como siempre. Tiene el pelo revuelto y arrugas en la cara y bolsas bajo los ojos que no estaban el día anterior. Tampoco se ha duchado.
A lo mejor por eso Pepper no se ha acercado a él en todo el día. Probablemente no.
Le ha pedido a Jarvis que baje todas las persianas de los enormes ventanales de toda la casa y seguramente es por eso que no ve venir a Rodhes hasta que lo tiene encima, justo a dos metros de distancia bloqueando la salida del pasillo.
-Tío, estás hecho un asco.
-Sí ¿Te gusta? Es parte del plan.
Solo que ambos saben que no lo es, así que Rodhes se retira para que pueda pasa y Tony continúa arrastrándose en dirección al salón.
-¿Pepper?- ni siquiera se molesta en formular una pregunta completa con su correspondiente sujeto y predicado. Está demasiado cansado para eso.
-Me ha llamado desde la oficina, al parecer los teléfonos no paran de sonar y la prensa se ha apostado en el vestíbulo de Industrias Stark y en la valla de tu jardín. No creo que pueda salir de allí hasta mañana.
-Ya.
-Sí.
Se sienta en el sofá y no enciende el televisor pero mira su pantalla inanimada como si tuviese las respuestas a todas las preguntas.
-¿Tony? - Rodhes parece ligeramente preocupado y se sienta en el mismo sofá dejando una prudencial distancia entre ellos- ¿Estás bien?
Dice “Sí” aunque no quiere decir “Sí”, quiere decir otra cosa. No tiene muy claro el qué.
-Si quieres hablar de Obadiah…
No, no quiere hablar de Obadiah porque fue el responsable de que ya no confíe en viejos amigos de copas en clubs caros que le ofrecen mujeres y negocios. Responsable de que estuviese tres meses secuestrado a merced de terroristas en una cueva en Afganistán y de que su cuerpo esté lleno de metralla y tuviese que estar conectado a una batería de coche para poder sobrevivir hasta que el reactor que lleva en el pecho tomó el relevo. Es responsable de todo eso, probablemente de más y ni siquiera sabe si eso es lo peor o lo mejor que le ha pasado en la vida pero no quiere deberle nada. No quiere hablar de él porque trató de matar a Pepper y él trató de matarle a él y quizá debería sentirse culpable por ello pero no lo hace porque a lo mejor ese tío ya no era Obi, a lo mejor ese tío mató al Obi que él conoció hace mucho tiempo o a lo mejor no lo conoció nunca en absoluto y ninguna, ninguna de esas cosas es algo que quiera analizar con detenimiento.
Pero no dice nada de eso, probablemente porque todo eso no es más que un pensamiento consciente de medio segundo así que en su lugar continúa mirando a la pantalla de plasma a apagada y dice lo primero que se le viene a la mente que no tiene que ver con Obadiah, ni con aquella noche ni con el hecho de que todas las cadenas de televisión del país estén llorando la pérdida de “un gran hombre”.
-Me acosté con Pepper.
-¿Qué?
-Que me acosté con Pepper - lo repite a pesar de que los agudísimos tonos de voz de Rodhey indican que le ha oído y le ha entendido.
Pasan unos cuantos segundos antes de que Rhodey conteste y cuando lo hace, es para anunciar que necesita una copa. Doble.
-Ya que estás ahí- dice vaciando su vaso de un solo trago y señalando con pereza al mueble bar donde Rhodes vierte generosamente licor de sus botellas- ponme otra a mí.
-No.
La voz de su amigo le llega severa y firme, militar incluso, como si fuese uno de sus reclutas y tuviese que meterle en vereda. Es un “no” fuerte que retumba con eco en las paredes minimalistas apenas decoradas y en cada una de las superficies interiores de su cabeza. Le molesta y le sorprende a partes iguales.
-¿No?
-¿Qué estás haciendo, Tony?
-No tengo ni idea.
Rhodes vuelve al sofá y se sienta, cauteloso, deja el vaso apoyado sobre la mesa y entrelaza los dedos de las manos con los antebrazos apoyados sobre sus rodillas. Parece genuinamente preocupado y Tony no sabe qué hacer con eso.
-Es como un accidente de tráfico en la carretera - dice y por un momento está absolutamente convencido de que su amigo ha perdido completamente la cabeza- sabes que no quieres verlo pero no puedes evitar mirar - hace una pausa medianamente dramática y se gira ligeramente a la izquierda para mirarle- ¿Qué estás haciendo, Tony?
Está demasiado cansado. Demasiado.
Cansado de fingir y de no fingir. De tratar de cambiar y de que los demás vean el cambio, de hacer lo que se supone que debe hacer cuando la mitad de las veces ni siquiera sabe qué es eso, Está cansado de que le juzguen y de que todo el mundo tenga una opinión sobre todas y cada una de las decisiones que toma.
En ese instante está absolutamente cansado de todo eso y más así que se encoge de hombros y no evita el sabor amargo del reproche en su voz - ¿Qué quieres que te diga, Rhodes?
-Quiero que me digas que no la vas a cagar con Pepper. De todas las personas que hay en este universo ella es la única que es capaz de aguantarte diariamente aunque el cómo lo hace sea todo un misterio. Es la única en seis billones así que quiero que de me digas que no la vas a cagar - espera pacientemente un total de unos siete segundos y cuando Tony no responde se recuesta violentamente sobre el sofá y cierra los ojos - Tony, por favor, dime que no la has cagado ya.
Pero lo cierto es que no puede decírselo porque cuando se despertó Pepper no estaba en la habitación y solo ha oído su voz a través del teléfono y visto sus post-its fluorescentes con instrucciones varias y desde luego esa no es la reacción que suele obtener alguien que no la ha cagado así que suspira hondo, todo lo hondo que le dejan sus pulmones y el pulsante dolor de cabeza que le persigue, y contesta con la única verdad que puede contestar.
-Eso espero Rhodey. Eso espero.
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A un ritmo frenético, tan rápido como el dinero y la cabezonería de Tony Stark pueden comprar, el velatorio se organiza inmediatamente la siguiente noche en la mansión Stark.
Es noche cerrada y grandes retratos de Obadiah Stane oscurecen hasta los últimos rincones de la casa, ni siquiera el viento y las olas parecen querer colaborar en tal pantomima con remolinos de arena y enfurecidas embestidas contra la playa que hacen que se tenga que cerrar la terraza y acomodar a los huéspedes en los diversos y amplios salones del edificio.
Tony Stark camina con paso firme y cabeza alta entre coronas de flores y un insoportablemente cargante olor a orquídeas. Traje gris y corbata metalizada a juego ligeramente discreta que apenas resalta entre el atuendo de luto de las plañideras de turno.
Hay gente que conoce, hay gente que no conoce y gente a la que le gustaría no conocer. Acepta los pésames de todos ellos con la misma cara inexpresiva que la mayoría prefiere interpretar como la contención de su dolor y vacía una vez más el vaso de whisky que le ha llevado de la mano durante toda la noche bajo la atenta mirada del Agente Comosellame de Shield.
-¿Qué?- pregunta más molesto que interesado cuando el agente eleva una ceja mientras cambia su vaso vacío por otro lleno en una de las bandejas que le ofrecen los camareros impecablemente serios y vestidos del ritual negro.
-Es su octavo whisky, señor Stark.
No sabe si le molesta más la observación en sí o que se la esté haciendo un desconocido medio calvo con cara de pazguato y complejo de niñera en lugar de su asistente a la que está bastante seguro paga para ello. Entre otras cosas.
Lo que sea.
Se acerca confidencialmente y susurra a un par de decímetros del oído del hombrecillo que lleva toda la noche siguiéndole - Lo hago por el bien de SHIELD, si no acabo con la mitad del avituallamiento del bar alguien sospechará- y da un largo trago de licor para dejar bien claro su planteamiento.
Hay demasiada gente, más gente que en la mitad de sus fiestas y todo avanza demasiado lento a excepción de las bandejas de comida y bebida y el discreto movimiento de los empleados del catering. Avanza lentamente por la sala buscando disimuladamente algo parecido a una cara amiga entre los asistentes pero no hay rastro del sobrio moño pelirrojo de Pepper o de los galones relucientes de Rhodey, encuentra sin embargo otra cara conocida y bastante menos amable que se afana por llegar hasta él.
-Mis condolencias, Tony.
En su defensa puede decir que parece genuinamente apenada y casi desearía poder acordarse de su nombre. Recuerda que trabaja para una de esas revistas ¿Cosmopolitan?… ¿People?... Vanity Fair.
-Te lo agradezco.
También recuerda que le gustaba gritar todo tipo de profanidades a tal volumen que resultaba algo más que ligeramente molesto.
Sonríe tratando de parecer inocente y cándida y fallando estrepitosamente mientras Tony busca disimuladamente por el rabillo del ojo a su sempiterno Agente Sombra para descubrir que ha retrasado su posición un par de metros. Genial.
Ni siquiera tiene tiempo de reaccionar cuando (¿Candice?, es posible que se llame Candice) se abalanza sobre él rodeándole con los brazos y no le queda otra salida que aceptar el abrazo.
-Si me necesitas esta noche para cualquier cosa- le susurra al oído con claras intenciones- o cualquier otra noche, solo tienes que llamarme.
Es al menos la trigésima mujer que le hace el mismo ofrecimiento en menos de cuatro horas y se pregunta si quizá no ha dejado lo suficientemente claro que es un velatorio y no una fiesta. Tendría que haber puesto un cartel en la entrada especificándolo.
-Lo tendré en cuenta- responde.
Es un poco lento, un poco demasiado lento. Dramáticamente un poco lento en deshacerse del abrazo y antes de que pueda desenredar a la rubia de entre sus brazos levanta la vista y a través de la habitación se encuentra con la mirada fija de Virginia Potts.
Clavado, como todas y cada una de las veces que Pepper le ha mirado de ese modo, es incapaz de reaccionar, incapaz de moverse durante un par de segundos críticos en los que Pepper le sonríe con lo que parece ser algo de pesar y algo de alivio y desaparece por las escaleras de la sala, el mismo par de segundos críticos en los que la periodista malinterpreta su falta de movilidad y desliza sus brazos por debajo de su chaqueta ajustando aún más el abrazo.
Genial.
-Discúlpame un momento- consigue decir mientras se zafa y deja atrás sus reproches ininteligibles avanzando entre la gente tan rápido como le es posible.
Esquiva a un par de camareros, a tres o cuatro accionistas y cuando por fin alcanza el pie de la escalera una mano en su muñeca le frena antes de continuar.
-¿A dónde va Señor Stark?
Ahí está de nuevo, su acosador medio calvo de SHIELD hacia el que está comenzando a sentir ciertos insistentes instintos asesinos.
-Al baño- miente, y comienza a bajar la escalera.
-Le acompaño.
Se para en seco, da media vuelta y trata de hacer acopio de una paciencia y de un tiempo de los que francamente, no dispone.
-Verá Agente…
-Stephenson.
-…Agente Stephenson, no es no aprecie su absurda compañía pero me parece que esto va ligeramente más allá del colmo de la estupidez.
Ante sus ojos el agente no solo no se inmuta sino que avanza un paso más en su dirección bajando otro escalón.
-Le acompañaré hasta la puerta - dice como si eso tuviese mucho más sentido.
-¿Es que acaso se cree que a la que se descuide me voy a vestir de Iron Man y ponerme a bailar la conga sobre el piano?
-Es una posibilidad que Shield no descarta.
Tony eleva los ojos al cielo y suspira hondo antes de precipitarse escalera abajo bajando los escalones de dos en dos como si le fuese la vida en llegar al final. Teclea el código de seguridad de su taller pero cuando las luces se encienden a su paso no hay rastro de Pepper ni del Audi que le suele dejar cuando su coche está en el taller.
-¿Agente Stephenson?- se da la vuelta con la mandíbula apretada y las manos en los bolsillos- solo quería que supiese que en estos momentos cuenta con mi más sentido odio.
-Sobreviviré.
Tony tarda una hora más en subir de nuevo a la planta principal y para las siguientes condolencias de una completa desconocida que apesta a tabaco y tequila, su cara de disgusto ni siquiera es fingida.
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El sol se parte en mil pedazos sobre el horizonte mientras los últimos rayos de luz se escapan para pintar de violáceo las nubes y Tony cierra los ojos para recibir el golpe de aire que arrecia contra todo lo que encuentra a su paso.
La terraza se le antoja extravagantemente grande, quizá porque no suele visitarla sin una mujer colgada del brazo a la que poder seducir con unas vistas privilegiadas. En la mesa de acero y cristal le espera un whisky gran reserva con cuatro cubitos de hielo que se derriten con reticencia pero las tres salvas de honor del entierro de Obiadiah Stane todavía resuenan entre sus tímpanos y ni siquiera el alcohol parece ser la solución.
El exclusivo licor se agua con paciencia a la espera de un sorbo que no llega y Tony se desanuda con un suspiro profundo la corbata ocre que no recordaba llevar todavía puesta. Se ha negado ha vestirse de negro por principios fundamentales pero lleva un traje marrón lo suficientemente oscuro para que no sea el titular de la mitad de los tabloides internacionales en unas cuantas horas.
La tela de los pantalones se arruga con vehemencia cuando se sienta en una de las sillas de jardín desafiando la noche. No hay ni rastro de los mil doscientos ilustres asistentes al entierro entre los que contaban Jefes de Estado de varios continentes, representantes del mundo del cine, la música, la literatura, la moda…, obispos, rabinos, cienciólogos y abundante fauna de la alta sociedad con el pertinente ejército de federales, agentes secretos y empleados de seguridad contratados para la ocasión. Hace varias horas que todos y cada uno de ellos, incluido él mismo, presentaron sus falsos últimos respetos al difunto y Tony se pregunta a sí mismo por qué parece incapaz de decir el providencial último adiós.
-¿Tony?- el sonido de sus pasos mucho más sutil que de costumbre- me ha llamado Rodhes - dice cuando aparece en su campo de visión -¿estás bien?
No, no está bien. Se suponía que sería el día en que todo quedaría cerrado. Se suponía que debería haber alcanzado cierto nivel de paz interior, o haber tenido alguna revelación esclarecedora. Se suponía que Stane pasaría a formar parte de un recuerdo distante, pasado y no presente.
No se suponía….
-Está bien si le echas de menos - Pepper se sienta con estudiada cautela en la silla de al lado y apoya su mano sobre la de él en el reposabrazos- y está bien si le odias.
Tony asiente con la cabeza sin dejar de mirar más allá del horizonte porque no sabe si está bien o no, pero lo cierto es que sí, echa de menos al hombre que creía que era y odia al que resultó ser, aunque realmente lo único que quisiera hacer sería olvidarse completamente de él y seguir con su vida como si nada.
-No te he visto en la ceremonia.
Tampoco es que la haya visto demasiado en los últimos días.
-Estaba al fondo, con el resto del personal de Industrias Stark- explica, como si eso tuviese algún sentido pero Tony acepta la excusa y afirma con la cabeza.
La brisa remueve el aire a su alrededor y el ambiente se llena de olor a mar y al perfume de Pepper mientras el whisky con hielo termina de convertirse en whisky con agua y dejan que el tiempo se escurra con descuido como los granos en un reloj de arena.
A su lado Pepper suspira hondo y hay un movimiento sutil. Evita mirar para no verla irse, para alargar la calma de su presencia un poquito más, por eso cuando la mano extendida de su asistente personal aparece en su campo de visión levanta la mirada un tanto sobresaltado.
-Baila conmigo - le dice.
No hay luz suficiente en la terraza y sus ojos parecen oscuros, como el agua marina cuando es tan profunda que no deja pasar el sol, y Tony podría perderse en ellos sin salir a respirar durante meses, así que no tiene realmente otra opción que levantarse y coger su mano, agarrar su cintura con el otro brazo y bailar bajo el cielo sin estrellas.
La brisa marina y el balanceo de sus cuerpos y el silencio.
La noche no es como Tony la había predicho pero puede vivir con ello, puede vivir con esto.
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Tony Stark deambula en penumbra por los escasos pasillos y las enormes habitaciones de su casa en Malibú. A través de los constantes ventanales enmarcados en acero que pueblan las pareces de la mansión, la luna llena ilumina con descaro todos los rincones pero no contribuye en lo más mínimo a que disminuya en absoluto la sensación de claustrofóbico agobio que envenena cada una de sus células.
Lleva todo el día encerrado entre las mismas cuatro paredes, a un par de vallas de seguridad inteligente, cuatro coches de refuerzo policial, un pequeño ejército de guardaespaldas, un par de agentes de Shield y kilómetro y medio de distancia de todas las cámaras y micrófonos del país y un nada desdeñable porcentaje de las del extranjero que buscan captar las primeras declaraciones del infame dueño de Industrias Stark tras la muerte y entierro de Obidiah Stane.
Camina sin rumbo de una sala a otra mientras Jarvis enciende y apaga tímidamente las luces a su paso hasta que llega a la única otra sala de la casa que estaba encendida previamente.
Ya no le duele el hombro. Ni el muslo, pero la rosada cicatriz que desaparece por debajo de la cinturilla de los pantalones de chándal le pica como mil demonios.
-No te rasques
Le advierte Pepper sin levantar la vista de la pantalla del portátil que descansa sobre su regazo sin dejar de teclear con ritmo uniforme.
-Me pica
Ella se abstiene de seguir discutiendo al respecto y se limita a suspirar profundamente mientras Tony se deja caer pesada y sonoramente sobre el sofá, después coge el mando del enorme televisor plano de ultimísima generación y cuenta la cantidad de canales que es capaz de pasar tras identificar el logotipo en un minuto.
-¿Te importaría dejar de hacer eso?
Parece ligeramente molesta pero no lo suficiente como para dejar de hacer todas las cosas, probablemente muy importantes, que sea que esté haciendo.
-Me aburro.
Suspira de nuevo y Tony se conforma de momento con dejar uno de los canales en los que no parecen estar emitiendo en bucle las imágenes del funeral: CDI. No tiene ni idea de qué significan las siglas pero están echando las mejores jugadas del billar de competición femenino así que no le sorprendería que significase Canal de Deportes de Interior o Canal para Desesperados Insomnes.
-¿Por qué hay billar de competición femenino?
-¿Perdón?
Rueda sobre sí mismo encima de los cojines blancos del sofá hasta estar bocabajo, las manos bajo la barbilla y la mirada puesta directamente en Pepper Potts
-¿Qué cualidades necesarias para el billar de competición ponen a uno de los dos géneros lo suficientemente en desventaja el uno para con el otro como para que sea necesario que haya billar de competición femenino y billar de competición masculino?
Aquello consigue que deje de golpear las teclas pero no que baje la pantalla del ordenador. Suspira por tercera vez y le mira.
-¿Quieres un informe sobre el tema?- pregunta con una sutilísima sorna
Está tentado, realmente tentado de decir que sí y que además lo necesita lo antes posible solo para tener algo en lo que entretenerse.
-Nah, eso le quitaría el único misterio que tiene este…-duda durante un segundo entero- ni siquiera sé como catalogarlo porque “deporte” implica esfuerzo físico y “espectáculo” implica algún tipo de entretenimiento y esto, claramente carece de ambos requisitos.
Durante unos cuantos segundos que se alargan hasta un par de minutos enteros lo único que se oye es el repiquetear de dedos sobre el teclado y los comentarios apasionados de la retransmisión de cada jugada hasta que Pepper retira el ordenador de su regazo (por fin) y se digna a prestarle su merecida atención.
-¿No tienes nada que hacer?
-No
Ninguno de los dos se mueve de sus respectivos sitios en el sofá en forma de ele. Él tumbado boca abajo en la parte larga y ella perfectamente sentada en la corta.
-¿Ningún proyecto a medias?
-Estoy bloqueado
Está harto, frustrado, las ideas vienen y van por su cabeza sin que sea capaz de centrarse en ninguna de ellas tiempo suficiente para hacer nada al respecto.
Bloqueado.
Pasa en las mejores familias.
Pepper afirma lentamente con la cabeza
-¿Y qué haces habitualmente para desbloquearte?
Tony levanta la cabeza y arquea las cejas como un perro que escucha un silbido a kilómetros de distancia porque lo que hacía habitualmente para desbloquearse implicaba que Pepper tuviese que llevar ropa ajena a la lavandería a altas horas de la madrugada.
-Oh- dice ella cayendo en la cuenta - Te ha llamado Christine Evehart
Por su tono intuye que debería sonarle el nombre así que hace un esfuerzo consciente por buscarlo en su memoria sin mucho éxito.
-Alta, rubia… asistió al velatorio- desarrolla Pepper cuando los segundos pasan sin que él diga nada
-Medio estado asistió al velatorio
Ella eleva los ojos al cielo y Tony asume que hay cierta leve censura en su gesto sin saber muy bien a qué es debida.
-¿Trabaja en Vanity Fair? - ofrece la pelirroja
Ah sí, Miss Vanity Fair. Publicó cierto artículo que Pepper jura no haber leído en la que la acusaba de vestir como una funcionaria cuarentona de los años sesenta. Eso podría explicar el ligero reproche.
-Ah, sí, ya.
-¿La llamo?
Le falta tiempo para contestar
-No
No tiene muy claro que tipo de procesos mentales sigue Pepper pero está claro que son misteriosos e imposibles de seguir porque ambos saben que en la época en la que se acostó con la reportera no se acostaba nunca dos noches con una mujer que se hubiese ligado en cinco minutos y de estar dispuesto a hacer algún tipo de excepción tiene muy claro que no sería con Christine… Comoseapellide.
-Estás bloqueado
-Lo cual no es, ni de lejos, suficiente motivo para llamarla
Pepper asiente con la cabeza y vuelve a su ordenador portátil mientras la voz de los comentaristas televisivos de villar llena los infinitos espacios abiertos del salón.
-No parecía disgustarte tanto la idea en el velatorio - dice con un tono de voz ligero y eleva los ojos de la pantalla el tiempo necesario para mirarle y dedicarle una pequeña sonrisa demasiado sincera para su gusto. No hay nada en toda ella que refleje el más mínimo resentimiento, muy a su pesar.
-Las apariencias, Potts, y tú deberías saberlo, tienen la costumbre de ser de naturaleza engañosa
-Por supuesto
Vuelve a cundir el silencio cómodo en la habitación y Tony se revuelve en el sofá dándose la vuelta sobre sí mismo como si fuese un perro caprichoso buscando que alguien le rasque la barriga, lo cual, por otra parte, tampoco le resulta una idea desagradable en absoluto
Pepper suspira sonoramente
-¿Seguro que no quieres que la llame?
-No
-También podría llamar a…
No la deja terminar
-No
Un suspiro más profundo y Pepper frunce un poco el ceño - Estás siendo un tanto irracional, Tony
Enarca las cejas, se incorpora, baja los pies del sofá y entorna la mirada. Ha sido irracional muchas veces en su vida, innumerables veces, infinitas veces, más aún tratándose de mujeres pero nunca sospechó ganarse el adjetivo por negarse a acostarse con cierta periodista con aspiraciones de grandeza.
La iluminación de la habitación no es todo lo potente que podría ser y los rincones lejanos quedan inmersos en una oscuridad incierta, como si no existiese el mundo más allá de la luz, como si solo quedasen sobre la faz de la Tierra, Pepper, el billar de competición femenino y él, y en una de esas ideas fugaces, de las que deambulan por su mente sin quedarse demasiado para pensarla dos veces, se le ocurre que lo mismo existen ciertas posibilidades de que la comunicación entre su asistente y él no es todo lo fluida que debería, o todo lo clara que debería y que sí, eso da cierto sentido a las cosas.
Así que lo dice en voz alta -Podrías ayudarme tú - por si esa posibilidad no le había quedado clara, en lo últimos meses.
-No
-¿No?
-No
Pepper continúa sentada con la espalda recta, su postura es el póster perfecto de la ergonomía laboral y no deja de trabajar, como si todo formase parte de su gran rutina diaria, como si él la pidiese veladamente que se vaya con él a la cama constantemente.
Quizá lo hace. Probablemente sí.
-Estás siendo un tanto irracional, Pepper
Ella sonríe divertida - Muy gracioso - y vuelve al trabajo.
No le ve la gracia, no le ve la gracia en absoluto y sigue bloqueado. Se rasca vagamente el estómago a falta de alguien dispuesto a hacerle los favores y vuelve a coger el mando de la televisión.
Afuera, en los límites de su propiedad, los periodistas de guardia siguen acampados como si se dispusiesen al asedio de una ciudad medieval haciendo la entrada y salida de la mansión sin trajes voladores o mini-ejércitos de guardaespaldas como armarios, poco menos que una imposibilidad física.
No hay duda, Pepper tendrá que quedarse a pasar la noche, como la noche anterior, como la noche siguiente probablemente, todavía tiene tiempo para conseguir que en un futuro cercano empiece a tomarse sus proposiciones en serio.
Pasa los canales con tanta rapidez como le permite su dedo pulgar y respira hondo captando una tenue fragancia a vainilla.
Espera que le quede tiempo.
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