Título: Miserable and Magical
Pareja: Kaisoo
Rating: PG
Palabras: 6.120
Género: Fluff
Nota: Es mi primer fic así que sed buenas conmigo ㅠㅠㅠㅠㅠ
Ella tenía 16 años cuando apareció en la vida de Kyungsoo, justo cuando él tenía tan solo un año más. Aquel día, Kyungsoo planeó quedarse hasta tarde en el instituto, ya que quería corregir unas cosas de su trabajo de ciencias con el profesor Shin, y aunque no hubiese tenido que quedarse, tal vez lo habría hecho de todos modos.
Le encantaba quedarse escuchando todas aquellas historias interesantes que aquel hombre tenía por contarle. Probablemente ése fuese uno de los motivos por los que los chicos de su clase no le tenían demasiado aprecio, pero le daba igual. Él prefería quedarse hasta que se hacía oscuro, escuchando las experiencias que había vivido aquel hombre, intentando memorizarlas y deseando que algún día las suyas fueran iguales o más geniales que aquellas que acababa de escuchar.
Él pensaba que aquella tarde sería como el resto de tardes que se quedaba con Shin, pero que éste le hiciese esperar tanto rato fuera de clase era algo que rompía completamente su rutina. No tenía nada de extraño que le hiciese esperar, pensó. Era profesor y tenía otros muchos alumnos a los que atender, así que se quedó fuera esperando pacientemente hasta que escuchó la puerta abrirse, y sin pensarlo dos veces se lanzó hacia la clase, chocándose así con ella.
Park Sunyoung fue la chica con la que se chocó. Era la chica de la que siempre le hablaba Sehun, pensó. Sehun no solía contarle lo que hacía en clase, o con quién hablaba, lo único que le contaba eran cosas sobre Sunyoung; como aquel día que se levantó tres horas antes de que empezasen las clases tan solo para hacer galletas de canela con forma de estrella para todos sus compañeros. El pequeño le contó incluso la cantidad de galletas que se había comido, y que después de eso, ella le sonrió y le dio las gracias sin ningún motivo. Sunyoung se disculpó con Kyungsoo cientos de veces, dibujándole así una sonrisa de oreja a oreja que hizo que a ella se le volviesen a caer los libros que llevaba encima. Él volvió a ayudarla y la acompañó hasta la parada del autobús, haciendo que su trabajo de ciencias se quedase sin corregir.
Aquel fue el primer de muchos días en que volvieron a verse. Los primeros días Kyungsoo se sentía mal por Sehun, al fin y al cabo, era la chica que le gustaba a su amigo, y sentía como si en cierta manera se la estuviera arrebatando. En cambio, al pequeño nunca le importó. Sabía que no tenía nada que hacer con Sunyoung, así que prefería que fuese Kyungsoo y no otro cualquiera. Sehun siempre le advirtió que aunque él se viese con Sunyoung, siempre habría alguien más importante para ella y ese era Jongin; pero a Kyungsoo no le importaba, porque sabía que él era el que le había robado el corazón a la pequeña. Jongin era el mejor amigo de la chica, el chico que estuvo presente en sus primeras citas ya que no se fiaba de que su amiga se viese con un chico mayor.
El primer día que se vieron sin Jongin fue cuando ocurrió. Acababan de salir del cine, pues daban una comedia romántica que la muchacha quería ver y él no sabía negarle nada. Escogieron la sesión de las seis ya que Sunyoung hasta pasadas las cinco no salía del conservatorio. Tras una sesión de cine a oscuras con pequeños roces de sus manos en el bol de las palomitas y miradas cómplices, salieron de la sala cuando ya todo estaba oscuro, ya que al ser invierno anochecía bastante pronto. Una vez llegaron a la parada del autobús, ella miró los horarios y le dijo a Kyungsoo que no hacía falta que se quedase con ella ya que quedaban pocos minutos para que pasase su autobús. Él, que estaba emocionado por pasar su primera tarde a solas con ella y no tenía aún ganas de despedirse, con la excusa de que estaba oscuro decidió acompañarla a su casa dando un paseo.
Tras diez minutos de silencio incómodo ambos sabían que era hora de dar el paso. Sus manos acortaron distancias, haciendo así que sus dedos se entrelazasen, agarrándose fuertemente. Tardaron unos veinte minutos más en llegar hasta la casa de Sunyoung, y allí estuvieron veinte minutos más sin soltarse las manos, mirándose a los ojos como si quisiesen grabar sus rostros para la eternidad. Fue entonces cuando ella se puso de puntillas, pues Kyungsoo le sacaba una cabeza, e intentó besar su mejilla como despedida; pero el chico, que estaba frente a ella con los ojos cerrados y el puño apretado, respiró profundamente y giró la cabeza, haciendo así que sus labios se tocasen. Un pequeño roce que escribió el comienzo de aquel pequeño cuento. Fueron apenas unos segundos pues el padre de ella estaba tras la puerta y Kyungsoo tuvo que correr como nunca había corrido para que no le pillase besando a su hija menor.
**
Parecía un día cualquiera, pues como siempre, la habitación de Kyungsoo estaba inundada en el más absoluto silencio. El uniforme que usó durante los últimos años de su vida, vestía la silla del escritorio, recién planchado como todas las mañanas, y sus zapatillas negras le acompañaban en el suelo. Nada más salir de la ducha decidió que aquel día sus zapatillas se iban a quedar en casa. Su madre le había dejado los mocasines en la puerta de la habitación estratégicamente para que él los viese, así que aquel día, tras varios intentos por parte de ella, los iba a terminar estrenando al fin.
Kyungsoo recuerda como si fuese ayer cuando su madre le agarró del brazo sin decir nada y se lo llevó casi a rastras hasta Myeongdong con la excusa de las últimas rebajas. Allí tan solo compró ropa para él: tejanos ajustados, sudaderas de sus marcas favoritas, camisetas de manga corta una talla más grande de lo normal, alguna que otra chaqueta de vestir… Cuando llegaron a la zapatería él se enamoró de unas deportivas anchas, pero para su desgracia no estaban rebajadas, así que se tuvieron que quedar allí. De todos modos no salieron de allí con las manos vacías. Su madre se paró enfrente de los zapatos de vestir, mirando todos los tipos de mocasines que había y le comentó que debería comprarse unos, ya que el armario de todo hombre tenía al menos un par. Él al principio refunfuñó porque quería las zapatillas, pero sabía que costaban demasiado dinero y no podían permitirse gastar esa cantidad de dinero en tan solo unos zapatos, así que se conformó con escoger los mocasines que menos de abuelo pareciesen.
Aquella mañana Sunyoung no pasó a buscarlo, cosa que le extrañó ya que en aquellos dos años de relación no hubo día que la pequeña no le esperase en el portal con las galletas de canela que años antes le había preparado a Sehun y sus compañeros de clase. Sehun, en cambio, estaba ahí esperándola con aquel odioso uniforme amarillo que tantas ganas tenía Kyungsoo de perder de vista. Todos los cursos tenían clase corriente, a excepción de los de último año, que tenían que prepararse para la graduación, así que allí esperaba ver a Sunyoung.
- Creo que este uniforme odioso sólo deberían llevarlo las chicas, es bonito verles las piernas -le dijo Sehun a Kyungsoo, el cual estaba demasiado ocupado mirando su móvil e intentando ponerse en contacto con Sunyoung; pero el menor no se cansaba-. ¿No te gusta verle las piernas a Sungyoung?
Al escuchar su nombre fue cuando levantó la mirada y lo miró sin entender por qué había mencionado a su chica en aquella frase. El pequeño comenzó a reír y se despidió de él al llegar a su aula. Kyungsoo buscó a Sunyoung en aquella aula también, pero no había ni rastro de ella y su angelical risa. Cada vez estaba más y más preocupado, pues no le respondía a ninguna de sus llamadas.
Estaba demasiado ocupado toqueteando su teléfono móvil, así que ni siquiera se dio cuenta cuando Jongin le tocó el hombro. No fue hasta que el más pequeño le llamó cuando se percató de su presencia allí. Estaba totalmente serio, cosa que le preocupó muchísimo. Comenzaba a asustarse pensando que había ocurrido lo peor. Fue entonces cuando Jongin sacó algo de su bolsillo y se lo dio a Kyungsoo.
- Sunyoungie me ha dicho que te dé esto.
Así es como Kyungsoo la llamaba cariñosamente, delante de quien fuese. Comenzó a llamarla así en el momento en que empezaron con las sesiones de arrumacos en casa de ella cuando sus padres no estaban allí. Quiso preguntarle qué era aquello y por qué usaba aquel mote que él le había otorgado a su chica, pero el moreno se adelantó diciéndole que no sabía qué contenía aquel sobre. Tras dárselo, el pequeño salió corriendo sin darle tiempo a Kyungsoo de despedirse de él, pues llegaba bastante tarde a clase, y él también llegaría tarde si no se daba prisa. Guardó el sobre en la mochila y echó a correr en dirección al salón de actos del colegio.
Hwang Zitao, el alumno chino de intercambio, estaba sobre la pequeña tarima recitando su discurso con aquel peculiar coreano suyo cuando Kyungsoo irrumpió en el salón de actos. Se disculpó con todos los presentes y sentándose al final de todo, comenzó a abrir aquel sobre que le había entregado Jongin hacía apenas unos 20 minutos. Le felicitaba por graduarse e incluso se disculpaba por no estar ahí con él en ese momento tan importante de su vida, pero también le decía que debían dejar de verse y que con el tiempo lo entendería, y además de eso, le adjuntaba su receta de las galletas de canela, que tanto le gustaban. Kyungsoo no pudo evitar que se le escapasen las lágrimas. Su primer amor le estaba dejando, tras dos años de relación su pequeña Sunyoungie le estaba dejando, y por escrito. No podía hundirse, no al menos mientras estuviese en el instituto. Aquel era su día, se graduaba y no tenía que dejar que nadie se lo arruinase por nada del mundo, aunque él sentía que ya estaba más que arruinado, pero tenía que ser fuerte, al menos hasta que terminase la graduación y pudiese irse a casa a llorar tranquilamente, sin necesidad de que nadie le interrumpiese el llanto.
Deseó con todas sus fuerzas que la graduación terminase, y tuvo suerte, fue más rápido de lo que pensó que iba a ser. Sus padres lloraron orgullosos al ver cómo le entregaban la matrícula de honor. Se había prometido no mirar a nadie durante la graduación, pues sus ganas de llorar no habían disminuido en absoluto, pero no pudo evitar echar un vistazo a sus padres, que estaban con Sehun, y sorprendentemente, con Jongin. Tras bajar de la tarima fue hasta ellos, abrazando a sus padres mientras Sehun le quitaba la matrícula para verla mejor y enseñársela a Jongin entre risas. Consiguió convencer a sus padres para volver a casa, anulando así el plan que tenían para aquel día que era celebrar la graduación de su hijo en un restaurante del centro junto a Sehun y sus padres. Se alejó de la gente de su clase lo suficiente como para poder soltar un par de lágrimas y seguir andando hasta el coche de su padre, pero alguien le agarró del brazo. Era Jongin.
Kyungsoo se volteó pero no le dijo nada, solo le echó una mirada de “¿Qué es lo que quieres?” que pareció que el menor entendió, y comenzó a hablarle.
- Acabo de saber que ponía en la carta. Lo siento, Kyungsoo.
Kyungsoo no supo qué contestarle, tan solo se quedó ahí parado mirando a Jongin, que empezaba a ponerse nervioso.
- Tal vez no quieras saber nada de mí porque soy amigo de ella, pero quiero que sepas que me vas a tener aquí para lo que sea, hyung.
Esas fueron las últimas palabras que dijo el pequeño antes de meter un papel en el bolsillo izquierdo de Kyungsoo, y desaparecer.
Kyungsoo estuvo encerrado en su habitación casi una semana, ignorando los mensajes de Sehun, pues no se sentía con ánimos de salir de casa; y aunque sabía que así lo único que hacía era preocupar más a su amigo, tampoco tenía ganas de contarle lo que realmente había ocurrido. No dejaban de venirle imágenes al azar sobre el día de su graduación, de cómo tuvo que evitar la mirada de todo el mundo para que no notasen que había llorado y seguía con ganas de llorar, de cómo Jongin le entregó aquella carta y de cómo sonreía cuando le otorgaron la matrícula de honor.
Su habitación empezaba a parecer la de un enfermo de síndrome de Diógenes así que por primera vez desde el día de su graduación, decidió que era hora de levantarse y limpiar un poco. Tenía el escritorio lleno de restos de comida y papeles sin sentido. Iba a tirarlos todos directamente a la basura sin mirarlos, pero hubo uno que le llamó especialmente la atención por la pésima caligrafía. Era el número de Jongin.
Tras un breve rato mirando el papel sin saber muy bien qué hacer, decidió coger su teléfono y marcar el número. El chico no contestó, así que le dejó un mensaje en el contestador diciéndole que tenía ganas de verle, y éste no tardó en llamarle de vuelta. Estuvieron hablando de todo un poco hasta la hora de cenar, y quedaron en verse al día siguiente. Esa noche, Kyungsoo salió de su habitación para cenar con sus padres. Fue la primera noche desde la graduación que pasaba un rato con ellos, y ellos sabían que estaba mal, así que no le hicieron ningún tipo de pregunta incómoda y tan solo le sirvieron un plato caliente.
Ver a Jongin se le iba a hacer raro, lo sabía, pues siempre que le veía iba con Sunyoung al lado; y cuando quedaba con ella y él iba con ellos, siempre deseaba que le llamasen y se tuviese que ir, pero nunca ocurría. En cierto modo agradeció que el pequeño dejase de ir a sus citas, pero una parte en él lo empezó a echar de menos. Jongin llegó media hora tarde. Parecía feliz de estar en casa de Kyungsoo. Justo llegó a la hora de la merienda, así que mientras Jongin cotilleaba en la habitación de Kyungsoo, el mayor fue a la cocina a por algo para él. A Kyungsoo le importaba poco comer o no, pero al menos quería que el pequeño comiese algo. Llegó a la habitación con una bandeja de comida para él y antes de sentarse a su lado en la cama la dejó en el escritorio. Se miraron incómodos y comenzaron a reír de forma nerviosa.
- Me alegra que me hayas llamado, hyung -Kyungsoo sonrió.
- Si crees que te he llamado para que me cuentes por qué me ha dejado, estás equivocado -contestó el mayor borrando la sonrisa de su cara, dejando al menor sin saber qué decir.
El silencio inundó la habitación. Jongin no supo qué decir, ya que no esperaba aquella respuesta por parte de Kyungsoo. Él sólo quería que no se hundiese, que siguiese adelante, porque había muchas otras cosas que le harían sentir vivo, y él quería estar a su lado y enseñárselas personalmente. Kyungsoo se dio cuenta de la forma en la que sonó aquello y se disculpó con el pequeño, pues su intención no era hacerle sentir incómodo, sino dejarle claro que el fin de su llamada no era aquel. Sinceramente, Kyungsoo no sabía muy bien por qué le había llamado. Tal vez el hecho de haber pasado tanto tiempo con Jongin y no saber nada en absoluto sobre él fue el principal motivo.
- Quiero que seamos amigos, Jongin.
Pasaron dos meses desde que Kyungsoo encontró el número de teléfono de Jongin en su escritorio y llamó por curiosidad. En esos dos meses no hubo un solo día en el que no se viesen, aunque fuese sólo un rato. El primer fin de semana Kyungsoo ya invitó a Jongin a quedarse a dormir en su casa, y éste aceptó encantado. Estuvieron hasta pasada la medianoche jugando a la consola, pues Jongin trajo el último videojuego que se había comprado y le apetecía retar al mayor. Después, ambos se quedaron tumbados en la cama del mayor, y comenzaron a contarse anécdotas del instituto.
En tan solo una semana, Jongin había conseguido que no le doliese escuchar el nombre de Sunyoung, era un recuerdo más… Una experiencia más vivida, como las que le contaba el profesor Shin. La mayoría de las historias que le contaba aquel profesor siempre tenían el mismo eje conector, una mujer, pero eso nunca era lo que más le atraía de ellas.
Kyungsoo le explicó que siempre, tras terminar las clases, le gustaba quedarse hablando con el profesor de ciencias y que por aquel motivo no tenía demasiados amigos, sólo Sehun, pero él también encontraba raro aquello. Jongin rió, confesándole uno de sus más grandes secretos. Amaba el baile. Tal vez ése era el motivo por el cual el pequeño tampoco tenía muchos amigos, sólo Sunyoung. Tras aquella confesión, Jongin escondió su cabeza en la almohada mientras que Kyungsoo comenzó a hacerle cosquillas en el estómago, haciendo que se separase de la almohada y se mirasen a los ojos fijamente.
En seis meses, Kyungsoo comenzó a sentir que no ver a Jongin un día era como si no saliese el sol, sentía que ver al pequeño era ya una necesidad, y al parecer aquello era recíproco. Pasaron el verano viendo películas juntos, acostándose al amanecer, comiendo helado hasta que les dolía el estomago… Los días pares Jongin dormía en casa de Kyungsoo, y los impares, era el mayor el que iba a casa del otro. Algunos días Sehun se unía a ellos, pero siempre se sentía desplazado aunque no lo dijese en voz alta. Kyungsoo había encontrado un buen amigo en Jongin y Sehun sentía que a él ya no le necesitaba más. Pero no era cierto. Sehun siempre iba a ser su mejor amigo, pero su relación con Jongin era distinta, era especial. Era como si no hiciese falta que hablasen para entenderse a la perfección, con sólo mirarse sabían todo el uno del otro.
Los días que Kyungsoo sólo veía a Sehun eran los peores de la semana. El pequeño había retomado el contacto que cortó con Sunyoung por Kyungsoo, y no dejaba de hablar de ella. No es que no la hubiese olvidado, pero se le hacía pesado pues el único tema de conversación que tenía Sehun era ella. Iban al cine juntos, y él la acompañaba al conservatorio, y cuando ella terminaba su clase, él estaba ahí para recogerla. Ella siempre le decía que no hacía falta que cambiase sus planes para ir a buscarla, pero la verdad era que ni siquiera hacía planes, es más, mientras ella estaba en clase él solo se dedicaba a dar vueltas por el vecindario y de vez en cuando buscaba algo con lo que sorprenderla. Un día le regalaba algún peluche, otro le compraba un helado… Así todos los días durante aquel agosto.
- Creo que estoy enamorado, hyung.
No hacía falta ser demasiado listo para darse cuenta de ello. Sehun nunca había actuado así con nadie, así que Kyungsoo enseguida supo que si el pequeño actuaba extraño era por el repentino contacto con Sunyoung. Estaba feliz de ver a su mejor amigo así, enamorado, como decía él. En ocasiones, cuando pensaba que Sehun se hacía pesado con aquel tema de conversación, se daba cuenta de que él no podía reprocharle nada. Su único tema de conversación era Kim Jongin y la cantidad de cosas que hacían juntos, pero no era lo mismo, ¿cierto? O eso pensaba.
Llegó la Navidad, y Sehun y Sunyoung habían comenzado a salir juntos de manera oficial. Sunyoung pasaba los días en casa de Sehun, así que Kyungsoo la veía casi a diario, aunque la chica se escondiese de él. Era veinticinco de diciembre cuando Jongin llamó a Kyungsoo invitándole a pasar la Navidad en su casa, y al mayor comenzó a temblarle la voz. Las ganas de ir a casa de Jongin por Navidad y pasarla allí con su familia eran inmensas, pero estaba seguro de que a sus padres no les iba a hacer gracia la idea, así que, apenado, tuvo que rechazar la oferta.
Una de las cosas que a Kyungsoo más le gustaban de Jongin era que siempre conseguía lo que quería. Al mediodía, la madre de Kyungsoo entró en su habitación y le dejó una corbata en el escritorio y con una sonrisa en los labios, le preguntó que cuándo pensaba arreglarse para ir a casa de Jongin. Una vez su madre salió de la habitación, Kyungsoo comenzó a desnudarse en busca de ropa limpia para la ocasión. Miró en el armario y encontró los pantalones perfectos. Recordaba perfectamente lo que le dijo Jongin al verle con ellos: “te hacen las piernas eternas”. Así que se puso aquellos pantalones, y la primera camisa que encontró.
Dos horas antes de la hora que habían acordado, Kyungsoo ya estaba listo para marchar hasta su casa, así que para hacer tiempo fue hasta el centro y compró un vino para los padres de Jongin, y pensó en hacerle un regalo a él. Se detuvo en las pequeñas paradas de Myeongdong y comenzó a mirar, buscando cualquier cosa que pudiese regalarle a Jongin, lo que fuese, un simple detalle que le hiciese sonreír. En la penúltima tiendecita de la calle encontró lo que andaba buscando. Era una pulsera de cuero, no era muy llamativa, pero era bonita y con su tono de piel resaltaría seguro. No dudó un segundo en comprarla para él.
Los padres de Jongin le trataban como si fuese un hijo más, y aunque durante ese año había estado más en casa de ellos que en la suya propia, jamás le habían puesto malas caras. Terminaron de cenar y se encerraron en la habitación del pequeño.
- Tengo algo para ti.
- Yo también.
Sorprendido, sacó el pequeño sobrecito del bolsillo izquierdo de la americana y lo dejó en las manos de Jongin, que lo miraba curioso, intentando adivinar qué contenía aquel sobre verdoso. Al ver el brazalete se le iluminaron los ojos; era de cuero, por lo que le tenía que haber costado lo suyo (y realmente fue así, no le había costado precisamente barato, pero era para Jongin así que no importaba el dinero).
- Ayúdame a ponérmela -dijo el pequeño sin dejar de sonreír.
- ¿Te gusta? -Jongin asintió, mirando atentamente cómo los dedos de Kyungsoo jugueteaban con la cuerda del brazalete y su muñeca.
- ¿Y mi regalo?
- Cierra los ojos.
El mayor notó como Jongin se levantaba de la cama y se alejaba escasos centímetros para volver enseguida, suponía que para coger el regalo y dárselo, y técnicamente fue así. La respiración de Jongin cada vez estaba más sobre él pero Kyungsoo no hacía ademán de moverse, no tenía miedo, era su íntimo amigo, ¿qué podía ocurrir?
Jongin colocó estratégicamente sobre sus cabezas el muérdago, y fue acortando distancias con el mayor. Kyungsoo notó como los labios del pequeño se posaban lentamente sobre los suyos, fue una leve caricia, pero aún así sus labios se unieron perfectamente, como si fuesen dos piezas de un rompecabezas y encajasen a la perfección. Quería que fuera eterno, pues sentía que los labios de Jongin eran como una pequeña almohada, y sus labios se sentían a gusto sobre ellos. Una parte de él quería agarrarle de la nuca y hacer que el beso fuese más profundo, pero otra parte le decía que se separase de él, y tal vez hizo caso a la parte incorrecta.
Después de unos segundos dudando sobre qué hacer, finalmente Kyungsoo se separó de Jongin, mirándole confundido. Sentía una mezcla de sentimientos en su interior, quería marcharse y no verle más, pero también quería agarrarle del cuello y acercarle más a él, sentir sus lenguas bailando al mismo compás hasta que uno de los dos se cansara, pero no fue así. Jongin hundió la cabeza en la almohada, y se alejó de Kyungsoo unos centímetros, los suficientes para que éste dejase de sentirse violento por la situación.
- Puedes irte si así lo deseas, no voy a obligarte a que te quedes.
Aquellas palabras de Jongin sorprendieron a Kyungsoo. Sí, era cierto que por un instante pensó en marcharse, pero al sentir la mano del pequeño acariciando su cuello, cambió repentinamente de idea. No se marchó, pero sí que se apartó sorprendido por la situación. No le desagradó, al contrario, le agradó más de lo que esperaba.
Sin mediar palabra alguna, le agarró del cuello y abrazó a Jongin, lo tumbó sobre la cama y le hizo una señal para que se echasen a dormir. Éste asintió y terminaron acostándose juntos sobre la cama del pequeño, sin quitarse la ropa que llevaban puesta.
Febrero era el mes de los enamorados. Mirases donde mirases podías encontrar algún detalle con corazones, angelitos con flechas, e incluso parejas de adolescentes dándose muestras de afecto en público. En Corea aquello jamás había estado demasiado bien visto, pero a medida que pasaban los años, la sociedad se fue adaptando a ver aquellas escenas, los tiempos cambiaban al fin y al cabo.
La relación entre Kyungsoo y Jongin desde Navidad no se había enfriado lo más mínimo, al contrario, incluso se llamaban más. Kyungsoo hasta le explicó a Sehun lo que ocurrió en casa del menor, pero le pidió que fuese discreto con aquel tema, y éste se sorprendió ya que pensaba que a su amigo siempre le habían gustado las chicas. Y así era. A Kyungsoo le gustaban las chicas, y Jongin. Sehun no sabía que hubo una temporada en la que el mayor se cuestionó su sexualidad hasta que le contó lo de Jongin.
Fue dos años antes de conocer a Sunyoung, cuando la familia Kim llegó al edificio, o eso creía él cuando lo leyó en los buzones; para su sorpresa, no era una familia quien se mudaba allí, sólo el hijo de ellos. Kim Joonmyun, se llamaba. Sus padres pagaban las facturas de aquel piso que le habían alquilado para que estuviese más cerca de la universidad a la que tenía que asistir todos los días. Se conocieron de casualidad en el ascensor cuando él iba escuchando música, y Joonmyun le tocó el hombro para hablar con él.
El mayor se presentó, le explicó que era nuevo, y por qué se había mudado a aquel edificio. Le dijo que iba a ser temporal, hasta que terminase la carrera y entonces volvería con sus padres, porque no le gustaba pasar demasiado tiempo fuera de casa. Le gustaba ver el fútbol con su hermano mayor y su padre, y adoraba los abrazos de su madre, y allí no tenía nada de todo aquello. Kyungsoo también se presentó, y cordialmente le ofreció su ayuda en cualquier cosa que necesitase en el edificio. Entonces fue cuando Joonmyun se atrevió a preguntarle aquello.
- Kyungsoo, ¿te gusta el fútbol?
Le gustaban más las matemáticas, pero quiso continuar con aquella conversación para ver hasta dónde llegaba, así que asintió sin parpadear ni perder el contacto visual con él. Joonmyun, amablemente, le invitó a ver el fútbol con él, en su piso, pues la idea de verlo solo no le agradaba demasiado, y pensó que así podrían llegar a ser amigos.
- La cocina no es lo mío, así que tendríamos que pedir algo para cenar -dijo Joonmyun soltando una carcajada y Kyungsoo sintió que se iba a marear nada más ver aquella sonrisa perlada.
Su ex-vecino, Kim Joonmyun, fue la persona que hizo que Kyungsoo se cuestionase su sexualidad, y creyó que era heterosexual al enamorarse perdidamente de Sunyoung, pero al llegar a Jongin todo volvió a cambiar, y las dudas llegaron de nuevo a su mente.
Se acercaba el día de San Valentín y sentía la necesidad de arreglar, en cierto modo, las cosas con Jongin. No había nada que arreglar, pero él sabía que el menor no estuvo demasiado cómodo los primeros días tras lo ocurrido en su casa. Aquella tarde, Kyungsoo y Jongin fueron a la tienda de cómics que daba a la esquina de la calle donde estaba su viejo instituto, pues en unas semanas Jongin al fin se graduaría. Llevaban un año yendo a aquella tienda, conocían todas las distribuciones posibles que habían tenido y a todos y cada uno de los trabajadores de allí. Había una trabajadora en concreto que a Jongin jamás le había terminado de caer bien, y ahora Kyungsoo entendía el por qué.
Jongin siempre bromeaba (o no) con que aquella chica siempre le miraba mucho, pero él nunca le hacía caso, hasta que días antes de San Valentín, Hyorin, así se llamaba ella, se acercó a Kyungsoo y le entregó una tarjeta que había comprado allí mismo. Kyungsoo, con una sonrisa tímida en los labios, la aceptó y la metió en su mochila mientras volvía junto a Jongin.
- Le gustas, siempre te lo dije y nunca me hacías caso -dijo el pequeño con frustración, sin dejar de hojear los cómics de la sección de segunda mano.
El mayor no dijo nada, sólo lo agarró de la mano y se lo llevó fuera de aquella tienda. Jongin no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero el tacto de su mano sobre la suya era de su agrado, así que no se negó y salió tras él.
- Debemos cambiar de tienda de cómics, creo.
- ¿Por qué? Siempre venimos aquí, la conocemos a la perfección.
- No me voy a sentir cómodo si Hyorin está allí siempre.
Kyungsoo comenzó a andar mientras Jongin le seguía refunfuñando tras él.
Llegaron a la parada del autobús en silencio, pues hacía rato que Jongin había dejado de quejarse, y ahora comenzaba a hacerle preguntas sobre la dependienta.
- Hyung, deberías regalarle algo a Hyorin por San Valentín, ¿No crees?
- ¿Por qué debería? No estoy interesado en ella, me gusta otra persona.
El rostro tostado de Jongin se volvió pálido de repente. Kyungsoo y él se lo contaban todo, absolutamente todo, pero aquello no se lo había contado. Moría de ganas por preguntarle acerca de aquella persona pero algo se lo impidió, estaba demasiado en shock como para hacerlo. Al pasar el autobús, Kyungsoo subió, pero Jongin se quedó en la parada pues quería volver a casa y debía coger otra línea. Kyungsoo, con aquella mirada inocente que le caracterizaba, le miró sin entenderlo, pero asintió y se despidió de él.
Jongin pasó tres días encerrado en su habitación, sin contestar las llamadas, que no eran pocas, de Kyungsoo. No sabía cómo hacerlo, así que decidió ignorarlo directamente. No era lo correcto, pues Kyungsoo enseguida se preocupaba y se ponía nervioso cuando ocurrían cosas así, aún recordaba el día de su graduación, cuando Sunyoung no se presentó allí y Kyungsoo casi sufrió un ataque de nervios. Recordaba exactamente las palabras de Sunyoung al decirle que debía darle aquella carta y el motivo. No quería salir con alguien que no le pudiese dedicar el tiempo que ella quisiese. Jongin pensó que era egoísta e inmaduro por su parte, pero no se lo dijo en aquel momento, tan solo pensó en Kyungsoo y lo mal que lo pasaría ya que parecía que él sí que sabía cuán enamorado estaba el mayor de ella. Lo único que pensó en aquel momento fue en él, y en lo mucho que quería estar a su lado, hacerle ver la persona especial que era y que no estaba solo, que le tenía a él.
- ¡Mamá, te dije que no me molestases! -le gritó a la puerta sin siquiera mirarla.
- Me abrió antes de irse. Estamos solos, Jongin…
Los ojos de Jongin se abrieron incluso más que los de Kyungsoo, pues lo último que esperaba era escuchar su voz y mucho menos que él fuese hasta su casa de lo preocupado que lo había dejado. Se acomodó en la cama, dejándole sitio al mayor a su lado, y éste se sentó allí sin preguntar, sabiendo qué era lo que Jongin quería. Kyungsoo le dio un codazo, lo arropó entre sus brazos y le repitió miles de veces lo preocupado que estaba por él y que no le diese esos sustos nunca más.
- Jongin, mañana es San Valentín -dijo el mayor en un susurro.
El pequeño no supo qué contestarle a aquello, así que se le quedó mirando sin parpadear, como solía hacer él, y esperó a que siguiese hablando. Extrañado, vio cómo el mayor sacaba algo del bolsillo de su cazadora; era una caja cuadrada. Kyungsoo se la entregó y Jongin la sacudió varias veces, intentando adivinar qué contenía la caja, sin éxito alguno. Tras varios intentos decidió que lo mejor sería abrirla y salir de dudas. Dentro de aquella pequeña caja había un marco con una foto en su interior, era de sus primeras fotos juntos, salían tirados en el suelo y con cara de cansancio.
Recordaba perfectamente cuándo fue tomada aquella fotografía y por quién. Aquel día, Kyungsoo se quedó a cenar en su casa y conoció a su hermana mayor, pues había vuelto pronto de la universidad y se iba a quedar allí esa noche. Con ella, además de traer a su chico, trajo su preciada cámara. Jongin conocía bien aquella cámara, pues solía quitársela a escondidas para hacerse mil fotografías haciendo el idiota. Aquel día exactamente su hermana se había comprado un nuevo flash, y decidió probarlo en ellos. Llevaban toda la tarde jugando a la consola y estaban agotados, así que ella decidió despertarles con aquel potente flash.
Jongin no entendía por qué le regalaba aquello en aquella fecha exactamente, pero no pudo ocultar lo mucho que le agradó recibirlo. Sonrió tímidamente mientras colocaba aquel marco en su mesita de noche y le dio las gracias. Entonces vio que Kyungsoo volvía a meterse las manos en los bolsillos, sacando de ellos un pequeño pedazo de muérdago. Jongin lo miró con los ojos abiertos como platos, sin creerse lo que acababa de sacar el mayor de su cazadora.
- Tengo otro regalo para ti.
- ¿El qué? -preguntó el pequeño, aún sabiendo lo que se avecinaba.
- Cierra los ojos.
Tal y como había ocurrido unos meses atrás, Kyungsoo colocó el muérdago estratégicamente sobre sus cabezas y avanzó posiciones hacia él. Jongin escuchó cómo Kyungsoo tragaba saliva a medida que iba acercándose a su rostro. El pequeño seguía con los ojos cerrados pero podía sentir aquellos carnosos y rosados labios que tanto deseaba acariciando los suyos con total parsimonia, como si el tiempo se hubiese detenido. Jongin correspondió al beso, aunque lo hacía con pasos torpes ya que no tenía planeado aquello en absoluto. Las manos de Kyungsoo, que estaban quietas sobre las mejillas de Jongin, ahora estaban en su nuca, mientras que las manos de Jongin, que hasta entonces habían permanecido estáticas sobre sus propios muslos, ahora estaban recorriendo la espalda del mayor.
Jongin río por lo bajo, fue una risa provocativa, un sonido parecido al que hacen los niños pequeños al realizar algún tipo de travesura. Sus labios aún seguían degustando el dulce de ambos labios, pero aquel momento no iba a ser eterno y tuvieron que separarse. El rostro tostado de Jongin se tornó de distintos tipos de rosas y evitó el contacto visual con Kyungsoo pero éste le agarró del mentón e hizo que sus miradas se encontrasen.
- Me lo llevé porque me gusta conservar pequeños objetos de grandes momentos -dijo el mayor con sinceridad.
Jongin seguía mirándole a los ojos sin saber qué decir y Kyungsoo tenía mucho que decirle, pero no sabía por dónde empezar.
Le quería.
Quería seguir como hasta ahora; viéndose todos los días, yendo un fin de semana cada uno a casa del otro, jugando a la consola hasta que saliese el sol, yendo al cine sólo por las palomitas porque a ninguno de los dos les gustaban las caseras. Creando grandes momentos con él, como aquel día de Navidad en el que se dieron los regalos, cuando Jongin creyó que lo del muérdago sería buena idea, cuando Kyungsoo se volvió loco buscando un regalo para su pequeño de rostro tostado, como aquel ataque de celos que aunque Jongin no quisiese reconocer tuvo días antes, cuando la chica de la tienda de cómics le entregó la tarjeta a Kyungsoo.
- Creo que tenemos algo que decirnos, ¿no crees, Jongin? -preguntó Kyungsoo, conociendo la respuesta.
- Tu primero, hyung.
- Te quiero. Te quiero desde hace tiempo y cada día un poco más, Jongin.