Vicios 16, 17 y 18

Dec 28, 2007 15:30

ADVERTENCIA (para todos los Drabbles/Viñetas): Lo que hay a continuación es Blackcest, es decir, incesto entre primos. Si no te gusta, no lo leas. Los personajes son de Rowling y la Warner y son ellos los que tienen la pasta, y no yo. (:
*nota: el vicio 17 es NC-17. (Todos lo son, ehem, pero este sobre todo). Vamos a ser sinceros, es la mente de Sirius y en su mente él habla así.

Autor: to_someplace
Fandom: Harry Potter
Claim: Sirius/Bellatrix
Vicios: 16. Fastidiar, 17. Chocolate y 18. Tabaco.


16. Fastidiar

No es algo que haga por voluntad propia. Es un impulso (como la mayoría de sus actos). Sobre todo cuando siente esa sensación tan molesta en la boca del estómago y camina como una fiera enjaulada en su habitación. Arriba, abajo, arriba, abajo. Se lanza sobre la cama, grita contra un cojín, lo golpea hasta que casi consigue romperlo. (Pero no). Es un impulso, lo necesita (ahora mismo, ¡YA!) como se necesita de repente un buen polvo.

Sí, eso. Como un buen polvo.

Sale de su habitación como una ráfaga de viento, el cabello moreno ondeando tras ella, al igual que la túnica. No puede evitar dar un portazo. Es algo que le sale casi natural, casi como caminar en dirección a la habitación de su primo mientras empieza a sentir un burbujeo curioso en el estómago. Las ganas cosquilleándole en la piel. La cabeza estallándole de un momento a otro. Conexiones neuronales, miles de ideas, la boca seca, los pasos cada vez más rápidos. Y está allí en menos de lo que se tarda en decir “Quidditch”.

No golpea, ni llama, ni pide permiso. Abre. Está tumbado en la cama, en una esquina un disco muggle gira en un gramófono. (Las burbujas de su estómago se multiplican). Apenas levanta la cabeza de la almohada. Está semi-desnudo. Bueno, es que está en ropa interior. “Bellatrix, ¿dónde estás mirando?”. Al principio cree que es su conciencia (ya ha comprobado que su producción de saliva es inexistente), pero luego se da cuenta de que la voz es la de su primo.

- Llamando a zorra-landia. ¿Me recibe? ¡Cambio!
- Cállate gilipollas.
Se acerca. Sabe que lo está haciendo aunque no quiera, pero lo hace y no sabe por qué lo hace. ¡¿Qué haces?! (Sí, esa sí es su conciencia). En realidad sabe lo que quiere (descargar tensiones y fastidiar un rato) y sabe cómo hacerlo (como un buen polvo).

- Me estabas mirando el paquete, Bellatrix.
- No flipes.

Vale, sí. ¿Y qué? O sea, está semi-desnudo. Encima de la cama. Y sus calzoncillos tienen bludgers y rayitas que cambian de colores y eso que parece estar debajo de la tela parece verdaderamente… grande. ¿Qué hay de malo? Es llamativo. Por eso ha mirado. Nada más.

- Bellatrix, que dejes de mirarme el paquete y te largues.
- ¿Y si no me da la gana?

Silencio. Le ha pillado de sorpresa. ¡Genial! Lo no-tan-genial es haberse perdido la parte en la que se ha acercado tanto a su primo. Pero tampoco es que le moleste demasiado. No, en realidad ahora que lo piensa, está tan cerca que puede ver las bludgers más definidamente y no son tan feas como pensaba.

- ¡¿Pero quieres irte?!

Se sube a la cama y no sabe cómo, de repente está encima y tiene una rodilla entre sus piernas. Una rodilla que casi roza las bludgers y las rayitas y los colorines. Le muerde el cuello y Sirius se estremece y se queja levemente bajo su lengua. Pero le gusta. Se retuerce un poco al principio y se resiste, pero al final acaba cediendo a los dientes y la lengua adentro y afuera de su boca ahora sí y luego también.

- Cuando me digas qué coño estás haciendo…

Su boca dice una cosa, pero su cuerpo otra muy diferente. Se frotan uno contra el otro un buen rato, “como un buen polvo”, pero no del todo. Quizás es aún mejor, sentir que Sirius lo quiere y que no lo va a tener. Él intenta hablar un par de veces más, pero ella se lo impide. Le quita toda la gracia a la situación. Bellatrix ríe y siente que el burbujeo, las cosquillas, el malestar general, se desvanecen.

- Básicamente, fastidiar.
(Y le encanta).
+


17. Chocolate

La situación es así.

Sirius está con esta persona a quien llamaremos el Chocolate. A Sirius le gusta el Chocolate. Sí, claro que le gusta el Chocolate. Como a todo el mundo. Pero a él le gusta aún más, porque al Chocolate le gusta él (cuando se funde en su boca, cuando lo besa despacio, cuando se tocan en su cama y es como fumarse uno al otro o cuando se esconden tras las armaduras de los pasillos con los pantalones en las rodillas). Y Sirius sabe que el Chocolate es incapaz de dejarlo y por eso le deja hacer todas esas cosas que hacen y porque (qué coño, no va a mentirse) le encanta estar con el Chocolate. Y Sirius jamás dejaría al Chocolate por nada del mundo.

Pero la situación también es complicada. Sirius está con el Chocolate, ¿vale? Pero hay veces que está esta otra persona, a quien llamaremos… Crack. De acuerdo.

Lo que pasa con el Crack es que viene en los momentos menos oportunos y en momentos en los que Sirius está solo. Sí, cuando el Chocolate está lejos en una de esas misiones que le encargan (y que lo mantienen alejado de su polla por mucho tiempo). El caso es que el Crack es, como su nombre indica, una mala droga. (Una mala pécora y una mierda de droga). ¡Y confunde a Sirius! ¡Sirius no quiere hacer las cosas que hace, pero el Chocolate está lejos y el Crack está ahí en ése momento y NO. TIENE. MÁS. ROPA. QUE. SU. CAPA!

Sirius no quiere, de verdad que no quiere herir al Chocolate, pero el Crack se mueve lento y hace cosas con él que harían sentir pudor al Chocolate. Como cuando se presenta en su casa y es de noche y él se ha quedado en el salón escuchando a los Rolling. No sé da cuenta, pero el Crack está delante de él de repente. Y luego, también sin que se dé cuenta, está delante de él EN BRAGAS.

¡No es culpa de Sirius! ¡Es culpa del Crack!

Vale, el caso es que está delante de él en bragas. Y qué más le da a él. A él le da igual. (Claro que le da igual, él quiere al Chocolate y le gusta las cosas que hace con el Chocolate y no renunciaría al Chocolate por nada del mundo). Pero no es su culpa, entonces, que el Crack le baje el pantalón y los calzoncillos muy despacio y que mientras se lama los labios. Sirius se repite que no es su culpa, que la erección es por tantos años de mujeres y que HOSTIA.

(Las conexiones neuronales de Sirius mueren en el preciso instante en el que el Crack empieza a lamerlo de arriba abajo y no puede. De verdad que le está succionando el cerebro por la polla o algo).

A partir de ése momento, Sirius no sabe lo que hace ni por qué lo hace. Vale, quizás sabe lo que hacen (follan como perros en celo) y quizás sabe por qué lo hace (porque lleva tanto tiempo esperando al Chocolate que se le iba a atrofiar la polla si seguía sin sexo). Y el Crack hace eso que hacen las tías, eso de “ah” cuando entra, pero no se queja, porque (a la muy, muy zorra) le encanta. Es húmeda y resbaladiza por dentro, y cuando se vuelve a mirarlo cuando se corre, le brilla la malicia en los ojos.

- ¿Qué Sirius?
- Qué de qué.
- ¿Qué va a decir tu novio cuando vuelva? ¿Qué le vas a decir tú?
- No hay nada que decirle.

Y el Crack se marcha, arreglándose la capa y riéndose de él como lleva haciéndolo sus dieciocho años de vida. Lo deja solo, manchado y detrás de ella, ése olor a sexo que impregna la casa como un fantasma y que le recuerda “Mal, mal, esto está MAL”.

Odia al Crack y ama al Chocolate. (Aunque sus actos digan lo contrario).
+


18. Tabaco

Una vez le dijeron que fumar era malo. Nadie le dijo nada porque en su casa a nadie le importaba una mierda. Pero Madre se tomó la licencia de marcarle el territorio y mostrarle el camino que debía seguir, prefirió el método rápido y sencillo. “Como fuméis, iréis directamente al infierno. ¿Está claro?”. “Sí, Madre”. Sirius tenía un verdadero problema con las prohibiciones y (como siempre) la tomó como una recomendación. “Si los Rolling son sus Satánicas Majestades, eso no debe estar tan mal”. Es decir, que en vez de tomar el territorio que Madre le había cedido y caminar por ese sendero que se presentaba lleno de flores y vida sana, optó por el camino del ‘rock and roll’.

Sexo y drogas.

La primera vez que tomó un cigarrillo entre los dedos, se acuerda perfectamente, fue el día de su catorce cumpleaños. Madre había organizado una de esas fiestas en su honor (presentación en sociedad y blablabla) y él había huido sólo media hora después de que empezara. Todo un récord. Caminaba por las calles del Londres muggle, las manos hundidas en los bolsillos y la túnica de seda en algún callejón roñoso, sirviendo de manta a un mendigo y a su perro. Pensaba en qué estarían haciendo James, Remus y Peter. Aún no era demasiado tarde, sólo las seis y media, y encontró abierta una de esas tiendas que le resultaban tan divertidas.

No se lo pensó dos veces y entró. Las hijas de la dueña, que estaban detrás del mostrador, le sonrieron ruborizadas. Tenía ése efecto en las chicas, que les hacía sentir burbujas en el estómago y resbaladizas un poco más al sur. Se sonrió.

Paseó largo rato entre los pasillos de estanterías, observando paquetes brillantes y envoltorios de galletas. Al final, terminó hablando con una de las chicas, la que se ocupaba de la caja registradora y era una empollona rubia algo mayor que él. (Resultó ser también un poco guarra). Acabaron en la trastienda, besándose como dos adolescentes que eran, sin ritmo y con mucha saliva de por medio, reclinados en cajas de cartón. Incluso le dejó meter la mano debajo del sujetador y levantarle la falda. Ella hizo lo propio con sus pantalones.

Cuando acabaron, ella sacó una cajetilla de cigarrillos de algún bolsillo de su blusa y encendió uno. Dio una profunda calada y lo miró sonriendo a través del humo. Se sintió atraído de inmediato. Ella susurró “¿Quieres uno?” y el asintió. Cuando lo tomó entre sus dedos y aspiró el humo, cuando lo tuvo entre los labios por primera vez y aspiró con todas sus fuerzas, lo primero que se le vino a la mente fueron las palabras de Madre. “Como fuméis, iréis directamente al infierno. ¿Está claro?” Y los temores que parecían haberse infundado con esas palabras, se hicieron humo y revolotearon ante sus ojos hasta desaparecer.

El sabor era extremadamente amargo, pero le gustaba cómo sabía en la lengua y cómo entraba el humo hasta sus pulmones y “fiuuuu” lo sacaba en una bocanada, haciendo ‘o’s. La nicotina crea adicción y él no opuso resistencia a la hora de darse al vicio.

Más o menos lo mismo pasaba con Bellatrix.

La primera vez que se besaron, (quince años y un poco más de experiencia que con la rubia de la tienda) se llenaron de saliva y mordiscos y Bellatrix se le resbalaba entre los brazos, tocando en aquellas zonas en las que nadie había tocado antes. Lo hacía bastante bien y aunque pretendía tener el control de todo, con los dedos de Sirius bailando en el elástico de las bragas, se deshacía como todas las demás. El resto de veces, todo fue más agresivo y puro impulso. Llegaron a hacerlo en la despensa de la cocina, con el riesgo de que cualquiera los pudiera ver. Bellatrix amaba eso y la forma de ponerlo nervioso cuando, en medio de una cena familiar, deslizaba una mano hasta su bragueta. Era retorcida, pero adictiva.

Había veces que Sirius realmente, realmente se plateaba si mandarla a la mierda. Renovarse o morir. Pero ¿acaso no había decidido no dejar el tabaco? No era que no pudiera dejar a Bellatrix, era que Bellatrix no lo dejaba dejarla. Era como el tabaco y él un adicto.

Pura adicción.

Vuelvo a casa por Navidad, como el turrón. Más bien para año nuevo, pero aún quedan comidas familiares que celebrar. Así que, ¡felices restos-de-fiestas everyone! <3

for: 30vicios, fandom: harry potter, pairing: bellatrix/sirius

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