Título: Y es que tú y yo, ya no somos como el resto del mundo
Fandom: Sé lo que hicisteis
Pairing: M2 (Ángel/Dani)
Rating: NC-17
Resumen: Dani se casa. Dani. Se. Casa. Y Ángel intenta sobrellevarlo.
Notas: No hay Elena!bashing intended. Y de hecho, la llamo Elena sólo porque en el programa la nombraron y se convirtió en canon de personajes automáticamente. Obviamente, la novia de Ángel no se llama Sara. Y obviamente, deseo que todos sean felices y coman perdices. Sólo intento salvar el M2 en mi mente, haciéndolos pasar un mal trago. lol
Y es que tú y yo, ya no somos como el resto del mundo.
i.
Pasa en martes. Nunca le han gustado los martes, porque son como una ratificación de los lunes. Los días de mala suerte son los martes 13, eso debería ser suficiente para certificar que el martes es el peor día de la semana con diferencia. Peor incluso que los lunes. Los jodidos martes.
Ángel llega temprano a la oficina, los chicos lo saludan, prepara el café. El suyo y el de Dani, que estará al caer. Efectivamente, cae al poco tiempo. Se lo toman en sus sitios, escriben el guión, hacen el idiota, se besan en el plató a oscuras, se arrastran a maquillaje, repasa el guión, hacen el programa. Lo normal de un martes.
Ya están recogiendo, cuando Dani de repente le sale con un:
- Ángel, eh, ven que te diga una cosa.
Están solos en su sala. Todo el mundo se ha marchado y los pocos que quedan están fuera, con los redactores.
- Dani, estamos solos aquí. No te va a oír nadie. ¿Qué pasa? ¿Sufres en silencio?
Su amigo lo mira, sin reírse del chiste, y se sienta. Lo imita por no estar de pie como un gilipollas.
- Eh, tío, no me asustes. ¿Qué coño pasa?
- No sé cómo decírtelo, Ángel, joder. Está claro que eras al primero al que se lo tenía que contar, pero no pensaba que esto fuera a ser tan…
En ese momento, Ángel se da cuenta de que lo que viene a continuación no es nada bueno. La verborrea, la duda. Le ataca una espantosa sensación de vértigo, como si estuviera de pie en la azotea de un edificio altísimo, justo en la cornisa, y mirase hacia abajo.
- Tío, no seas exagerado y suéltalo.
Dani se pasa una mano por el pelo, resopla, se balancea. Le toca el pecho, como pidiendo perdón con antelación. No hace presión, es cálido, pero en seguida retira la mano. Si quedaba alguna posibilidad de que lo que le va a decir no es catastrófico, acaba de esfumarse.
- Me caso, Ángel.
¿Qué?
- ¿Cómo?
- Que me caso. Con Elena. Me caso.
Siente frío en todo el cuerpo y los ojos húmedos. Baja la mirada y procura que Dani no vea ni siquiera un asomo de lágrima. Se siente diminuto frente a él, que no pierde detalle de su reacción, esperando. Se obliga a volver a mirarlo. Duele. La mirada de Dani ¿Lo entiendes? escuece ¿Lo apruebas? de mil maneras distintas Necesito que lo apruebes y no puede mantenerla No quiero hacerte daño.
- Enhorabuena, tío - consigue articular.
Hay ruido de cristales rotos, corazón en la garganta, nudo en el estómago. Todas esas cosas que se dicen en las canciones, pero mucho peor.
ii.
(No es que cada uno no lleve su vida aparte del otro. Claro que los dos tienen novia y familia y amigos no comunes, sólo que Ángel piensa que, bueno. Que por qué no pueden tener eso y tenerse también el uno al otro. Son amigos, ¿no? Eso es normal. Se entienden, se quieren, pueden hacerlo casi todo juntos. ¿Por qué no follar también? Simplifica mucho las cosas. Claro que quiere a Sara, sino no hubiera estado nunca con ella en primer lugar. Es que con Dani es distinto y a Sara la quiere de un modo distinto. No hay más tíos, ni más tías. Sólo Sara. Y en una categoría completamente diferente, Dani.)
Cuando llega a casa aquella tarde, se siente miserable. Llama a Sara y, afortunadamente, salta el contestador automático. Deja un mensaje escueto del que ni siquiera recordará el contenido. Es algo como Sara, mira, lo siento, sé que eso de pedirse un tiempo es una mierda, pero necesito estar solo. En serio. Lo siento.
iii.
El día siguiente es miércoles. Si su vida fuera una película, habría amanecido lloviendo, él habría llamado al curro diciendo que estaba enfermo para no verle la cara a Dani y se habría quedado en la cama, hundiéndose en la autocompasión y mirando películas de Meg Ryan. En vez de eso, resulta ser un fantástico miércoles de primavera, con el sol brillando, los pájaros cantando y la imposibilidad total de evitar a su amigo en el trabajo. Su amigo o lo que coño sea ahora.
Logra evitarlo durante buena parte de la mañana, para ser sinceros. No le hace café, claro, ni está más tiempo del necesario sentado en su silla, a su lado, escribiendo su guión. Se encarga de que Dani ruede muchos sketches ese día y, por suerte, se ha librado del informativo, con lo que podría irse antes a casa si quisiera.
No puede. O no quiere. Quién sabe.
El caso es que el maldito Dani consigue arrinconarle durante la sección de Miki. Le pilla distraído hablando con Rober en el backstage y casi gruñe al gallego para que desaparezca.
- Ángel, ¿qué coño te pasa?
- ¿A mí? - pone su mejor cara de indiferencia. - A mí nada. ¿Por?
- Hombre, no sé. No me has mirado en todo el día. Algo te pasa.
Y reitera la pregunta, “¿te pasa algo, tío?” Así, como si el día anterior no le hubiese anunciado que se casa. Hostias. Hay que explicárselo todo al crío.
- Dani, mira, es que esto es muy raro, ¿sabes?
- ¿Qué? ¿Lo de la boda?
- No, lo de las nuevas mechas de Patricia, no te jode.
El capullo se ríe de la ironía durante un segundo. Luego le mira de frente.
- Ángel, esto no tiene por qué cambiar.
- Sí tiene. Tú no lo ves, pero tiene que cambiar. Coño, que te casas, Dani. No estás saliendo con una chica cualquiera, te vas a casar, joder. Sí tiene que cambiar.
Entonces Dani sonríe, le mira desde abajo. Se lame los labios, los colmillos.
Cuando se separan, tiene la respiración agitada y los ojos fuertemente cerrados.
Le demuestra que no, no tiene por qué cambiar.
iv.
Se impone la ley de Aquí No Ha Pasado Nada. La ley de Nunca Hemos Follado. La de Sólo Somos Amigos Tirando A Compañeros. No se llaman por las tardes tan a menudo, las cervezas después del trabajo se limitan a una, y abandonan las barbacoas de los domingos a mediodía. Ni mucho menos se encuentran en los baños de Globomedia, como solían.
Después de todo, la ley de Nunca Hemos Follado es bastante clara en ese aspecto.
v.
No se ha comprometido a organizar la despedida de soltero, más bien le han comprometido por ser el padrino. (Manda huevos, el padrino.) Esa panda de cómicos enfermos que tiene como amigos. El plan es sencillo: casa de Dani, un par de strippers e ingentes cantidades de alcohol. Si alguien se sintiera aventurero más tarde, podría salir a la noche madrileña. Su responsabilidad sobre los ebrios acaba donde empieza todo lo que no es el domicilio de Dani Mateo.
Cae viernes. Una stripper vestida de policía y otra de enfermera bailan durante un rato alrededor de un Dani con los ojos como platos, mientras el resto mira desde el sofá con los dientes largos. Deben de ser unos veinte o treinta borrachos los que hay allí. Él entre ellos, dando sorbos a su octava cerveza con una mueca aparentemente divertida, pero profundamente deprimida.
Dani le mira desde la silla en el momento en el que la policía le desabrocha un botón de la camisa. Enarca las cejas, Ángel hace un gesto con la botella que sostiene en la mano. Dani le responde con una sonrisa y sigue a lo suyo.
Cómo no.
Cuando las strippers cumplen su horario y se largan, un pequeño grupo sale en comandita a por tabaco. Él intenta entablar conversación con unos conocidos, pero pronto se encuentra huyendo de un tío que le pide que le enchufe en Sé lo que hicisteis. Se mete en la habitación de Dani y, sin echar el cerrojo, se tumba en la cama. Ha estado allí un montón de veces, despierto, dormido, jugando a la Play, desnudo, follando. Muchas veces. Cierra los ojos.
La puerta se abre y se cierra, dejando entrar por un segundo el estruendo de la música del salón. Ángel se incorpora sobre un codo y su vista se fija en Dani, que lo mira como si flipase. Borracho, seguramente.
- Hey, tío - le saluda. - Lo siento, había un pesado que me estaba agobiando, y…
- No hay problema.
Dani tiene la mirada desorbitada. Definitivamente borracho.
- ¿Te lo estás pasando bien? - le pregunta, sentándose en la cama. Dani le imita.
- Ahá.
- Me alegro - le pone una mano en el hombro. Se da cuenta en seguida de que eso no está bien y la retira. Las cosas tienen que cambiar.
- Ángel - le llama Dani, con la voz estrangulada. - Dime una cosa.
Le resbalan las consonantes. Tiene los primeros botones de la camisa desbrochados. Huele a JB y a su colonia. Tiene pintalabios de la stripper enfermera en el cuello. Qué mareo, por Dios.
- ¿Sí?
- ¿Tú también has tenido ganas de besarme toda la noche?
Si Ángel no contesta es porque no puede. Porque Dani se acerca y le paraliza y le besa. Y ya no queda espacio para mucho más. Se quitan la ropa desesperados, lamiendo la piel que aparece, jadeando. Le muerde el pecho, Ángel gime, oye a Dani hablar como si estuviera a mil kilómetros de distancia: “Ángelángelángel…” Le recorre las vértebras con la lengua, descendiendo por su espalda. Y Ángel está algo borracho, y no quiere que Dani se calle, así que deshace el mismo camino hacia arriba. Le arranca suspiros ahogados y “Menudo hijo de la gran puta” cuando piensa que va a llegar hasta el final, pero se desvía.
Le tortura un poco, pero no más de lo que Dani le tortura a él, cuando lo tiene entre las piernas, sin darle tregua, con los dedos enredados en su pelo. Le hace parar, gruñe: “Dani, bocabajo.” Le folla contra el colchón, embestidas profundas y sudorosas, lentas ahora, rápidas después. Le hace correrse, le lame la nuca, le araña la espalda.
Llevaban casi tres semanas sin esto.
Ángel no habla durante el sexo, pero cuando está a punto, ahí, lo suelta.
Joderdani, quémehaces.
vi.
El Gran Día es domingo por la mañana. Es el padrino, así que acompaña a Dani de aquí para allá desde las ocho, cuando le llama desesperado pensando que su sobrino se ha tragado los anillos. A las once, está en la iglesia con él, en una salita ridículamente pequeña ocupada por un crucifijo y un espejo. Dani se mira, se remira, se peina y se vuelve a peinar. Él está harto de repetirle que no pasará nada.
- Todo va a salir bien.
- ¿Y si Pepe trae a las strippers, como prometió?
- Era una coña, Dani.
- Pues sonaba muy convencido.
Le pone una mano en el hombro, lo obliga a dejar de mirarse en el espejo. Se fija en que lleva la pajarita hecha un asco, así que le deshace el nudo y empieza de nuevo. Siente la respiración de Dani sobre sus dedos, pero evita pensar en ello.
- Gracias, tío.
- Deberías aprender a hacer un nudo de pajarita, Dani, ya tienes una edad.
- No, joder. Lo digo por todo. Gracias.
Traga saliva.
- No hay de qué.
vii.
Elena es una gran chica y él se siente una basura la mayoría del tiempo. Pero no puede evitarlo. Dani vuelve a llamar a su puerta la primera vez que discuten, como siempre. Y hace lo que hace siempre. Ser Dani. Quedarse a dormir. Beber hasta la inconsciencia. Follarle en el sofá mirando El Padrino 2.
Con el tiempo, discutir con Elena ya ni siquiera sirve. Como si ya no necesitase excusas (como si alguna vez las hubiera necesitado), se deja caer por su piso, le invade sin avisar. Le besa como hacía antes y Ángel lo intenta, pero no puede. Hay ciertas cosas que se siente incapaz de hacer y una de ellas es negarle a Dani lo que quiere. Aún sabiendo que una buena chica lo espera en casa.
Después de todo, se trata de su secreto, de su complicidad, de su rollo. De su amigo.
Ángel se siente una basura la mayor parte del tiempo.
viii.
Le llegará un domingo por la noche, tres años y medio después, en forma de Dani borracho en el rellano de su escalera, aporreando la puerta porque hay dos timbres. Lo dejará pasar, claro, sin que dé más explicaciones que:
- Se acabó.
Ángel lo abrazará, Dani sollozará un poco sobre su hombro. Las únicas lágrimas que verá. Obviamente, se quedará en su casa y lo dejará hacer todo lo que siempre hace. Esta vez durante un fin de semana entero, cuarenta y ocho horas sin interrupción. Comerán ganchitos en la cama, Dani hablará, Ángel escuchará, verán películas viejas, se emborracharán hasta decir basta, escribirán un monólogo a cuatro manos y se besarán como antes, sin culpa, como en los viejos tiempos.
El lunes, lo obligará a ducharse y afeitarse, le preparará el desayuno, lo llevará a trabajar. Dani se lo agradecerá con un beso largo antes de entrar en la oficina. “Ángel, joder” dirá. Y luego lo soltará, como quien no quiere la cosa, “Te quiero.” A los ojos, entero, sin dobleces, sin chiste de después, con colmillos, con la voz y el pecho rasgados. Se lo dice a todo el mundo y ya se lo ha dicho antes, pero esta vez no habrá medias verdades, ni amistades ortopédicas. Ahora sí.
Ahí estará, una vez más, el ruido de cristales rotos, el corazón en la garganta, el nudo en el estómago. Como en las canciones, pero mucho peor.