Caminan juntos y él se para, posando sus manos delicadamente, como niño inocente y temeroso, a la altura de sus últimas costillas, donde se suelen encontrar las cosquillas, como intentando hacerla feliz al menos por un instante. Ella le da la espalda pese a desear girarse y aminora mucho el paso, pero no se ha parado a su lado, y nota la cautela de
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