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2.1
La vida se basa en pequeños filmes grabados para Junhoe. Escenas que imaginó, igualo o aventuro en su mente, de los cuales ya tiene proyectado un inicio, desenlace y fin. Pueden ser muchas tomas, sin embargo, siempre terminan con el mismo final.
La tapa de su lápiz esta mordida a no poder más y lo tapa la oscuridad en la habitación. Ciertamente él cree que esto es una ratonera, su oficina y uno de los lugares más importantes que contienen gran parte de la información, es un basural. Realmente agradece que los gerentes no hagan inspecciones, o estaría, literalmente, arruinado.
Quizás tiene comida almacenada de días atrás. Tal vez algunos ratones ruinen sus cosas, o puede que también se paseen mientras él duerme. Probablemente este blanco como una hoja de papel porque la única luz que le cae es la del computador. Y es feliz, es completamente agradable controlar los informes personales de los clientes, de los futuros asesinados, dictar los números y encontrar la ubicación de algún sospechoso.
―Si sigues mordiendo eso, te lastimarás los dientes.
Junhoe carraspea y, por primera vez en el día (o noche, amanecer o mediodía, no lo sabe con exactitud) despega la vista de la pantalla. Hecha una rápida mirada a su desorden y espera encontrar al hombre proveniente de aquella voz.
―Sale de ahí, pequeño roedor. Conmigo no te funciona―lo amenaza―¿Qué hora es?
―¿No la tienes en tu computador?
―La desprograme hace mucho en conjunto con la fecha. Me deprime saber que he estado tanto tiempo lejos de los ambientes.
Jinhwan suena cansado cuando dice: ―Entonces sale al exterior.
―Sabes que no lo puedo hacer―murmura. Oye un ruido del rincón de la sala, detrás de todos esos monitores y pantallas se puede ver perfectamente todo con claridad. Tira su silla atrás, chocando con algunas cajas e invade el lugar con una mirada crítica―Sal de ahí. Donde sea que estés. No me gusta tu juego, nunca me ha gustado. Nunca me va a gustar.
―¿Futuramente puede si?
―Futuramente puede que me deshaga de ti para siempre.
―No me gustan esas palabras―regaña Kim Jinhwan―¿Puedo ordenar cuando estés durmiendo? ―le pregunta con voz cantaría―No me gusta dormir en un sitio sucio. ¡Tengamos un trato! Yo no juego contigo al escondite y tu intenta mantener limpia esta pocilga.
Junhoe rueda los ojos y resopla sonoramente: ― Acabas de decir ‘esta pocilga’ demonios. ¿Si tanto te molesta que este así porque sigues viniendo? No recuerdo haberte hecho una invitación.
―Tienes una muy mala memoria. Si la hiciste―corrige el mayor.
Junhoe está a punto de resoplar nuevamente. Podría decirse que es el segundo miembro de Anthem que conoce oficialmente a Jinhwan. Es decir, su rostro y su cuerpo. La anatomía del chico en perfección. Los cabellos rubios y lleno de rulos, la escasa estatura, la eterna sonrisa y el anhelo de atraparlo entre sus brazos y no dejarlo ir nunca.
―No. No la hice.
Desde el rincón lleno de ropa, Jinhwan hace su aparición. La piel de porcelana y blanquecina como la leche, con el inquieto lunar cerca de sus ojos sinceros, una tierna expresión de dolor permanente. Todos en este centro tienen sus historias, sus sombras humillándolos día y noche. Pero cuando Kim Jinhwan, el miembro más custodiado por el presidente, lo mira…es un sentimiento tan difícil de explicar para Junhoe. Como…como…como si en vez de esperar su muerte, esperará renacer. Comenzar de cero y llenarse de esperanzas de contribuir a una sociedad. No importa si es mala o buena; con tal de estar cerca del pequeño chico, es justamente por lo que respira.
Pero, por supuesto, nunca lo admitiría en voz alta o se lo haría saber a Jinhwan, son parte de sus pensamientos más recónditos.
―Sí la hiciste―afirma Jinhwan y avanza unos pasos largos hacía el―Cuando tenía tu polla en la boca, dijiste:’’ ¡Oh, Jinhwan! ¡Joder! Sí, sí, si…maldita sea, puedes venir cuando quieras…cuando se te de la puta gana’’ ¡No niegues tu propia promesa!
Los colores de las mejillas de Junhoe se vuelven exorbitantes, un toque de rojo, naranjo, algo de violeta pálido. Muerde su labio tan fuerte que teme por romperlo.
―En mi defensa, no estaba en todos mis sentidos cuando dije eso, por lo cual puedo objetar---
Jinhwan lo interrumpe: ―¡No te atrevas a echarme!
―No lo haré.
―¿Entonces porque discutimos por esto? Lo bueno es que tu cama está intacta…espera un minuto ¿No has dormido nada? ¿En todo el día? ¿Por qué me tientas a regañarte? ¡Tienes que dormir y comer en tus horas! ¡Si no estoy a tu lado no haces nada más que estar al frente de esas cosas!
―Jinhwan…
―¿Qué? ―grita el pequeño. Junhoe simplemente abre los brazos con una sonrisa lasciva y se ve contagiado en las pocas horas que pueden estar tranquilos. Prontamente el trabajo comenzará y Jinhwan conoce a Junhoe tan bien como si fuera la palma de su mano y sabe que el chico se detendrá cuando empieza el juego.
Su enojo disminuye a una escala descendiente. Su sonrisa se engancha.
Da zancadas grandes, más por intentar saltar las cosas que estorban en su camino, y corresponde a los fuertes brazos. Entierra su cara en el pecho de Junhoe, olor a lavanda y hombre. Un estilo único. Y ríe contra el polo porque Jinhwan podría detener este instante para siempre y quedarse en los brazos de Junhoe hasta la inmortalidad.
―No estés molesto―le pide Junhoe recostando su mentón en la cabeza de Jinhwan―Bobby y Hanbin tuvieron mucho trabajo y tuve que organizar toda la maniobra yo solo. Por eso no he podido dormir bien, pero el presidente me contacto hace poco y no tenemos nada que hacer hasta mañana.
―Estuve con ellos hoy. Parecían molestos. De todos modos, June no puede saltarse las comidas o no dormir sus horas o no tendrás fuerza. Y no me sirves así. Nada de insaturable, y por favor, con el dolor de mi corazón, limpia este desastre.
Junhoe sonríe y en sus ojos hay un brillo malicioso. Su mano derecha toca los mechones del pequeño y mueve su cabeza unos centímetros, al igual que un vampiro, ataca el precioso cuello de Jinhwan con besos diminutos y termina en gemidos bajos y acaricias en su nuca.
―Claro que me necesitas con fuerza para poder complacerte como lo mereces.
Jinhwan no alcanza a articular ninguna protesta. Antes de abrir ligeramente la boca, es atacada con brutalidad y pasión. Junhoe quería comérselo vivo y dejarlo sin ganas de moverse. Adolorido y sepulcral, como solían terminar sus secciones se sexo explícito. Al mayor de los muchachos le gustaba así, porque eso implicaba que Junhoe no estaba conectado a él sentimental, sino que solo sexualmente. El sexo era fácil, los sentimientos complicados.
―Siento mucho…ah…―Jinhwan lo intentó. Sus lenguas se entrelazaron en un beso promiscuo e insensato.
El pequeño empujo, con su mano de niño, el pecho de Junhoe provocando que cayera sentado sobre la silla. No perdió el tiempo en trivialidades, se sentó a horcajadas encima y envolvió sus brazos en su cuello. Tener a Junhoe a su disponibilidad era divino, se sentía vivo al poder rodear al gigante con unos besos en el cuello y jugueteando con su mano traviesa.
―Ugh…―gimió el menor.
Jinhwan contuvo la respiración, las manos de Junhoe viajaban disparadas a su trasero, apretándolo similar a una masa crujiente. Las grandes manos del gigante invadiendo lo que le pertenecía, le tomo dos segundos a Jinhwan darse cuenta donde estaban y negó con la cabeza repetidas veces.
―Te vas a arrepentir…―susurro el pequeño en su oído. La columna de Junhoe sufrió leves escalofríos a causa de esto.
Apretó su agarre, estrujando el semblante y lindo trasero, sonriendo en su cuello. Elevo su mirada obteniendo la atención completa del mayor.
―Cuando se trata de ti…―murmullo Junhoe― …No me importan las consecuencias.
―Deberían importarte, porque no suelo tomar medidas de seguridad.
―Oh, Jinhwan…te juro que tampoco suelo medir mi destreza.
El rostro de Jinhwan cambio de rojo caliente a rojo furioso: ― ¡No hagas juramentos estando en estas condiciones!
Junhoe solo sonrió: ― Lo tendré en cuenta.
Había muchas cosas que Junhoe quería decirle, fragmentos de palabras en montones para Jinhwan pero también había un sobre. Una carta que nunca se abriría por miedo a perderlo. Y, aunque suene injusto e impotente, Junhoe preferiría mil veces guardarse todo eso con tal de permanecer a su lado.
‘Mi corazón en negro. Tu alma es blanca. Cuando nos juntamos, simultáneamente el color se vuelve rojo, como la pasión, el anhelo, el bermejo. No hay destino cruzado para nosotros, solo somos dos personas que se necesitan. Puedes aceptar mi amor cruel, sucio, inútil pero verdadero… o puedes simplemente dejarme ir y verme evaporarme entre las nubes’
―¿Por qué estás tan callado? ―pregunta el mayor acariciando lentamente el cabello rubio del menor. Solo por unos minutos ya no existe el Junhoe experto en computadoras y hater, ya no existe el Jinhwan sabio y asesino. Ya no existen las etiquetas que los condenan, por unos minutos…son solo dos corazones latiendo fuertemente por el otro.
―Estoy pensando cosas sin importancia―dice Junhoe encogiéndose de hombros. Esa es la realidad, no debe meterse ideas sin fundamento en la cabeza. No puede ilusionarse en un futuro, no.
Jinhwan deja de besarle el cuello y choca su frente contra la suya.
―Ahora no…Junhoe…justo ahora no…
― ¿Ahora no, que? ―Junhoe frunce el ceño. Observa atentamente como Jinhwan cierra los ojos y suspira profundamente, sus respiraciones entremezclándose de a poco.
―No pienses en nada ahora. Conozco esa expresión en tu cara: no necesito nada que no seas tú. Déjalo ir… que se vaya lejos. Esos pensamientos malignos debes dejarlos, no me voy a ir, no te vas a ir. Nadie se marcha.
Las manos del menor tocan las mejillas de Jinhwan: ― ¿Por qué me dices eso?
―No te llenes la mente de cosas que quizás nunca van a pasar. Y si tu pregunta es si en algún momento tus miedos se hacen realidad, no hay motivo para temer. Haz sido fuerte todo este tiempo, vas a seguirlo siendo. Nada puede acabar con mi lindo June.
Algo puede acabar con él ciertamente. Y, además, tiene nombre y apellido.
―El negro y el blanco no se pueden juntar. Es como el bien y el mal. No hay caso, Jinhwan. No quiero que seamos como el blanco y negro, no quiero tener que contaminarte con mi pesimismo, te dañaría. Y al hacerte sufrir, me hace sufrir también. No quiero acabar así.
Jinhwan abre los ojos y una tierna sonrisa se asoma en sus labios levemente hinchados: ―Gris.
― ¿Mmmh?
―Negro y blanco hacen gris. Donde todo es negro, también hay un blanco entonces si hay una combinación se crea el gris. Es monótono y monocromático, y un poco fúnebre, pero sigue siendo un lindo conjunto.
Las manos del menor descienden a su delgada cintura. Contrastes de labios juntos y sonidos de besos, ropa que es tirada cerca de unas latas de cerveza.
―De todos modos, no quiero que nos compares con el blanco y negro―susurra el mayor al frente de los labios de Junhoe―Quiero ser cielo y mar.
―Dame una explicación que pueda entender, por favor. Sin palabras rebuscadas o gloriosos matices de fisiología.
―Es meramente sencillo. Donde termina el mar, empieza el cielo. Mismo color, misma función. Donde termina Junhoe siempre empezará Jinhwan. Siempre juntos, nunca separados.
El menor ataca velozmente los labios de Jinhwan. Un sabor a delicia y culpa, una sincronización de emociones desconocidas y un ligero toque de chocolate macizo.