[4] Viaje transversal
Junhoe se mueve logrando tener una posición más práctica y entonces...con el total cuidado de un experto, toma su miembro entre sus dedos y deja de masturbar al pequeño. Si aguanta un poco más, es seguro que va a explotar.
Se permite una precavida intemperie y con sus largos dedos empapados por los jugos de su actual amante, manosea cuidadosamente sus nalgas y la línea delgada de su cintura. Puede que Jinhwan no sea realmente suyo en alma, pero en cuerpo es completamente de su merced.
Toquetea la piel quisquillosa. Ante el lento proceso de exploración Jinhwan se remueve en su cama como un animal inocente, gemidos callados con besos y esto es demasiado. Cuando sus miradas se juntan, no se desvían, aunque sea demasiado vergonzoso para el pequeño.
Junhoe piensa en lo hermosa que es su piel: placida, reluciente y sonrojada ante sus cariños. Sus chupones se propagan fácilmente y quedan como marionetas en sus hilos. Levemente su mano recorre su pene erecto y juega con su pre-semen, sin duda que le gusta hacer este tipo de tutoría.
Se lleva los dedos a la boca, lamiendo y deslizando la lengua. Saboreando a su invitado eclesiástico. El sabor es una locura universal: mezclas de salado, acre y cisterna artificial.
Baja la mano hasta su propio miembro y lo posiciona en la humectante entrada, abre más sus piernas y lentamente entra en él, arruga el rostro, palidece ante el refrescante calor apretado de su infinidad y tuerce los dedos intactos en sus muslos.
Jinhwan se queja y solo le acaricia la mejilla con besos superficiales, una tenue sensación de ansiedad y gloria.
Tuerce las muñecas y exhala desde lo más profundo de su ser cuando está completamente adentro. Junhoe exhala un suspiro contenido y queda inmóvil por unos segundos mínimos.
Al pequeño le corre una lágrima que limpia con la yema de sus dedos.
-¿Estás bien?
Jinhwan asiente y abre los ojos, se ve exquisito con esa expresión: -Estoy bien...solo...que...quiero acostumbrarme...
Le toma dos minutos enteros a Jinhwan calmar su pulso y la respiración antes de besar el pecho del alto y pedirle que se mueva más rápido. Y más rápido. Y Junhoe no tiende a la desobediencia y fuerza sus piernas a hincarse tomando la delgada cintura del pequeño.
Es sonido que provoca el choque de ambos cuerpos es crucial y sensual. Aumenta el movimiento junto con el vaivén de sus bocas, encendiendo su cuerpo y células hasta convertirlo en un paraíso continuo de susurros perversos y repentinamente Jinhwan se olvida de donde está y sus ojos se ponen blancos con la boca abierta a su máximo esplendor.
Pero, extrañamente, está gustoso. A pesar de que el miembro de Junhoe lo llena por dentro y lo hace querer gritar de placer, pero son sus toques relevantes que le proporcionan una indicia de dulzura y contemplación, lo que le llaman la atención. En cómo su frente está junto con la suya, a veces lo besa o muerde su cuello dejando marcas reveladoras, en cómo su mano sostiene su muslo permitiéndole una vista obscena del conjunto de sus cuerpos fusionarse.
Sonríe con todo su corazón, porque no pudo encontrar mejor profesor que este.
La cama rebota contra la pared, sin embargo, ninguno de los dos amantes está concentrado en lo que sucede fuera de ellos mismos. Un revoltijo de sabanas, piernas entrecruzadas, un más, más, más y los oculares perfiles de sus peces siendo testigos de semejante acto.
Aprieta con fuerza la tela del edredón que tiene debajo de él e inclina la cabeza hasta tocar la cama y con la vista pegada en el techo: un satisfactorio desplante de placeres. Junhoe embestía con la mitad de su fuerza a pesar de que el pequeño le pedía a gritos que continuara y se precipitará. Aunque respiraba con dificultad, llevo su cuerpo al máximo y la velocidad aumento a un grado insuperable.
Jinhwan estaba seguro que no podría aguantar más. Cuando entraba hasta el fondo, tocaba su punto eje y lo dejaba sin sentidos; cuando salía de su interior podía descansar y tomar aire hasta que continuaba con el proceso.
Junhoe ni siquiera había tocado su miembro y ya sentía su orgasmo acercarse unos milímetros. Nunca en su vida había estado tan desvergonzado de tocarle las nalgas y empujarlo más en su interior, esquivando gemidos y mordiscos que su amante le propinaba.
Los movimientos se hicieron más rápidos y violentos con el paso de las numerosas embestidas. El alto agarraba su piel sin delicadeza y se veía envuelto en un eterno resplandor de repulsiones instantáneas. El sudor corriéndole por el pecho y los cabellos ajetreados.
Jinhwan creyó que el fin se avecinaba rápidamente. Pero no estaba preparado para lo que venía a continuación, justo cuando sentía que su cuerpo emitía temblores similares a las convulsiones y su corazón no podía latir más rápido; Junhoe detuvo el grado de intensidad y se salió de su cuerpo sin previo aviso.
Jinhwan reunía fuerzas para reclamarle su derecho de llegar al éxtasis, sin embargo, prontamente fue callado.
Junhoe lo agarró de las caderas, moviéndolo estrechamente por las sábanas blancas e impuras. Lo sostuvo de las costillas y lo dio vuelta acariciando su piel enroscada y pálida. Jinhwan enterraba su rostro en las almohadas y sus manos se aferraban con gran inquietud a la tela, el alto levanto su trasero y le propino una nalgada.
Pudo haber sido un poco extraño para un novato, pero el control del pequeño estaba lejos de detenerlo. Las manos castas y fuertes del alto fueron a caer a su firme trasero (con el poco aprendizaje de Jinhwan, pensó que realizarían lo que llamaban La pose del perrito) Ciertamente era lo que tenía en mente Junhoe.
Subió por la espalda del pequeño, apretando su miembro duro contra el trasero de Jinhwan. Lo froto duramente por su entrada y contuvo una sonrisa al escuchar sus protestas.
Le mordió el lóbulo de la oreja y le susurra: -¿Estás listo para la verdadera lección?
Al pequeño le recorren múltiples escalofríos y mueve su trasero para tenerlo más apegado al miembro de Junhoe, sorpresivamente, lo menea seductoramente.
-P-Pensé...que...ya estábamos...en… eso…
Recibe otra nalgada en respuesta: -Si quieres ser bueno, tienes que tener mucha mucha práctica.
Lo penetró fuertemente llevándose consigo un grito lleno de placer y dolor. Inesperadamente lo estaba disfrutando a un punto tan inigualable que su cuerpo le pedía más en grandes cantidades: era como adicto a Junhoe. Una fría heroína pura y marchita entre sus dedos, que inhala y absorbe lentamente, saboreándolo en su lengua.
Junhoe crea una especia de pared con las almohadas, donde el pecho de Jinhwan se acomoda y deja caer contra las embestidas sin ceremonia del alto. Un precipicio de constelaciones y brillos iridiscente.
El empuje entre su trasero y la erección de Junhoe recibe una llovizna de sangre que decora las sabanas y se deja llevar por la virginidad perdida en ese dormitorio. Rápidamente la mano del alto recae en su erección y la masajea sin crepúsculos, salvajemente entre sus caricias y la rítmica velocidad incesante de las penetraciones.
Sus manos deslizándose por su pene, causan un estridente ruido de un grito ensordado, sus dedos se llenan de semen y el cuerpo del pequeño cae inerte en la masa de plumas. Encima de él siente el pulso tembloroso de su amante y su semen lo llena por dentro.
Junhoe gira su cuerpo, quedando a su lado, con los rostros aplastados en las almohadas. Antes de dejarse llevar por un sueño profundo, le sonríe adorablemente.
☂
Jinhwan no sabía la hora que era, los escasos rayos solares que invadían la habitación desconocida, eran muy débiles como para determinar algo exacto. El dolor subió por su columna hasta acabar en su trasero. Una fuerte puntada llena de angustia y felicidad. Sin duda no pretendía llenarse de expectaciones, pero, sin duda que lo de anoche fue una lujuria compacta de todo carácter. Sonreía de solo pensarlo.
Se llevó la mano al pecho y cerró los ojos. Podía imaginar que sus dedos lo tocaban dulcemente y con una lentitud deplorable. Como jugaba con sus pezones y enroscaba su mano en su cabello suavemente. Sus manos fueron a parar a sus nalgas, donde el clímax se derivó con entusiasmo.
La casa de Junhoe es de dos pisos. Las habitaciones se instalan arriba y conducen a un árbol cerca de la ventana de la escalera que lleva al primer piso donde se ubican la cocina, la sala de estar, un comedor y los baños. Sin embargo, Jinhwan abrió los ojos en modo alerta cuando escucho voces en el primer piso. Y se desesperó más al no encontrar a su amante a su alrededor. Estaba completamente solo en una casa ajena y no quería ni imaginarse si algunos de los familiares de Junhoe lo encontraba en esas fachas: recién follado y con un aire desastroso.
¡No había llamado a sus padres! Los hechos de anoche lo tenían tan cegado y cansado que no se contactó con nadie avisando donde se quedaría.
Oh dios.
Jinhwan enrollo su cuerpo desnudo en la sabana casi blanca, desgraciadamente (y el pequeño se puso colorado de solo verlo) una enorme mancha roja se esparcía en el centro, prueba del arrebol de inocencias destrozadas.
En la esquina se encontraba su uniforme. No le importaba en absoluto que sea sábado y no haya clases o que las personas lo miren extrañado, debía irse a su casa cuanto antes.
Pero estaba en el cuarto de Junhoe. Así que, dadas las condiciones, se permitió tomar ciertas atribuciones. Selecciono su ropa escolar y la doblo pulcramente, la cama es un total desorden, no obstante, abrió las puertas del armario y se aventuró a buscar cualquier prenda que le quedará bien.
En la esquina del armario se encontraban una bolsa que contenía una caja de zapatillas. La vacío y puso su ropa dentro.
-¡Junhoe ven a desayunar! -se oyó el grito maternal desde abajo. Jinhwan se apresuró lo más que pudo. Cogió una camisa de franela que le quedaba enorme, unos calzoncillos azules y unos jeans cortados en la rodilla. Además de coger un gorro para su cabello.
-¡Ya voy mamá!
Su pulso está tan acelerado. No le quedaba otra salida que tomar el camino difícil y salir corriendo como una damisela en apuros. Tendría que bajar por el árbol y no tenía ni idea de cómo llegar al suelo con vida. Solo que al escuchar la voz de Junhoe se paralizo y escondió la sabana en el baño mientras se cambiaba de ropa velozmente.
Tomo la bolsa y salió con precisión. No podía salirle mal saltar por un árbol, hasta un niño infante podía hacerlo ¿qué le decía que no podía él? Abrió la puerta mirando a ambos lados y con miedo la escalera. Se moría de vergüenza.
Se abotono la camisa y camino en extremado silencio hasta la ventana. Volvió a mirar hacia atrás. Nadie se avecinaba, estaba listo para la acción.
Abrió la ventana provocando un chillido común, metió la pierna derecha y toco con su pie el roble. Transpiraba de puro nerviosismo, engancho la mano en la rama firme, nada de esto se recordaría mañana. Sería como una imaginación sin sentido en su mente.