Es el destino que Dios nos otorga aquel que, tarde o temprano, se vuelve nuestra única razón de ser. No te resistas, hermano, pues lo inevitable ya ha llegado; el dedo de Dios te ha señalado y yo soy su enviado. Noto fluir en mi interior la enfermedad, la peste, la muerte, las siete plagas, su ira, mi condena y ahora la tuya que aun encerrada en
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