Everything is possible: All I want for Christmas is you

Mar 08, 2012 17:02

Pareja: JunBa
Clasificacion: 17+

El magnate Matsumoto Jun tiene que adaptarse a la extrovertida personalidad de su nuevo mayordomo Aiba Masaki

Notas de la autora: Este fic fue hecho para el cumpleaños de Aiba :3 Personalmente es el que más me ha gustado de todos los que he escrito, espero que tambien les guste a ustedes :D

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Soledad. Si alguien conocía el significado de esa palabra era Matsumoto Jun, líder de la corporación que llevaba su nombre desde que tenía quince años, cuando sus padres habían muerto.

Sin embargo había veces en que eso no le molestaba, estar solo le ayudaba a pensar con calma antes de hacer un negocio o simplemente para evitar que la gente materialista y estúpida hiciera comentarios materialistas y estúpidos. Jun sabía que más de la mitad de sus conocidos estaban interesados en su fortuna, era por eso que generalmente no le molestaba estar solo, sabía que nadie lo necesitaba y él mismo no dependía de nadie específicamente.

Fue en uno de sus momentos a solas que Jun conoció a Aiba Masaki. Él había entrado a trabajar como mayordomo en su casa a penas el anterior tuvo tiempo de jubilarse. Lamentablemente la primera impresión que Jun tuvo de él no fue precisamente buena, ya que derramó jugo sobre su traje blanco. Si Jun no lo despidió fue porque hubo algo en Aiba que le llamó la atención, además de que de verdad necesitaba un mayordomo y Masaki tenía buenas habilidades, o eso parecía.

A simple vista eran evidentes las diferencias entre ambos: Jun tenía el cabello corto y obscuro, rara vez sonreía y su estado de ánimo rayaba lo taciturno, perfeccionista y no perdonaba ni un solo error. Podía pasar largas horas leyendo algún libro sentado en una butaca de su gran biblioteca mientras escuchaba las mejores obras de Chopin. Era indispensable su traje sastre obscuro y sus zapatos de diseñador, así como su cabello perfectamente ordenado.

Masaki, por el contrario, apenas prestaba atención a su cabello que casi siempre estaba desordenado y su uniforme generalmente tenía manchas de comida. Era una persona muy animosa y siempre estaba charlando de cualquier cosa con cualquiera. Nunca dejaba de sonreír tampoco podía quedarse quiero más de cinco minutos, odiaba la música clásica y le encantaba ayudar a los demás.

Fue exactamente por sus diferencias que Jun puso toda su atención en él.

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Había bajado a desayunar una mañana cuando notó ruidos provenientes de la sala, así que fue ahí a investigar, encontrándose con Aiba. En cuanto lo vio, Jun no pudo más que fruncir el ceño al notar que los ruidos eran causados por los silbidos de Aiba.

-Ah, Matsumoto-sama- le saludó Masaki con una leve reverencia.

-¿Qué le pasó a tu uniforme?- preguntó Jun aterrado. Masaki lo miró confundido antes de bajar la mirada y sonreír.

-Ah, eso. Tire un poco de harina al preparar su desayuno. No se preocupe- dijo rápidamente al ver la expresión de pánico de Jun ante la idea de una cocina sucia- me encargue de dejar todo impecable pero olvide las manchas de mi uniforme.

-Cámbiate, ahora- ordenó Jun fríamente.

-Lo haré Matsumoto-sama pero no antes de que usted desayune- replicó Aiba.

-No iré a ningún lado hasta que te cambies

-Y yo no me cambiaré hasta que usted desayune- eso dejó a Jun perplejo. Nadie, nunca, se había atrevido a contradecirlo- Mi deber es asegurarme que usted goce de perfecta salud y saltarse el alimento más importante del día puede ser perjudicial para usted.

Y así fue como un muy perplejo Jun terminó sentado en el espacioso comedor mientras Masaki vigilaba que comiera cada pequeño bocado de la torre de hot cakes que había puesto frente a él (que sabían endemoniadamente bien). Pese a todo Jun aun pudo cuestionar Aiba por haber puesto flores en la mesa.

-Su vida necesita un poco de color Matsumoto-sama, no todo es blanco y negro- dijo Masaki antes de ir a su habitación a cambiarse.

Cuando llegó la hora de irse a trabajar Aiba ya esperaba a Jun en su limosina negra.

-¿Solo usará eso hoy?- preguntó Aiba, recorriendo el traje de Jun con mirada crítica.

-¿Qué tiene de malo?- exclamó Jun molesto. Su mirada también recorrió el traje- Voy a una reunión de negocios, no a un circo.

Aiba negó con la cabeza y precedió a desenredar la bufanda que traía de su cuello, para después ponerla en el de Jun.

-El día esta muy fresco, no puede salir solo usando un saco- le reprendió Aiba. Jun quería decirle lo ridículo que se veía usando eso, pero se le hacía tarde para su reunión así que se metió en la limosina sin pronunciar palabra alguna.

En cuanto llegaron a la compañía Aiba se apresuró a abrirle la puerta a Jun.

-Tenga buen día, Matsumoto-sama- lo despidió con una cálida sonrisa, dejando a Jun sorprendido. Generalmente nadie le sonreía a él.

En la entrada del edificio lo esperaba la única persona en quien realmente confiaba.

-Ohno-sama- le saludó respetuosamente el menor.

-¿Aun sigues con eso?- suspiró Ohno- Tú eres el jefe aquí Jun, yo debería hablarte así.

-Ni se te ocurra- murmuró Jun.

-Entonces deja de llamarme así

-Como quieras Ohno-kun. ¿Cómo están las acciones?

-Bajaron un poco pero no es nada que no podamos manejar

A medida que iban avanzando por el pasillo hacía su oficina Jun podía sentir las miradas de sus trabajadores e incluso las miradas furtivas de Ohno. Jun se detuvo.

-¿Qué demonios hacen?- preguntó molesto a Ohno.

-¿De qué hablas?- respondió este confundido.

-¿Por qué todo el mundo me está mirando?- preguntó dándose la vuelta para ver a los demás, quienes inmediatamente fingieron indiferencia a la mirada furiosa de su jefe.

-Calma,- le pidió Ohno poniéndole la mano en el hombro- solo estamos mirando tu bufanda, eso es todo.

Jun bajó la mirada a la colorida bufanda que Aiba le había dado. Suspiró, se quitó la bufanda y se la dio a Ohno antes de continuar caminando.

-Volvamos al trabajo- le ordenó a Ohno, mientras este miraba la bufanda desconcertado.

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-Matsumoto-sama, Matsumoto-sama

Jun suspiró antes de voltear.

-¿Ahora qué Aiba?- preguntó intentando sonar fastidiado, cuando en realidad comenzaba a acostumbrarse a la sobreprotección de su mayordomo.

-Olvidó su almuerzo y su abrigo- dijo Masaki entregándole una caja de almuerzo y un abrigo naranja. Jun tomó la caja, pero rechazó el abrigo.

-No vas a obligarme a usar eso- dijo sin siquiera mirar el abrigo.

-Pero Matsumoto-sama, hace frio- intentó convencerlo Aiba, sin embargo Jun lo ignoró. El mayor miró desconcertado como Jun entraba al edificio, apenas cubierto con su saco negro.

-Jun jamás usa colores llamativos- dijo una voz a sus espaldas. Aiba volteó.

-Ohno Satoshi-sama- saludó con una inclinación respetuosa.

-Si quieres obligarlo a usar un abrigo tendrá que ser negro- añadió Ohno.

-Pero él siempre se viste de negro- se quejó Aiba.

-Entonces intenta con el morado, sé que le gusta- Masaki quedó pensativo por un momento, luego asintió- A propósito, espero que no hayas puesto pulpo en su almuerzo. Lo odia.

El gesto triste de Aiba le hizo suponer a Ohno que encontraría el almuerzo de Jun en el cesto de la basura.

-La próxima vez intenta con pasta- le sugirió antes de irse.

Al entrar en la oficina de Jun lo encontró tomando té con la caja del almuerzo en el escritorio, donde había millones de hojas apiladas ordenadamente en seis montones.

-¿Te lo vas a comer?- le preguntó sorprendido. Jun negó con la cabeza pero parecía molesto por eso. Ohno sonrió- El chico parece agradable…

-Es útil aunque muy molesto- dijo Jun. Ohno no supo que pensar al ver que Jun casi había sonreído.

-Te agrada ¿no es así?- la sorpresa tiñó completamente la voz del mayor.

-Hasta que no deje de presionarme para que use ropa ridícula y aprenda a cocinar algo sin pulpo lo odio.

El tono de Jun era perfectamente serio, pero el brillo en sus ojos le dijo a Ohno lo fascinado que estaba con el chico. Ohno no pudo evitar soltar una carcajada, consiguiendo una mirada confundida de su jefe.

-Te pediré algo de udon- dijo saliendo de la habitación. Jun suspiró y continuó trabajando.

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Aiba miró el número que marcaba el termómetro.

-Cuarenta grados- declaró- Creo que es más que obvio que está enfermo Matsumoto-sama.

Jun lo fulminó con la mirada, demasiado cansado como para hacer algo más. Aiba tomó una toalla y la empapó con agua fría antes de colocarla en la frente de Jun.

-Le dije que usara un abrigo- le reprendió Masaki, intentando no sonar muy molesto- pero usted es muy necio. ¿Qué tiene de malo que el abrigo sea naranja? Es un color muy bonito, de hecho, cualquier cosa es mejor que ese aburrido color negro que siempre quiere usar.

Probablemente el que Aiba le hablara así habría provocado la ira de Jun, de no haber sido que a este le costaba trabajo mantener los ojos abiertos.

-Ahora no podrá terminar su amado trabajo- suspiró el mayordomo. Jun hizo un puchero y gimió ante la idea- El doctor no tardará en llegar y usted debería intentar descansar en lo que él llega. Iré a la entrada a esperarlo…

-Ni te atrevas a irte- dijo Jun con voz ronca mientras intentaba incorporarse.

-Está bien, me quedaré, pero por favor recuéstese- le pidió empujándolo levemente. Jun estaba tan débil que simplemente se dejó caer.

Durante un buen rato Masaki se limitó a mirar a Jun mientras este intentaba dormir. Pasó la mirada por su cabello, que por primera vez se dejaba ver como una maraña de rizos sobre los ojos de Jun. Cuando sus ojos bajaron por sus mejillas sonrojadas por la fiebre, Aiba no pudo evitar que una de sus manos terminara acariciándolas. Sus manos estaban frías, así que Jun agradeció el contacto, no demasiado interesado en el hecho de que Aiba lo estaba tocando.

Los dedos de Aiba abandonaron sus mejillas para enredarse en los suaves rizos del menor, mientras que sus ojos se clavaron en los labios ligeramente abiertos de Jun. Aiba suspiró, sabía que Jun podía verse tierno de vez en cuando.

Jun sacó una mano de entre las sabanas y señaló un libro en su mesita de noche. Aiba rápidamente entendió y comenzó a leer el libro. El flujo suave de las palabras de Aiba y su mano acariciando gentilmente su cabello comenzaron a adormecer a Jun. Masaki leyó unas cuantas páginas de aquella novela de misterio y se detuvo cuando vio que era hora de preparar la cena

Se puso de pie y dio un último vistazo a Jun antes de salir sigilosamente de la habitación.

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Aiba verificó que tenía todo antes de entrar a la recamara de Matsumoto: una humeante taza de su té favorito, un plato de fruta fresca, una pieza de huevo con forma de gato y, por supuesto, la edición matutina del periódico, abierto en la sección de finanzas. Sonrió satisfecho y procedió a entrar a la habitación.

-Matsumoto-sama, le traigo el desayuno- anunció alegremente.

Jun continuaba en la cama, rodeado de montones de hojas y libros. Frunció el ceño al ver al otro entras con el carrito del desayuno.

-¿Qué estás haciendo? No puedo desayunar aquí- dijo regresando la mirada a sus papeles- Lleva eso al comedor, en un momento voy.

-Es domingo, hoy puede permanecer en cama todo el tiempo que lo desee. Además, sigue enfermo y no arriesgaré su salud- dijo Aiba firmemente. Para este entonces sabía que sería prácticamente imposible hacerlo cambiar de opinión, así que Jun suspiró y se estiró para tomar su té de la mano de Aiba, pero él se lo impidió- El que sea domingo también significa que no debe trabajar.

Jun miró perplejo la mano extendida de Masaki que le exigía sus papeles.

-¿Hablas enserio?- preguntó repentinamente ansioso- Me atrasé mucho esta última semana y tengo que terminar el informe antes de la próxima junta.

-Lo entiendo. Ahora por favor…

Con mala ara Jun le entregó las hojas, obteniendo una sonrisa radiante y su té a cambio. Jun se sonrojó levemente, pero intentó disimularlo dándole un sorbo al té. Delicioso, como siempre.

-Hoy no hay pulpo en el desayuno ¿verdad?- quiso asegurarse

-Me esforcé por preparar un desayuno totalmente libre de pulpo- el tono orgulloso de Aiba sorprendió a Jun.

-Es solo un desayuno Aiba- dijo. Su mirada se detuvo un momento en el huevo con forma de gato, una sonrisa a punto de cruzar sus labios.

-Si- coincidió el aludido- pero quiero hacer lo mejor para usted, Matsumoto-sama.

El corazón de Jun se aceleró al escuchar eso y no paró sino hasta que Aiba dejó la habitación.

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-Buen trabajo el de hoy- dijo Jun mientras acomodaba sus papeles a la carrera dejando sorprendido a Ohno.

-¿Ocurre algo Jun?- preguntó al verlo arrugar unas cuantas hojas y meterlas a su portafolios.

-Aiba prometió que haría tortellini para la cena- anunció entusiasmado. Ohno miró perplejo como su mejor amigo se ponía el abrigo morado que Aiba le había regalado y salía corriendo de la oficina

Jun bajó corriendo las escaleras y llegó casi sin aliento a la entrada del edificio, donde Aiba lo esperaba

-Vamos- le apremió Jun con un dejo de urgencia en la voz, mientras lo encaminaba al auto.

-Está bien Matsumoto-sama pero ¿podría soltar mi mano?- pidió Aiba ligeramente avergonzado.

Jun miró sus manos entrelazadas como si no supiera que pasaba. Le gustaba esa sensación, así como le había gustado la manera en que las manos de Aiba acariciaban su cabello aquella vez que tuvo fiebre.

El menor suspiró y soltó su mano, aunque su rostro reflejaba que no quería hacerlo.

-Tengo hambre, apúrate- dijo Jun mientras entraba a su limosina negra. Aiba lo miró entrar y suspiró antes de imitarlo.

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Jun miraba a Aiba empacar sus cosas con el ceño fruncido. No era como si estuviera enojado porque su mayordomo se iba a su pueblo a ver a sus padres. Tampoco estaba molesto porque se fuera dos semanas, pero mientras más lo pensaba más ganas le daban de gritarle a Masaki que no se fuera. Si no lo hizo fue porque Matsumoto Jun jamás había dependido de nadie.

-Matsumoto-sama, volveré pronto- le aseguró Aiba al verlo de pie en el marco de la puerta de su habitación.

-El punto no es si volverás o no- dijo Jun gruñonamente- sino que te vas.

-Sakamoto-san es un magnifico chef. Él podrá preparar el tortellini que tanto le gusta.

Jun suspiró dándose por vencido y salió de la habitación.

-¿Va a estar bien solo?- preguntó el mayor repentinamente preocupado- Porque puedo quedarme un par de días allá y volver el lunes temprano…

-Aiba, he vivido solo gran parte de mi vida- dijo Jun dejándose caer en su butaca favorita de la biblioteca- Sobreviviré.

-Le llamaré en cuanto llegue allá- prometió el otro sonriendo. A Jun se le hizo un nudo en la garganta, así que solo pudo asentir.

Aiba acarició levemente su cabello pulcramente peinado antes de irse. Con un poco de suerte eso mantendría con vida a Jun hasta que Aiba llamara al día siguiente

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Ohno podía notar a leguas que Jun no tenía la mente en el trabajo. Su mirada no dejaba de oscilar entre el reloj que colgaba en la pared a espaldas de Ohno y la enorme pila de documentos que tenía enfrente.

-¿Qué pasa Jun?

-Nada- respondió esté intentando volver al trabajo.

-¿Tienes algún compromiso hoy?- preguntó Ohno mirando discretamente la agenda de Jun. No había agendado ninguna reunión para ese día.

-Tengo que recoger a alguien en la estación- respondió Jun intentando sonar despreocupado.

-¿Alguien importante?

-No es asunto tuyo- dijo fingiéndose molesto, pero el leve sonrojo en sus mejillas lo delató de inmediato. Ohno sonrió.

-Entonces, ¿estás saliendo con alguien y no se lo quieres decir a tu mejor amigo?

-No estoy saliendo con nadie-replicó Jun frunciendo el ceño- Aiba llega hoy de Chiba, eso es todo.

Ohno no pudo disimular su sorpresa al escuchar eso.

-¡Vaya! Estás enamorado de ese chico- exclamó inconscientemente.

-¡¿De qué demonios estás hablando?!- gritó Jun, indignado. El sonido del teléfono de Jun interrumpió la conversación.

A penas terminó la llamada una suave sonrisa estaba dibujada claramente en los labios de Jun.

-Estás enamorado- repitió Ohno fascinado.

-¿Por qué lo dices?- preguntó Jun fastidiado, mientras recogía sus cosas para salir del lugar

-Estas sonriendo Jun

Jun se detuvo con la mano en la perilla de la puerta, sorprendido ante la mención de ese hecho.

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Aiba estaba desconcertado. Celebrar Navidad era algo que la gente solía hacer, sin embargo Jun no había intentado si quiera fingirse interesado en celebrarlo. Aun así Masaki se dirigió a una tienda cercana a comprar un árbol y adornos de Navidad (después de descubrir que no había ninguno en la casa). Planeaba tener todo listo para cuando Jun volviera esa tarde, incluyendo un exquisito y muy variado menú para la cena de Nochebuena.

Acababa de terminar de adornar el árbol y pensaba en lo emocionado que estaría Jun al ver todo esto cuando escuchó la puerta al abrirse.

-Matsumoto-sama, llegó temprano hoy- dijo Masaki mientras se acercaba a recibir el abrigo de Jun. Tras de él venía Ohno, quien saludó tímidamente a Aiba.

-Ohno-kun se quedará a cenar hoy- anunció Matsumoto- Tenemos que terminar el presupuesto antes del viernes y aún nos falta mucho por hacer.

-¿Trabajará mañana?- preguntó sorprendido Aiba.

-¿Qué tiene de raro?

-Bueno es que mañana es Nochebuena.

-Es solo una fecha Aiba- dijo Jun sentándose en uno de los sillones de la sala.

-Pero aun así creo que deberíamos…

-¿Qué está haciendo ese árbol aquí?- le interrumpió Jun, sus ojos estaban fijos en el gran pino adornado con millones de lucecitas y esferas de todos los colores. Aiba frunció el ceño ante la mirada apanicada de Matsumoto, quien al observar la habitación completamente adornada pasó a estar furioso.

-Ah, bueno, creí que sería lindo adornar la casa para estas fechas…

-Quítalo- ordenó fríamente el menor.

-Jun, creo que estas sobreactuando- intervino Ohno- No tiene nada de malo, tu casa se ve más alegre así

-No me interesa, quiero que todo esto se vaya en este instante- gritó Jun.

-Oh por favor Jun,- dijo Aiba cruzando los brazos- no seas infantil.

La habitación se sumió en un silencio total y Aiba sintió ganas de golpearse en cuanto cayó en cuenta de lo que había dicho. El rostro de Jun reflejaba un shock total, ya no parecía molesto sino afligido.

-Matsumoto-sama, lo lamento yo…- intentó disculparse Aiba. Jun negó con la cabeza.

-Solo deshazte de esto-dijo antes de caminar lentamente a su habitación.

-Bueno,- dijo Ohno poniéndose de pie- no es precisamente tu culpa pero has metido la pata hasta el fondo.

Aiba parpadeó, confundido.

-Jun no celebra estas fechas, Aiba-san- le dijo Ohno en tono melancólico- Le traen malos recuerdos. Sus padres murieron en Navidad.

-Yo… no lo sabía- murmuró Aiba. Definitivamente quería golpearse.

-Si bueno, no hay mucho que hacer. Mejor me voy.

Aiba acompañó a Ohno a la puerta, después regresó al comedor y él mismo se encargó de sacar el gran pino de la sala.

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Jun se asomó por la rendija de la puerta. No había señales de Aiba.

Bajó de puntillas las escaleras, buscando en vano al mayordomo. Tanto él como las decoraciones se habían ido. El desconcierto de Jun creció cuando vio su desayuno en la mesa junto con una nota de Aiba.

“Lamento lo de ayer. Tal vez hoy siga molesto conmigo así que intentaré no importunarlo.

Disfrute su desayuno”

Jun frunció el ceño y arrugó la nota. Recorrió la casa dos veces, buscando cualquier señal de Masaki. Nada. Rápidamente tomó su abrigo y sus zapatos y salió a buscarlo.

Estaba nevando, así que a Jun le costaba avanzar pero caminaba lo más rápido que podía. De vez en cuando llamaba a Aiba, sin éxito. Un par de horas después volvió a la casa sin haberlo encontrado y descubrió que su desayuno se había enfriado.

Jun suspiró y subió a cambiarse. Ese fue el primer día en que Matsumoto Jun rechazaba un alimento.

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-Fuiste muy duro con él anoche, ¿qué esperabas?- respondió Ohno después de que Jun se quejó de la actitud de Aiba.

-Esperaba que se disculpara en mi cara, no que me dejara una estúpida nota después de haber ofendido la memoria de mis padres…

-Creo que ofendió más tu orgullo que a tus padres- suspiró Ohno, ganándose una mirada furiosa de Jun- Mira, el chico no sabía nada de lo que había pasado. Él solo estaba intentando alegrarte un poco la vida como lo ha venido haciendo desde el día que comenzó a trabajar para ti.

Jun bajó la mirada.

-¿Crees que hice mal en gritarle?- preguntó preocupado.

-Creo que hiciste mal en sobreactuar- respondió Ohno sonriendo cálidamente- El chico está loco por ti y yo sé que tú también lo quieres.

Jun miró por la ventana un momento, perdido en sus pensamientos.

-¿Sabes? De pronto me siento mal- dijo Jun poniéndose de pie- Probablemente tenga fiebre.

-Mejor ve a casa- dijo Ohno con semblante serio, aunque le divertía ver a Jun hacer esto. El menor dudó un momento.

-¿Estarás bien? Quiero decir, el informe está incompleto…

-Vete a casa- respondió Ohno sonriendo- Más vale que Aiba-san te cuide antes de que te resfríes de verdad.

Jun asintió y salió a toda prisa de la oficina.

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Jun jamás había visitado el edificio de servicio. Como generalmente a esa hora el joven amo no se encontraba en casa a los empleados les sorprendió verlo ahí y se sorprendieron demasiado cuando vieron que se dirigía a aquel edificio, más precisamente a la habitación de Aiba Masaki.

-Aiba-chan no está ahí, Matsumoto-sama- dijo el jardinero, quien había salido de su habitación al escucharlo golpear la puerta repetidamente.

-¿Dónde está?- preguntó con urgencia. El hombre se encogió de hombros y caminó hacia su ronda habitual en los invernaderos. Jun se quedó de pie desconcertado, preguntándose donde podría estar Aiba e intentando recordar desde cuando tenía jardinero.

-Generalmente a esta hora está limpiando su habitación Matsumoto-sama- intervino una de las mucamas.

-¿Pero ese no es su trabajo?- preguntó Jun confundido. La muchacha pareció dudar.

-Bueno, es que Aiba-san insiste en encargarse personalmente de eso

-No importa- dijo Jun antes de caminar a la salida. De pronto se detuvo en la puerta y se dio la vuelta- Gracias.

El rostro estupefacto de la chica al ver a su jefe inclinándose frente a ella hubiese hecho que Jun se molestara si no hubiera sido porque él necesitaba encontrar a Aiba. Corrió hasta la casa, subió los escalones de dos en dos e irrumpió en su habitación, azotando la puerta. No había nadie ahí.

Jun suspiró antes de dejarse caer en la cama.

-¿Matsumoto-sama?- preguntó una voz a sus espaldas- ¿Qué hace aquí?

-¿Qué tiene de raro que regrese a mi propia casa?- preguntó Jun fingiéndose molesto -Me sentí mal y volví a casa, ¿hay algún problema con eso?

-En absoluto- dijo Aiba- ¿Qué es lo que le molesta?

-Creo que tengo fiebre- respondió Jun metiéndose entre las sabanas de la cama. Aiba lo miró extrañado

-Bueno, entonces llamaré al medico

-Nada de eso- negó Jun- Solo necesito una buena taza de té y que alguien me lea un libro.

Aiba sonrió levemente.

-Le diré a Sakamoto-san que…

-Déjame reformular la frase- le interrumpió Jun- Necesito que tú me hagas una buena taza de té y que tú me leas un libro.

-¿No está molesto por lo de ayer?- preguntó Aiba preocupado. Jun enarcó una ceja.

-¿Qué pasó ayer?- preguntó dejando al mayor sorprendido.

-Nada,- respondió rápidamente- en un minuto traigo su té.

Al poco rato ya estaba de vuelta con una humeante taza de té y una edición antigua de una novela de Agatha Christie.

-Espero que no le importe que haya entrado a su biblioteca- dijo Aiba mientras tomaba asiento a un lado de la cama de Jun. Jun asintió y esperó que el otro comenzara a leer, sin embargo su atención en ningún momento abandonó las expresiones del otro.

Aiba no dejaba de mirarlo de reojo, tenía curiosidad por saber algo más de él pero el incidente de la noche anterior le impedía preguntar. Afortunadamente el menor parecía saber lo que pensaba.

Jun estiró la mano para tomar la de Aiba, dejándolo mudo mientras él se incorporaba.

-Mis padres murieron en un accidente de tráfico- dijo suavemente- Volvían del centro comercial, habían ido a comprarme un obsequio de Navidad. Una camioneta impactó el lado derecho del auto.

Jun parecía tener problemas al guardar la compostura, así que Aiba se limitó a esperar que continuara.

-Mi madre murió al instante pero mi padre seguía con vida cuando llegaron al hospital. Ese día yo estaba en la escuela y recuerdo que estaba muy confundido cuando el director me pidió que tomara mis cosas y lo siguiera. Apenas llegué al hospital mi padre me entregó ese libro que tienes en las manos y me pidió que fuera fuerte. Murió dos horas después. Creo que no lo he superado del todo

Aiba miró atontado el libro, sintiendo un respeto inusual por aquel encuadernado de doscientas hojas que a todas luces había sido leído infinidad de veces.

-Lo lamento mucho Matsumoto-sama- dijo apenas estuvo seguro que Jun no iba a decir nada más- Fue una impertinencia muy grande la que cometí ayer. Pensé que por ser una fecha especial para mí todo el mundo debería estar alegre…

-¿Por qué hoy es especial? ¿Solo por qué es Navidad?

-No exactamente- dijo Aiba- Hoy es mi cumpleaños.

-¿Enserio? Entonces debemos celebrarlo- Jun se puso de pie de inmediato- Te compraré un pastel, ¿cuál es tu sabor favorito? No deberías estar trabajando hoy…

-Está bien Matsumoto-sama, no necesito nada- le aseguró Aiba. Jun lo miró confundido.

-Pero es tu cumpleaños, debe de haber algo que quieras.

-Bueno, si hay algo…

-¿Qué es? Dímelo Aiba y juro que lo conseguiré- le prometió Jun. Aiba pareció dudar.

-Yo… me gustaría hacerlo feliz Matsumoto-sama- confesó Aiba, sonrojándose ligeramente.

-¿Qué?- preguntó sorprendido Jun.

-Cuando entré a trabajar aquí me dijeron que usted era una persona muy difícil de tratar- dijo el mayor- Y cuando lo conocí y vi lo serio que era me propuse demostrarle a los demás la clase de persona que usted es. Sabía que algo debía haberle ocurrido para que fuera así. Usted tiene una sonrisa muy cálida y creo que le haría al mundo un favor si sonriera más a menudo.

-¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?- preguntó Jun sintiéndose un tanto incómodo.

-Si y no descansaré hasta obtenerlo- le aseguró Aiba. Jun suspiró, se dio la vuelta y cerró la puerta con seguro, sorprendiendo a Aiba.

-Quiero que recuerdes que tú lo pediste- dijo Jun mientras se acercaba a él. Aiba estaba a punto de preguntarle algo cuando los labios de Jun se estamparon con los suyos.

-Matsumoto-sama…- murmuró Aiba en cuanto se separaron.

-Escúchame bien, porque es posible que jamás lo vuelva a decir- dijo seriamente Jun- Me gustas, y la única oportunidad que tienes de hacerme feliz es que te quedes conmigo.

Los ojos de Aiba se cubrieron con lágrimas.

-Aunque claro, no es tu obligación hac…- no pudo terminar la frase porque Aiba se abalanzó sobre él, abrazándolo tiernamente.

-Supe desde el primer momento en que te vi que jamás podría dejarte de nuevo- le dijo al oído. Jun sonrió mientras le correspondía el abrazo. Aiba volvió a buscar sus labios y pasaron un largo rato besándose, hasta que la temperatura de ambos comenzó a subir lentamente.

Pronto Jun estaba recostado en la cama con Aiba sobre él. Los labios del mayor hicieron su camino por el cuello de Jun mientras este retiraba poco a poco su uniforme. Las manos de Aiba comenzaron a desabrochar la camisa de Jun mientras este se sonrojaba ligeramente.

-¿De verdad quieres hacer esto?- preguntó Aiba preocupado- Quiero decir, tal vez es muy pronto para hacerlo, ya que…

-Cállate y bésame- le ordenó Jun. Aiba se apresuró a obedecerlo y, mientras se besaban con pasión, su ropa terminó por desaparecer.

Aiba se entretuvo un momento jugando con el ombligo del menor, quien no dejaba de retorcerse ante el contacto. Un par de dedos terminaron en la entrada de Jun, haciéndolo gemir de incomodidad, pero pronto comenzó a mover sus caderas. Aquel movimiento terminó por desesperar a Masaki y de inmediato se posicionó entre las piernas de Jun, comenzando a penetrarlo lentamente

-Ah, maldición- murmuró Jun.

-¿Quieres que me detenga?- preguntó agitado Masaki. Jun rápidamente negó con la cabeza pero de vez en cuando soltaba alguna obscenidad, lo que prendía más al mayor.

Una vez que Jun se acostumbró Aiba comenzó a moverse lentamente. Los gemidos de ambos inundaban la habitación. Jun perdió la noción de todo cuando Masaki comenzó a atender su miembro, frotándolo a la par de sus embestidas.

-Ah, Jun- gimió Aiba cuando se vino en el interior del menor. No pasó mucho antes de que Jun se corriera en la mano de Aiba

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Jun abrió los ojos, desorientado. Estaba obscuro y escuchaba la respiración ligera de Aiba junto a su oído. Se dio vuelta y vio que el mayor lo miraba fijamente.

-¿Te desperté?- preguntó Masaki acariciando su cabello. Jun negó con la cabeza.

-¿Sabes? Tal vez sea porque es la primera vez que me acuesto con un hombre, pero se sintió genial

Esa frase hizo sonrojar a Masaki.

-Bueno, este definitivamente se ha convertido en uno de mis mejores cumpleaños- dijo sonriendo.

-Ah, es cierto, tengo que conseguirte un pastel- dijo Jun intentando incorporarse, pero un agudo dolor en su trasero lo hizo derrumbarse de nuevo en los brazos de Aiba.

-No es necesario- le aseguró el mayor abrazándolo de nuevo.

-No, te conseguiré un pastel.

-Yo iré por el pastel, tu quédate aquí- dijo Masaki poniéndose de pie.

-¿Qué?- dijo Jun, súbitamente asustado- No, quédate…

-Pero sigo siendo tu mayordomo, tengo que asegurarme de tener lo que quieras.

-Te quiero a ti, aquí y ahora- dijo Jun aferrándose a él. Aiba sonrió y lo abrazó antes de besarlo, disfrutando del contacto de su piel aun desnuda.

-Está bien, creo que me quedaré un ratito más- dijo Masaki acurrucándose a un lado de Jun.

-¿Te quedarás?- preguntó el menor- Quiero decir, sin ser mi mayordomo.

-Pero me gusta ser tu mayordomo- replicó Aiba. Jun sonrió.

-Está bien, no importa realmente. Solo no me dejes.

Aiba lo miró a los ojos.

-Jamás podría- dijo antes de besarlo.

A la mañana siguiente, Aiba preparó una deliciosa cena navideña que disfrutó junto con Jun. El menor no dejó que Masaki volviera al edificio de servicio y lo obligó a compartir habitación con él.

Y así, después de tanto tiempo, Jun por fin dejó de sentirse solo

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