Sesión #25
Todos sus sentidos habían enloquecido mientras a su alrededor todo se llenaba de sangre, quejidos y gargantas que poder desgarrar. Niños que lloraban, adultos que peleaban y algún que otro niñato que se las daba de valiente y acababa muerto.
Entonces la vio. Era la mocosa rubia que se había escapado de la mansión de los Malfoy. Sus manos se cerraron en dos puños, conteniendo un rictus de furia, y se puso en pie, listo para la matanza. A ciegas, entre el humo de las explosiones, los gritos y los hechizos que volaban de un lado a otro, Fenrir Greyback siguió a la loca de la hija de Xenophilus Lovegood.
Cuando Luna se giró ni siquiera le dio tiempo a levantar la varita. El licántropo se tiró encima de ella, dispuesto a desgarrarle la garganta aunque fuera con sus dientes de humano. Ambos cayeron como dos pesos muertos sobre el suelo lleno de escombros y la joven forcejeó sacudiendo las piernas para quitárselo de encima. Luna giró la cabeza, desesperada, sintiendo el putrefacto aliento de Fenrir sobre la cara, que ya sonreía de anticipación. Cerró los ojos, intentando imaginarse en otro lado que no fuera aquel, deseando que todo sucediera rápido.
-¡Luna! ¡Luna, no!
Y entonces pasó. Alguien tiró de su pequeño cuerpo hacia arriba con todas sus fuerzas, haciendo que pateara la cara del lobo, que gruñó antes de recibir el primer golpe. Nunca supo de donde, pero Dean Thomas había aparecido y la bola de adivinación más grande de todas las que había en el aula, cayó sobre el cuerpo de Fenrir, dejándolo inconsciente.
Cuando Luna levantó la vista, entre mareada y aliviada, la profesora Trelawney le saludó con la mano, tapándose con la otra los ojos, que nunca antes habían demostrado ese brillo febril que en esos instantes mostraban.